El beso

Hoy ha sido la primera vez que he besado a un hombre. Aquí os digo cómo.

El beso

Vienes a casa. Traes los apuntes del próximo parcial. Te abro y te invito a entrar. No sé si te has dado cuenta, Carlos, pero he estrenado colonia. Lo he hecho por y para ti. Sugiere frescor. También llevo un slip nuevo decorado con corazoncitos. Sí, ya sé, el slip es una horterada, pero me apetece que riamos juntos. Ayer, cuando llegó tu madre, no tuvimos tiempo de reír, ni de hablar. Ni siquiera de mirarnos a los ojos. Te dije: "¿Estudiamos mañana en mi casa?". Asentiste con la cabeza y me fui. Desde entonces no habíamos hablado. Lógico que esté nervioso.

Nos sentamos en la salita, uno enfrente del otro. Extiendes los folios sobre la mesa. Te miro de reojo. "He de dejar de fumar" rezongas encendiendo un cigarrillo. No lo soporto más.

"Creo que deberíamos hablar de lo que pasó ayer, Carlos".

En ocasiones no hay más remedio que agarrar al toro por los cuernos.

Tragas saliva. Inhalas una bocanada de humo y la dejas escapar por la nariz antes de responder.

"No pasó nada, Gabi"

"¿Nada?"

"Nada".

Te remueves en la butaca.

"Entonces ¿a qué has venido?

"A estudiar".

Te pones en pie y te acercas a él.

"Pues estudiemos".

Le acaricias la mejilla con la mano. Cierra los ojos. Te deja hacer.

"Sí. Estudiemos" conviene con un hilo de voz.

Te sientas en la alfombra. Pasaste el Rubicón. La suerte está echada.

"Ven para acá, bobo. ¿Te gusta mi colonia?".

No respondes, pero sé que te gusta. Se ensanchan las ventanillas de tu nariz en tanto mi mano pasea por encima de tu camisa, saboreando la dureza de tus pectorales.

"Levántate, Carlos".

Lo haces sin abrir los ojos. Me pongo en pie y te abrazo, te estrecho contra mí. No hace falta que hables, tu bragueta habla por ti. Noto tu verga enhiesta, a través de pantalón y slip, como notas la mía. Tus brazos, que descansabas a lo largo del cuerpo, despiertan de su inactividad y se cruzan detrás de mi espalda. Y justo en ese instante, Carlos, te beso en la boca. Por primera vez en mi vida, a los diecinueve meses y tres meses de edad, beso en la boca a un hombre. Precisamente a ti, que me ciñes la cintura y abres los labios dejando que mi lengua guste el sabor de tu saliva.

Me engolfo en el beso. Tu boca sabe a tabaco y a gloria. Creía, pensaba, temía, que tal vez no me gustara besar a un hombre. Conocía el sabor de la boca de las chicas. Era agradable y dulce. Esto es muy distinto. Quema. Abrasa. Hace que el tiempo se detenga y que las manos se vuelvan viajeras. Obliga al corazón a convertirse en metralleta. Sofoca los entresijos del alma. Te beso y mis manos te abarcan los glúteos atrayendo tu vientre hacia el mío. Me besas y atrapas mis glúteos invitándome a encajarme en ti. Nos besamos jugando a que las lenguas se froten y acaricien. Chocan nuestros dientes y nos duelen las mandíbulas de tanto ofrecernos a nuestro mutuo beso. Una eternidad. Dos. Tres. Podrí decirte, si no te estuviera besando, que intuía que había algo más que la novia, que muchas noches, cuando se aflojaba la consciencia, pensaba en ti por más que me resistiera a aceptarlo. Podría decírtelo pero prefiero besarte y que me beses. Aunque

Sin soltarte, sin dejar que me sueltes, intento empujarte al dormitorio. Es como si bailáramos agarrados, íntimamente unidos, y yo hiciera de chico. Cuesta llegar pese a que el trecho es corto, apenas cinco metros. Llegamos al borde de la cama y caemos en ella abrazados, todavía besándonos. Rodamos sobre el cubre.

"Espera. Desnudémonos"

Eres tú quien aparta la boca para hablar. Eres tú el impaciente. Me gusta que lo seas, Carlos. Mucho. Muchísimo. Aunque

"Deja que sea yo quien te desnude".

Carlos: Ayer cuando bajé la cremallera de tu bragueta, supe lo que se siente al ser feliz. Creí vivir entonces una sensación irrepetible. Me equivocaba. Ahora es más fuerte. Más deliciosa. Más total. Quiero verte desnudo, acariciarte entero, hacer resbalar mis manos por tu espalda, chuparte los pezones, lamerte el ombligo, hacer que mis palmas sean nido en que descansen tus testículos, cosquillearte los flancos con las uñas, palpar los recios músculos de tus glúteos, deslizar las yemas de los dedos por la hendidura caliente y vertical que nace donde acaba tu espalda y se resuelve en la gloria de tu entrepierna. Y la verga. Tu verga indómita, desafiante, adorable, mía. Porque quiero que sea mía ¿entiendes? Quiero que la pasees triunfalmente por mi piel, que la abandones en mi boca, que, estando yo de espaldas y ofreciéndome, la encajes en mis nalgas. ¡Tantas cosas quiero!

También estoy desnudo. No hemos tenido tiempo ni ganas de reparar en mi slip de corazoncitos.

"Me gusta tu polla" murmuras con voz ronca.

La abarcas con la mano y comienzas a masturbarme. Sí. ¿Por qué no? ¡Me gusta tanto besarte! Me acaricias la verga, te acaricio la verga y al tiempo nos besamos. Tiempo habrá para caricias más profundas. Vivimos el comienzo de una hermosa amistad.

Acoplamos los ritmos de vaivenes de manos, de vaivenes de lenguas, de vaivenes de fuego que nos quema y endulza. Tengo tu masculinidad en mis manos, Carlos, y te ofrezco la mía. Así, así. Ir y venir de gestos y de gusto. Masturbarte besándote, mientras tú me masturbas…¿Puede haber mejor ocupación en este mundo?

Vamos acelerando la caricia. Noto cómo tu verga es hierro al rojo vivo. Notas cómo mi polla se hincha más si cabe. Me muerdes el labio inferior. Lamo tu lengua con la mía. Y el orgasmo que llega urgente y poderoso, ese primer orgasmo, Carlos, que tú y yo compartimos porque son dos en uno, que se acerca y se agranda. Separamos las bocas porque nos falta el aire y en el momento justo –porque me has esperado- yo medio grito "Carlos", tú medio gritas "Gabi", y luego ya gritamos, o gemimos, o tal vez casi, casi muramos al derramarnos, semen distinto y compartido que hemos batido juntos en el cuenco de nuestras manos, pollas-cañones de carne ardiente disparando al compás esencia masculina, y ese beso de luego que es beso agradecido de carne satisfecha, de alma satisfecha, de Carlos satisfecho, de Gabi satisfecho…aunque tal vez, aunque esa es otra historia que tal vez cuente otro día, la tarde todavía no haya terminado.