El bufete de abogados (21)
Víctor se reunió con su amigo en la casa que habían alquilado en la ciudad...
Cap. XXI
Víctor se reunió con su amigo en la casa que habían alquilado en la ciudad, se abrazaron y saludaron efusivamente. En la de Samanta se vieron con Teresa, después de saludarse les cayó una lagrimita de la emoción y la alegría de volver a estar juntas. No llevaban hablando con ellos mucho rato separados de varios kilómetros de distancia cuando salió la conversación de su separación, lo pasaron muy mal cuando pasó, los habían visto enamorarse, como se querían, lo bien que siempre les había ido, lo felices que eran con sus hijos, y estar tan lejos y no poder apoyarlos y ayudarlos les hizo sufrir. Samanta se sinceró con Teresa, le intentó explicar lo más claramente posible lo que le pasaba, que no lo entendía ni ella, que lo odiaba, no lo quería tener cerca, no verlo para nada, pero que no había manera de quitárselo de la cabeza.
TERESA: ¿Y no sabes por qué te pasa eso?
SAMANTA: Te juro que no lo entiendo, lo he intentado todo y no hay manera de olvidarme, que no me haga daño pensando en él.
Teresa la miraba con una sonrisilla, Samanta esperaba que le dijera algo, el silencio se alargaba y Samanta se ponía nerviosa.
SAMANTA: ¿Qué?, dime algo coño.
TERESA: Samanta cariño, te conozco bien y yo sí que sé lo que te pasa. Sigues enamorada de él, pero muy enamorada, como siempre lo has estado.
SAMANTA (sorprendida): Si hombre.
TERESA: ¿Has pensado alguna vez en pedirle el divorcio?
SAMANTA: Noo.
Teresa la seguía mirando con la sonrisilla levantando y bajando la cabeza.
SAMANTA: Que me ha hecho mucho daño Teresa, que me traicionó, no confío en él, no quiero saber nada de él.
TERESA: ¿Por qué piensas que te traicionó?, ¿Por tener un lío con otra tía, fue eso?
SAMANTA: No creo que fuera eso.
A Teresa se le abrieron los ojos como platos, se puso hasta nerviosa…
TERESA: A ver, a ver niña, ¿Cómo que no sabes si tuvo un lio o no?
SAMANTA: No creo que tuviera relaciones con ella, o al menos hasta ese momento. El siempre había sido muy atento conmigo, solo existía yo para él y él para mí. Cambió Teresa, cambió, ya no era el mismo, sexualmente empezaba a cambiar.
TERESA: Coño Samanta, si no me lo explicas mejor te juro que no te entiendo.
Samanta le miró la cara y se lanzó.
SAMANTA: Primero me dijo que no le importaría que otra tía me comiera el…eso , lo consiguió, me dejé llevar aceptando que la puta aquella metiera su lengua en mí…eso, con él al lado besándome y tocándome…
TERESA: Lo disfrutasteis los dos así.
SAMANTA: No, yo no lo disfruté, me di asco a mí misma. Ves, eso él antes no me lo hubiera pedido nunca.
TERESA: ¿Con esa experiencia no te lo pasaste bien?, ¿te dejó fría?
SAMANTA: Bueno, fría, fría, tampoco, me corrí.
Escondió la cabeza avergonzada.
SAMANTA: Y otro día no le hubiera importado que un tío me hubiera follado delante de él, se estaba comportando como un vicioso, ya te lo he dicho, estaba cambiando.
Teresa estaba alucinando con lo que le estaba contando su amiga.
TERESA: A ver si me he enterado. Tú estabas acostumbrada a que Víctor estuviera contigo al cien por cien sexualmente y en todo, ¿es así?
SAMANTA: Sí.
TERESA: ¿Y el gran problema fue que él intento sexualmente contigo hacer alguna cosa más de las que habíais hecho hasta ese momento, y que te confesó que le gustaría verte con otra mujer, y después se lo hubiera pasado bien viéndote con otro tío?, lo de la mujer entiendo que tú se lo concediste, ¿y lo del tío?
SAMANTA (asustada): No, claro que no, ¿cómo puedes pensar que yo follaría delante de él queriéndolo como lo quería?, ¿estás loca o qué?
