El bufete de abogados (23)

El lunes se vieron como casi cada día Samanta y Teresa. Teresa se interesó por cómo había ido el sábado y si le había gustado el bikini que habían ido a comprar juntas el viernes...

Cap. XXIII

El lunes se vieron como casi cada día Samanta y Teresa. Teresa se interesó por cómo había ido el sábado y si le había gustado el bikini que habían ido a comprar juntas el viernes.

SAMANTA: Primero lo más serio, pude estar todo el sábado con él pasándomelo bien, le acabé diciendo que se quedara a cenar también, pasamos la tarde viendo series y me sentí muy bien. Lo menos serio, me miró el culo.

Teresa se reía.

TERESA: Te aseguro que debió de mirarte algo más que el culo.

Samanta reía.

TERESA: La pregunta es, ¿qué piensas hacer ahora?, no podréis quedaros siempre así.

Samanta la miraba sería, Teresa se dio cuenta que algo le preocupaba a su amiga.

SAMANTA: Hasta aquí me he sentido cómoda, pero no sé si podría tocarlo, ya no te digo de acostarnos, simplemente tocarle la piel, darle la mano, cosas así.

TERESA: Pues tendrás que descubrirlo, si no lo pruebas no lo sabrás.

SAMANTA: Eso me preocupa, y si por ejemplo le agarro una mano y me doy cuenta que no puedo aguantar su contacto, se puede sentir ofendido.

TERESA: No seas tan dramática mujer, si te pasa eso lo hablas con él, le pides paciencia y que quieres seguir con las llamadas y viéndolo para hablar, seguro que él te entenderá, tendrá toda la paciencia que quieras.

Samanta lo pensó y le pareció lógico, Víctor siempre había sido muy comprensivo. Teresa jugaba con ventaja, hacía mucho tiempo que estaban diseñando la estrategia para que Samanta estuviera cómoda y fuera avanzando dándole pequeños empujones.

Y tanto que Víctor le había mirado algo más que el culo a Samanta aquel día de piscina, se hizo una paja pensando en ella con aquel bikini cuando llegó al apartamento, y el domingo repitió, pensar en ella era ponerse cachondo. Samanta tampoco había perdido el tiempo, la visión de aquel cuerpo con el bañador ajustado marcando un paquete que ella conocía perfectamente la había excitado, y mucho, se corrió dos veces seguidas con una paja el sábado por la noche teniéndose que tapar la boca para no gritar y que la oyeran sus hijos del placer que llegó a darse.

El domingo la llamó y hablaron un rato de lo bien que se lo habían pasado en la piscina, el lunes puntual a la hora de siempre volvieron a hablar. Samanta notó que Víctor estaba más nervioso de lo normal, eso significaba que quería decirle algo y no se atrevía, después de un buen rato hablando Víctor se lanzó.

VICTOR: Si no te importa, había pensado, si te estaría bien, que el miércoles venga a ver a los niños.

Samanta ya hacía rato que se reía de la indecisión de Víctor.

SAMANTA: ¿Solo te interesa ver a los niños?

VICTOR: Samanta coño que ya estoy bastante nervioso, y a ti, a ti sobretodo, pero quería disimular mujer.

Ella se descojonaba de risa y él acabó riendo también.

SAMANTA: Vale, si después te quedas a cenar.

VICTOR: Hecho.

El martes volvieron a hablar y el miércoles Víctor salió antes del despacho para estar con ellos, sobre las cinco y media de la tarde conducía calculando la media hora para llegar a las seis a la casa familiar, llamó a Samanta desde el coche para decirle que estaba en camino, se había animado a ir pronto y no sabía si a su mujer le parecería bien. Samanta en esos momentos quería pasar tiempo con él, tenía que descubrir hasta donde podría llegar, si sería capaz de volver con el tiempo a confiar en él.

Estuvieron con los hijos, parecía que la familia estuviera otra vez unida, se movían y comportaban como si no hubiera pasado nada, reían entre ellos, jugaban con los niños y les escuchaban las cosas que les explicaban del colegio. En esas tareas se encontraban a gusto juntos, Samanta estaba contenta de ver toda la familia así, Víctor era el hombre familiar que ella conocía. Dejaron que los niños cenaran primero y cuando se fueron a dormir lo hicieron ellos, se sentaron en la mesa uno delante del otro. Víctor después del acercamiento de Samanta tenía más confianza para intentar hablar con ella.

