El bufete de abogados (18)

Había más de un mes desde el último encuentro de Samanta y Víctor, él hizo un esfuerzo para seguir haciendo deporte y cuidarse, no quería volver a caer en el pozo de la depresión. Era una semana de poco trabajo, salió pronto por la tarde y se iba para su apartamento...

Cap. XVIII

Había pasado más de un mes desde el último encuentro de Samanta y Víctor, él hizo un esfuerzo para seguir haciendo deporte y cuidarse, no quería volver a caer en el pozo de la depresión. Era una semana de poco trabajo, salió pronto por la tarde y se iba para su apartamento, lo llamó Marga.

VICTOR: Hola, que sorpresa que me llames, ¿pasa algo?

MARGA: No, era para preguntarte cuando estarías en tú casa, me gustaría hablar contigo.

VICTOR: Ahora mismo voy para allá, ven cuando quieras.

No tuvo que esperar mucho para que Marga llamara a la puerta, la invitó a un café y se sentaron en el sofá uno al lado del otro.

MARGA: ¿Qué os pasa a Samanta y a ti?, se por ella que hace mucho que no os habéis visto, después de aquella primera cena en mi casa Gabriel y yo estábamos seguros que volveríais a acercaros pero veo que no es así.

Víctor se puso serio.

VICTOR: No lo sé Marga, salimos un día, me dijo que no la llamara ni que le volviera a pedir para salir y le estoy haciendo caso, no quiero que se sienta mal por mí culpa, me pareció que intentaba decirme que tal como le iban las cosas le gustaba y no quería cambiarlas, eso es todo.

Marga le miraba los ojos.

MARGA: Tú todavía la quieres ¿verdad?

Víctor se pasó la mano por la frente y bajó la mirada sin contestarle. Marga le puso los dedos debajo de la barbilla y le levantó la cabeza, le volvió a mirar a los ojos, acercó sus labios a los suyos y lo besó, los rozó con los suyos, Víctor se quedó quieto, ella volvió a besarlo abriendo un poco la boca, él le devolvió el beso y se cruzaron las lenguas. Víctor se separó de Marga.

VICTOR: Lo siento Marga no puedo, hace tanto tiempo que nadie me da cariño que me he dejado llevar por tus besos, pero no puedo estar contigo, por Gabriel y por Samanta.

MARGA: Sobre todo por Samanta. Lo quería comprobar, sabía que todavía la quieres y no podrías estar conmigo.

VICTOR: No me jodas, todo esto era una prueba, ¿me estabas poniendo a prueba?

Marga se moría de risa.

MARGA: Así es.

VICTOR: Que cabrona.

Los dos rieron, se tomaron el café hablando, él le preguntó cómo estaba Samanta, Marga le respondió que no la veía mal pero que desconfiaba de él. Un rato más tarde se estaban despidiendo en la puerta.

VICTOR: Si te hubiera respondido a tus besos y hubiese querido más, ¿Qué habría pasado?

Marga le volvió a mirar los ojos con picardía.

MARGA: Te hubiera follado hasta reventarte, ya sabes que hace mucho tiempo que me gustas.

Se fue moviendo las caderas para que Víctor viera el buen tipo que tenía riendo.

Samanta durante ese tiempo había tenido un par de encuentros sexuales, un par de folladas que ya no le fueron tan bien como antes, estaba fría, lo había probado para demostrarse a ella misma que no estaba afectada y podía seguir con su vida, la realidad es que disfrutaba más con sus pajas pensando en Víctor que cuando se follaba a alguno de sus amantes, eso la ponía de mal humor, no entendía porque le pasaba, ella se quería olvidar, pasar página, pero no podía, siempre le aparecía la figura de su ex.

Aquella tarde había ido a buscar a los niños y estaban en casa haciendo deberes, llamaron a la puerta y apareció Marga con unas pastas para merendar, dejaron a los niños en la cocina comiéndoselas y ellas se sentaron en el sofá.

MARGA: Te tengo que explicar algo.

Samanta la miró abriendo los ojos, cuando Marga estaba así era que ya la había liado en alguna parte.

MARGA: He ido esta tarde a ver a Víctor.

Samanta cerró los ojos decepcionada, esperaba algo más gracioso, alguna anécdota que le acababa de pasar o algo así.

MARGA: Le he besado, le he comido la boca y probado su lengua.