TERESA: ¿Pero es qué tú no conoces a los hombres?
SAMANTA: A Víctor perfectamente.
TERESA: Ni a Víctor ni a ninguno nena, no tienes ni idea de cómo son.
Samanta la miró extrañada.
TERESA: Si yo te dijera lo que me ha llegado a pedir Tomás, si por él fuera estaríamos viviendo en una comuna follando todos con todos. Los tíos son así, tienen fantasías muy bestias tía. Pero la mayoría no se atreven a hacerlas nunca, si en su casa están bien servidos es muy raro que se vayan por ahí a buscar aventuras, algún caso hay que sí, no te lo voy a negar. Pero lo que me estás explicando de Víctor no lo veo tan raro, yo creo que fue sincero contigo dejándose ir con sus fantasías; sinceramente, lo que creo es que tú perdiste la seguridad en ti misma y lo pagó él.
Samanta empezaba a llorar en silencio.
Teresa se acercó en el sofá a Samanta pasándole un brazo por los hombros.
TERESA: ¿Duele, te hace daño?
Samanta no podía para de llorar con la mano en la frente bajando y subiendo la cabeza.
TERESA: ¿Y no te has parado a pensar porque te ocurre con todo el tiempo que ha pasado?
Samanta la miraba con los ojos llorosos.
SAMANTA: Porque soy idiota.
TERESA: Es mucho más sencillo.
SAMANTA: Que no coño, no puedo estar enamorada, ¿cómo lo voy a estar joder?
TERESA: ¿Has podido abrirle tú corazón a otra persona?, ¿has tenido alguna relación con alguien?, ¿te has enamorado de otro hombre?
SAMANTA: Mi corazón se cerró cuando me hizo lo que me hizo, no quiero volver a abrirlo.
TERESA: Venga Samanta, eres una persona sensible con un corazón enorme, tú corazón no está cerrado.
SAMANTA: ¿A no?, ¿entonces como está?
TERESA: Enamorado tonta, está lleno de amor por el hombre que siempre lo ha ocupado, no puedes dárselo a otro porque lo tiene él. Mira, puedes aceptarlo o no, pero girarle la cara a la realidad no te va a ayudar.
Samanta miraba a su amiga llorando con más intensidad, Teresa la abrazó y ella apoyó su cara en su hombro para desahogarse con un llanto.
SAMANTA: ¿Y sabes lo peor de todo?
TERESA: ¿Que cariño?
SAMANTA: Que fui yo la que lo echó de casa, sin meditarlo, sin pensarlo dos veces, en caliente, tenía que haber esperado, calmarme y analizar la situación antes de hacerlo, pero no lo hice y sé que la cagué, sé que toda la culpa no es suya, yo tampoco estuve a la altura, no luché por él, no me interesé como estaba, al revés, de celos le dije de separarnos definitivamente, me cerré y quise olvidarlo como fuera, salimos un día y no quise hacerlo más porqué pensé que me haría daño. Desde el principio me quise proteger de él, si supieras las tonterías que he llegado a hacer para olvidarlo, para negármelo a mí misma, soy muy débil Teresa, la gente cree que siempre tengo las ideas muy claras y no es verdad, mi inseguridad me hizo dudar de él cuando nunca lo había hecho, ahora no le puedo tener confianza, ya es tarde para nosotros.
Un rato antes Víctor y Tomás se tomaban una cerveza en un pequeño jardín que tenían en su casa.
TOMAS: Sabiendo como os queríais no entiendo que os pudo pasar para acabar separados.
VICTOR: Fue culpa mía, me dejé llevar por una tía y acabó fatal.
TOMAS: ¿Pero seguro que no hay ninguna posibilidad de que volváis?
VICTOR: Esta muy dolida conmigo, le hice mucho daño y no creo que me lo perdone jamás.
TOMAS: ¿Y cómo lo llevas?
Víctor se quedó en silencio, era su amigo de toda la vida y no tenía que ocultar o disimular sus sentimientos, lo miró que se le humedecían los ojos y se le rompía la voz.