VICTOR: ¿Te puedo preguntar algo de nosotros?

SAMANTA: Claro.

VICTOR: ¿Por qué?, por qué este cambio conmigo, que me gusta mucho que conste, estoy contento de que nos volvamos a ver y comunicar, pero no entiendo que ha pasado para que lo aceptes. Estaba convencido que tendría que vivir siempre con la situación que teníamos antes.

SAMANTA: Sé que no me porté bien contigo. Me hiciste daño, o mejor dicho me lo hice a mí misma, se me derrumbó todo mi mundo, me cerré dentro de mí, solo me interesaban los niños, no te quería oír ni ver, me dolía, intenté olvidarte, convencerme a mí misma que no eras bueno para mí, que me volverías a hacer daño. Con el tiempo intenté salir con un compañero de trabajo, con el que estaba cenando el día que nos vimos, ahora solo salíamos a cenar como amigos, no estaba preparada para una relación con nadie.

Víctor tenía un nudo en la garganta, sentía que estaba a punto de llorar, que ella intentara tener una relación le hacía ver lo cerca que estuvo de perderla para siempre.

VICTOR: No quiero saber lo que has hecho durante este tiempo. Bastante tengo con lo culpable que me siento, todo fue por mí culpa, no me lo perdonaré nunca Samanta, no puedo perdonarme y no puedo esperar que lo hagas tú.

Samanta lo miraba con cariño, Víctor lo vio en sus ojos.

SAMANTA: Para poder verte, lo primero que tuve que hacer es perdonarte Víctor, recapacitar, darme cuenta de mis errores, claro que te he perdonado. ¿Y tú, me perdonarás algún día a mí?, sé que también me equivoqué, tendría que haber confiado más en ti, podíamos haber hecho las cosas mucho mejor que lo hicimos.

VICTOR: Tú estás perdonada desde el primer momento, nunca he podido culparte de nada.

Samanta ya se lo imaginaba, la bondad de Víctor era mucho más grande que la suya. Estaba a punto de llorar y cambió la conversación.

SAMANTA: Pero tú has tenido pareja.

VICTOR: No era pareja, salimos poco tiempo. ¿Y sabes una cosa?, lo dejó ella cuando nos vimos en aquel restaurante, “Que nunca la miraría a ella cómo te miré a ti”, me dijo.

Samanta bajó la cabeza sonriendo, le gustó el detalle.

VICTOR: ¿Y sabes otra cosa?, Marga la envió, era amiga suya, la convenció de que si me conocía le gustaría, la hija de puta me preparó una trampa porque quería tirarme ella. Pensar que toda la mierda con Cloe empezó por querer ayudarlos me revuelve el estómago.

SAMANTA: Esos cabrones se pasaron la vida intentando acostarse con nosotros, conmigo lo intentaron también en estos mismos sillones, que ingenuos y que tontos fuimos. Yo también tendría que confesarte alguna cosa, hice algo que te tendría que contar, pero no sé cuándo será el mejor momento.

VICTOR: No Samanta no, ya te lo he dicho, no quiero saber lo que hayas hecho, somos adultos y estábamos libres en esos momentos, qué más da lo que hiciéramos.

SAMANTA: Pero algún día te podrías enterar por alguien o por casualidad, prefiero explicártelo yo.

VICTOR: Escúchame, que me da igual lo que hayas hecho, lo que yo quiero es tenerte cerca, estar contigo, si algún día me entero, a quién me lo diga le voy a partir la cara para empezar, por “hijoputa” y querer hacernos daño, tú estás por encima de todo, nadie se volverá a meter en nuestras vidas para jodernos, yo me encargaré de que así sea aunque tenga que hacer una animalada. Y si me entero pensaré que tú tenías toda la libertad para hacer lo que te saliera del coño sin que nadie te tenga que juzgar por ello. Te lo he dejado claro ahora. ¿No habrás matado a nadie, no?