A Samanta le subió un calor por todo el cuerpo.

SAMANTA: ¿Eso me vienes a decir guarra?, ya hace años que tenías ganas de follártelo, que cerda eres tía, que hija de…

MARGA: Espera coño, espera y déjame acabar. Me ha rechazado, ¿no lo entiendes?, sigue estando loco por ti, no ha querido seguir. De verdad Samanta, si sientes algo por él, aunque solo sea un poco, recupéralo, llámalo, vuelve a salir con él, intenta arreglar las cosas.

SAMANTA: Ya te dije que no puedo, es superior a mí, me sentí tan traicionada que no puedo ni pensar en volver a verlo.

MARGA: Samanta, te estás equivocando mucho, cuando te des cuenta pude ser demasiado tarde, si lo pierdes del todo no te lo vas a perdonar.

SAMANTA: Muy bien, ¿eso es todo?

Marga se dio cuenta que la había incomodado y no quería seguir con aquella conversación, le sonrió y se levantó, pasó por la cocina para despedirse de los niños y Samanta la acompañó a la puerta, ya con Marga fuera y ella aguantando con la puerta abierta.

SAMANTA: Si él hubiera querido, ¿qué habría pasado?

MARGA: Mejor no te lo digo.

SAMANTA: Que cerda eres, te lo habrías tirado, te has mojado las bragas guarra.

Marga caminaba alejándose.

MARGA: Chorreando las llevo.

SAMANTA: Que puta eres.

Marga le levantó el dedo medio de la mano.

MARGA: Si tú no lo quieres, alguien encontrara que se lo follara bien follado idiota.

SAMANTA: Vete a la mierda zorra.

Se miraron y se descojonaron de risa, su amistad estaba por encima de los insultos que se pudieran decir en algunos momentos, pensó que Marga le tomaba el pelo, que fuera capaz de besarlo se lo creía, pero que llegara a follárselo lo dudaba. Samanta cerró la puerta y se puso sería, lo que le había dicho Marga lo había pensado muchas veces, creía que haciendo las cosas a su manera se podría olvidar de él para siempre, pero, ¿y si Marga tenía razón y acababa arrepintiéndose?

Víctor seguía con sus rutinas deportivas, al medio día antes de comer iba al gimnasio a muscular, por la mañana temprano o por la tarde cuando salía de trabajar corría, eran las únicas cosas con las que era feliz haciéndolas, todo lo demás le importaba poco, trabajaba para poder vivir, solo salía de su casa para cenar algún día con Gabriel y Marga y tomarse una copa. Cuando alguno de sus amigos le insinuaba algo de Samanta cambiaba de conversación, le dolía hablar de ella.

Estaba en el gimnasio a punto de empezar una de sus sesiones, aquel día tocaba trabajar las piernas de manera intensa cuando apareció alguien nuevo en la sala, una chica, alta, esbelta, con unas curvas que lo primero que le vino a la cabeza fue Samanta, se parecía a ella, tal vez un poco más joven, hasta el color del pelo era el mismo. La chica se puso a pedalear en una bicicleta estática y eso le volvió a hacer pensar en su ex pareja, en cuantas veces la había visto sudar mientras él hacía pesas en su casa. Cuando acabó de calentar con la bici estática se acercó a la zona de pesas, lo saludó con un “buenas tardes” y él pensó que era muy educada, no era normal que la gente te saludara y ella lo había hecho. De vez en cuando algunas miradas se cruzaron, cuando Víctor acabó su sesión se despidió de ella y se fue a la ducha.

En su casa por la tarde pensaba en aquella mujer, en cómo se parecía a Samanta y lo guapa que era, se empezó a tocar, acabó sentado en el sofá con las piernas estiradas haciéndose una paja, pensaba en ella y Samanta a la vez, como si fueran la misma persona, recordaba las folladas con su ex pareja, se corrió de manera abundante y lo dejó todo manchado, pensó en lo capullo que era por no haber cogido una toalla antes y evitar el desastre que tendría que limpiar.

Dos días más tarde al pasar por el bar del gimnasio camino de la salida vio a la chica que se estaba tomando un batido en la barra, dio un par de pasos pensando, dio media vuelta entrando sentándose al lado de ella, le pidió al camarero un batido de proteínas y se encontraron las miradas.

CHICA: Tú estabas antes de ayer haciendo pesas ¿verdad?