VICTOR: El sentimiento de culpa me ha estado matando siempre, ahora lo llevo mejor, pero estoy en la nevera, frio, no puedo enamorarme de nadie. Sabes, salí un tiempo con una chica, guapa, simpática, cariñosa, pero no pude darle lo que ella quería, no me pude enamorar.
Tomás le daba un sorbo a la cerveza mirándole los ojos llorosos.
TOMAS: ¿No has podido acercarte a ella?
VICTOR: Intenté quedar con ella de vez en cuando con la excusa de hablar de los niños. Solo pudimos salir un día, me echó de su vida, me odia Tomás, y no la culpo, sé que le destrocé el corazón, que lo han pagado mis hijos…
TOMAS: No creo que te odie.
VICTOR: No me ha dado la oportunidad de pedirle perdón, lo intenté una vez y casi no me dejó hablar, no me ha querido volver a ver…
Se le rompió la voz del todo y se puso a llorar tapándose los ojos con una mano, Tomás le cogió del cuello apoyando su cabeza en su hombro.
A la vez lloraban los dos apoyados en el hombro de sus amigos, un dolor inmenso les atravesaba el alma.
Cuando se encontraron Teresa y Tomás se explicaron las experiencias con sus visitas, solo una cosa acabaron teniendo clara, los tenían que ayudar como fuera.
Teresa tenía un niño más pequeño que los de Samanta, no trabajaba, por unas gestiones de sus amigos pudo llevarlo al mismo colegio que ellos, por las tardes o a la hora de comer se juntaba cada día con Samanta, iban a recoger a los niños juntas y pasaban la tarde con ellos hasta que Teresa se volvía a su casa para esperar a Tomás.
Eso les permitía tener largas conversaciones, no siempre hablaban de los problemas de Samanta, los combinaban con otros que a ella le permitían sentirse a gusto con Teresa. A Samanta le sirvió para olvidarse definitivamente de sus amantes y de cenas con el amigo. Cada fin de semana cenaba Víctor un día invitado en la casa de sus amigos. Teresa se quedaba el viernes por la tarde en la casa de Samanta con los niños jugando esperando a Tomás para cenar juntos.
En cada cena intentaban hablar con ellos del otro, a Víctor se lo dijeron claro, querían intentar juntarse todos algún día para que empezaran el contacto de nuevo. Víctor ya les advirtió que unos ex amigos lo intentaron en su momento y no pudo ser, Teresa lo tranquilizó, no sería pronto, lo tenía que madurar mucho con Samanta, ella por supuesto no sabía nada de sus planes, se lo diría cuando la viera preparada, cuando estuviera segura que sabría comportarse con seguridad, cuando Samanta estuviera convencida de querer hacerlo y no sentirse presionada. Víctor estaba al corriente y se ofrecía para cualquier cosa que pudiera hacer para ayudarlos. Samanta no tenía ni idea que sus amigos y Víctor estaban conspirando.
Para Teresa y su marido las reuniones más difíciles eran con Samanta, sabían que estaba enamorada de Víctor, se le notaba por todos lados, solo había que verla cuando de vez en cuando le hablaban de él, se ponía nerviosa, cambiaba rápido de conversación, pero lo que la delataba eran los ojos, se le iluminaban sin poder evitarlo. Pasados algunos encuentros, después de una cena donde el vino había hecho su efecto, le dejaron caer como anécdota el día que los presentaron y como una semana más tarde lo convencieron para que la llamara, cómo Víctor estaba acojonado por que la encontraba tan guapa que creía que no era para él, Samanta por primera vez no cortó la conversación y rio, se acordó de aquellas primeras conversaciones con los dos tan nerviosos, como Víctor no sabía ni lo que decía y la hacía reír.
Ese fue un gran paso, dos encuentros más tarde y la “terapia” de Teresa durante la semana, ya podían provocar que Samanta les contara anécdotas de su vida con Víctor, reían los tres y se la veía contenta. Samanta sin darse cuenta fue capaz de irse abriendo aceptando hablar y acordarse de Víctor. Cuando se quería masturbar ya no dudaba, pensaba en él, en su cuerpo, lo guapo que siempre lo veía, se hacía unas pajas que le daban un placer tremendo, se corría pensando en las eyaculaciones de Víctor sin problemas, cuando acababa toda mojada sonreía. Y lo más importante, estaba empezando a ser consciente que su amiga Teresa tenía razón, su corazón estaba ocupado por Víctor y no tenía sentido querer esconderse de la realidad, lo tenía que ir aceptando.