Samanta se ponía la mano en la boca riendo, le gustaba aquel Víctor tan decidido y tan sensible teniendo una paciencia de santo con ella.

SAMANTA: No, no he matado a nadie.

VICTOR: Solo me faltaba tener que defenderte de un asesinato.

Rieron y se quedaron en silencio un rato, se estaban sincerando y había que ir despacio.

SAMANTA: Fue Teresa quien me convenció, ella supo cómo sacarme de mi estado de rechazo.

VICTOR: Estaba al corriente de todo, yo también cenaba con ellos, no te enfades con ella lo hacían para mejorar nuestra relación, pero quiero que tengas claro una cosa, yo nunca te hubiera forzado para que hablaras conmigo o verme, yo quería que tú estuvieras tranquila y pudieras vivir en paz, por eso me cuesta tanto pedirte algo, no quiero importunarte.

Samanta todo eso ya lo sabía o lo intuía.

SAMANTA: Desde que empecé a hablar con ella he pensado mucho, en mi inseguridad, en mis miedos, ¿por qué fui tan tonta de no pensar en ellos cuando estábamos juntos?, me apoyé en ti para taparlos, la mente cerrada, me cerré contigo y cerré todo lo demás dentro. En cuanto pensé que tú empezabas a cambiar porque sexualmente fuiste capaz de expresar lo que seguramente siempre habías tenido en la cabeza, que horror, era como abrirle una puerta a mi mente por donde se iban a escapar todas mis debilidades. No supe estar a la altura, yo necesitaba una caja acorazada grande y fuerte, como tú, para vivir tranquila dentro sin sobresaltos, cuando esa puerta se abrió fui tan idiota que pensé que había perdido la confianza en ti, en realidad la estaba perdiendo en mi misma. No supe afrontarlo, igual que no supe afrontarlo después por las prisas en cerrar esa puerta, en volver a entrar dentro de la caja fuerte de mi vida, que nada la altere, estabilidad, dejarte a ti fuera por ser un elemento desestabilizador. ¡Qué idiota!, la caja fuerte se había convertido en una cabaña de madera de mierda que con un poco de viento se movía toda conmigo dentro.

VICTOR: ¿Podrás volver a encontrar esa caja fuerte?

SAMANTA: Eso es lo más gracioso, no se trata de cajas fuertes, se trata de saber vivir sin ellas. Lo que tendré que descubrir es si soy capaz de acostumbrarme a la cabaña, conocerla y saber cómo defenderla cuando el viento sople, saber que pared tengo que apuntalar para que aguante. Lo que te quiero decir con todo esto, es que he perdido confianza, es como intentar construir tu propia vida desde abajo porque sabes que los fundamentos anteriores no eran buenos, he perdido confianza en mí y en todo.

VICTOR: Creo que te entiendo.

SAMANTA: Lo que tengo que descubrir es si podré volver a confiar en ti para que me ayudes a aguantar la cabaña y no se caiga.

VICTOR: Aquí me tendrás para hacer las comprobaciones que quieras.

SAMANTA: Estoy contenta de haber llegado hasta aquí, verte con los niños y veros bien me gusta, pero…

Le entraron dudas de seguir hablando.

VICTOR: Sigue por favor.

SAMANTA: No sé si podré avanzar más, como te decía estoy en un momento de construcción de mi misma, de coger confianza, tengo miedo de volverme a hacer daño.

VICTOR: Prefiero morirme antes de volver a hacer que sufras por mí, si no quieres avanzar más no te preocupes, para mí ha sido un cambio muy importante llegar hasta aquí, poder hablar contigo, estar todos juntos como el sábado o esta tarde me hace feliz, no te voy a exigir nada cari…, perdona, no puedo exigirte nada, si a ti te está bien a mí también.

Samanta sonreía por que había estado a punto de escapársele llamarla cariño. Sabía que él la quería y que haría todo lo posible por no hacerle daño, lo que no tenía claro es que no se lo hiciera ella, poder tocarlo y confiar otra vez.

Se despidieron en la puerta con dos besos.

VICTOR: ¿El sábado podríamos hacer algo juntos con los niños?, me lo pasé tan bien el anterior.

