El Bolas

Espero que te corras leyendo esto...

Era un muchachote alto y delgado. Ya se afeitaba aun cuando no tenía más de 17 años y a veces iba por ahí con una cara de borrachín sin afeitar y recién despierto de una resaca. Por su expresión podía achacarsele todos los vicios juntos.

A mi me agradaba porque era amable, tierno, cariñoso con los chavales. Compartía con nosotros caramelos cuando los tenía, jugaba con nosotros al balón y hasta nos invitaba alguna vez a bañarnos y a enseñarnos a nadar. Por eso había visto sus largas piernas llenas de largos vellos negros, tan negros como las largas uñas de sus enormes pies. Tenía una cintura estrecha y las costillas se podían contar en sus costados, los hombros más bien estrechos y una columna que casi se salía de su espalda. Vamos, que el chaval era realmente flaco. No llamaban menos la atención sus axilas, cada una de las cuales tenía prácticamente un moño oscuro debajo, del cual corrían gotas de agua cuando salíamos del baño y también cuando jugando sudaba como un cosaco a través de sus polos sin mangas y con un amplio rebaje bajo los brazos.

Esa tarde estaba yo allí, solo, sentado al sol, aburrido sin saber por qué no había aparecido por el barrio ninguno de los compadres de juerga y baño, cuando le vi aparecer en la esquina, caminando inseguro y casi dando tumbos. Sonreí y pensé que había estado bebiendo más de la cuenta. Y así era. Se había empleado en una construcción y los mayores, en plan broma, lo habían desafiado a beber cervezas. El, con tal de no quedar de poco hombrecito, se había zampado varias y la verdad es que no tenía costumbre de beber más de la cuenta. Solo su cara mal afeitada tenía de borrachín.

Al pasar por mi lado me ofrecí a acompañarlo a su casa, bueno, al cuarto que alquilaba y en el cual vivía solo e independiente. Nadie le conocía más familia que la vieja aquella que se decía su tía y que tenía un comercio cerca. Subimos al cuarto y se tiró en la cama cuan largo era, con brazos y piernas abiertos, como derrengado. Me ofrecí gentilmente para ayudarle a desvertirse... mi intención era tener con él más intimidad, más cercanía, me atraía enormemente como hombre, como macho y a su lado, como al lado de la mayoría de mis compañeros me sentía más débil y necesitado de protección. Empecé por levantarle la pierna que le había quedado colgando fuera de la cama y tomándole el tennis se lo desaté y saqué cuidadosamente. Esperaba sentir un poco grato aroma pero en realidad sus pies solo olían a limpio. Quité entonces también su calceta mientras él expresaba su agrado con un resoplido. Luego lo mismo con el otro pie y ya en confianza le abrí el cinturón y el pantalón diciéndole que se incorporara un tanto para bajarle el pantalón. El, obediente, levantó la pelvis y me dejó tirar el vaquero y quitárselo brindándome una sonrisa de agrado y alargando los labios como quien lanza un beso de gratitud.

Medio sentándose en la cama, apoyado en un codo me pidió que le quitara el polo, cosa que hice con mucho placer porque eso me permitía acercarme a su cuerpo y sentir su calor y su olor. En realidad olía a sudor de macho y a cerveza... olor embriagante para mi sexualidad naciente que me ponía a mil... en realidad yo deseaba con la cabeza, el corazón, y todo el cuerpo ser poseído por ese niño-hombre, como lo había imaginado muchas veces en mis ensoñaciones eróticas que las tenía y muchas pese a mis escasos 13 años.

Tal vez él captó el mensaje de mi cuerpo, tal vez quiso aprovechar la ocasión, no lo se, la cuestión es que me ordenó acostarme a su lado. Poniendo su brazo bajo mi cabeza y cogiéndome de un hombro me acercó a su cuerpo mientras con su otra mano me acariciaba las mejillas, la barbilla, el cuello. Yo sonreía nerviosillo. Entonces tomó mi mano y se la pasó por su propia cara, áspera de barba sin afeitar y luego metió mis dedos en su boca mordiéndolos, sin dejar de mirarme fijamente...

