El bombón de la discoteca
De cómo me llevé a la cama al bombón de la discoteca
Nada más entrar en la discoteca me fijé en ella, una chica espectacular, alta, delgada, pelo largo y liso, largas piernas coronadas con un bonito culo y, en su preciosa cara unos labios gruesos muy apetecibles que hacían de su cara una delicia de bombón. Ella bailaba, desinhibida y desplegando una atractiva sonrisa, en el centro de la pista rodeada de lo que, en principio, parecía un grupo de amigos.
Yo y mis compañeros de trabajo celebrábamos una de esas típicas comidas de Navidad usuales por esas fechas y me encontraba tomando un Brugal con piña con la espalda apoyada en la barra mirando hacia la pista de baile donde esa belleza atraía mi atención y múltiples miradas del resto del aforo masculino y, en estos tiempos que corren, por qué no decirlo, también de alguna que otra fémina navegando entre los celos y el deseo.
La verdad es que estaba ya algo cansado de tanta conversación sobre ordenadores así que, sin avisar a mis compañeros, me dirigí a la pista de baile aprovechando que sonaba una canción de Shakira con la intención de ver más de cerca a aquella diosa que me tenía embelesado mientras, de paso, podía menear el esqueleto un rato al compás de la música.
Ella era bastante más alta de lo que creía porque, aunque llevaba zapatos con muy poco tacón, le sacaba una cabeza a la mayoría de las chicas aunque estas llevaran unos taconazos infinitos. Mi mente empezó, al ritmo de la música, a divagar e imaginarme al bombón bailando pegadito a mí mientras mis manos recorrían el vaporoso vestido negro que llevaba encima y que le quedaba como un guante. Ciertamente, esa chica me estaba poniendo cachondo con su figura y esos bailes tan sensuales y provocativos que se marcaba al ritmo de las canciones pegadizas que sonaban a un volumen más bien alto para mi gusto.
En esas estaba cuando nuestras miradas se cruzaron y se mantuvieron durante unos segundos y aproveché para guiñarle un ojo mientras le sonreía. Ella me devolvió, coqueta, la sonrisa y se dio la vuelta para seguir bailando con sus amigos. El primer paso ya estaba dado y, ahora, con mi corazón a mil por hora por esa sonrisa, estaba decidido a seguir el juego de las miradas para ver hasta dónde nos llevaba así que, con gesto decidido y sin dejar de bailar, recorrí, una vez más, el cuerpo de la chica y cada vez que nuestras miradas se cruzaban le sonreía o le intentaba poner una cara que mostrara que, lo que veía, me gustaba sobremanera.
No sé cómo ni por qué pero ella entró en el juego devolviéndome miradas y sonrisas e, incluso, sosteniéndome la mirada hasta hacerme mirar para otro lado durante un instante para, cuando volvía a mirarla ella, sonreírme victoriosa.
Como mi copa se había acabado decidí volver a la barra con mis compañeros para pedir otra pero, sobre todo, para ver cómo reaccionaba aquella misteriosa y atractiva mujer ante mi retirada simulada. A los cinco minutos, aquella chica estaba pidiendo un gin-tonic en la barra justito a mi lado.
– ¿Perdona, guapa, me permitirías invitarte a ese gin-tonic? – le dije aprovechando que estaba a mi lado.
– Mira, guapito de cara, ¿ves aquel hombretón con cara de cabreado que está mirando para acá ahora mismo? ¿Sí, verdad? Pues es Jaime, un amigo que se enfada mucho si alguien me molesta – me dijo con falso aire de resignada
– No te preocupes, yo te invito a la copa y tu amigo no tiene que enfadarse porque yo no te voy a molestar... si tú no quieres. Al fin y al cabo, me gustaría invitarte por el buen rato que me has hecho pasar con tu forma tan adictiva de bailar y moverte. Es una forma de agradecimiento simplemente, no espero nada a cambio, no te preocupes... Bueno, sí, me conformo con que sigas bailando y me dediques alguna sonrisa de vez en cuando. – le dije mirándola fijamente a los ojos y poniendo un billete de cincuenta euros sobre la barra para que se cobrara el camarero.
– ¿Nada más? – me preguntó mientras asentía al camarero para que se cobrara.
– De momento. – le dije guiñándole, de nuevo, un ojo.
Unos segundos después se encontraba, de nuevo, bailando en el centro de la pista junto a sus amigos mientras un compañero de trabajo me preguntaba por mi conversación con aquel bombón de un metro setenta y ocho centímetros y piernas infinitas que, tras hablar conmigo, había contoneado su culo de esa forma mientras caminaba hacia la pista de baile.
Tras varias miradas furtivas y sensuales por su parte devueltas, con la misma intensidad, por mí les dije a mis compañeros, a modo de pique, que cómo eran tan sositos de no pegarnos ni un baile y vivir siempre pegados a una barra con el fin de hacerles cómplices de mi juego sin que lo supieran. El intento me salió bien porque la mayoría me siguieron y en un par de canciones ya bailaban desinhibidos cada uno con su estilo más o menos acorde al ritmo de la música.