VICTOR: Sí, era yo, me saludaste y me extrañó, la gente no suele hacerlo.

CHICA: Siempre me ha parecido raro que la gente no sea más educada, no cuesta nada.

VICTOR: Supongo que es el ritmo de vida que llevamos, todo el día corriendo de aquí para allá y no tenemos tiempo ni de dar los buenos días.

Rieron mirándose a los ojos.

CHICA: Tienes razón yo llevo dos días sin poder hacer deporte por el trabajo, me tengo que quedar para acabar unos asuntos y se me hace tarde.

VICTOR: Me llamo Víctor si vas viniendo por aquí nos iremos viendo, yo vengo cada día.

CHICA: Soy Cristina, encantada.

Le dio dos besos y a Víctor le gustó el detalle.

VICTOR: La compañía es muy agradable pero me tengo que ir, yo también tengo trabajo urgente para esta tarde.

CRISTINA: Mañana vendré seguro a sudar y quitarme el estrés.

VICTOR: Hasta mañana pues.

Cristina le miró el culo mientras se iba y sonrió, hacía tiempo que no conocía a alguien tan atractivo.

A Víctor le gustó hablar con ella, se encontró cómodo y le pareció una chica muy agradable, era la primera vez que una mujer le atraía después de todo lo sucedido.

Se encontró con ella en el gimnasio al día siguiente y no pararon de hablar, la conversación fluía sin esfuerzo, los dos sudados caminaban por el pasillo para ir a los vestuarios.

VICTOR: ¿Has comido?

CRISTINA: No.

Ella le miró a los ojos esperando, le apetecía que el dijera de ir a comer juntos y conocerlo un poco mejor.

VICTOR: ¿Me dejas que te invite y seguimos con la conversación?

CRISTINA: Vale, pero nos pagamos cada uno lo suyo.

VICTOR: Hecho.

Víctor se metió en la ducha con una sonrisa, todo fue muy inesperado pero allí estaba, a punto de ir a comer con una mujer que le daba señales de gustarle. Cristina se dio prisa en ducharse y no hacerle esperar, tenía el convencimiento que de aquella comida podría salir algo bueno.

Fueron a un restaurante cercano, una vez sentados y con los platos servidos.

CRISTINA: Y dime, ¿a qué te dedicas, que haces?

VICTOR: Soy abogado penalista, aunque en estos momentos hago más cosas, trabajo para mí y si tengo que asesorar alguna empresa o algo así también lo hago. ¿Y tú?

CRISTINA: También soy abogada, pero mi especialidad son los divorcios, me paso el día separando a las parejas.

Los dos rieron.

VICTOR: A veces me llama gente por el tema de los divorcios y les digo que no es lo mío, pero si quieres te los puedo pasar a ti.

CRISTINA: Pues no estaría mal, cobrando una comisión claro.

VICTOR: No te cobraré nada por hacer que te llamen, no me cuesta nada.

CRISTINA: Chico, gente como tú queda poca.

Ella pensaba en lo amable y educado que era, como le había abierto la puerta para que pasara primero y lo atento que estaba a los detalles. Acabaron el almuerzo y salieron a la calle, Cristina le dio el teléfono de su trabajo.

VICTOR: Estaba pensando que como no me has dejado invitarte si aceptarías una cena, invitando yo claro.

Cristina le miró a los ojos con una sonrisa.

CRISTINA: ¿Me estás pidiendo una cita para salir conmigo?

VICTOR: Se nota que debes ser una buena abogada, no se te escapa detalle.

Se morían de risa, Cristina se tapaba la boca y se ponía colorada pensando en la pregunta tonta que le acababa de hacer.

CRISTINA: Hoy es jueves, ¿mañana viernes te va bien?, las copas de después las pago yo.

VICTOR: Dime tú teléfono, te hago una llamada perdida y ya me dirás la hora y el lugar, o si quieres lo escojo yo, cómo quieras.

CRISTINA: Te enviaré la dirección de mi casa, me pasas a buscar a las nueve y media y me llevas donde quieras, ¿qué te parece?

VICTOR: Que me estás dejando demasiadas iniciativas a mí, espero que no te arrepientas.

CRISTINA: Seguro que valdrá la pena.

Le puso una mano en el cuello a Víctor y le dio dos sonoros besos en las mejillas. Se despidieron y se fueron cada uno por un lado ilusionados por la cita del día siguiente.

