El beso
Un beso y lo que implica.
El beso
Hola . . . Otra vez estamos;
tomamos nuestras manos,
unimos nuestros cuerpos,
nos vemos a los ojos,
juntamos nuestros labios;
hasta sentir que el tiempo rompemos en pedazos.
Cada vez que nos vemos,
repetimos el salmo,
no debemos besarnos,
se me nota en el rostro la dicha de besarnos;
mi esposo lo sospecha, no acierto ya a ocultarlo;
te veo y me deshago.
Tus besos, alma en rosa, son mi néctar preciado;
sin ellos pierdo el orden del mundo y sus cuidados;
ni sé si es día o noche, si venimos o vamos;
tus labios son perfumes, teñidos con almagros.
Yo soy mujer casada, con niños y cuidados;
si te miro estremeces mis profundos quebrantos,
se conturban mis soles, mis pulsos resaltando.
¿Qué hacer, Señor.? ¿Ya nunca más mirarnos?
Es igual si una muerte lenta decidiera matarnos.
¿Cómo vivir sin tocar nuestros cuerpos,
sin sentir nuestros labios?
No es posible, alma mía, vivir sin acercarnos.
Escuchar sin sentir tus cadencias y arcanos.
Respirar mil aromas y no oler tus quebrantos.
Brindar y que en la copa no aparezcan tus labios.
Mirar, en noche hermosa, sin tus ojos cercanos.
Si veo yo a tus hijos. ¡Cómo quiero besarlos!
Pero . . ., primero es la familia, y no debo dañarlos;
dame un beso, alma mía. ¿Y nunca más besarnos?