El basquetbolista adolescente

...Debo admitir que al frente de mi short se había manifestado ligeramente mi admiración por ese cuerpo femenino que contrastaba radicalmente con el del chico, pues además ella era de estatura más baja y el chico era alto y bastante robusto...

Hubo una temporada, hace algunos ayeres, en que acostumbraba ir a correr. Aprovechando que rehabilitaron un parque cercano a la casa, comencé a levantarme un poco más temprano para ir a correr un rato. Al principio, apenas podía dar un par de vueltas pero poco a poco comencé obtener un poco más de resistencia. Los sábados y domingos aprovechaba para levantarme un poco mas tarde y fue así que me di cuenta que como a las 9 de la mañana iniciaban las actividades. Había una zona donde practicaban boxeo, una cancha de fútbol rápido, juegos infantiles y una cancha de básquetbol, cada una de ellas se iba llenando poco a poco, hasta que llegaban a estar un poco saturadas, pero por la tarde volvían a quedar casi vacías.

Cierto sábado, me percaté que había demasiada gente como para correr, así que decidí regresar más tarde. Serían como las 5 de la tarde cuando regresé para hacer el calentamiento antes de comenzar a correr. Normalmente, aprovechaba unas bancas que se encontraban junto a la cancha de básquetbol, sin embargo, a esa hora aún estaban jugando algunos chavitos, adolescentes la mayoría de ellos pero bastante altos. Yo aproveché una banca que estaba desocupada para hacer los estiramientos, y fue en ese momento que sentí que me miraban, era una sensación un poco extraña y discretamente me giré para buscar quién lo hacía. Era un chavo robusto y bastante alto pero con una cara que era evidentemente de un adolescente, y en cuanto se percató de que me había dado cuenta que me miraba, volteó su cabeza.

Yo sonreí un poco y comencé a correr. No era un chico que me atrajera, sólo me generaba cierta curiosidad lo penetrante de su mirada, sobretodo que cada que pasaba frente a la cancha él continuaba mirándome de la misma forma. Tal vez era el short que usaba, yo sé que era un short pequeño pero así son los shorts para correr. A la quinta vuelta ya no estaban jugando y a la sexta sólo estaba él sentado en una de las bancas, así que decidí detenerme a la siguiente vuelta. Hice algunos estiramientos en una de las bancas mientras él me miraba, sin embargo, sólo hacía eso mirarme y sonreír de vez en cuando. Por una parte su timidez era evidente, pero contrastaba con el descaro de su mirada. Dándole la espalda separé mis piernas y sin doblarlas me flexioné para tocar mis pies con las manos. Miré por entre mis piernas y noté cómo se acariciaba ligeramente la entrepierna. En ese momento supe qué era lo que le llamaba la atención.

  • Listo… ya terminó la clase – se escuchó una voz femenina.

Al levantar la vista, un poco sorprendido noté que se trataba de una chica que se dirigía hacia donde estábamos. Era evidente que no se había dirigido a mi sino al chico que me estaba observando.

  • Pues vámonos – le respondió el chico y ambos se retiraron.

Los seguí con la mirada y pude apreciar la figura de la chica. Realmente tenía una figura sumamente atractiva, la cintura y el pantalón deportivo de lickra que usaba acentuaban la firmeza de su trasero. Casi podía adivinar que no usaba ropa interior. Debo admitir que al frente de mi short se había manifestado ligeramente mi admiración por ese cuerpo femenino que contrastaba radicalmente con el del chico, pues además ella era de estatura más baja y el chico era alto y bastante robusto.

Al siguiente sábado acudí a la misma hora para ver si la veía nuevamente. Sin embargo, no la encontré mientras corría, aunque ahí estaba el chico con el que se había ido, así que supuse que la clase que había mencionado no era en el parque. Cada que pasaba notaba que el chico me seguía mirando con insistencia. Cuando casi terminaba de correr, pasé por la cancha de básquetbol y ella estaba sentada en una de las bancas y parecía que estaba esperando al chico que seguía jugando. Así que decidí terminar a la siguiente vuelta. Ahí estaba aún, así que aproveché para usar la banca más cercana para hacer los estiramientos frente a ella. La miré varias veces pero ella realmente no hizo el menor caso.

  • Ya vámonos – le gritó ella al chico pero este siguió jugando.

  • Espérate… ya casi acabamos… - le gritó él tratando de no distraerse del juego.

  • Bueno, me voy adelantando – le dijo ella y se levantó para retirarse.

  • Sí, sí… le dices a mi mamá que llego en un rato – le respondió él mientras cubría a otro de los jugadores.

Ella se retiró y yo me quedé sentado mirando como se retiraba. Ese meneo realmente me agradaba mucho. Cuando desapareció de mi campo visual estuve a punto de retirarme, pero un balonazo me volvió a la realidad.

