El baño de los prefectos. Parte IV
Lo que J. K. Rowling no se atrevió a contar. Relato en cuatro partes.
Harry seguía engullendo el pollón del tritón. No se lo había sacado de la boca desde hacía horas. Llevaba debajo del agua todo este tiempo, y había pillado el tranquillo a mamar una polla tan grande, puesto que ya la abarcaba y sacaba entera a cada vaivén de su cabeza sin inmutarse. El tritón seguía disfrutando del placer de la boca del mago heterosexual, sin la más mínima intención de dejarle ir próximamente. De vez en cuando dejaba a Harry a su aire y se dejaba hacer; otras veces, agarraba su cabeza y le follaba la boca bestialmente a su ritmo, lo cual Harry aguantaba sin inmutarse.
Al cabo de unas cuantas horas más, el tritón decidió que quería cambiar a un agujero más estrecho. Cogió a Harry, que no tenía ya voluntad ninguna, y, manejándole como a un muñeco de trapo, lo volvió a sacar a la superficie y lo colocó de cara al bordillo. Con un chasquido, el cuello de Harry volvió a la normalidad y este volvió a respirar por la nariz. Con un segundo chasquido, en los dedos de Harry aparecieron unas fuertes ventosas, que agarraron sus manos al bordillo, inmovilizando sus brazos y bloqueándole en esa postura. El tritón comenzó a morderle y lamerle las orejas, bajó por su cuello, le acariciaba la cintura y el culo. Sus manos bajaron más hasta situarse en sus muslos, que agarró y atrajo hacia sí, abriendo las piernas del mago. Comenzó a rozar el pollón entre los increíbles glúteos de Harry. El tritón disfrutaba de los lampiños glúteos y piernas de Harry. Su glande se deslizaba suavemente por su raja. Decidido a continuar usando al chico, posicionó el glande en el agujero y comenzó a presionar sin cesar. En una situación normal, Harry habría chillado de dolor al ser empalado por esos veintitrés centímetros de carne. Sin embargo, los aromas que seguían emanando de los grifos lo tenían tan al límite de la excitación que, nada más notar la punta rozar su ojete, deseó chocar sus glúteos con el pubis del tritón lo antes posible. Así, ambos chicos contribuyeron al empalamiento de Harry y este soltó un gemido cuando se completó que reverberó por todo el baño. El tritón agarró a Harry por su estrecha cintura y comenzó un lento vaivén. A partir de este momento, Harry comenzó a gemir y ya no pudo parar. No comprendía cómo podía haber vivido sin sentir esta sensación antes. Sentía el pollón muy dentro, expandiendo su interior sin escapatoria. Comenzó un vaivén él mismo, auto empalándose una y otra vez, buscando ávidamente contener ese rabo completamente en su culo.
El tritón, viendo que Harry se ocupaba de todo, se dejó hacer. Disfrutó de ver cómo su polla desaparecía entera entre aquellas duras nalgas y volvía a aparecer casi hasta el glande. A ratos, Harry meneaba el culo de arriba abajo ágilmente, agitando el rabo del tritón y proporcionándole un indescriptible placer.
Así pasó Harry el resto del día, alojando aquel monstruoso rabo en su interior y disfrutándolo sin ser consciente de dónde estaba ni qué hora era. El tritón, de vez en cuando, acariciaba su espalda, su cintura, le besaba el cuello, le sujetaba por las piernas o agarraba sus glúteos.
Tras horas y horas, el tritón se iba acercando al orgasmo. Harry cada vez recurría más al movimiento rápido en dirección hacia arriba y hacia abajo con su culo. Agitaba el pollón del tritón cada vez más intensamente, como si intuyera que así acabaría por conseguir que le diera su premio. El tritón agarró las piernas de Harry, las colocó estiradas a sus dos lados, y comenzó un movimiento fuerte decidido a preñar al mago.
Harry seguía gimiendo. Le hubiera gustado masturbarse, pero sus manos estaban aún aferradas al borde de la piscina, sin escapatoria del pollón. Sin embargo, el placer interior que sentía al ser penetrado fue en aumento, hasta que llegó un punto que oleadas inmensas de placer originadas dentro pasaron a recorrerle la polla y los huevos. Se estaba corriendo sin tocarse siquiera, algo que nunca había experimentado. A la vez, el tritón dio una última embestida, tras la cual dejó el pollón enterrado entre las dos nalgas y comenzó a soltar borbotones de leche acumulada tras las horas de sexo en el interior de Harry. Ambos chicos gemían intensamente. Sus orgasmos duraron casi medio minuto.
Cuando hubieron acabado, el tritón deslizó el rabo dejando el interior de Harry vacío. De su culo, salió parte de la lefa, que se mezcló con la espuma de la piscina.
El tritón se separó de Harry y salió de la piscina. Se agachó frente a él y le dio un último beso. Con este, y al haber llegado al orgasmo, Harry recuperó cierto nivel de consciencia.
—¿Qué ha pasado? ¡¿Qué he hecho?!
—Solamente afrontar tu destino, Harry.
—¡Suéltame! ¡Quiero irme ya!
—Me temo que no has superado la prueba, así que no puedo soltarte. Solamente la sirena puede hacerlo.
—¡¿Cómo?! ¡Explícame algo más!
—No sé nada más. Solo que permanecerás aquí hasta que venzas a la sirena. Mientras tanto, puede que vayas a estar más entretenido de lo que piensas —el tritón dirigió una última mirada a la puerta del baño, que se acababa de abrir con un leve chirrido, antes de volver a su retrato.
Harry volvió su cabeza para ver quién acababa de entrar al baño, y si acudía en su ayuda. Sin embargo, entre que no tenía mucho margen de movimiento y que la neblina seguía siendo densa, solo distinguió una sombra dirigiéndose hacia él.
—¡Ayúdame, por favor! ¡No sé cómo he acabado así!
—Pero Potter, ¿qué te ha pasado? —era Malfoy, que soltó una sonora carcajada—.
—¡Malfoy! Tienes que avisar a Ojoloco, por favor. ¡No sé cuánto tiempo llevo aquí!
—Potter, me temo que todavía no te vas a ir de aquí. Desde luego, no puedo desperdiciar esta situación. Lo vamos a pasar muy bien.
—¡¿Cómo?! ¡Malfoy!
Malfoy llegó frente a Harry. Ya se había desvestido, y lo miraba desde arriba con una expresión de chulería y desdén. Se sentó en el bordillo de la piscina, justo enfrente de Harry, quedando este último entre sus piernas. De este modo, ante Harry quedó la polla de Malfoy, que debía medir unos dieciocho centímetros, pero era incluso más gorda que la del tritón.
—Come y calla, Potter —le espetó Malfoy, a la vez que le daba una sonora bofetada.
FIN