Como yo me dejaba hacer, él se atrevió a más y acercando su cabeza a la mía, me besó en los labios suave y tiernamente... mientras su lengua recorría mis labios, y luego buscaba entrar en mi boca poco a poco. Yo lo dejaba hacer, sin atreverme a responder sus caricias.

-¿No te gusta?, inquirió.

-Sí me gusta, dije casi sin voz.

Esto le dio ánimo para seguir y mientras me besaba y babeaba mi boca su mano recorría mi cuerpo, empezando por mi cuello, siguiendo por mi pecho, pellizcando suavemente mis pezones, sobando mi barriga y bajando luego a mis muslos, abriéndome las piernas y pasándome la mano desde el culo hacia el ombligo. Luego se volvió hacia mí y volviéndome también a mí hacia él hizo que quedáramos frente a frente en la cama, agarrándome del culo me acercó a su cuerpo y sentí bajo mis huevos y en mis muslos la dureza de su paquete. Sosteniéndome así, pegado a su cuerpo me besó muy eróticamente y con más pasión. Yo sentía agrado, curiosidad, sensaciones diversas y deseos de más, puesto que era la primera vez que me acariciaba con alguien de ese modo y sobre una cama.

Entonces empezó a desnudarme. Me quitó lentamente el polo, me quitó el short y luego ante mi azoro me fue sacando lentamente, con una mano, el breve slip... Yo me sentí avergonzado de estar así desnudo a su lado, sentía vergüenza incluso delante de mis compañeros si alguna vez teníamos que vestirnos o desvestirnos unos frente a los otros, pero a la vez tenía una enorme sensación de placer al estar desnudo pegado a su cuerpo y esperaba y deseaba que él también se quitara el calzoncillo.

Pero él seguía besándome y entrelazando sus velludas piernas con las mías suaves. Me levantaba las piernas, sin dejar de besarme, tomándolas por los muslos para acariciarme los pies, los deditos, la pantorrilla, el muslo y continuar hasta la rajita de mi culete. Yo me reía fingiendo más cosquillas de las que sentía, haciéndole ver a la vez el placer que sus caricias me provocaban.

De pronto se incorporó y se me echó encima. El peso y el calor de su cuerpo me hicieron sentir una agradable sensación de mareo y entonces inició conmigo un morreo libidinoso y caliente de claro sentido sexual, lo que me hizo elevarme a las nubes. Me sentía una hembra poseída por su fuerte macho y esa sensación me era sumamente agradable. No sabía como responder a sus caricias y solo atinaba a acariciar su espalda con mis manos regordetas, pequeñas y suaves.

Entonces, con las rodillas entre mis piernas, me las abrió y empecé a sentir el roce de su paquete entre ellas y cuando con sus brazos me las empezó a levantar, el roce lo sentía en la raja de mi culo que pedía sensaciones más y más fuertes. Al rato de estar ambos así, se levantó de la cama, se puso al costado y levantándome a mí me dejó sentado en el borde, con mi cabeza en su cintura, y tomándomela con ambas manos empezó a restregar mi cara por su paquete. De abajo hacia arriba y de un lado a otro. Por encima, por sus ingles, por su entrepierna.

Me agradaba y mareaba placenteramente el olor que sentía en esa parte de su cuerpo. Olor a polla de hombre, a sudor, ligero olor a orines y a sudores de sus huevos y sus pelos que sobresalían por los bordes del calzoncillo en sus muslos. Soltándome la cabeza una de sus manos, se bajó el borde del slip y me dijo que pasara mi lengua suavemente por sus pelos del pubis, y mi lengua golosa lamió la profusa champa de pelos negros que tenía allí y que subía como camino de hormigas hasta su ombligo.

Luego sacando la polla, que entreveía enorme porque nunca había visto una polla desarrollada y erecta, me dijo que se la besara, que se la chupara toda. Se bajó el calzoncillo hasta las rodillas, se abrió de piernas y volviendo a coger mi cabeza me la restregó por sus muslos, por sus ingles, por sus pelos, desde el mismo culo, subiendo por los huevos hasta la punta de la polla.