SAMANTA: No sé, les toca estar contigo.

VICTOR: Te los dejo en casa y vengo yo como el pasado, no se tienen que mover y estoy con ellos igualmente, ¿si te parece bien?

Samanta lo miraba con una sonrisilla.

SAMANTA: Me parece bien.

Víctor dio una palmada de alegría, se iba a girar para irse.

SAMANTA: Si no traes el bañador del otro día.

VICTOR: Hecho, ¿no te gustó?

SAMANTA: Puede que demasiado, mejor otro.

VICTOR: A mi tú bikini me gustó mucho.

SAMANTA: Me lo volveré a poner.

Los dos reían, Víctor volvió a girarse, Samanta dudaba...

SAMANTA: Si te quedas a dormir.

Víctor se giró sorprendido.

VICTOR: ¿Me has dicho que me quede a dormir aquí el sábado?

SAMANTA: Si no tienes otra cosa mejor que hacer.

VICTOR: Desde luego que no.

Se volvió a girar contento.

SAMANTA: Y pasas todo el domingo conmigo, con nosotros quiero decir.

Víctor reía a carcajadas.

VICTOR: Claro que sí, algo más antes que me gire.

SAMANTA: Les toca estar con su padre, si vienes tienes que estar los dos días con ellos.

VICTOR: Y contigo.

Samanta bajó la cabeza ruborizándose con una sonrisa.

SAMANTA: Y conmigo.

Víctor estaba eufórico, aquello era mucho más de lo que había soñado. Los dos días que quedaban para acabar la semana habló con Samanta, también fue a tomar algo con Tomás, lo abrazó dándole las gracias a él y a Teresa por haber conseguido que pudiera estar así con Samanta, Tomás le recordó que les debía una buena cena. Teresa también abrazó a Samanta cuando el jueves le explicó lo que habían planeado para el fin de semana. Samanta le siguió confesando a Teresa que no sabía cómo avanzar más con Víctor, habían conseguido hablar, encontrarse bien uno con el otro, pero dar otro paso adelante no sabía cómo hacerlo, Teresa la tranquilizó, le dijo que lo había hecho muy bien hasta ese momento y que seguro que encontraría la forma de descubrir más cosas, lo que quería Teresa era que Samanta decidiera por ella misma hasta donde quería llegar.

Víctor por su parte se había olvidado de plantearle nada a Samanta, le dejaba a ella la iniciativa de hacer las cosas, hasta ese momento le había ido perfecto, mucho mejor que cuando él quiso acercarse, tenía que dejar que ella se fuera abriendo. El sábado antes de ir a la casa de Samanta fue a comprarle un ramo de rosas rojas y un par de botellas de vino blanco del que sabía que le gustaba.

Samanta lo esperaba con el mismo bikini y mismo pareo que la semana anterior, le dio dos besos al llegar y él le entregó el ramo de rosas.

SAMANTA: Muchas gracias, sabes que me encantan, pero esta vez no traen tarjeta.

VICTOR: Estoy yo, no hace falta tarjeta. Son para ti, gracias por devolverme la felicidad a mi vida.

Samanta se emocionó, levantó una mano para acariciarle la cara pero se arrepintió volviéndola a bajar, Víctor se dio cuenta del detalle.

VICTOR: Será mejor que pongamos las botellas de vino en la nevera, es más bueno frio.

El entró a la cocina con las botellas, ella fue a colocar las flores en un jarrón. Cuando salió Víctor, Samanta estaba de espaldas oliendo las rosas, al través del pareo le veía la braguita del bikini enseñando medio culo, se quedó embobado mirándoselo.

Samanta sin girarse.

SAMANTA: No me mires el culo marrano.

VICTOR: No me puedo quitar los ojos de la cara lo siento.

Samanta reía, le estaba empezando a gustar provocarlo.

Víctor se cambió y salió a la piscina con un bañador tipo bermuda, Samanta le siguió los pasos hasta que llegó a su lado. Aquel era el Víctor de siempre

SAMANTA: Me gustas más así, como siempre.

VICTOR: Tú estás preci…, muy bien con ese bikini.

SAMANTA: Ya, ya, tú lo que quieres es verme él culo.