Víctor se vistió como era habitual en él, ya ni pensaba en buscar otra alternativa, se ponía el tejano roto, la camiseta y si hacía algo de fresco el jersey por encima. Cristina estuvo escogiendo algo más detalladamente su indumentaria para la ocasión. El la esperaba sentado en el capó de su coche en la puerta del bloque de apartamentos donde ella vivía, se abrió la puerta y apareció Cristina, se la miró de abajo arriba, unos taconazos, unas piernas largas y rectas, una minifalda, una camisa fina, tan fina que se le transparentaba un poco el sujetador y por encima una chaquetita de diseño, se había pintado y arreglado el pelo, se le iba acercando y Víctor se había quedado mudo, iba vestida como Samanta en una de sus primeras citas.

CRISTINA: Buenas noches, ¿qué tal?

VICTOR: Buenas noches, bien, estas…

Le iba a decir “preciosa” pero pensó que eso era lo que siempre le decía a Samanta y no se atrevió. Cristina se dio cuenta que no se atrevía a acabar la frase y reía.

CRISTINA: ¿Estoy?

VICTOR: Guapísima, muy guapa, eso es.

CRISTINA: Y tú muy…

Desde que salió de su casa y lo vio estaba pensando que el tío había tenido los santos cojones de vestirse con un tejano roto y una camiseta como si fuera un adolescente, otra cosa era como le sentaba aquella ropa, si con traje le pareció atractivo, vestido así lo veía espectacular.

VICTOR: ¿Muy?

CRISTINA: ¿Juvenil?

VICTOR: Me estás diciendo que no te gusta mi estilo.

CRISTINA: Hombre, mal, mal, no te queda, seguramente es que yo esperaba algo diferente.

VICTOR: Pues chica, así es como estoy cómodo vestido, el traje me lo pongo por obligación, atender así a los clientes no me daría mucha credibilidad, pero fuera del trabajo ya te aseguro que no tengo nada en el armario que no sean tejanos rotos, camisetas y jerséis, te lo digo porque si no quieres salir con un tipo cuarentón vestido así aun estás a tiempo de volverte a tú casa.

CRISTINA: Juvenil y guapo.

Le dio otra vez dos sonoros besos y Víctor le abrió la puerta del coche para que entrara, él dio la vuelta y se sentó a su lado.

CRISTINA: Y muy educado, y galante, y caballero…

VICTOR: Vale, vale ya, que me vas a poner rojo coño.

Cristina reía. La llevó a un buen restaurante a cenar, estuvieron toda la cena hablando sin parar, saltaban de un tema a otro, discutían si no estaban de acuerdo en algo, Víctor se sentía más interesado en ella.

Después Cristina escogió el lugar para ir a tomar unas copas. Un sitio tranquilo y discreto, estaban sentados en una especie de sofá cómodo con una mesita delante donde el camarero les dejó las bebidas, brindaron y dieron un primer sorbo. Se miraron a los ojos y Cristina avanzó el cuerpo besándolo, Víctor no se esperaba que lo hiciera tan pronto y le sorprendió, tenía sus labios en medio de los de ella y una mano de Cristina le agarraba por el cuelo, la rodeó con los suyos por la espalda y se la acercó más, abrieron la boca metiéndose la lengua, estuvieron un buen rato comiéndose uno al otro.

CRISTINA: Y además besas bien, esto promete.

Víctor hacía tanto tiempo que no besaba a nadie, bueno, hubo el de Marga pero ese no contaba, que lo estaba disfrutando como un adolescente, sentía que le volvían a dar cariño después de tanto tiempo sintiéndose rechazado, se volvió a tirar a los labios de Cristina, ella se los aceptó abriendo los suyos pasándole los brazos rodeándole el cuello, él la levantó apretando su cuerpecito al suyo sintiendo sus tetas contra su pecho y ella lo abrazaba más fuerte, aquel abrazo le sentaba muy bien, hacía mucho que lo necesitaba y Cristina se dio cuenta, la manera que aquel hombre la recogía en medio de sus brazos denotaba falta de cariño, como la besaba que era un hombre dulce y el bulto que le estaba saliendo en el pantalón que no tendría una polla muy pequeña. Se separaron un momento.

VICTOR: Lo siento, me he dejado llevar, digamos que mi vida sentimental hace mucho tiempo que está un poco desordenada.

