El bufete de abogados (16)

Gabriel y Marga hablaron mucho del tema, no sabían si decírselo a Samanta, si sería bueno o malo para ella. A Samanta la veían bien, se preocupaba de sus hijos y vivía, no le importaba si Víctor se saltaba algunas semanas sin ver a los niños. Pensaba que debía tener trabajo o algún lio por ahí, intentaba no acordarse de él, a ella también le hacía daño la separación, pero lo sabía llevar mejor, o al menos aparentemente.

Cap. XVI

Gabriel y Marga hablaron mucho del tema, no sabían si decírselo a Samanta, si sería bueno o malo para ella. A Samanta la veían bien, se preocupaba de sus hijos y vivía, no le importaba si Víctor se saltaba algunas semanas sin ver a los niños. Pensaba que debía tener trabajo o algún lio por ahí, intentaba no acordarse de él, a ella también le hacía daño la separación, pero lo sabía llevar mejor, o al menos aparentemente.

No pasó mucho tiempo que Víctor con las visitas al psiquiatra y la medicación fue mejorando, estaba más tranquilo y podía conciliar el sueño sin pesadillas que lo despertaran.

Aprovechó que estaba más centrado para reflexionar una noche de manera menos visceral y más cerebral mientras cenaba. Se crio en una familia acomodada que se lo dieron todo sin faltarle nunca de nada, cuando tenía algún problema en el colegio, su madre hablaba con el profesor y se lo resolvía, cuando lo tenía en el equipo de futbol que jugaba, su padre lo cambiaba de equipo, lo apoyaron mucho y le dieron confianza, pero nunca le dejaron tomar decisiones sobre su vida, le crearon una “falsa seguridad en si mismo” que él se creyó, si hasta estudió la carrera que su padre quería picándolo para que la acabara antes que él. Tal vez por eso desarrolló la musculatura que tenía, para esconder detrás sus limitaciones. Solo tenía que acordarse cuando conoció a Samanta, le gustó tanto y la vio tan guapa, que en vez de ir a por ella se acojonó y puso como excusa que “era demasiada mujer para él”, que imbécil, la puta “falsa seguridad”, gracias a sus amigos la llamó, pero cuando ella le contestó perdió los papeles porque no sabía ni que decir, hizo el ridículo en la primera conversación. En el trabajo era el único sitio donde lo disimulaba, no por carácter, porque se sabía todas las leyes y siempre encontraba una o algún vacío legal para defender a sus clientes.

Otro asunto era lo que pasó con su matrimonio, ¿como algo tan fuerte y lo unido que estaba a Samanta pudo acabar de aquella manera?. Nunca tuvieron ningún problema, joder, es que no llegaron ni a discutir en serio jamás, vivían en una nube de felicidad y amor, el día que se presentó una dificultad no la supo negociar. De una cosa sí que estaba orgulloso, los dos fueron capaces de dejar a sus hijos fuera de sus problemas, él nunca les quiso sacar información de su madre y por lo que había comprobado Samanta tampoco lo hizo, se merecían ser felices y no preocuparse de las mierdas de sus padres. ¿Fue buena idea presentarse en el apartamento de Cloe para que Gabriel volviera con Marga?, otra vez la “falsa seguridad”, ¿o tendría que haber dejado que se espabilara él por su cuenta?, sus principios no le dejaron otra opción, malditos principios pensó, no estaba molesto con Gabriel por haberse puesto del lado de Samanta, prefería que cuidaran de ella que de él, estaba seguro que no se acercó e intentó ayudarlo por miedo a la reacción de Cloe, ya lo pilló una vez y sabía lo que se jugaba con la loca aquella, Gabriel le avisó una vez y él no le hizo caso. Sin Cloe por medio, cuando tuvo que ayudarlo lo hizo sin pestañear.