Víctor estaba enterado de todas las conversaciones de sus amigos con Samanta, pero no era muy optimista en que ella lo quisiera ver. De todas maneras estaba contento de saber que Samanta estaba más relajada y que podía hablar de él sin ponerse nerviosa y hasta riendo.
Llegó un día que Teresa creyó que Samanta estaba preparada para encontrarse cara a cara con Víctor, así se lo comunicaron a él que como primera reacción le dio por reír, no se lo podía creer, riendo les dijo que si lo conseguían les invitaría a una cena en un buen restaurante.
Teresa estaba convencida pero tenía que ser muy fina con Samanta para que ella lo viera claro y aceptara. Una tarde los niños jugaban al futbol en el jardín, ellas se tomaban un café sentadas en una mesa en el porche vigilándolos.
TERESA: Los niños se han hecho muy amigos.
SAMANTA: Sí, se lo pasan bien juntos.
TERESA: Hablando de juntar, ayer estábamos pensando con Tomás…
Samanta se la miraba dándole un sorbo a la taza del café levantando las cejas, pensando en lo que hacía días que sospechaba, tan tonta no era, sabía que en un momento u otro le ofrecerían de verse todos juntos.
TERESA: ...que ahora con el buen tiempo podríamos organizar una barbacoa y que viniera Víctor, estaríamos otra vez los cuatro juntos como cuando os conocisteis y recordar anécdotas, con los niños podría ser divertido, si a ti te parece bien claro, no quiero forzarte a nada.
Samanta se la miraba con una sonrisilla, Teresa esperaba algo nerviosa que le contestara y la respuesta no llegaba.
TERESA: Venga va, dame una respuesta joder, que me estás poniendo nerviosa.
SU HIJO: Mamá, ¿has dicho joder?
TERESA: No, he dicho culo.
SU HIJO: ¿Qué?
TERESA: Que sigas jugando hombre.
Samanta se moría de risa.
TERESA: ¿Queee?
SAMANTA: Que vaaale.
A Teresa le cambió la cara, se ilusionó, a Samanta no le pasó por alto el detalle.
TERESA. ¿Estás segura?
SAMANTA: Claro.
En realidad ya hacía días que Samanta barajaba esa posibilidad, se había dado cuenta que sus amigos habían conseguido que pudiera hablar de él, que se encontrara mejor consigo misma, que ganara confianza, había pensado como estaría Víctor físicamente, si seguiría tan atractivo como ella lo recodaba o habría cambiado, se acordó de aquella cena que se había engordado. La manera de saberlo era viéndolo, y pensarlo ya no le producía el rechazo de antes.
Teresa cuando salió aquella tarde de la casa de Samanta no se pudo contener de llamar a Tomás para decirle que la había convencido para verse con Víctor, estaba más contenta que si le hubiera tocado la lotería. Tomás a la vez cuando dejó de hablar con su mujer llamó a Víctor. Estaba tranquilamente en su despacho acabando una documentación para entregarla al día siguiente que le sonó el teléfono.
VICTOR: Hola tío, ¿tú no estás trabajando a estas horas?
Tomás le habló alterado y rápido.
TOMAS: Ha dicho que sí, ha dicho que sí.
VICTOR: ¿Qué le has vuelto a pedir matrimonio a tú mujer o qué?
TOMAS: No idiota, Samanta, Samanta ha aceptado verte, quiere verte.
Víctor se quedó mudo, aunque sabía que habían hecho muchos progresos con ella, que le quisiera volver a ver no se lo esperaba, más bien estaba seguro que no lo conseguirían.
TOMAS: Tío, ¿te has “quedao apollardao” o qué coño te pasa?
VICTOR: ¿Eh, qué?
TOMAS: Joder macho, cuando te pones nervioso te quedas tonto “perdió”, ¿estás contento o no?
VICTOR: No sé coño, deja que lo asimile.
TOMAS: No tienes tiempo chaval, el sábado quedamos en su casa para hacer una barbacoa con los niños.