  • Perdón… ¿está bien? – me preguntó el chico que me miraba continuamente mientras corría.

  • Sí, sí… - respondí recuperándome del balonazo y regresándole la pelota.

Terminé de ver el partido y noté que el chico jugaba bastante bien, aunque su estatura le ayudaba bastante. No tardaron mucho en finalizar el juego y se despidieron. Yo estaba a punto de retirarme cuando el chico nuevamente se me acercó.

  • Oiga, perdóneme por el balonazo – me dijo mientras se paraba frente a mi haciéndome levantar la cabeza para mirarlo a los ojos.

  • No te preocupes, fue un accidente – le dije sonriendo.

  • La verdad es que no lo fue… me molesté un poco porque vi como le miraba las nalgas a mi hermana, pero creo que en su lugar Yo habría hecho lo mismo – me dijo sonriendo.

  • Bueno, pues entonces creo que quien se debe disculpar soy Yo – le dije un poco apenado.

  • No, no se preocupe, además Yo he hecho lo mismo con usted – me dijo sentándose en la banca y recorriéndome con la mirada de arriba abajo.

¿Cómo? – le pregunté sabiendo de antemano que efectivamente me había estado mirando desde la semana anterior.

  • Se lo voy a decir así… en caliente… usted me gusta, me laten sus nalgas y me gustaría meterle la verga – me lo dijo con la mayor tranquilidad.

Por unos momentos no supe que decir. Lo había imaginado, pero esa manera tan directa de decir las cosas me había sorprendido.

  • Me siento halagado pero la verdad no sé que decir – le respondí dubitativo.

  • Pues diga que sí, ¿a poco no se le antoja una verga de 22 centímetros? – me dijo acariciándose el paquete que ya era notorio al frente de su short.

  • ¿Y por qué crees que se me antojaría? – lo interrogué mientras miraba de reojo su paquete, valorando la posibilidad de que fuera cierto que aquel chico tuviera un pene de aquellas dimensiones.

  • Pues no lo sabía, pero viendo como me mira el paquete sé que sí se le antoja – me respondió sonriendo con malicia.

Le devolví la sonrisa y me di la vuelta para caminar hacia la calzada de Tlalpan. Él caminó a mi lado y fuimos charlando de cosas sin importancia.

  • ¿Entonces? – interrumpió la charla.

  • Pues no lo sé… con lo que se me antojaron las nalguitas de tu hermana y Tú quieres que sea Yo el que se empine – le respondí.

  • Si me deja meterle la “mazacuata”, veré que puedo hacer para que mi hermana le haga caso – me dijo en tono más negociador.

Lo miré de arriba abajo y pensé que veintidós centímetros no era algo que se pudiera despreciar, además de que existía la posibilidad de conocer a la hermana. Así que sólo algo me detenía. Y es que a pesar de la estatura, ese chico tenía una cara de niño.

  • ¿Qué edad tienes? – le pregunté sólo por curiosidad.

  • “Chale”… ya vamos a empezar… ¿quiere que me lo coja, sí o no? – me respondió un tanto molesto.

  • Pues sí, pero… - le dije pero me interrumpió deteniéndome bruscamente.

  • Pues si quiere, sígame y ya – me ordenó y caminó hacia un hotel que se encontraba un poco más adelante.

Yo lo seguí y entré detrás de él al hotel. Él de inmediato se acercó al mostrador para pedir una habitación. El chavo que atendía nos miró y sonrió maliciosamente antes de darnos la llave. Yo me acerqué para pagar pero mi joven acompañante ya había pagado, cosa que me sorprendió un poco. Subimos al primer piso y entramos a la habitación.

  • Bueno, pues ahora si… a darle – dijo él mientras se desvestía a toda velocidad – ¿y que espera que no se encuera?

Yo comencé a quitarme la camiseta mientras él ya estaba sin ropa. Sólo tenía puestos los tenis y me mostraba orgulloso su miembro completamente erecto. Ni por un momento dudé de las dimensiones que me había dicho. Esa verga lucía gorda y cabezona. Sabía que me iba a dar mucho placer.

En cuanto me miró en calzoncillos se aproximó a mi y con gran habilidad comenzó a meterme la mano por todas partes. La diferencia en estatura y peso le daba una enorme ventaja. Con gran facilidad me colocó en la cama. Yo esperaba a un chico menos experimentado pero resultó ser todo lo contrario y pronto comencé a gemir ante las caricias de aquel chico. Pronto se deshizo de mi pequeño calzoncito y ambos quedamos completamente desnudos, él sobre mi, restregando su descomunal pene contra el mío mientras sus labios se unían a los míos y sus manos inmovilizaban las mías. Hacía mucho que no me sentía tan indefenso ante un hombre y ese chico era un adolescente. No pude evitar enroscar mis piernas alrededor de su cintura para aprisionarlo contra mi cuerpo.

