El baño de los prefectos. Parte III

Lo que J. K. Rowling no se atrevió a contar. Relato en cuatro partes.

Harry, joven mago,

tu vida ha dado un cambio.

¿Capaz de mantenerlo?

¿Quién eres en verdad por dentro?

No hay respuesta correcta

en esta segunda prueba.

Definitiva será

muy a tu pesar.

¿Con cuál aceptas contienda,

el tritón o la sirena?

Harry cerró el huevo y sacó la cabeza del agua, falto de aire. Las palabras del huevo resonaban en su cabeza. ¿Una contienda? ¿Allí? ¿Ya? No había ido preparado. ¿A qué se referiría el huevo? ¿Qué tendría que superar?

—¿Y bien, joven mago? ¿El tritón o la sirena? —ambos retratos se dirigieron a él hablando al unísono. En ese momento, su mirada había pasado de ser inocente a ser desafiante e intimidatoria.

Los ojos de Harry fueron de la sirena al tritón y viceversa. Debía escoger enfrentarse a uno de los dos. No había respuesta correcta, según había dicho el huevo. Por tanto, todo radicaba en sus preferencias. La atracción que sentía por la sirena seguía ahí. Su miembro aún estaba parcialmente erguido y enrojecido de todo el tiempo que había estado masturbándose. «Las chicas me admiran —pensó Harry—; en ese sentido ha cambiado mi vida. Debo perpetuar esa admiración. Debo enfrentarme a los contrincantes de mi mismo género».

—¡El tritón! —exclamó Harry, desafiante. Una vez venciera al tritón y se ganara la admiración de la sirena, estaría totalmente preparado para la segunda prueba. No habría quien le parase y, de ese momento en adelante, conquistaría a todas las chicas que quisiera.

Un fulgor apareció fugazmente en los ojos acuosos del tritón. Harry, como buen miembro de Gryffindor, la casa del valor, se mantuvo firme, preparado para el desafío. La cola del tritón comenzó a transformarse. A Harry le recordó al proceso que provocaba la poción multijugos. Las escamas comenzaron a desvanecerse, el color azul a difuminarse. La cola se comenzó a convertir en lo que parecían pies humanos.

A través del rabillo del ojo, Harry advirtió movimiento en los espejos. Según se giró, el latido de su corazón se aceleró bruscamente. Allí mismo, en los espejos más pequeños, se vio a si mismo. Estaba de pie, con los brazos abiertos y con sus muñecas amarradas a una especie de látigos que se perdían por sendos extremos de la imagen. A continuación, una figura se colocaba delante de la suya: era el tritón, que se había metido en la piscina y se le acercaba hasta quedar en contacto frente a frente. Un profundo horror invadía a Harry. ¿Qué tipo de prueba se suponía que era esa? ¿Era la del Torneo? ¿Sería una treta de Cedric?

Volvió a dirigir su mirada a los retratos para encontrarse al tritón de pie. Había salido de su vidriera y se encontraba frente a él, en carne y hueso. Además, su cola de pez se había transformado en dos torneadas piernas humanas. Sus abdominales parecían igual de marcados que en el retrato, pero ahora estaban en tres dimensiones. Lo mismo ocurría con el resto de sus músculos. La mirada de Harry no tuvo más remedio que centrarse en lo que había aparecido entre sus piernas: un pene enorme, en reposo, extremadamente gordo y largo, acompañado de dos pelotas que duplicaban el tamaño de las de Harry. El temor se apropió del cuerpo de Harry, que empezaba a deducir lo que iba a ocurrir.

El tritón levantó uno de sus tonificados brazos y chasqueó los dedos. Al instante, de los grifos de las esquinas de la piscina, salieron sendas lianas que fueron directas a las muñecas y los tobillos de Harry. De este modo, quedó posicionado tal y como había visto hacía unos pocos segundos en los espejos y sin escapatoria posible.

El tritón se puso a andar en dirección a la piscina. Se metió lentamente y fue acercándose a Harry, hasta que quedó pegado a un centímetro de su cuerpo. Los penes de ambos chicos rozaban el cuerpo del otro. El de Harry seguía erecto, fruto del efecto de las neblinas aromáticas que permanecían flotando en el ambiente.

—Shh… Vas a sentir placer, Harry. Relájate y déjate llevar —le susurró el tritón al oído.

Acto seguido, se dirigió a varios de los grifos de los que salía neblina y los abrió todos al máximo, provocando que la estancia se inundara aún más de ese embriagador aroma. A medida que la concentración de neblina se incrementaba, Harry se sentía más y más excitado. Su miembro se volvió a hinchar al máximo. Su respiración se volvió más profunda y rápida. El tritón se volvió a acercar a él. Se quedaron unos segundos mirándose el uno al otro. Harry no pudo evitar quedarse observando las atractivas facciones del tritón. Sus dulces ojos, sus vibrantes labios, su suave piel. Su mirada recorrió el torso del tritón. Dos firmes pectorales estaban coronados por erectos y grandes pezones. Pudo apreciar de cerca los cincelados abdominales, y Harry estuvo seguro de que, si tuviera las manos libres y pudiera presionarlos, tendrían una consistencia de acero. Finalmente, su mirada quedó clavada en el pollón con el que estaba dotado el tritón, que flotaba en el agua apuntando amenazante hacia él.