Me hizo abrir la boca y me la puso entre los labios ordenándome que se la chupara, que con la lengua jugueteara con ella y yo sentía junto a su delicioso sabor, su olor, su suavidad y tersura y al mismo tiempo su dureza porque la tenía como un verdadero garrote y cuando me apretaba la cara contra su cuerpo le salía por el ojete de la polla un largo hilillo de líquido incoloro, espeso, que me sabía áspero y dulce. Yo, no entrenado, no sabía si chupar, lamer, succionar su polla o tragar ese líquido delicioso.

Cuando lo creyó suficiente, terminó por apartarse de mí, quitarse totalmente el calzoncillo y tirándome hacia atrás, me levantó las piernas y se agachó a lamerme el culete, mientras su lengua me penetraba el hoyito y me hacía estremecer de placer. Entonces, cuando ya no podía más de lujuria, me cogió, me puso boca abajo en la cama y se me echó encima, abriendo mis piernas con sus gruesas rodillas, haciéndome sentir sus ásperos pelos y con la mano fue guiando su polla a mi entrada, que ayudada por uno de sus dedos, apuntó certeramente en mi blanco y fue empujando lentamente, haciéndome sentir como su grueso, largo, cabezudo, duro y tierno falo me iba penetrando poco a poco, lento pero seguro mi culito virgen.

No me dolía, solo sentía como resbalaba dentro de mí ese rico y jugoso cuerpo cilíndrico. Cuando sintió que ya había entrado, retiró la mano y se echó con todo su cuerpo sobre mí. Entonces sentí la profunda clavada de su polla en mi recto y entonces sí que me dolió haciéndome gemir... Esto, lejos de intimidarlo, lo enardeció más e inició un vaivén, un mete y saca, suave, lento, delicioso... Mi culo parecía explotar, pero estaba gozando todo su cuerpo sobre mí y dentro de mí. Cada una de mis células estaba gozando un macho que me poseía, me sentía más hembra que al comienzo y deseaba seguir así para siempre, debajo de él, sintiendo el peso de su cuerpo y sus labios que recorrían mi cuello, mordisqueaban los lóbulos de mis orejitas, su lengua que cosquilleaba mis oídos, su barba que me rascaba la espalda, su vientre sudoroso sobre mi espalda, sus pelos del pubis sobre mis nalgas, sus piernas ásperas apretar las suaves mías, juntarlas y separarlas a su amaño, sus pies que recorrían rascando mis pantorrillas, sus huevos peludos golpear mi entrepierna y sobre todo y especialmente, su palo taladrando mi entraña, haciéndome gemir cuando se hundía muy profundo y haciéndome gozar cuando rozaba adentro-afuera mi recto, sentía su olor, su aroma a sudor y cerveza, su aliento caliente, sus jadeos, sus estremecimientos... hasta que de pronto fue haciendo más lentos sus movimientos de mete-saca, más y más lentos y quedándose como sin sentido... hasta que su glande empezó a hincharse dentro de mí y mientras todo él temblaba encima de mí, sentí chorros y más chorros espesos y calientes inundarme por dentro que parecían llegar hasta mi barriga.

Al acabar, quedó exhausto su cuerpo sobre mi cuerpo, los brazos abiertos, la cabeza caída entre mi cabeza y la almohada, y resoplando su aliento caliente y oloroso y su corazón latiendo a mil sobre mi espalda. Casi tuve que despertarlo para que se me bajara de encima. Su peso ya casi me ahogaba. Me dolía la cintura con él encima.

El falo, reduciendo solo tu tamaño, fue escapándose de mi culito al que le había roto su virginidad, lentamente y salió todo enjabonado en sus propios líquidos, dejándome con una sensación de placer y vacío a la vez y su semen saliendo de mi cuerpo, chorréandome la entrepierna, corriendo por mi escroto y mojando las sábanas, que serían las únicas, hasta el día de hoy, que conocerían como, cuando y quién me desvirgó tan deliciosamente.

Si eres de Guadalajara, eres activo y te gustaria romperme el culo mi mail es vhs_beta@hotmail.com . Nos vemos bebes.