El buenorro de las duchas me invita a su casa

Esta es la continuación de "Encuentro inesperado en las duchas de la piscina", donde os conté cómo conocí a Lucas, un chico gay muy atractivo y con un pollón enorme. Con él tuve mi primera vez gay, aunque mi culo salió virgen de aquellos vestuarios.

Al llegar a casa el día en que nos conocimos, lo primero que hice fue hablarle por Whatsapp. Él me contestó de inmediato, y estuvimos hablando durante varias horas. Le confesé que me había encantado todo lo que pasó en las duchas, y que ya tenía ganas de repetir. Él me contó que también se moría de ganas de volver a tenerme entre sus brazos, pero que esta vez le gustaría follarme él a mí, ya que normalmente es activo. Yo la verdad es que me moría de ganas de tener ese pedazo de polla dentro de mi culo, pero me asustaba que pudiera hacerme daño e incluso algún desgarro.

Tras estar varios días hablando con él por Whatsapp a todas horas, me propuso ir a su casa el viernes de esa semana, ya que sus padres se iban de viaje y podría incluso quedarme a dormir. Sólo de pensarlo me empecé a poner nervioso. Hacía unos días tan sólo fantaseaba con chicos, y ahora iba a pasar la noche con uno que estaba buenísimo, y era todo para mí. Aquello era un sueño hecho realidad. Sin embargo, no lograba quitarme de la cabeza el tema de mi virginidad anal. Se lo comenté y él me dijo que no me preocupara, que lo haríamos muy poco a poco y usando mucho lubricante.

A lo largo de esa semana, fui preparando mi ano. Todos los días, cuando me duchaba, probaba a meterme los dedos para ir dilatándolo. El primer día que lo intenté tan sólo conseguí meterme un par de centímetros, y eso que usé abundante saliva. Además, me dolió un poco. Al día siguiente, me puse a cuatro patas dentro de la bañera y conseguí meterme un dedo entero. La verdad es que era bastante excitante. Conseguí incluso meterme un segundo dedo, pero no hasta el final. A la vez me pajeaba y cuando me corrí el placer fue inmenso. Al tercer día ya era capaz de meterme dos dedos casi hasta el fondo. Aquello no era nada comparado con los 22 centímetros de rabo de Lucas, pero era un gran progreso.

Al fin llegó el esperado día. Lucas me había dicho que no me preocupara por llevar nada, que él tenía lubricante y condones de sobra. Esa mañana me depilé el ano. No es que tuviera mucho, pelo, pero supuse que cuanto menos hubiera más fácil sería la penetración. A mis padres les dije que me quedaba en casa de un amigo, y como era habitual que no durmiera en casa algunos fines de semana no les pareció nada extraño. Llegué a casa de Lucas y llamé al timbre. Él me abrió la puerta, llevando tan sólo unos bóxers blancos ajustados, que destacaban mucho en contraste con su moreno cuerpo. Aunque ya me lo había follado, seguía alucinando con lo bueno que estaba y con ese enorme paquete…

-Oye, ¡que estoy aquí arriba! – me dijo al darse cuenta que miraba su marcado bulto.

-Joder, es que estás tan bueno – le sonreí.

-¡No será para tanto! Además, tú también estás de puta madre.

Mientras decía aquello me agarró de la camiseta y de un tirón me metió dentro de su casa. Cerró la puerta, me empotró contra ella y empezó a besarme apasionadamente. ¡Vaya comienzo más bueno! Aquello pintaba muy pero que muy bien. Yo no pude resistirme y llevé mi mano a su paquete. Su polla se estaba poniendo dura, al igual que la mía. Tras un par de minutos besándonos y acariciando nuestros cuerpos, me dejé caer sobre mis rodillas y comencé a mordisquear su pene a través de los bóxers. Éste ya estaba durísimo, y cuando bajé lentamente los calzoncillos que lo oprimían, salió de repente golpeándome la cara. Lucas y yo nos reímos y acto seguido me lo metí en la boca. Intenté tragármelo entero pero no podía ni con la mitad de él.

-Pues si que has empezado tú fuerte hoy, aprendes bastante rápido. Vamos a mi habitación que estaremos más cómodos.

Lucas acabó de quitarse los bóxers y me los tiró a la cara. Entre risas, me cogió de la mano y me llevó a su habitación, empujándome sobre su cama. Sin darme tiempo a incorporarme, se lanzó sobre mí y empezó a besarme. Allí estábamos, yo vestido y él completamente desnudo, con su polla totalmente erecta sobre mi vientre. Rápidamente me quitó la camiseta y empezó a chuparme los pezones. Aquello me estremeció, y más cuando me dio unos lametazos por el cuello. Yo no podía más, y le pedí que acabara de desnudarme. Lucas me quitó el pantalón. Mis bóxers estaban ya manchados de líquido preseminal. Cuando me los bajó, mi polla salió disparada y Lucas me devolvió la mamada que le había hecho en la entrada de su casa. Yo estaba tan excitado que sólo pensaba en sentir su rabo dentro de mi culo.

-Lucas, creo que ya estoy preparado – le dije mientras él seguía mamando.

-Pues empecemos ya – susurró, poniendo voz caliente.

Se levantó y sacó del cajón de su mesita un condón y un bote de lubricante.