El tritón levantó una mano y acarició el pecho de Harry. Su mano fue deslizándose suavemente por su pecho, en dirección descendente. La neblina era ya tan densa que Harry no podía vislumbrar el retrato de la sirena. Cuando la mano del tritón alcanzó la polla de Harry, una sensación potentísima recorrió su cuerpo y soltó un gemido suave y largo. El tritón chasqueó los dedos de nuevo con la otra mano, ante lo que las lianas liberaron a Harry y se volvieron a introducir en sus grifos. El tritón ya había capturado a su presa.

—Tenemos todo el tiempo del mundo, Harry. Aquí estás para disfrutar. No hay preocupaciones, no hay dolor, no hay prisas. Solo placer ilimitado.

Los labios de ambos chicos se fueron acercando como imanes y, cuando se tocaron, se fundieron en un tierno y húmedo beso. Las cuatro manos recorrían el cuerpo del otro, acariciando los músculos ya sin ningún reparo.

El tritón separó sus labios de los de Harry y le dedicó una sincera sonrisa. Eso fue lo único que le faltaba a Harry para dejarse llevar y perder la noción del espacio y el tiempo. En alguno de los espejos se podía vislumbrar a Harry orientado hacia el bordillo y al tritón tras él, agarrando firmemente su cintura, pero Harry ya no era capaz de prestar atención a su entorno.

Las manos de Harry fueron hacia el pollón que tenía frente a él y lo sostuvieron. Lo sintió palpitar y comenzó a pajearlo. El tritón comenzó a gemir y agarró la polla de Harry. Comenzaron así una paja mutua mientras se miraban a los ojos. La complicidad entre ambos era sorprendente. La otra mano del tritón se dirigió a los huevos de Harry y los acarició y agarró, incrementando aún más el placer del mago.

Harry se acercó aún más al tritón. Quería fundirse con él. Enroscó sus piernas alrededor de su cintura y se lanzó a besarle de nuevo mientras flotaban en la aromática agua. Los labios del tritón bajaron a su cuello y Harry se derretía de placer ante esos besos, mientras seguían acariciándose mutuamente.

—Me pones mucho, Harry —dijo el tritón.

Ante esta dosis de complicidad, Harry volvió a comerle los labios al tritón apasionadamente. Después de un rato en esa posición, el tritón volvió a chasquear sus dedos, haciendo aparecer unas pequeñas agallas a ambos lados del cuello de Harry.

—Sumérgete, guapo.

Harry cogió una bocanada de aire y obedeció. Para su sorpresa, abrió los ojos bajo el agua y se dio cuenta de que veía perfectamente, y no borroso como habría esperado. Ante él flotaba el gordo pollón del tritón, que estaba totalmente erecto y debía medir unos veintitrés centímetros. El tritón se sentó sobre el banco, que quedaba justo a su espalda, dejó las piernas bien abiertas, sujetó a Harry por el pelo y lo dirigió hacia su miembro. Harry abrió la boca instintivamente y abarcó la punta. Esta bastó para llenar la boca de Harry. El tritón lo obligó a permanecer así un largo rato. Harry creía que se ahogaba, y pataleó sobre el agua para hacérselo saber a su amante, sin obtener respuesta. Aumentó la fuerza de las patadas, cuando se dio cuenta de que no se estaba ahogando en absoluto. En realidad, no le había faltado el aire desde que había sumergido la cabeza. Estaba respirando bajo el agua gracias a las agallas que le había proporcionado el tritón. Así, no era necesario que sacara el pollón de su boca en ningún momento. Cuando dejó de patalear, el tritón, advirtiendo que Harry ya se había dado cuenta de su nueva habilidad, volvió a tirar de su pelo dándole a entender que siguiera comiendo rabo. Así lo hizo Harry, abriendo bien la garganta ahora que sabía que no le faltaría el aire en ningún momento. Así, el pollón fue abriéndose paso poco a poco. Cada vez alcanzaba más longitud con sus labios. Harry estaba tremendamente excitado sirviendo al pollón de ese tritón. Este último forzaba cada vez más el movimiento de la cabeza de Harry, hasta que su nariz chocó con el pubis del tritón.

En ese momento, el tritón soltó la cabeza de Harry. Sin embargo, este no paró de zampar.  Viendo lo agradable que era poder respirar continuamente mientras mamaba la polla del tritón intensamente, siguió dándole placer afanosamente mientras acariciaba su torso y sus piernas. El tiempo pasaba y los dos chicos no se daban cuenta. Solo el placer existía para ellos. El tritón recostó su espalda en el bordillo del banco y se dejó hacer durante horas y horas, mientras Harry era utilizado por la trampa del huevo de oro.


—Ron, ¿dónde está Harry? ¿Estaba en el dormitorio esta mañana? —preguntó Hermione a la hora del desayuno.

—Ni idea. Anoche se fue con el huevo y no le he vuelto a ver desde entonces —Ron se encogió de hombros, claramente despreocupado por la situación de su mejor amigo y muy concentrado en engullir todo lo que se encontraba a su alcance en la mesa.

—¡Vaya, al fin! Creía que nunca iba a ocuparse de él. Pero me preocupa que no le hayamos visto desde anoche, Ron. ¡Podrías dejar de comer y ayudarme a pensar qué puede haber pasado!

—Ya vendrá. Seguro que luego lo vemos en clase.

—¡Eso espero!

A dos mesas de distancia, el rostro del joven Draco Malfoy, quien escuchaba la conversación con disimulo, se iluminó.