El buen rollito de vecinos

Una historia que surgió de la nada, y espontánea como la vida misma.

EL BUEN ROLLITO DE VECINOS.

La semana pasada me enteré de que que iba a tener unos vecinos nuevos en la puerta de al lado de mi casa. Pregunté que quien iba a habitar el piso que se vendía de al lado, y simplemente fue por el hecho de cotillear quién sería.

Mi sorpresa vino después cuando acabando de llegar de trabajar llamaron a la puerta, abrí y se presentaron una pareja joven (chico y chica), diciendo que eran los nuevos vecinos de al lado que se daban a conocer. Madre mía, dios santo, como estaba el niño de unos 30 años, calculo yo. Ya chica era mona también, pero nada comparado con el figurín que tenía él.

Me llamo David y ella Angela, dijeron. Y somos los nuevos vecinos.

Mi pareja y yo nos miramos e hicimos un gesto de aprobación, ya que es un hecho muy importante tener por vecinos buenas personas. Los invitamos a pasar a nuestro hogar y tomamos algo para intercambiar primeras impresiones y hablar de cosas banales y carentes de contenido en general.

David tenía los ojos cristalinos totalmente y azules claros. Parecían súper delicados y frágiles a juzgar por su cristalinidad. Con el pelo liso castaño, con destellos rubios, y más bien cortito. Con el cuerpo delgadito, buenas abdominales y en general un cuerpo de escándalo.

Ayer, fue mi cumpleaños y decidí darme un homenaje y no ir a trabajar, así que me quede en casa solo, después de que mi pareja se fuera a currar como cada mañana.

Estaba desayunando, y hoy ruido de en la escalera, así que fui a cotillear por la mirilla, haber lo que pasaba. Claro, era el vecino subiendo unas cajas, al parecer muy pesadas, ya que estaba haciendo una fuerza enorme para poder con ellas. Terminé mi desayuno, me puse algo de ropa, me atusé el pelo, y salí, como si no me hubiera enterado de lo que estaba haciendo mi vecino a la calle. Me vio. Se paró, me saludó e intercambiamos unas palabras, y acto seguido me insistió en pasar a su casa. El estaba terminando con las últimas cajas así que rápidamente me prestó toda la atención. Me estuvo comentando como iba a poner la casa, y como eran sus gustos a la hora de organizar ésta. Yo le escuchaba con mucha atención, pero mientras tanto, sin perder detalle de su escultural cuerpo le iba haciendo la radiografía de cómo era cada parte de su ser. Su cuello, terso duro, suave, fibroso. Me imaginaba lamiéndoselo entero, y dándole besos por todo él. Su pecho, aún parecía no haber salido de la pubertad, sin pelo alguno, pero duro como una piedra. Sus pezones bien marcados. Su paquete indescriptible, y sus piernas duras, musculadas, con poco pelo, perfectas diría yo.

El caso que estuve en su casa un buen rato, hablando de todo esto y percibí que su mirada era muy penetrante y que no paraba de mirarme fíjamente a los ojos. Los suyos eran ya he dicho una locura, los míos no están mal, pero vamos, que para un supuesto hetero me parecía increíble que se fijara tanto en mi como para esto.

Estábamos en la cocina. A él se le cayó un lápiz con el que estaba tomando unas notas al suelo e instintivamente fuimos los dos a cogerlo, Cuando sin querer nos agachamos a la vez y nos dimos en la cabeza. Nos empezamos a descojonar todavía agachados y con las cabezas todavía juntas. Y nos miramos casi a la altura de el suelo. Cara a cara con él. Y de repente no sé muy bien por qué y aprovechando la cercanía me acerqué un poco más a él y acerqué mis labios a los suyos. El no se apartó ni hizo gesto de ello. Le besé, le besé como la primera vez que besé, con muchísima dulzura y desconfianza, como algo prohibido que se hace en la adolescencia. Solo le comía los labios carnosos que tenía, él no hacía ni decía nada, levantó sus manos a mi cara, y cuando pensé que me iba a pegar, me sujeto la cara dulcemente, y me introdujo salvajemente su lengua en el interior de mi boca. Y nos dimos un profundo beso que duró muchos minutos. Para cuando nos separamos yo estaba empalmado a punto de estallar, y a juzgar por como tenía David el paquete también estaba igual que yo.