  • ¿Lo aguantarás todo? – me preguntó irguiéndose entre mis piernas y esgrimiendo su descomunal miembro.

  • No lo sé… ¿no tienes vaselina? – le pregunté y él sonrió mientras alcanzaba el teléfono que estaba junto a la cama.

  • ¿Jaime?... Sí, soy Yo, Carlos… ¿¿Tendrás crema o vaselina??... Sí… Yo lo arreglo… no te tardes… - dijo él y colgó la bocina para explicarme – Jaime es el chavo de la recepción, tiene un culito bien rico y es buena onda… viene en un momento con un poco de crema lubricante, pero…

  • ¿Pero? – le pregunté mirándolo directo a los ojos con excitación y curiosidad.

  • Pues dice que si se puede unir a la “fiesta”… ¿cómo ves? – me preguntó acostándose a mi lado y dejando su descomunal pene a la altura de mi rostro.

  • ¿Podrás con los dos? – le dije y comencé a lamer esa vergota.

  • Yo sí… ¿y Tú podrás con los dos? – me respondió sonriendo y dejando que le mamara la verga mientras esperábamos a Jaime.

Era un deleite mamar esa verga. Esa cabezota babeante era impresionante. Yo me arrodillé entre sus piernas para disfrutar más la mamada. Estaba tan entretenido con aquel caramelo que no me percaté de la llegada de Jaime hasta que sentí sus manos acariciando mis nalgas.

  • ¿Entonces sí te animas o no? – me preguntó Carlitos y añadió – me gustaría que Jaime te la metiera primero para amoldar tu culito.

  • Pues si quieres – le respondí viendo a aquel chavo que sonreía complacido por mi aceptación.

  • Órale Jaime, ya aceptó… encuérate y dame la cremita – le ordenó Carlitos a ese chavo, quien comenzó a desnudarse mientras Él me untaba la crema en el culo, haciéndome gemir cuando me clavaba sus dedos en mi ansioso agujerito.

  • No mames… se ve rico este culito – expresó Jaime mientras se acomodaba detrás de mi y se untaba crema en toda su verga.

  • Ahhhh… - gemí al sentir el embate de aquella verga.

  • Mmmmm… está bien apretadito – dijo Jaime mientras su verga, de tamaño semejante a la mía, se iba alojando entre mis nalgas.

  • Bueno, ahora sigue con lo que estabas haciendo – me ordenó Carlitos ofreciéndome su vergota para que continuara la mamada mientras Jaime comenzaba a joderme a un ritmo semilento, pausado, en fin, a un ritmo delicioso al que Yo me acoplaba meneando ligeramente mi trasero y dándole apretones a su verga con mis nalguitas.

Mis gemidos se ahogaban con el pene descomunal de Carlitos, en cambio los de Él demostraban que mis caricias le estaban agradando. Jaime paleaba mis nalgas vigorosamente mientras aceleraba el ritmo de sus embestidas, haciéndolo cada vez más rico, haciéndome disfrutar al máximo.

  • Ah… ah… tómala toda… ¡Ah! – gimió Jaime mientras en una embestida profunda comenzó a descargar su leche haciéndome estremecer de placer.

  • ¿A poco ya te veniste? – le preguntó un tanto sorprendido Carlitos a Jaime.

  • Sí, a ver cuánto le aguantas, se mueve bien rico… pero ya me tengo que ir a atender el “changarro” – le respondió Jaime sacándome la verga y palmeándome las nalgas.

  • Bueno, pues ahora sí… ponte boca arriba – me ordenó mientras se untaba un poco de crema en la punta de la verga.

Yo lo obedecí y él se acomodó nuevamente entre mis piernas. Esgrimía su descomunal miembro y sonreía anticipando el placer que nos esperaba. Yo intenté atraerlo con mis piernas pero él lo impidió sujetándome con sus manos los tobillos y separando mis piernas al máximo.

  • Despacito nene… la tienes muy grande… ¡Ayyyy! – grité al sentir el primer empujón.

Lo miré a los ojos y él me devolvía la mirada fijamente mientras continuaba la sodomización. Hacía mucho que no me cogían con una verga de esas dimensiones. Era sumamente placentero sentir ese calorcillo en mi culito. Poco a poco me la fue metiendo hasta que de un brusco empujón me la dejó ir hasta el fondo.

  • Te la comiste enterita, papito, a ver si me aguantas el ritmo – me amenazó y comenzó a cogerme.