A Víctor se le aturulló la cabeza.
VICTOR: ¡El sábado!, ¿pero qué dices?, si solo quedan dos días, no me jodas.
TOMAS: Si te parece quedaremos el año que viene para que tú tengas tiempo de mentalizarte "atontao". Escúchame, tranquilízate, ves limpio y oliendo bien, hazte tres pajas antes que con lo caliente que debes ir en cuanto veas lo guapa que está te tiras encima…
VICTOR: ¿Pero qué coño dices tío?
TOMAS: Yo que sé, también estoy nervioso hombre.
Se despidieron y Víctor dejó despacio el teléfono encima de la mesa, se concentró en acabar el trabajo que tenía y se quedó pensativo. Le entraron dudas de si sería buena idea, sabía que ella estaba tranquila, él tenía constantemente un dolor en el alma pero había aprendido a vivir con él, si volvía a notar que ella no lo quería cerca, incluso que lo odiaba, sería perjudicial para los dos, remover la mierda cuando está bien aposentada solo consigues que huela peor. Sonó el teléfono y era Samanta, pensó que eso ya era demasiado, que lo llamara ella personalmente le parecía imposible, contestó con una vocecilla de acojonado.
VICTOR: Sí.
JUNIOR: Papá, nos ha dicho mamá que el sábado nos vamos a ver todos juntos.
Respiró profundamente abriendo los ojos al no oír la voz de Samanta.
VICTOR: Si cariño, nos veremos el sábado, ¿estás contento?
JUNIOR: Claro papá, Mario también, ya tenemos ganas de que llegue el día.
Habló con su hijo de algunas cosas y se despidió.
VICTOR: Vale guapo, un beso para todos, nos vemos el sábado.
Colgó y pensó, “Pues hala, se acabaron las mierdas en la cabeza, el sábado de barbacoa y que sea lo que Dios quiera”. Si le hacía ilusión a sus hijos como se la iba a quitar, se tragaría todo lo que lo que se tuviera que tragar pero él estaría allí.
Samanta les dijo a sus hijos que el sábado harían una barbacoa con Teresa, Tomás, él niño y que también vendría su padre, se pusieron locos de contentos y el mayor quería hablar con Víctor de la ilusión que le hacía, le dejó su teléfono y estuvo atenta a la conversación, cuando acabó y le devolvió el móvil.
SAMANTA: ¿Qué te ha dicho tú padre?
JUNIOR: Me ha preguntado si estábamos contentos, le he dicho que mucho y que ya teníamos ganas de que llegara el día. Nos envía un beso a todos.
Samanta pensó si lo del beso también lo decía por ella, sonrió.
Llegó el sábado, Víctor habló con Tomás para que llegaran ellos primeros, podía ser violento encontrarse con Samanta cara a cara solos. Cuando lo avisaron de que ya habían llegado, salió él con el coche que se esperaba un par de calles antes. Le abrió la puerta Teresa, Víctor le dio un ramo de flores y dos besos, ella tenía una sonrisa de oreja a oreja.
VICTOR: No rías tanto que yo estoy “cagao” de miedo.
TERESA: Pasa anda, tranquilo que no te van a comer.
Entró en la que había sido su casa durante tantos años, se encontró con Tomás también sonriente, le dio una bolsa con tres botellas de vino. Los niños jugaban fuera y Samanta se quedó en el salón esperando, abrió la puerta Teresa y entró Víctor, era como si no hubiera pasado el tiempo, con sus tejanos rotos y el jersey una o dos tallas más grande, lo vio guapo y en forma. Tomás se metió en la cocina con el vino y Víctor miró a Samanta en medio del salón, se le iban los ojos, que guapa la veía, notó como se le hacía un nudo en el estomago de los nervios, se acercó a ella despacio, como el que se acerca a un animalito para que no salga huyendo. Samanta lo miraba y pensaba, ¿por qué camina tan lentamente?, lo conocía y sabía que debía estar muy nervioso, por fin llegó a su altura, se miraron a los ojos y Samanta se dio cuenta que estaba “atacao” de los nervios, intentó facilitarle las cosas.
SAMANTA: ¿Cómo estás Víctor?