Cristina se giró para besarlo de nuevo, separó un momento los labios.

CRISTINA: Te gustaría que yo intentara ordenártela un poco.

Víctor le miró a los ojos y la volvió a besar con pasión, le puso una mano en una pierna y se la fue acariciando mientras le comía la boca. Cristina pensó que era un tío muy pasional y no pudo evitar imaginarse cómo debía follar, con aquel cuerpo desnudo, con aquella fuerza, se le estaban mojando las braguitas por culpa de sus pensamientos y de las caricias de Víctor en la pierna que aquellas alturas le debió de subir la faldita y alguien le debía de estar viendo las bragas, no le importaba, lo más importante era disfrutar de los besos de aquel hombre fogoso.

VICTOR: Perdona, puede que esté más lanzado de la cuenta, si supieses el tiempo que hace que no abrazo ni me abraza una mujer alucinarías.

Cristina vio a un hombre sincero, le asaltaba la duda de lo que le debió de pasar a Víctor para que un tío como él estuviera tan falto de cariño. Ella estaba dispuesta a dárselo, se lo estaba poniendo a huevo y no lo iba a desaprovechar. Acercó su boca a su oído y le susurro.

CRISTINA: ¿Cuándo acabemos las copas, me llevarás a tú casa?

Víctor no dudo ni un momento.

VICTOR: Te llevo ahora mismo si quieres.

Ella lo volvió a besar entregándose y se levantó. Dejaron las copas casi sin probarlas y se fueran a aprovechar el tiempo en cosas más interesantes.

Cerró la puerta de su apartamento detrás de ellos y Cristina le pasó los brazos por el cuello besándolo de nuevo. Víctor dudó, pensó en el tiempo que hacía que no estaba con una mujer, le apareció la imagen de Samanta, lo que pasó con Cloe era diferente, a ella la usaba, hacía con ella lo que quería cuando quería, no estaba enamorado de ella y cuando se la follaba lo hacía con rabia por lo que le había hecho a su familia, su última referencia no le servía para comportarse igual con Cristina.

Ella le estaba subiendo el jersey para quitárselo, él levantó los brazos y se lo quitaron, le miró los ojos, le pasó las manos por debajo de las piernas y la levantó en brazos suavemente. Cristina pensó en la fuerza que tenía aquel hombre, la había levantado con toda tranquilidad y la estaba paseando por su casa seguramente llevándola a la habitación, dejó el bolso encima de la mesa al pasar por el lado y se abrazó a Víctor sonriéndole. La depositó en su cama lentamente, le quitó los zapatos, se quitó los suyos y le atacó la boca comiéndosela como si no hubiera mañana, mientras la besaba una mano le fue recorriendo el muslo de la rodilla hasta meterse por debajo de la faldita parándose.

Cristina notaba que él estaba algo tenso, era consciente de que debía de llevar mucho tiempo sin “acción” e intentó tranquilizarlo, cuando notó que había parado la mano justo antes de llegar a su coño y le tocaba la parte interna del muslo le acarició la cara.

CRISTINA: No te pares que lo estás haciendo muy bien, me tienes muy caliente.

Consiguió darle seguridad y confianza, Víctor la besó comiéndole los labios y acabó de subir su mano acariciándole el chocho por encima de las bragas, Cristina gimió flojito cerca de su oído, sabía cómo poner cachondo a un hombre, le quitó la camiseta y se quedó absorta mirándole el cuerpo, le fue pasando la mano por el pecho y los abdominales mientras él le quitaba la chaqueta y le desabrochaba los botones de la camisa, Cristina seguía pasándole la mano por los brazos y hombros tocándole todos los músculos, se estaba imaginando debajo de aquel cuerpo follando, se estaba mojando las braguitas pensando que las debía de tener empapadas, empezó a jadear y gemir, Víctor le estaba comiendo las tetas, le había desabrochado el sujetador y se las estaba comiendo sin ella darse cuenta de lo concentrada que estaba en aquel cuerpo, le recorría con la lengua sus pechos por los lados y se paraba en el pezón, se le pusieron duros y salidos, le puso una mano encima de la cabeza acariciándole el pelo, como la estaba poniendo aquel tío, él levantó la cabeza y la volvió a besar.

VICTOR: Si hay algo que no te guste dímelo por favor.