Sus embestidas me hacían gemir en exceso. Su verga entraba y salía a un ritmo delicioso y era acompañado por un meneo circular de su cadera. Poco a poco fue cerrando mis piernas hasta colocarlas sobre sus hombros y entonces recargó todo su peso sobre mi. Estaba atentando contra mi elasticidad pero no se detenía, seguía metiéndome la verga cada vez más rápido. Acercó sus labios a los míos y con ello ahogó mis gemidos. No debieron haber pasado más de quince minutos en esa posición tan dominante, y Yo sentía delicioso como mi culito era invadido al máximo, a pesar de sentirme un poco incómodo por tener todo su peso sobre mi. Él pareció notarlo y sin sacarme la verga me puso de ladito y en esa posición comenzó nuevamente a cogerme. En esa posición me sentía más a gusto y él lo sabía. Giré mi rostro para buscar sus labios y besar a ese adolescente que me estaba haciendo gozar como pocos lo habían hecho.

  • Ahora móntate – me ordenó y de inmediato lo obedecí.

Él se colocó boca arriba y Yo de inmediato me coloqué a horcajadas sobre él metiéndome aquel delicioso pene hasta el fondo. Sus manos se apoderaron de mis nalgas y me ayudó en el sube y baja mientras Yo me reclinaba para seguir besándolo. En esa posición por fin sentí que controlaba la situación, así que comencé a menear mis nalguitas formando círculos mientras las subía y bajaba dándole apretones a aquel caramelo duro que no tardó mucho en comenzar a respingar dentro de mi. Un tras otro me echó seis abundantes “lechazos”. Esa sensación me generó tal excitación que comencé a eyacular sobre su barriga.

  • No mames… tienes el culito bien apretadito – me decía mientras acariciaba mis nalgas sin sacarme la verga.

  • Jajaja… con esa vergota hasta virgencito me sentí – le respondí dándole unos apretones a su verga con mis nalgas.

  • Ya es un poco tarde y me tengo que ir, pero me gustaría “echarte otro palo” – me dijo mientras sentía como su verga perdía dureza e iba saliendo de mi agujerito.

  • Cuando quieras – le respondí dándole un beso y tendiéndome a su lado.

  • ¿La próxima semana? – me preguntó mientras comenzaba a buscar su ropa.

  • Sí, está bien, además me tienes que presentar a tu hermana – le dije sonriendo.

  • ¿Para qué quieres a mi hermana? ¿No te basta con este caramelo? – me preguntó mientras sacudía su verga antes de ponerse el calzoncillo.

  • Pero ya habíamos quedado ¿no? – le pregunté mientras entraba al baño para limpiar los residuos que habían quedado de la batalla sexual.

  • Sí, no te preocupes, pero entonces sí me vas a dar tus nalguitas la próxima semana, ¿verdad? – me preguntó ya completamente vestido.

  • Sí, eso ya quedó acordado… sólo una última pregunta ¿qué edad tienen Tú y tu hermana? – le interrogué mientras comenzaba a vestirme.

  • Ella tiene 21 y Yo… 16, 17, tal vez 18 – dijo orgulloso.

  • ¿Dieciséis? No mames – le respondí un poco asustado.

  • Jajaja no te preocupes… lo que pasó aquí queda sólo entre Tú y Yo… bueno y Jaime pero por él no te preocupes, también le gusta la “mazacuata” y Yo se la doy con gusto jejeje – rió con malicia.

  • Ah… por eso no nos cobró – le sugerí mientras salíamos de la habitación.

  • Pues sí y no, la verdad es que Tú le pagaste con tus nalguitas jejeje – me respondió casi al tiempo que llegábamos a la recepción donde estaba Jaime.

  • ¿Qué tal? ¿Verdad que tiene el culito rico? – le preguntó Jaime a Carlitos.

  • Bien rico… creo que vamos a venir la próxima semana ¿crees que se pueda? – le preguntó Carlitos.

  • Ya sabes que sí… y si aflojas ya sabes que es gratis – me dijo Jaime sonriendo y añadió – Yo estoy de viernes a lunes, así que cuando quieras puedes pasar a verme.

  • Claro, nos vemos la próxima semana – le respondí y nos despedimos, saliendo del hotel cada uno se fue a su casa.

Debo admitir que estaba sorprendido de lo que había hecho. Coger con un chavito tan joven pero a la vez tan experimentado me había hecho recordar mis inicios con el papá de mi amigo de la secundaria. Toda la semana recordé a aquel chavito y su descomunal pene. En mi interior deseaba que llegara el fin de semana para volver a tenerlo entre mis piernas, pero pensaba que no lo dejaría que se colocara sobre mi, era muy robusto y sumamente pesado. Esa semana imaginé las posibles posiciones para evitar estar debajo de él pero disfrutando su verga. Sin embargo al llegar el fin de semana fui a correr a la misma hora pero no lo encontré. A la siguiente semana volví a acudir y nada. Desafortunadamente seguí yendo a correr sin volver a toparme con él. Nunca supe lo que ocurrió con aquel chico pero jamás olvidaré lo rico que puede coger un chavito de esa edad y más si está tan bien dotado como ese Carlitos.