La estrategia que pensó para que Cloe lo dejara tranquilo y se aburriera, ¿era buena?, podría haber resultado, tarde o temprano se hubiera enterado quien era el verdadero “amo” de Cloe, Sebástien. Lo de contárselo a Samanta pensó que fue un acierto, tenía que ser sincero con ella, uno de los errores fue no avisar a su mujer que no le dijera nada, que no entrara en conversación con Cloe, si cuando abrió la boca por primera vez se hubieran ido y se lo hubiera explicado bien a Samanta tal vez no hubiera ocurrido lo demás, pero la curiosidad de las conversaciones entre ellas le pudo, y la posibilidad de meterle morbo a su matrimonio le tiró todo el plan a la mierda. Que Samanta se enfadara por lo del “regalo” de Cloe y su pasividad era normal, que le dijera que se fuera de su casa no tanto, ella también se dejó llevar tomando alguna decisión precipitada, pero el gran error lo cometió él y solo él, jamás debió de dejar de ir a casa de su familia, si ella no quería que durmiera en su casa lo tenía que respetar, pero durante el día se tenía que haber presentado cada día, estar con sus hijos y sobre todo con ella, explicarle como iban las cosas, tenerla informada de todo, no se tenía que haber distanciado de ella, otra vez la puta “falsa seguridad” se la jugó, como pudo esperar que Samanta lo llamara para volver a su casa cuando no fue capaz de llamarlo cuando se conocieron porque eso le tocaba a él según ella, como pudo cometer ese gran error y dejar que se fueran distanciando, él en ese momento no había tocado a Cloe para nada, si se hubieran mantenido juntos seguro que habrían tenido la fuerza suficiente para arreglar el problema. O tal vez hubiera acabado largándose del puto bufete, habría avanzado la situación que tenía igualmente ahora, lo que no era tan seguro es que conociendo a Cloe lo dejara tranquilo solo por no estar trabajando con ella. Lo cierto a fin de cuentas es que toda la culpa fue suya, tomó malas decisiones y no supo reaccionar como lo tenía que haber hecho, ahora a toro pasado era más facil analizarlo, pero demasiado tarde.

Finalmente Gabriel y Marga hablaron con Samanta, quedaron para cenar y Gabriel le explicó todo lo que había pasado con Víctor y lo preocupado que estaba por él, le dijo que cuando habló con él en su despacho del bufete y le miró a los ojos estaba seguro que sufría por su separación, pero al decirle ella que sería por Cloe le hizo dudar.

Samanta le escuchó con atención y pensaba que si Víctor se sentía culpable de todo le producía una doble sensación, por un lado su parte más malévola se alegraba de que estuviera pagando por sus malas decisiones, y por otro sentía pena, una pena tremenda de saber a qué punto había llegado, le conocía bien y sabía que si estaba así nunca se lo perdonaría, podría medicarse pero en el fondo le quedaría siempre esa culpa, Víctor no era hombre de olvidarse de las cosas, las retenía en algún lugar de su cerebro, y esa debía de estar bien grabada. Pensó en la parte en que Gabriel le contó que Víctor se deshizo de Cloe, Samanta se alegró internamente.

Víctor estaba reunido con un cliente, cuando acabaron le acompañó a la puerta y vio que en la sala de espera estaba sentado Gabriel solo, entró y se sentó a su lado.

VICTOR: ¿Cómo estás tío?, espero que no me traigas más trabajo, con el que tengo ya estoy satisfecho, tendría de contratar a alguien más y no quiero hacerlo.

Gabriel le sonreía.

GABRIEL: No te preocupes, la visita de hoy no es por trabajo. Es para invitarte a cenar en mi casa el viernes.

A Víctor le sorprendió la propuesta, desde que empezó todo con ellos se distanció, sabía que estaban de parte de Samanta y lo encontraba lógico, que lo invitara a cenar y volver a ver a Marga después de tanto tiempo le daba apuro.

VICTOR: No sé, ¿crees que es buena idea?, a Marga hace mucho tiempo que no la veo y no sé si estará enfadada conmigo.

GABRIEL: Por favor no empieces con tus paranoias, Marga tiene ganas de verte, ¿es que no te acuerdas de lo que te quería?

VICTOR: Por eso, tengo miedo de haberla decepcionado a ella también.

GABRIEL: No está decepcionada, te está agradecida por lo que hiciste, gracias a ti seguimos juntos.

VICTOR: Vale, si me dices que Marga no está enfadada conmigo iré.

Gabriel le volvió a mirar con la sonrisilla.

GABRIEL: Y otra cosa.

VICTOR: ¿Qué?, “pesao”.

GABRIEL: Samanta también estará.

A Víctor le empezó a temblar el labio, eso no se lo esperaba, se puso muy nervioso y se levantó paseando por la sala de espera.

VICTOR: Ostia, ostia, tío me acabas de acojonar. Pensaba que ella ya se había vuelto a…, que tendría alguna relación, no sé, después de tanto tiempo y lo guapa que es…, Dios me tiemblan las manos.

GABRIEL: Tranquilo hombre, no pasa nada, somos adultos, podemos cenar los cuatro tranquilamente y si después lo creéis conveniente igual podéis hablar un rato, aclarar algunas cosas.

