El botones

Una breve estancia en un hotel y mi botones particular.

Lo que voy a contar es una situación con la que me encontré y en la que di rienda suelta a mi parte más desinhibida, la cosa no llegó a mayores, o sea, que no fue una ocasión de sexo desenfrenando ni una bacanal salvaje, pero fue divertido.

En un viaje que tuve que hacer por motivos trabajo, al tener que permanecer durante dos días, me alojé en un hotel de la localidad. En este viaje iba sola, mi trabajo consistía en tomar notas en una reunión y luego contárselo a mi jefe.

A las 12:30 llegué al hotel, me identifiqué y esperé a que me indicarán cuál era mi habitación, una ver terminados los trámites llamaron a un botones para que me acompañara. Aunque llevaba poco equipaje y podía llevarlo yo, dejé que me ayudara y lo llevara a mi habitación, era su trabajo y seguro que luego esperaría una propina.

Entramos en el ascensor y marcó el número de piso al que íbamos, era séptima la planta donde estaba mi habitación. Durante el largo trayecto ( ya que el ascensor subía especialmente lento ) me dio tiempo a fijarme en el botones, era un muchacho joven de unos 20 años, pelo negro corto, 1.70 aproximadamente, delgado y un tanto desgarbado. Vestía con el uniforme correspondiente y se mostraba atento y disciplinado. Por fin llegamos a la séptima planta, tomo mi equipaje y me indicó que le siguiera, fui tras él hasta llegar a la habitación 712. Me abrió la puerta y me entró el equipaje. Entré y cuando busqué alguna moneda para dársela como propina me di cuenta que no llevaba ninguna, me disculpé por no poder darle nada pero le prometí que antes de irme tendría la propina que se merecía, agradeciéndole su ayuda me despedí de él.

Una vez en la habitación, saqué la ropa de la maleta y la dejé en el armario, separé la que me iba a poner para cambiarme y fui al cuarto de baño a darme una ducha. Me desnudé y me di una refrescante ducha. Cuando terminé me puse el albornoz y me tumbé en la cama para descansar un poco.

Eran cerca de las dos del mediodía y tenía que ir a comer. Me quité el albornoz, me puse la ropa interior, unas braguitas bastante pequeñas aunque sin llegar a ser un tanga, y un sujetador sin tirantes, las dos piezas de color blanco. Encima me puse una falda azul marino, corta pero no tanto como una minifalda aunque sí bastante ceñida y una blusa rosa pálido. Como calzado unos zapatos negros sin tacón.

Salí de la habitación y fui hacia el ascensor, llamé al ascensor y esperé a que llegara. Cuando se abrieron las puertas, al ir a entrar me di cuenta que dentro estaba el mismo botones que me había acompañado antes, lo saludé y le dije que iba al restaurante a comer. Me recomendó un plato de pescado que era la especialidad del restaurante, le agradecí la recomendación y le avisé que no se me había olvidado mi deuda.

No sé si fueron imaginaciones mías pero, noté como no podía evitar recorrerme con su vista de arriba a bajo, sentí una mirada un tanto viciosa y deseándome, pero como digo puede que solo fuera mi imaginación.

Llegamos a la planta baja, me despedí del muchacho y fui hacia el restaurante, una vez allí me senté en una mesa y pedí la comida, seguí el consejo y uno de los platos fue el que me había recomendado el botones.

Durante la comida el botones vi varias veces al botones en el restaurante, siempre fijando su mirada en mi cada vez que pasaba, incluso me dio la sensación de que cuando yo no miraba se paraba a observarme y cuando yo levantaba la cabeza, rápidamente él desviaba su mirada. Como digo esto sucedió en varias ocasiones a lo largo de la comida, en un principio me resultó un poco molesto que estuvieran observándome pero pensé que no debía darle mayor importancia y que si le apetecía y gustaba mirarme pues que lo hiciera.

Terminé y me volví a mi habitación, al subir al ascensor, casualmente al instante entro "mi" botones, aunque sinceramente creo que no fue ninguna casualidad sino que me estaba siguiendo y buscando estas situaciones. Lo saludé, me devolvió el saludo con la voz algo entrecortada denotando cierto nerviosismo y excitación y pulsó el botón a la séptima planta. Dentro de del ascensor estábamos los dos a la misma altura, en la parte trasera de la cabina y, como soy un poco traviesa y sabiendo que al muchacho le gustaba observarme decidí alegarle un poco la vista. Disimuladamente me fui adelantando de forma que lo deje detrás de mí ( era una cabina bastante amplia ), una vez en el punto calculado fingí que me ajustaba los zapatos, me incliné hacia adelante, flexionando ligeramente las rodillas con el objetivo de exponerle mis posaderas lo más nítidamente al botones, y enfoqué estas hacia su persona. La puerta delantera del ascensor era metálica y casi hacía las veces de un espejo por lo que, disimuladamente miré a la puerta donde se reflejaba el botones y recreándome en el movimiento me fijé en el efecto que le estaba causando a mi acompañante. En el mismo momento que me adelanté sus ojos se clavaron en mi trasero y en el momento que me incliné se le pusieron los ojos como platos mientras se relamía de excitación y no podía evitar un movimiento compulsivo de su pelvis. Tenía las manos dispuestas como si de un momento a otro fueran a parar a mi trasero, a manosearlo y satisfacer sus deseos táctiles. Evidentemente no lo hizo pero creo que la tentación fue muy fuerte.

