El beso (2)

Primero es la familia, no debemos dañarlos.

El beso

Juntamos nuestros cuerpos con un estrecho abrazo.

Mirándonos los ojos, unimos nuestros labios;

hasta sentir que el tiempo rompemos en pedazos.

Repetimos el salmo cada vez que nos vemos:

se me nota en el rostro la dicha de besarnos;

mi esposo lo sospecha, no acierto ya a ocultarlo.

Tus besos, alma en rosa, son mi néctar preciado;

sin ellos pierdo el orden del mundo y sus cuidados;

ni sé si es día o noche, si venimos o vamos;

tus labios son perfumes, teñidos con almagros.

Yo soy mujer casada, con niños y cuidados;

te miro y me estremeces; te veo y me deshago,

se conturban mis soles, mis pulsos resaltando.

¿Qué hacer, Señor? ¿Ya nunca más mirarnos?

Yo ver la noche hermosa ¿sin tus ojos cercanos?

Respirar mil aromas ¿y no oler tus quebrantos?

Escuchar ¿y no oír tus cadencias y arcanos?

Brindar ¿y que en la copa no aparezcan tus labios?

Sentir, el mundo todo; ¿sin tocarte las manos?

Y si encuentro a tus hijos . . . ¡Cómo quiero besarlos!

Primero es la familia, no debemos dañarlos.

Un beso solo, alma mía . . . ¿Y nunca más besarnos?

Vicente Riva Palacio.