Allí en medio de la pista, rodeada de sus amigos, seguía ese bellezón bailando y desplegando a diestro y siniestro esa sonrisa que me tenía cautivado y de la que no podía separar mis ojos. En un momento dado, sin dejar de bailar, se dio media vuelta, me miró y me volvió a sonreír mientras miraba al grupo de compañeros que bailaban junto a mí.
– Te has traído mucha ayuda, ¿no? ¿Qué pasa que tú solo no te atreves o qué? – me preguntó con sorna mientras mostraba una sonrisa maliciosa
– No, no, no. Qué va, bonita. ¡Es que ellos también querían verte de cerca! – le contesté
– Eres rápido de reflejos, eso me gusta – me dijo mientras reía ante mi respuesta
– ¿Tan rápido como para raptarte de tus amigos sin que se den cuenta? – le pregunté a bocajarro
– Prueba… – me dejó caer mientras volvía, danzando al ritmo de la música, con sus amigos.
En esas estaba con la sonrisa en la boca y pensando en qué hacer para ‘raptarla’ sin que los amigos dijeran nada cuando, de repente, ella se dirigió al servicio. Sin pensármelo dos veces seguí sus pasos y cuando abrí la puerta que daba a un descansillo en el que se separaban los servicios masculinos y femeninos me la encontré delante de un espejo pintándose los labios de rojo pasión.
– A ti no te hace falta mucha pintura. Tienes una cara preciosa al natural – le dije señalando con mi barbilla en dirección al pintalabios.
– Gracias por el cumplido – me dijo mientras sacaba del bolso una muestra de perfume y se la echaba en la zona del cuello cerca de las orejas – Veo que no te rindes fácilmente… eso también me gusta – me dijo mirándome a los ojos
– Ya son dos cosas las que te gustan pero… espera – le dije mientras acercaba mi nariz a su cuello con el fin de oler el perfume – Me encanta como hueles – le espeté mientras aprovechaba para volver a acercarme a ella y, esta vez, darle un pequeño muerdo en el cuello.
– ¿Me vas a raptar a mordisquitos en el cuello? – me preguntó
– No, esto es el principio de un secuestro muy lento y muy largo, relájate y disfruta – le dije mientras le rodeaba el cuello con un brazo, le tapaba los ojos con la mano y aprovechaba para besarla suavemente en los labios. – Ahora vas a hacer exactamente lo que yo te diga – le susurré al oído – vas a entrar en el servicio, vas a quitarte la ropa interior y vas a metértela en el bolso. Luego saldrás y seguirás bailando con tus amigos hasta nueva orden.
Me fui a la barra y pedí otro pelotazo poco cargado como a mí me gusta y esperé a que ese bombón saliera. Ella, al pasar por mi lado camino de la pista, me miró sonriendo y dijo “hola secuestrador”… pero su voz delataba nerviosismo… uffffffffffff hacía años que no me sentía tan vivo. Me senté en un taburete e intenté intuir si sería cierto que se había atrevido a quitarse las bragas. De pronto, me fijé que dejó el bolso en un sillón junto al que había muchos abrigos. Me armé de valor y me senté en un sillón cercano al que se encontraba su bolso y, en un momento de descuido, abrí el bolso y me cercioré que allí estaban, las tomé en mi mano sin apartar la mirada de ella, que simulaba bailar.
Dejé pasar unos minutos y me acerqué y le ordené con voz autoritaria que en cinco minutos estuviera en la puerta de la discoteca.
Desaparecí sin decirles nada a mis compañeros de trabajo y salí de la discoteca para situarme a unos cincuenta metros de la puerta. En apenas dos minutos se encontraba esperando en la puerta, no me había visto así que, sigilosamente, me acerqué por la espalda y le tapé los ojos mientras acercaba mi boca a su oreja derecha mientras le decía que se dejara llevar.
La llevé con los ojos tapados con la mano hasta mi coche y una vez allí le mordisqueé el cuello mientras le decía lo mucho que me gustaba y que como no me había hecho caso había tenido que raptarla. Aproveché para, mientras le decía esto, pasar mis manos por sus piernas, la parte interior de sus muslos, desde las rodillas hasta su culito evitando su sexo… y de nuevo a volver a sus gemelos.
- “Secuestrador…” dijo jadeando
- “Ssssssssssssssshhhhhhhhh, tú relájate” – dije yo
- “Es que me voy a mojar el vestido” - dijo con un hilo de voz
- “Pues súbetelo” – la situación era morbosa y arriesgada, pues cualquiera podía mirar por la ventanilla, pero ella fue obediente una vez más y se subió el vestido dejando a mi vista un coñito depiladito y muy bien arreglado
- “Vaya, vaya… si no llevas bragas, las chicas bien no hacen esto…” - me hice el sorprendido para picarla
- “¿Y quién te ha dicho que soy una chica bien, Sr. Secuestrador?”