VICTOR: No te puedes imaginar cuanto, perdona, perdona, no quería decir eso yo…

Samanta se descojonaba de risa.

SAMANTA: Anda ves a jugar con los niños antes de seguir diciendo tonterías.

El día fue pasando, por la mañana Víctor jugó con sus hijos en la piscina, comieron, se sentaron en el sofá con Samanta a seguir viendo una serie, dieron alguna cabezadita cada uno para un lado, merendaron los niños y ellos se tomaron un café, las conversaciones se sucedían o recordaban anécdotas de antes, Samanta preparó la cena de los chavales mientras Víctor preparaba la de ellos, esperaron sentados con los chicos que acabaran de cenar y les acompañaron a la cama, estaban rendidos de estar todo el día jugando. Después cenaron ellos con el vino blanco que había traído Víctor.

SAMANTA: Tú eres muy listo, ¿me has traído el vino que me gusta para emborracharme?

VICTOR: No recuerdo haberte visto borracha en la vida, como mucho un poco alegre.

SAMANTA: Pues yo sí recuerdo haberte visto más de una vez.

VICTOR: Ya sabes que nunca he tolerado muy bien el alcohol.

SAMANTA: La última vez que te recuerdo borrachín casi te tragas mi culo entero.

Se reían los dos.

VICTOR: Fue un accidente mujer.

SAMANTA: ¿Un accidente?, que no te aguantabas de pie tío.

Volvieron a reír y poco a poco fueron dejando de hacerlo, Víctor observó que Samanta se ponía sería.

VICTOR: ¿Pasa algo Samanta, estás bien?

SAMANTA: Sí, estoy bien, es que necesito hacer algo, pero prométeme que si no sale bien no te enfadaras.

VICTOR: Ya sabes que no quiero exigirte nada, haz lo que tengas que hacer.

SAMANTA: Más tarde te lo diré.

Siguieron cenando hablando de otros temas, Víctor hablaba pero su cabeza estaba pensando qué coño quería probar Samanta, que es lo que necesitaba hacer, la cabeza no paraba de darle vueltas. Acabaron de cenar, se llevaron las copas y la botella de vino al salón para seguir tomándolo allí. Samanta buscó una película para ver y se sentaron juntos en el sofá como hacían habitualmente. Samanta se volvió a poner seria mirando a Víctor.

SAMANTA: Quiero saber que pasara si te toco, si nos cogemos de la mano, hemos avanzado hasta aquí, pero necesito saber si aguanto el contacto contigo.

Víctor respiró tranquilo, se había imaginado tantas cosas, que oír aquello le gustó. Levantó una mano y se la ofreció a Samanta, ella la miró, pensó en aquella mano, en las veces que la había acariciado, la había tranquilizado, la había masturb…, se quitó de la cabeza ese pensamiento rápido. Entrelazó los dedos de su mano con la de Víctor mirándoselas y las bajó juntas apoyándolas en el sofá, Víctor no se atrevió a mirar la reacción de Samanta y miró la tele fijamente con todos los sentidos en alerta, no se atrevía ni a mover un pelo.

Samanta respiró profundamente y miró también la película en espera de saber cómo le reaccionaba el cuerpo, pasó un momento y no sentía nada negativo, le gustaba, movió los dedos entrelazándolos con más fuerza, apretando la mano de Víctor contra la suya. Víctor notó que abría los dedos y pensó que hasta allí había llegado, se dio cuenta que era para cogérsela con más fuerza y sonrió. Esperó un poco, como todo seguía igual y Samanta no decía nada muy lentamente fue moviendo su dedo pulgar acariciándole la mano, primero fue un movimiento lateral parándolo, no pasó nada y devolvió el dedo a su posición inicial volviendo a acariciarla. Samanta lo notó, Víctor había movido el dedo pasándoselo por encima de la piel, volvió a hacerlo en dirección contraria, le gustó, recordó como él siempre lo hacía, apretó la mano de Víctor y este muy despacio le fue acariciándole la mano como siempre había hecho.

Sonrieron los dos, al cabo de un rato de mirar fijamente la película, que en realidad no se enteraban una mierda de que iba, Víctor giró la cabeza, Samanta también y se miraron a los ojos.