El hizo un gesto como si despertara de golpe.
VICTOR: Mu, muy bien, ¿y tú?
Samanta tenía que luchar para que no se le escapara la risa de verlo así, Teresa se giraba tapándose la boca para no descojonarse.
SAMANTA: ¿Y esas flores?
Víctor giró la cabeza mirando el ramo que aguantaba en una mano, estaba tan nervioso que se había olvidado completamente de él, lo sujetó con las dos manos y las estiró poniéndolas delante de Samanta como el que le hace un ofrecimiento a la virgen. Samanta cuando lo vio se le escapó una risilla.
SAMANTA: Muy bonito, ¿por qué es más grande que el que le has dado a Teresa?
VICTOR: No, no sé.
Teresa se moría de risa y pensaba que su amiga era una cabrona que se estaba cachondeando del pobre Víctor que estaba como un flan. Salió de la cocina Tomás.
TOMAS: ¿Y a mí no me has traído ninguno?, que amigo tengo por favor.
Víctor giró la cabeza de golpe.
VICTOR: Cállate coño y metete otra vez en la cocina.
Teresa y Samanta se morían de risa.
SAMANTA: Víctor, ves a ver a tus hijos que tienen ganas de verte.
Víctor salió al jardín y cuando lo vieron salieron corriendo tirándose encima de él, los abrazó y besó, le dio otro beso al niño de sus amigos, hablaron un rato y siguieron jugando, él se sentó respirando profundamente intentando recuperar la calma, ya había hecho bastante el ridículo delante de Samanta como siempre hacía cuando estaba nervioso.
Salieron los demás con unas cervezas y algo para ir picando, Teresa y Tomás esperaron que Samanta escogiera donde sentarse antes de hacerlo ellos, se sentó al lado de Víctor y sus amigos lo hicieron con una sonrisa, todo iba mejor de lo que esperaban. Víctor vio como Samanta escogía la silla de su lado y los nervios le volvieron a atacar, que diferencia con las otras veces que se habían visto, Samanta sonreía y no le importaba estar cerca de él, ¿sería verdad que podría pensar en un acercamiento?, eso no le tranquilizaba nada pero se alegraba. Samanta lo vio sentado y pensó que hacer, si quería que Víctor se fuera acercando otra vez a ella no se podía alejar, se sentó a su lado.
Teresa para ir rompiendo el hielo hablaba de los niños, cosas que les pasaban y todos iban riendo. Samanta intentaba dar una imagen de seguridad que en realidad no tenía, ella también había estado nerviosa toda la mañana pensando en que lo vería, al ponerse tan nervioso Víctor y no dar ni una le permitía sentirse mejor, con aquella conversación de Teresa de los niños consiguió sentirse a gusto teniendo a Víctor al lado. El también fue escuchando la conversación y acabo tranquilizándose entrando a explicar algunas de las anécdotas que les habían pasado cuando estaban los fines de semana con él, explicó una muy graciosa que todos rieron y Samanta le miró la cara girando la cabeza, mientras reían Víctor se fijaba en los bonitos ojos que le enamoraron y en aquella risa que hacía tanto tiempo que no escuchaba y veía. Samanta al mirarlo siguió riendo pero se dio cuenta que los dos estaban contentos y aquella cara mirándola enamorado, notó que algo volvía moverse dentro de sus entrañas, si algo tenía Víctor es que era transparente como un cristal, Samanta sabía que cara era aquella, la había visto desde que lo conoció.
Se iban apagando las risas y ellos seguían mirándose a los ojos, Tomás no sabía si eso sería bueno o malo.
TOMAS: Vamos Víctor que tenemos que hacer la barbacoa o vamos a comer tardísimo.
Víctor apartó la mirada de los ojos de Samanta y se fue con su amigo a la barbacoa, Samanta le miró el culo mientras caminaba, las chicas se quedaron hablando acabándose las cervezas.
TERESA: ¿Le has mirado el culo?
SAMANTA: Si, ¿qué pasa?
Las dos reían.
TERESA: ¿Estás bien, te encuentras cómoda?
SAMANTA: Gracias por preocuparos tanto por mí, llegó un momento que pensé que no podría volver a confiar en nadie más.
