El buen portero

Vaya con los cuidadores de edificios en torre... qué sorpresa con el mío...

EL BUEN PORTERO

Por Chichonero

Había mudado a un edificio céntrico de departamentos hacía unos pocos días, cuando comencé a notar que el joven portero me miraba –digamos- de un modo diferente a los demás miembros del condominio. A veces cuando llegaba y esperaba el ascensor, de reojo pude ver que escondido tras una columna, estaba él espiándome.

Una tarde, llegué a eso de las 15 y me lo encontré limpiando el espejo del elevador. Nos saludamos amistosamente y se ofreció acompañarme hasta mi piso, pues tenía en mis manos varias bolsas con mercaderías, y una donde estaba un nuevo consolador con vibro –mi delirio solitario-

Ya en mi departamento, colocamos las bolsas en la cocina y mientras iba hacia mi dormitorio para dejar los portafolios, él se quedó esperando pues le había invitado con un refresco –por la alta temperatura-

Regresé y me lo encontré mirando curiosamente la bolsa del sex shop.

¿Qué es? –preguntó-

Un acariciador interno –respondí-

¿Un acariciador interno? Comprendo menos.

Mirá –dije sacando el envase- Este es un aparatito que te hace sentir muy bien… –y dejé la frase colgada.

¡Parece una pija grandota! –manifestó-

¡Lo es!, y te aseguro que cuando está dentro tuyo ¡te sientes otro!

En realidad, prefiero una de carne, pero si no hubiera remedio, podría usar algo así. ¡Bien gruesa y larga!

¿Te agradan gruesas y largas?

¡No sé! –se sinceró- "La verdad que tengo poca experiencia con varones. Siempre han sido mayoría con mujeres"

¡Siempre hay primeras veces! –Largué rotundamente para ver cómo reaccionaba-, y reaccionó positivamente pues unos minutos más y me estaba besando ardientemente, mientras no dejaba de gemir y acariciarme entero.

¡Como me gustás!, ¡Tenés una colita divina!

Yo le tenía atrapada la pija: gorda, al menos 20 cm. de largo, pero con una exuberante cabeza. En cuanto pude, la atrapé y comencé a darle un oral como esa hermosura se merecía. Se calentó tanto que me dijo que deseaba cojerme ¡ya!

Me quité la poca ropa que tenía y quedando en bolas me apresté a disfrutar de una sesión inesperada. En un periquete él se sacó sus ropas y dejó al aire su tremenda chota en erección total. Me arrodillé y se la mamé para excitarlo aún más... sé que sufría, pero deseba tenerlo bien alzado. ¡Es un macho espectacular!, nadie diría eso de un simple portero de edificio.

Su pija era un obelisco al que mamaba con fruición, que obvio no cabía toda en mi boca, pero me las arreglaba para tenerla todo lo más que podía. Exhalaba gemidos del gozo que mi chupada le provocaba y parecía que en cualquier momento me lanzaría la lechada. Pero yo la deseba en otro lugar y mientras lo felaba, me preparaba el orto con saliva.

Lo hice acostar en medio de la cama y a lo ancho. Me le subí a horcajadas y teniendo su pijón con una mano, me le fui sentando –mi posición predilecta-, y empujando hacia abajo percibí como intentaba colarse en mi ano que ya desesperaba por tenerla adentro.

Dio un empujón hacia arriba con sus caderas –grité-, pero el muy guacho estaba alzado y no paró, sino que con otro envión me la mandó hasta la mitad.

Mi culo se abría al tope para recibirla, pero la lubricación escasa no facilitaba la entrada y sentía un fuerte ardor, pero las ganas de tenerla adentro, eran más poderosas. Entre gritos y jadeos logramos entrarla entera. ¡Por todos los diablos!, ¡Cómo me la hacía sentir! ¡Era como si un tacho de desodorante me estuviera culeando! ¡Nunca me había ardido tanto!

Cuando se cansó de culearme, dijo: "¡Es mi turno de probar la tuya!

La tengo medio larga, pero no tan gruesa como la de él. Estaba reparada por su cogida y me preparé para mi turno. Saliva de por medio, lo hice poner en cuatro arrodillado al borde de la cama, y mientras le besaba sus espaldas la ubiqué.

Se quejó cuando le entró el botón "Ayyy… estoy medio virgo"

"Pues te dejaré abierto ese lindo culito" –respondí-, mientras lo enculaba hasta la mitad. Me dolía un poco pues nos faltaba algún lubricante oleoso, pero si yo me la aguanté casi en seco, era su turno de él.

Lo golpeaba a mano abierta en las nalgas sin dejar de culearlo. Chillaba como un marrano y sin miramiento alguno lo ensarté hasta los huevos y comencé el mete y saca hasta que me vino la leche de golpe y le llené el recto. Cada chorro era como una escupida espesa que se alojaba en su culo. Me le quedé encima hasta desagitarme y la fui quitando lentamente. Un manchón grande y blanquecino, fue muestra de que lo hice acabar. ¡Pobre mi cubrecama!

Estuvimos encamados otro día en que tiene libre. De la calentura que me hizo levantar le chupé la pija hasta hacerlo acabar en mi boca y él hizo lo mismo. ¡Se saboreaba de lo mejor!

En otro día, invitó a un amigo… ¡delirio total!... tiene una garcha asombrosa: 22 cm. de largo por 6 de ancho… ¡me dejó el culo roto, pero totalmente feliz!

Cogimos todos contra todos y dejamos un reguero de leche por toda la cama. Nunca había culeado tanto y tan bien. Resultó ser de los buenos, hasta nos pidió se la metiéramos juntos con el portero. ¡Cómo cogía el desgraciado! Se bancó las dos pijas juntas y para rematarla, no nos dejó acabarle adentro sino en su boca. Se tragó ambas lechadas sin decir mus.

Ya estamos preparando"una fiestita" de cuatro… ¡Se los cuento cuando haya pasado!