Tenía en el salón una cómoda que no sé para donde estaba destinada, pero el caso es que me echó sobre ella con suma delicadeza. Me fue desvistiendo poco a poco, yo estaba boca arriba, casi temblando por los acontecimientos, me quitó los calzoncillos también, y se me desplegó toda mi polla, a punto de estallar. El se quitó toda su ropa, pero antes de que se bajara los boxer que llevaba, le cogí de las manos y se las llevé hacia su culo para atrás. Yo me había incorporado, y le empezé a lamer todo su paquete. Si su polla estaba antes vigorosa ahora se le salía por el boxer. Me vino muy bien, porque le lamí todo el glande que estaba esplendoroso sobre el boxer.

El se empezaba a retorcer de placer. Echó toda su espalda para atrás, parecía que se iba a romper en dos. Presentí que no iba a aguantar más y le comí toda su Inmensa polla, de un bocado, con los dientes le terminé de bajar los calzoncillos, y me introduje toda su verga en la boca. Notaba su glande en lo profundo de mi garganta, le pasé la mano mientras tanto por su pecho poco a poco y en un jadeo atronador, noté como en lo profundo de mi garganta estallaba un líquido o néctar de los dioses, en un sin parar de repetir trallazos de dulce leche de mi impresionante nuevo vecino. No paraba de jadear, estaba sudando él a raudales. Le terminé con mi lengua de limpiar toda aquella impresionante riada de rica leche que acaba de tragar de su polla todavía erecta, con las venas a punto de estallarle a su alrededor.

Yo mientras tanto, no sabía como no me había podido correr de todo aquello que me estaba aconteciendo.

Se acercó a mi verga erecta, se agachó y la empezó a lamer, y a comérsela poco a poco, se dio la vuelta, se recostó sobre el reposacabezas de la cómoda boca a bajo, y me pidió que le follara. Yo de dije que no, que si era la primera vez que le iba a doler bastante, y el asintió y me lo pidió de nuevo. Me fui al lavabo que había en la habitación contigua haber si tenía alguna crema que me pudiera valer. La encontré y me fui a él. Madre mía que culo más duro y redondito que tenía, y pequeño a la vez. Me agaché a él y le lamí alrededor de su ano. El empezó a jadear un poco. Le abrí un poco con los dedos las nalgas y le metí del tirón todo lo que me daba la lengua, el grito, estaba asustado, pero noté como su ano se adaptaba bien a mi lengua, poco después me unté bien los dedos con la crema y se los fui metiendo de uno en uno, él estaba como loco, se moría del placer, yo casi ya estaba a punto de correrme y todavía no le había envestido. Me gritó, métemela, métemela por dios, le hice caso y de un empujón se la metí hasta dentro le folle una y otra vez.

Me sentí como el amo de un dios que me estaba pidiendo que le follara y le atravesara con toda mi verga, se la metía una y otra vez una y otra, una y otra vez, sin parar, él estaba llorando, gritaba y gritaba como si le estuviera matando, yo no sé de donde saqué las fuerzas para no correrme de la primera envestida, pero por la rabia de que me suplicara que le atravesara aguanté durante unos minutos. No paraba de sacarla y meterla salvajemente en su culo. Incluso noté con la mano que su polla toda erecta se había quedado mirando para abajo toda erecta, ya que su cuerpo boca a bajo la estaba oprimiendo en ésta postura. Se la volví a coger con la mano y le empezé a masturbar también salvajemente, y al poco de esto no pude más y me corrí dentro de su ano, ahora todo dado de sí por lo brutal del acto, y en lo más profundo de él le llegó todo mi semen a unas temperaturas nada normales. Incandescente diría yo. El al unísono, volvió a correrse sobre la cómoda donde lo estábamos haciendo. Poniéndolo todo perdido de su rica leche, ahora desperdiciada por el suelo, cómoda y por todos los lados. Se dio la vuelta y nos quedamos un rato abrazados, dándonos suaves besos y mirándonos fíjamente a los ojos sabiendo que íbamos a tener un buen rollito de vecinos, bueno , de amantes vecinos.

EL SANTO.