TERESA: En mi lo puedes hacer siempre ya lo sabes. Tiene el culo bonito ¿eh?
Samanta reía.
SAMANTA: Ya lo creo.
Víctor llegó con su amigo a la barbacoa, fueron amontonando leña para hacer el fuego.
TOMAS: ¿Cómo lo llevas?
VICTOR: Sorprendido, no me lo esperaba, está mejor de lo que me podía imaginar.
TOMAS: Y guapa.
Víctor dio un suspiro.
VICTOR: Está preciosa, parece que con el tiempo lo está cada vez más.
La miraba y Samanta lo miró volviendo a cruzar las miradas.
TERESA: ¿Os estáis mirando?
SAMANTA: Si.
TERESA: Hay, que esto va a ir más rápido de lo que me esperaba.
SAMANTA: Cállate anda.
TERESA: Está guapo.
SAMANTA: Ya lo sé, no soy ciega.
TERESA: Estás loca por él.
Samanta se levantó cogiendo la cerveza de Víctor.
SAMANTA: No digas tonterías tía.
Tomás se dio cuenta que Víctor no apartaba la mirada de Samanta.
TOMAS: La vas a volver a enamorar.
VICTOR: Tú eres muy optimista.
Seguían con el fuego y Víctor miraba como las chicas hablaban, Samanta se levantó y cogió su cerveza caminando hacía ellos, los nervios se le volvieron a poner en el estomago, cuando llegó a su altura extendió el brazo con el vaso de cerveza.
SAMANTA: Toma, bebe que con el fuego debéis de estar pasando calor.
Samanta estaba con el brazo estirado sujetando la cerveza, Tomás le dio un golpe en la espalda para que reaccionase.
VICTOR: Que sí coño que ya la he visto, que prisas joder.
Samanta se reía, él agarraba el vaso. Víctor no llegaba a entender como estaba tan amable con él, ya no se acordaba de la última vez que lo fue.
VICTOR: Muchas gracias, eres muy amable.
TOMAS: ¿Y a mí no me la has traído?
SAMANTA: A ti que te la traiga tú mujer.
Rieron y en ese momento llegaba Teresa con el vaso de Tomás.
TERESA: Toma cariño, que soy la única que piensa en ti.
SAMANTA: Como debe ser.
La cabeza de Víctor le iba a mil por hora, si había dicho que Teresa se tenía que preocupar de su marido, ¿quería decir que ella se preocupaba por él? Víctor estaba teniendo demasiadas impresiones buenas esa mañana y le costaba de procesarlas todas.
La comida fue muy bien, el vino ayudó a que siguieran hablando y dijeran algunas tonterías de las que todos rieron, la presencia de los niños relajó mucho el ambiente y los dos se encontraron cómodos y a gusto. Una larga sobremesa de los cuatro mientras los niños seguían jugando acabó con aquella positiva visita de Víctor.
Recogieron la mesa entre todos y se despidieron en la puerta.
TERESA: Espero que estéis contentos de haberos visto.
Samanta y Víctor estaban en silencio esperando que fuera el otro quien respondiera primero, fue él quien dio el paso.
VICTOR: Yo me lo he pasado muy bien, y tengo que reconocer que esta mañana venía con mucho miedo, ahora no me arrepiento de nada.
Samanta le miraba con una sonrisilla.
SAMANTA: Ya lo hemos visto cuando has llegado, no te acordabas ni de que llevabas un ramo de flores en la mano.
Todos rieron y Víctor le miró a los ojos, le había hecho una broma, eso ya era demasiado.
Teresa y Tomás se fueron con su hijo para el coche discretamente dejándolos solos en la puerta, Víctor al verse delante de Samanta sin el apoyo de sus amigos bajó la cabeza, Samanta se dio cuenta que se sentía desprotegido.
SAMANTA: Me lo he pasado muy bien, gracias por venir.
Víctor levantó la cabeza mirándole a los ojos, le pareció que era sincera, tenía ganas de pedirle para verse otro día pero no se atrevía, no quería que acabara mal aquel día con lo bonito que había sido haciéndola enfadar por querer volver a verla, mejor poco a poco y asegurar los pasos.