El ascensor paró y se abrieron las puertas, me despedí del botones y me fui a mi habitación. Una vez dentro me sentí un poco culpable por lo que había hecho, pobre muchacho, pero no podía dejar de reconocer que me había divertido hacerlo y si se prestaba la ocasión volvería a repetirlo, hay que ver que perversa que soy.

Una vez que descansé un poco, tome el cuaderno de notas y me fui a la dirección donde debía realizar mi trabajo. Casi tres horas duró la reunión, estábamos todos cansados y dimos por finalizada esta primera sesión quedando emplazados para el siguiente día.

De vuelta al hotel y por supuesto me encontré con mi inseparable botones, un saludo por aquí, un saludo por allá y unos ojos que me devoraban, no podía evitarlo y parecía que cada vez que me veía estaba más excitado. Se me estaba ocurriendo un malvado plan y lo iba a poner en práctica. Le dije al botones que por favor me acompañara a mi habitación que iba a saldar mi deuda. Subiendo en ascensor me puse pegado a él propiciando el contacto. Podía notar como su respiración era acelerada y su frente brillaba por el sudor provocado por el nerviosismo. Al llegar a mi habitación le invité a entrar y le dije que esperara un momento mientras me cambiaba de ropa. Entré en el cuarto de baño y dejando entreabierta la puerta empecé a desnudarme. Me puse de espaldas a la puerta de forma que mirando hacia el espejo podía ver al botones sin que el se diera cuenta. Evidentemente, ahí estaba él, mirando fijamente e incluso se acercó más a la puerta para verme más de cerca.

Empecé por la blusa, me desabroché todos los botones lentamente provocando al botones mirón, sensualmente me quité la blusa y la dejé en el suelo, luego continué con el sostén, pausadamente lo desabroché y ya estaba suelto, también lo dejé en el suelo a la vez que miraba el espejo comprobando el estado del muchacho. Tenía una cara de excitación y vicio que no podía ocultar, con la mano en su "paquete" por manoseándolo con nerviosismo por encima del pantalón y con unos ojos que parecían salirse de sus orbitas.

No contenta con lo que ya estaba provocando, desabroché la cremallera de mi falda y la deslicé suavemente hacia abajo a la vez que acariciaba mis nalgas y muslos. El botones tenía cara de no creer lo que estaba viendo, un strip-tease en vivo y en directo solo para él. Su cara estaba colorada y tenía una tremenda excitación. El que echara mano de las pequeñas braguitas con intención de quitármelas no ayudó mucho a calmar su excitación, todo lo contrario, ya estaba viendo como se deslizaban por entre mis piernas y dejaban visible a sus ojos toda la parte posterior de mi cuerpo descubierta, un cuerpo maduro pero todavía apetecible para un muchacho como el botones.

Para darle tiempo a que me contemplara más me puse a peinarme, me recreé con el peinado, mientras él no pudo evitar meterse la mano por dentro de su pantalón, agarrarse su pene y empezar a sacudírselo. Se le notaba que estaba disfrutando con las vistas, unas hermosas y maduras nalgas se le ofrecían para el deleite de su vista y su imaginación, un experimentado cuerpo desnudo se le estaba mostrando en todo su esplendor. Por un momento pensé en darme rápidamente la vuelta y cogerlo "in fraganti" y ver cuál era su reacción, pero preferí dejarlo terminar, ya estaba bien de maldades por hoy. Seguro que a él también le hubiera gustado verme por delante aunque, claro está, sin ser visto y permitiéndole continuar su placentera tarea. Y por supuesto que le hubiese gustado que se produjera contacto físico entre nosotros, pero sabía que eso era mucho pedir y se conformó con contemplar el regalo.

La expresión de su cara y un grito silencioso de placer me indicaron que ya había terminado su "auto-masaje". Deje pasar unos segundos para que se recuperara, me puse el albornoz y salí del cuarto de baño.

Allí me lo encontré, todavía sonrojado y con una mancha en el pantalón. Sólo una pequeña maldad más, le indiqué que se había manchado el pantalón, a lo que él, adquiriendo un color rojo tomate, me dijo que probablemente había sido en la cocina. En la cocina, sí, sí, seguro que había sido allí, jeje, no se imaginaba que yo sabía perfectamente cual era el origen de esa mancha.