Cristina le hizo un gesto confirmándoselo y le bajó la cabeza para que él siguiera con lo suyo, le pasó suavemente la lengua por encima de los pezones y siguió bajando por la barriga, le subió la falda y le besó el pubis por encima de las bragas, se dio cuenta que lo tenía rasurado, le gustó, le dio otro beso en medio del coño descubriendo que las tenía mojadas y sobre todo volvió a sentir aquel olor después de tanto tiempo, un olor a chocho que le puso la polla tiesa tan apretada dentro del pantalón que le dolía. Le deslizó las bragas por sus piernas para quitárselas y le pasó la lengua por los labios mayores, Cristina abría las piernas y dejaba que él le hiciera lo que quisiera, Víctor se preocupaba pensando que tal vez no se lo haría bien, la referencia que tenía era de Samanta y a Cristina no tenía porque gustarle lo mismo, le fue lamiendo muy suavemente por el centro del coño subiéndole desde el agujero de la vagina, notaba que ella le apretaba la cabeza y el lamía más fuerte en aquel punto haciéndole gemir, seguía subiendo y le volvía a apretar con las manos, descubrieron un canal de comunicación entre los dos para darle placer, cuando llegó al clítoris ya lo dejó solo, el placer la estaba matando, subió sus manos a la cabeza para poder controlarse, se lo succionó y el grito de gusto de Cristina fue tremendo, se incorporó levantándole la cabeza a Víctor.

CRISTINA: Desnúdate y fóllame por favor que no puedo más.

El se quitó la ropa que le quedaba en la parte inferior del cuerpo y ella aprovechó para acabar de desnudarse, Víctor apoyó las manos en la cama y subió las rodillas caminando a cuatro patas, Cristina abrió las piernas para que aquel pedazo de hombre se colocara en medio y él se estiró suavemente aguantándose con una mano en la cama para no dejarle caer encima todo el peso, se besaron con dulzura, ella le pasó la mano por los pectorales acariciándolos, él cerraba los ojos sintiéndolo, la bajó notando los abultados abdominales y le acarició el pubis depilado agarrándole la polla, Víctor abrió los ojos sabiendo que estaba a punto de penetrar a una mujer por placer, Cristina le acarició la cara con la otra mano para tranquilizarlo y se acercó la polla a la vagina rozándose el agujero mojado para lubricar la punta, Víctor apretó un poco y le introdujo el glande suavemente, ella cerró los ojos gimiendo y él se la siguió metiendo despacio hasta el fondo, entraba ajustada y aquel contacto lo estaba volviendo loco gimiendo fuerte, pensó en relajarse un poco o se iba a correr en nada.

Cristina lo besó mirándole a los ojos y Víctor se empezó a mover dentro de ella, con suavidad, sintiéndolo y haciéndoselo sentir a ella, los gemidos se unían, las caderas se movían siguiendo el ritmo. Cristina pensaba como podía ser que un tío tan tierno y cariñoso como aquel pudiera estar en el mercado sin que cualquier otra le hubiera echado el lazo antes. El movió sus caderas en círculos y ella despertó de sus pensamientos con un grito de gusto, Víctor llevaba el ritmo y ella se movía debajo de él agarrándole el culo. Cuando Cristina empezó a dar gritos porque se corría Víctor no aguantó más tirándole el primer lechazo dentro del coño, se movían y corrían con pasión, acabaron los dos abrazados recuperándose.

VICTOR: Lo siento si no he estado muy fino, seguramente me falta práctica.

Cristina se lo miraba con cariño, la había hecho disfrutar, con él moviéndose encima que es lo más difícil para un hombre, saber el ritmo y la cadencia adecuada para llevar a su amante al orgasmo, y encima se disculpaba, lo besó con ternura.

CRISTINA: Has estado genial, era la primera vez, tampoco vamos a exigirnos más de la cuenta.

Víctor la miraba con los ojos cansados, o relajados.

VICTOR: ¿Te quedarás a dormir conmigo por favor?

Cristina entendió que le estaba pidiendo compañía y que le diera cariño, le agarró la cabeza y le puso la cara en su cuello, él le dio un beso y la rodeo con uno de sus brazos juntando su cuerpo al suyo, antes de quedarse dormida se seguía preguntando, que le debió de pasar a un hombre como aquel, atento, educado, cariñoso y que tan bien le había hecho llegar a un orgasmo para estar como un gatito abandonado buscando a alguien que le diera un abrazo.