VICTOR: ¿Qué tal tú experimento?

Samanta le sonreía.

SAMANTA: Tengo que llevarlo un poco más lejos.

VICTOR: Haz lo que quieras.

SAMANTA: Estírate un poco más y no te muevas por favor.

Víctor sacó el culo al borde del asiento del sofá y dejó caer la espalda, Samanta volvió a mirarle a los ojos, soltó la mano que tenían unidas y poco a poco fue colocando su cabeza encima del pecho de él, la apoyó totalmente y le puso una mano encima de los abdominales. Samanta estaba acojonada, dejarse caer encima de él para ver la tele como siempre lo hacían era la prueba definitiva, sintió debajo de su cabeza los fuertes pectorales, con su mano los abdominales, sentía el latido del corazón de Víctor, se encontró bien y acomodó mejor la cabeza, la mano de Víctor le tocó la espalda acariciándosela, ahora sí que estaban en la posición completa, su cabeza en el pecho, su mano acariciándole los abdominales que le metió por dentro de la camiseta y la de Víctor tocándole las espalda.

SAMANTA: Te oigo el corazón latir.

VICTOR: Escúchalo bien porque solo late por ti mi amor.

De la película no se enteraron de nada pero de llorar lloraron mucho, sin hablar, volver a sentirse unidos físicamente despertaron demasiados sentimientos, la película acabó y ellos siguieron, ninguno de los dos tenía prisa en separarse, al revés, Samanta se fue acurrucando cada vez más en el cuerpo de Víctor, no podían parar de llorar emocionados por la situación. Víctor acabó notando la camiseta mojada por sus lágrimas y las de Samanta.

A las ocho de la mañana se despertó Víctor, Samanta seguía con su cabeza encima de su pecho y le había rodeado con un brazo la cintura, él le seguía pasando el brazo por la espalda y levantó la otra mano acariciándole la cabeza, sintiendo con su tacto el pelo, lo olió y lo beso. Samanta se despertó, giró la cabeza para mirarle los ojos, le sonrió y giró todo el cuerpo para abrazarlo.

SAMANTA: Buenos días cariño.

Por la mañana volvió toda la familia a la piscina, Samanta y Víctor en sus hamacas una junto a la otra hablaban sin soltarse las manos, Víctor se la acariciaba con el dedo pulgar. Samanta se levantó, empujó la hamaca y las juntó todo lo que pudo, se volvió a estirar poniéndose de lado, apoyó la cabeza encima del hombro de Víctor y le pasó un brazo por encima acariciándole la cintura, Víctor le acariciaba el hombro dejando caer la mano por el lado de la teta bajándola hasta sus caderas volviéndola a subir, de vez en cuando le besaba la cabeza.

JUNIOR: Papá, ¿Cuándo vendrás a jugar con nosotros al agua?

SAMANTA: Dejar tranquilo a vuestro padre que hoy tiene cosas importantes que hacer.

Los niños siguieron jugando dentro del agua y ellos se morían de risa.

Pasaron el día agarrados de la mano todo lo que pudieron, abrazándose en el sofá como el día anterior, por la noche se despedían dándose dos besos con las manos agarradas.

VICTOR: Otro fin de semana inolvidable, te vuelvo a dar las gracias, sé que estás haciendo un esfuerzo con todo esto.

SAMANTA: Sabes que lo hago por nosotros.

Víctor se giró y dio unos pasos, Samanta apretó los labios pensando…

SAMANTA: Víctor.

El se giró para saber que quería.

SAMANTA: Puedes venir por favor.

Víctor volvió sobre sus pasos sin saber que quería Samanta, se paró delante, ella le puso sus manos encima de las muñecas subiéndolas lentamente por sus brazos, sus hombros y acabaron una a cada lado de la cara de Víctor, se acercó y le dio un beso en los labios que él le respondió, se tocaron los labios un poco abiertos, sin lengua. Se volvieron a mirar y Víctor la besó otra vez aguantando los dos los labios juntos un rato, Samanta bajó sus manos.

SAMANTA: Ahora sí que te puedes ir.