Hice como que buscaba las monedas que le había prometido pero como seguía sin tenerlas me disculpé y le emplacé para el día siguiente por la mañana antes de marcharme.

Después de marcharse, con un sentimiento de culpabilidad, pero divertida y por qué no decirlo, también excitada, repetí imaginariamente lo sucedido, recreándome en las expresiones de su cara y en los movimientos compulsivos de su pelvis y de la mano sobre su pene. Yo me divertí y el se lo pasó bien, tampoco había sido tan mala, ¿ verdad ?

Al día siguiente, esperando la llegada del botones a por su propina, como no tenía monedas sueltas pensé en darle un billete, así que saqué del bolso el monedero y de éste el dinero que le iba a dar. Le iba a dar una buena propina por la diversión que me había proporcionado.

Mientras esperaba su llegada, pensé en montarle otro numerito como el día anterior pero me pareció excesivo y lo dejé estar, pero dentro de mí había necesidad de algo más aunque no quisiera prestarle atención.

Unos golpes en la puerta me indicaron que ya había llegado el botones, abrí la puerta y allí estaba él, le invité a pasar y cerré la puerta. Fui a por el dinero, lo cogí y me dirigí hacia él.

Cuando estuve frente a él y me disponía a darle la propina monetaria, me quedé paralizada mirándolo, en un instante por mi cabeza pasaron todo tipo de ideas hasta que seleccioné una de ellas y la puse en práctica. Me arrodillé frente a él y mientras con una mano le introducía el dinero en el bolsillo del pantalón, con la otra le bajaba la cremallera del pantalón. Ante esto, el botones, se quedó paralizado, con una cara de sorpresa difícil de describir. No se movió ni un centímetro, permaneció inmóvil dejándome hacer. Yo continué bajándole los pantalones y luego los calzones. Su pene se debatía entre la erección provocada por la excitación y el amorcillamiento debido al nerviosismo. Pero entonces, ahí entraba yo en juego, empecé a acariciar suavemente su, en ese momento, morcilloso pene. Estaba acurrucado y como escondiéndose de timidez pero rápidamente respondió a mis caricias. un suave masaje desde los testículos a la punta del pene que lo hacían crecer. Según crecía, el masaje se iba haciendo más vigoroso hasta que estuvo lo suficientemente grande como para poder agarrarlo con toda la mano. Una vez en asido de esta forma, continué el masaje del falo, arriba y abajo, ejerciendo con una presión variable sobre él.

El botones empezó a resoplar, esto y el tamaño de su verga me indicaron que había que pasar al siguiente nivel. Agarré el pene por la base y acerqué mi boca a la cabeza del mismo, un suave beso con mis labios hicieron que se tensara violentamente, seguidamente, un sutil bocadito en la puntita hizo que el propietario del instrumento emitiera un jadeo contenido. Inmediatamente después y a modo de caramelo introduje la cabeza del pene entre mis labios y empecé a succionar suavemente y mientras giraba la boca sobre ella. Estuve así durante unos instantes viendo como estaba disfrutando el botones, pero cogiéndolo por sorpresa, cambié el movimiento e introduje todo su pene en mi boca. Un grito de placer que ya no pudo contener se le escapó y todo su cuerpo se vio sacudido. Con el falo dentro de mi boca y embadurnándolo con la saliva empecé a mover la cabeza adelante y atrás a la vez que mi boca recorría el pene de dentro a fuera. Con estos movimientos el botones comenzó a jadear sin parar, el nivel de excitación que tenía era máximo y estaba a punto de explotar. Para hacerlo terminar cambié la presión que con mis labios ejercía sobre su pene, aumentando la intensidad y el ritmo de succión. La suerte estaba echada, el jadeo era más intenso y expresivo, estaba llegando, solo un lengüetazo más alrededor del pene mientras me lo introducía todo dentro de la boca y lo haría explosionar. Así fue, al tragarme, literalmente, el pene enrollado en mi lengua, el botones lanzó un incontenible grito de placer, momento que aproveché para sacármelo de la boca y dejar que expulsara todo el lechoso jugo. El pene empezó a bombear el líquido casi sin darme tiempo a retirar la cara, de forma que me alcanzó uno de los lanzamientos en la mejilla y se deslizó por toda la cara hasta el cuello. Mientras esto sucedía, él no dejaba de emitir gritos y jadeos representativos del placer que estaba experimentando. Sólo duró unos segundos pero fue un momento muy intenso para "mi" botones particular.

Una vez que terminé y él se recuperó, nos limpiamos y nos preparamos para salir de la habitación y continuar cada uno con su tarea. No nos dijimos nada más salvo la despedida al salir del hotel. Yo me marché a la estación de tren y él se quedó el hotel preguntándose si lo que había sucedido era real o sólo imaginaciones suyas. Me gustaría pensar que guardó el billete que le di de propina como recuerdo de aquel momento, pero quien sabe a lo mejor se volvieron a repetir más momento como ese, ¿ quién sabe ?