-Lo mejor será que te pongas a cuatro patas, así iré dilatando tu ano con los dedos – me dijo.

Yo le obedecí al instante, poniéndome cómo me acababa de decir. Era una postura muy sumisa, pero a la vez excitante, con mi culo en pompa, el ano abierto y la polla y los huevos colgando. Lucas se acercó a mí y apretó su cara contra mi culo. Un escalofrío recorrió mi cuerpo cuando su lengua mojó mi ano, haciendo unos movimientos circulares que casi me matan de placer. A continuación, se echó lubricante en los dedos y los restregó por la entrada de mi culo. Acto seguido, introdujo su dedo índice, que entró de golpe y con mucha facilidad. No sentí nada de dolor. Al contrario, sentí un gran placer cuando metía y sacaba el dedo.

-¿Seguro que eres virgen tío? – me preguntó mientras metía un segundo dedo– Esto entra muy fácilmente.

-¡Claro que soy virgen! Pero es que he estado practicando en casa – confesé.

-Veo que vienes con los deberes hechos – dijo mientras reía.

Siguió metiendo y sacando sus dos dedos hasta que mi ano estuvo bien dilatado.

-Bueno, yo creo que esto ya está listo – me dijo, dándome una palmada en el culo – Ahora túmbate boca arriba, que será más fácil que entre así.

Yo le hice caso y me tumbé con la espalda apoyada en la cama. Él me cogió las piernas y las apoyó sobre sus hombros. Cogió un condón, lo abrió de un mordisco y se lo puso en la polla. Luego se echó un chorro de lubricante y acercó su rabo a la entrada de mi culo. Frotó durante unos segundos su glande contra mi ano y, finalmente, hizo presión para meterla.

Muy poco a poco, la punta de su polla fue entrando en mi culo. Por suerte no era muy gorda, a pesar de ser tremendamente larga, y no me dolía demasiado. Si que notaba un leve dolor, pero era soportable. Me tranquilizó que aquello fuera más fácil de lo que esperaba, y entonces me relajé, lo que facilitó aún más la penetración. Cuando ya habían entrado unos cinco centímetros, Lucas paró y la dejó ahí dentro unos segundos. Entonces, lentamente la fue sacando hasta que quedó totalmente fuera. Repitió el proceso varias veces, penetrándome poco a poco para luego sacar la polla.

Tras un rato así, me miró y yo asentí en señal de aprobación, por lo que él me la metió un poco más. Consiguió introducirme unos 12 o 13 centímetros. A partir de ahí ya notaba dolor, así que le pedí que no metiera más. Él siguió con el metesaca y  yo me moría de placer.

-¿Cómo vas? – Me preguntó

-Genial tío – le contesté entre gemidos de placer – Esto da mucho gusto, pero me gustaría metérmela entera.

-Puedes ponerte encima si quieres, así serás tú el que llevé el ritmo.

Me pareció buena idea, así que intercambiamos posiciones. Él se tumbó boca arriba y yo me senté encima de él, mirándole a la cara mientras dirigía su polla hacia mi ano. Como estaba ya muy dilatado, entro muy fácilmente, y poco a poco fui bajando hasta que entraron los 12 o 13 centímetros que había conseguido meterme sin dolor. Seguí bajando lentamente, apretando todos mis músculos para soportar el dolor, hasta que, sorprendentemente, toda su polla estuvo dentro de mí. Nos miramos con complicidad, y yo sentí un placer inmenso. Lucas agarró mi polla y comenzó a hacerme una paja mientras yo cabalgaba sobre él. Primero lo hacía despacio, pero fui aumentando el ritmo dando lugar a una follada salvaje.

Yo ya no podía aguantar ni un minuto más sin correrme. Entre la paja que me estaba haciendo Lucas y el sentir su polla entrar y salir una y otra vez, no tardé en alcanzar el éxtasis. Una brutal corrida acompañó al intenso orgasmo que sentí. Chorros y chorros de semen salieron de mi polla, quedando esparcidos por el pecho y el vientre de Lucas, y también manchando su cara y sus labios. Me tumbé sobre él, quedando nuestros cuerpos pegados por mi leche. Nos besamos intensamente, de modo que probé el sabor de mi semen.

Lucas se incorporó y me puso a cuatro patas. A pesar de haberme corrido, seguía estando cachondo y empalmado. Me penetró de nuevo y, agarrándome por las caderas comenzó a dar unas embestidas tremendas. Yo, apoyándome sólo con una mano, me masturbaba con la otra. Tras unos minutos, me recosté sobre la cama, quedando Lucas tumbado sobre mí. Él siguió follándome hasta que finalmente sentí cómo aumentaba el ritmo de sus embestidas y también el de su respiración. Entre fuertes gemidos, Lucas se corrió y se quedó tumbado encima de mí, descansando de aquél tremendo polvo.

Estuvimos así un rato, hasta que sacó la polla de mi culo, se quitó el condón y se levantó. Yo me di la vuelta, quedando tumbado boca arriba. Como vio que mi pene seguía totalmente erecto, me dijo:

-Veo que sigues con ganas de marcha. ¿Te apetece que nos duchemos juntos? Así podemos continuar con los jueguecitos.

Espero que os haya gustado la segunda parte. Si queréis saber lo que pasó después, comentad y valorad el relato. Intentaré escribir la tercera parte lo antes posible.