VICTOR: Gracias por todo a ti, ha sido el mejor día que he tenido en mucho tiempo.
Samanta le vio dudar, pensó que tal vez estaba pensando en pedirle para salir algún día, no estaba segura de querer verlo a solas. Los dos se quedaron serios y parecía que era el mejor momento para despedirse.
VICTOR: Bueno, creo que ya está bien por hoy, al menos a mi me irá bien descansar un rato.
Los dos se miraban sin saber muy bien qué hacer, Víctor le pareció que Samanta daba un pequeño paso para delante, él también lo dio y estaban más cerca uno del otro, Samanta acercó su cabeza y le dio un beso en la mejilla, al segundo él también le respondió. Se miraron por última vez a los ojos y Samanta retrocedió sujetando la puerta de la casa, Víctor subió y bajó la cabeza despidiéndose definitivamente. Pasó el jardín de la parte delantera de la casa y saludó con la mano a Samanta antes de desaparecer dentro de su coche, sus amigos ya se habían ido.
Samanta esperó a que Víctor se fuera, cerró la puerta y apoyó la cabeza en ella, demasiadas emociones juntas en tan poco espacio de tiempo. Se distrajo ordenando la cocina y metiendo los platos en el lavavajillas, estaba oscureciendo, llamó a los niños para que entraran en casa, se ducharan y se pusieran el pijama para jugar un rato en la consola antes de cenar. Ella también se fue a duchar, la ropa olía a humo de la barbacoa, se desnudó y se metió en la ducha.
Víctor llegó a su casa muy contento, aquella mañana no se podía ni llegar a imaginar lo bien que se lo pasaría y lo bonito que acabaría el día, se estiró en el sofá un buen rato pensando en cada detalle, se levantó y se metió en el cuarto de baño de su habitación, se desnudó dejando la ropa en el capazo de la ropa sucia y se metió en la ducha.
Samanta y Víctor en el mismo momento se estaban duchando, dejaban caer el agua por sus cuerpos, se enjabonaron. Samanta fue pasando las manos por su cuerpo llenándose de espuma, cuando estaba toda enjabonada una de las manos se la pasaba por las tetas, estaba excitadada y se lo notaba, la otra resbaló por su vientre agarrándose y apretándose el coño.
Víctor al enjabonarse los huevos le empezó a crecer la polla, se le puso tiesa en un momento, se puso más gel de ducha en la mano y se la agarró empezando una paja lenta resbalándole la mano. Pensaba en Samanta, como la había visto de guapa, en lo bien que le sentaba aquel pantalón fino que se había puesto y la camiseta, como le miraba el culo cuando se agachaba un poco viéndole las líneas de las braguitas.
Samanta se frotaba el clítoris con dos dedos, gemía suavemente, pensaba en Víctor, en lo bien que estaba, como le había mirado toda la tarde, cuando se agachaba a coger la leña del suelo para la barbacoa se le marcaba aquella espalda ancha y fuerte que tanto le gustaba, como se sonrieron durante todo el día, aquella sonrisa preciosa que siempre la enamoró, sus dedos cogían ritmo y las piernas le empezaban a flojear.
Víctor seguía su paja, se acordaba de las tetas de Samanta debajo de la camiseta, como le vio el canalillo alguna vez que se levantó inclinándose en la mesa para ponerle comida en el plato a sus hijos, seguía pajeándose y con la otra mano se agarraba los huevos apretándoselos, no le quedaba mucho para correrse.
Samanta se apoyaba en la pared de la ducha abriendo las piernas frotándose el coño con velocidad, abría los ojos y la boca porque estaba a punto, sintió el olor de la piel de Víctor al besarlo en la cara. Víctor notaba como le empezaba a subir el orgasmo y le vino el olor de la piel de Samanta acordándose del contacto de sus labios en su mejilla. Los dos se corrieron a la vez, Samanta cerrando los ojos doblando el cuerpo un poco hacía delante del gusto que sentía, Víctor dejando caer la espalda en la pared de la ducha saliéndole tiros de semen que hacían una parábola cayendo al agua. Cuando acabaron suspiraron los dos a la vez, habían coincidido al mismo tiempo, ellos nunca lo sabrían.