- “jajajjajajjajajjjaa ya veo lo que eres” - dije dándole un pequeño azote a su culito redondo - “tenías razón, has mojado un poco el vestido”
Aproveché para vendarle los ojos con mi bufanda mientras le ordenaba que no se bajara el vestido ni se quitara la venda o, de lo contrario, me vería obligado a hacer algo de lo que se arrepentiría. Arranqué el coche y en veinte minutos estaba aparcando en el garaje de mi chalet. Por el camino, en cada semáforo que paraba aprovechaba para rozarle las piernas y darle mordisquitos en los labios o el cuello sin que ella se lo esperara.
Una vez en casa, nada más traspasar la puerta de entrada le di un morreo mientras con mis manos aprovechaba para sobarle, por encima del vestido, el culito tan apetitoso que tenía. La senté en un sofá de tres piezas mientras yo le decía lo bien que me lo iba a pasar haciéndole todas las guarradas que se me pasaran por la cabeza. La empujé un poco hacia adelante, inclinándola y, con un movimiento de mis piernas, la obligué a abrir ligeramente sus piernas. Yo seguía sentado a su lado. Era impresionante verla, nuevamente con el vestido por encima de la cintura y los ojos vendados aún con mi bufanda. Entonces comencé a tocar su sexo… cuánto había deseado este momento, me encantó sentir el tacto de su coño completamente depilado y sí, también estaba completamente empapada… se estremecía con mis caricias.
La verdad es que yo también estaba tan excitado que tuve que parar el ritmo de mis caricias varias veces pero, al tiempo, volvía a jugar con su clítoris, hacía círculos alrededor muy suavemente... ella movía su cintura en círculos como queriendo que mis dedos fuesen más incisivos, pero yo la obligaba a estarse quieta… me encantaba mandarla y llevar la voz cantante de la situación. Casi sonaba más el ‘chip chip’ de mis dedos al introducirse en su coñito caliente que sus jadeos callados. Quería ir despacio pero estaba muy excitado así que me puse detrás de ella e intensifiqué mis caricias. Ella estaba tan excitada que estaba a punto de correrse, así que me senté a su lado, la tumbé y me puse a jugar con mi polla sobre su culito. Ella seguía gimiendo y empezó a moverse hacia mí, intentando clavarse ella sola. Parece que estaba ansiosa, así que le di un azote en tu culito redondo y dije “eres lo peor”… y contestó “ummmmm tú también eres lo peor... mira cómo me tienes, a una pobre secuestrada”...
Yo también estaba muy empalmado... así que la cogí de la cintura y la acerqué mucho hacia mí diciendo bajito en su oído “¿cómo te tengo? Mira cómo me tienes tú… esto es por ti” Ella sentía mi polla verticalmente a lo largo de su desnudo culo... y así me dediqué un rato a besar su cuello. Estábamos desatados. Dije “voy a follarte bombón, te voy a dar todo lo que te debo por haberme puesto así con tus bailes” y la incliné un poco más… puso sus manos sobre la mesa. En esa posición primero rocé mi polla por su culito y su coñito, estaba ardiendo… uffffff comencé a meterla un poquito, no lo pude evitar, pero fueron unos segundos y la saqué mientras le preguntaba si tomaba la píldora.
- No te preocupes por eso, está controlado – me dijo
Ella se quedó quieta, esperando. Me moría por ver su carita de ansiedad y de vicio, pero en mi posición sólo veía su perfil… cómo se mordía el labio… me separé un poco para mirar su coñito desde atrás... precioso, algo hinchadito… y ella guapísima, inclinada hacia adelante, esperando… se moría de ganas, lo notaba en su respiración, así que la hice esperar unos segundos más hasta que dijo “quiero que me folles YA!”
Entonces la di una palmadita en su precioso y redondo trasero, desnudito para mí, y dije “eso no lo dicen las chicas bien!, pero te follaré igualmente”. Comencé a meterla en su intimidad. Estaba completamente preparada para mí, así que aunque comencé despacio, poco a poco fui entrando y saliendo cada vez más profundo. Notaba como su coño se iba adaptando a mí, muy muy húmeda… me volvía loco sentir como gemía, ummmmmmm.
Estuve un poquito follándola suave y profundo, de forma cariñosa… le decía que era una preciosidad y que me lo había pasado genial viéndola bailar, porque “es lo peor, pero es mi secuestrada”… ella se clavaba en mí, siguiendo el rimo, y miraba cada poco para verme detrás de ella dándole. Se mordía el labio inferior… Pasaban los minutos y decidí intensificar todo el movimiento. Tomé un papel más rudo, la sujeté bien de las caderas y comencé a follármela mucho más fuerte. Mas fuerte y más rápido… ella comenzó a jadear más y más y dando un pequeño gritito sentí como todo su cuerpo se contraía en un profundo orgasmo. Tuve que tapar su boca y seguir haciendo mi trabajo para que fuese más largo su momento.
La verdad es que yo también estaba a punto y quería dejarme ir pero deseaba que la noche fuera larga, aun así … se la clavé hasta el fondo y la sujeté fuerte de las caderas para que estuviese quieta… Uffffffff según le daba mis descargas, no podía parar de pensar en qué culo tan bonito tenía y que ahora estaba en mis manos….