VICTOR: Estoy muy nervioso tío, no sé qué hacer, ¿cómo reaccionaré cuando la vea?

GABRIEL: Eh tío para ya, te duchas, te afeitas, ponte limpio y te espero el viernes en casa a las nueve, nada más que hablar, ah, y que no se te ocurra llamarme acojonado para decirme que no vienes, te voy a buscar donde sea y te llevo de la oreja a la cena, ¿de acuerdo?

Víctor estaba como ido pensando en mil cosas a la vez.

VICTOR: Que sí, que iré, no te preocupes.

A Marga le costó menos de lo que pensaba convencer a Samanta para cenar y volver a ver a Víctor, intentó que se compadeciera de él por lo mal que lo había pasado, diciéndole que seguro que le ayudaría a levantar la cabeza. Samanta aceptó la cena, después se dio cuenta que se había querido hacer la valiente y la fuerte con sus amigos cuando no lo era tanto. Pasó una semana muy nerviosa, el jueves quedó con uno de sus amantes ocasionales, el que le gustaba tenerlo todo bien ordenado, le estuvo comiendo el coño durante media hora, ella gemía y jadeaba, todo el orden que le gustaba tener también lo aplicaba comiéndole el chichi, era metódico y no se dejaba ninguna parte sin lamer, la puso caliente a más no poder, luego abrió las piernas y se la metió hasta el fondo, le hizo que las volviera a juntar y se la folló así, el rocé sobre sus paredes vaginales era tan exagerado que se corrió dos veces seguidas, él le abrió las piernas y se hizo una paja corriéndose encima del coño de Samanta entrándole algún tiro por el agujero de lo dilatado que lo tenía, como a él le gustaba, se fue para su casa relajada. Pensó que eso le ayudaría a estar más tranquila al día siguiente para ver a su ex marido, aunque legalmente todavía estaban casados.

Víctor el viernes por la mañana no podía concentrarse, estaba tan nervioso con la cena de aquella noche que no podía ponerse ni a leer ningún documento. Se fue del despacho al medio día, intentó comer algo pero no tenía hambre, se fue a su apartamento y empezó a mirar por los armarios lo que se iba a poner esa noche, lo tuvo claro, lo que se ponía siempre si no tenía que trabajar, un tejano roto y una camiseta con un jersey por encima lo más grande que encontrara, así disimularía la barriguita que le había salido por su mala vida. Se afeitó, se duchó, se perfumó con el olor que sabía que le gustaba a Samanta, se miró en el espejo ya vestido, respiró profundamente y salió con las dos botellas de vino y unas flores que había comprado para aquella noche.

Samanta había vaciado medio armario buscando ropa que ponerse, no quería ir demasiado atrevida, pero tampoco echa una mojigata, quería que Víctor viera lo que se estaba perdiendo por su culpa, en el fondo le salía un deseo de venganza todavía. Se duchó, se perfumó sabiendo que era el preferido de Víctor y se miró en el espejo con un vestido bonito, se acordó de aquella primera cita con él, como le costó encontrar la ropa para ponerse, se sonrió a ella misma mirándose en el espejo, recordó lo bonito que fue cuando se conocieron. Respiró profundamente y salió para casa de sus amigos.

Cuando Víctor aparcó el coche en la calle de Marga y Gabriel vio el de Samanta, se dirigió al ascensor sabiendo que ella ya estaba allí, los nervios se lo comían.

Samanta hablaba con Marga mientras Gabriel acababa de poner la mesa y sonó el timbre de la puerta, se puso tensa cambiando la cara, Marga le apretó el brazo para que la mirara y tranquilizarla. Abrió la puerta Gabriel, Víctor lo saludó y le dio las dos botellas de vino, levantó la vista rápidamente buscando a Samanta, la vio en medio del salón, estaba guapísima, tal como la recordaba, era una preciosidad y empezó a notar una presión en el pecho de la tensión.

Samanta esperó que Gabriel abriera la puerta con incertidumbre, la habían avisado de que ya no era el Víctor de siempre, que había cambiado físicamente, cuando lo vio lo primero que pensó es que no había cambiado tanto, estaba un poco más rellenito y no se le veía tan fuerte, se había imaginado que estaría peor, se dio cuenta que los dos se estaban mirando.

Víctor entró y saludó a Marga que estaba más adelantada que Samanta, le dio una rosa roja y Marga le dio un beso en la cara sonriéndole.

MARGA: Estoy contenta de verte.

VICTOR: Yo también Marga, y muy nervioso.

MARGA: Tranquilo, para ella tampoco es fácil.

Víctor la miró con cariño respirando profundo, se acercó caminando despacio a Samanta que no se había movido del sitio, Gabriel y Marga disimuladamente se metieron en la cocina dejándolos solos. Víctor estiró la mano con la rosa, Samanta le miró a los ojos y se la cogió.

SAMANA: Muchas gracias, tan caballero como siempre.

VICTOR: ¿Cómo estás Samanta?, no sé qué hacer, si darte la mano, dos besos, o nada.

SAMANTA: De momento creo que será mejor que no nos demos nada.

VICTOR: Ya ves, he cambiado un poco, estoy mucho más feo, tú sin embargo sigues tan…, bueno, que estás guapa como siempre.

Samanta bajaba la mirada, conocía a Víctor cuando estaba nervioso y siempre se había reído mucho de aquella situación, aquella noche no estaba para reírse.

VICTOR: Perdona, ya sé que cuando me pongo nervioso no doy pie con bola, me conoces demasiado.

Fueron a buscar a la cocina a sus amigos y ayudaron a sacar la cena a la mesa, se sentaron como lo hacían siempre, ellas a un lado y ellos delante, salieron varias conversaciones y anécdotas del pasado que les hizo pasar el rato, después de la cena tomaron una copa, se sentaron juntos en un sofá y sus amigos les dejaron que hablaran entre ellos separándose un poco. Hablaron de los niños, era lo más fácil en aquellos momentos, cuando se acabó la copa Samanta se levantó diciendo que ya era tarde y se iba, Víctor se levantó con ella ofreciéndose a acompañarla al coche.

Marga y Gabriel estaban convencidos que habían conseguido poner una primera piedra para intentar unirlos, se prepararon otra copa y brindaron por ello mirándose a los ojos con complicidad.

Samanta y Víctor bajaron juntos caminando por la calle sin saber que decir, se pararon al lado del coche de ella. A Víctor le empezó a coger la tos, síntoma de que quería decirle algo a Samanta y estaba nervioso, ella lo sabía.

VICTOR: Tú crees, tú crees, que tal vez, algún día, no sé, si te va bien, a lo mejor, pues eso…

SAMANTA: Víctor por favor dilo ya que me estás poniendo nerviosa.

VICTOR: Si aceptarías cenar conmigo.

Respiró hondo.

VICTOR: Ya está, ya lo he dicho.

Samanta lo miraba no sabiendo si reírse o ponerse a llorar, después de tantos años parecía que volvían a ser unos críos. Lo vio tan nervioso, más gordito, con la misma cara de inocencia de siempre que le dio pena.

SAMANTA: Mira, voy a quedar contigo para cenar de aquí un mes.

VICTOR (extrañado): ¿Un mes?

SAMANTA: Sí, un mes, quiero ver al Víctor que conocía, si en un mes vuelves a estar como estabas cenaré contigo. No me gusta verte tan desmejorado.

VICTOR: Vale, acepto el reto.

Samanta se metió en el coche y se fue.

Víctor volvió a respirar profundamente y se animó, tenía un objetivo en la vida, después de tanto tiempo tenía algo por lo que luchar.

El lunes llamó a la consulta de un dietista para adelgazarse, volvió al gimnasio y a correr para ponerse en forma, tenía un mes para cambiar su cuerpo, la ilusión que tenía aquellos días no la había tenido en mucho tiempo, hasta Lidia le dijo que lo veía mucho mejor. El se levantaba pronto para correr por la ciudad, al medio día antes de comer iba al gimnasio a muscular, por la noche intentaba relajarse porque estaba molido, le dolía hasta el cielo de la boca de las agujetas que tenía, pero no podía parar, tenía que estar bien para cenar con Samanta, poder hablar con ella le hacía sentirse bien, el poder estar a su lado aquella noche de la cena en la casa de Gabriel y Marga le había servido de bálsamo, que no le hiciera mala cara le animó mucho, no pensaba en esos momentos poder volver con ella pero si mejoraba su relación ya estaba contento.

Samanta mientras volvía a su casa aquella noche del viernes pensó si no se había precipitado diciéndole que cenaría con él, no le quería dar ninguna falsa esperanza, que se vieran de vez en cuando podía estar bien, así hablaban de las cosas de los hijos y se ponían al día, pero de volver con él no quería ni pensarlo. Volver a estar a su lado le había afectado, tal vez lo mejor sería no verlo más, no tenía nada claro y su cabeza era un lio.