El balneario de reposo (3: el jardín)
-Alfredo: ¿qué te parece si vamos a comer al jardín central del balneario?
-Alfredo: me voy a nadar un rato Katy, volveré en una horita.
-Katy: ¿uh, eh?
Me acaba de despertar la voz de Alfredo. Hoy miércoles he dormido con él, en su habitación. Por lo tanto no ha sido esa muchacha con el almuerzo, sino Alfredo, que más madrugador que yo, vete a saber desde qué hora está haciendo cosas. Me acaba de despertar vestido del todo y supongo que también almorzado, para informarme que, como es su costumbre, se va a nadar unas cuantas piscinas para despertarse. Todo esto lo razono pero tarde, porque Alfredo ya debe incluso haber llegado a la piscina y yo aún estoy aclarándome de en qué planeta estoy.
Ayer al mediodía practicamos con Alfredo un capricho que me vino e hicimos el amor en la sauna. Pero ahí no acabó todo, porque por la tarde con energías renovadas, nos encerramos en su habitación como una pareja de recién casados y volvimos a hacerlo sin recordar cuando llegó el fin, porque no quedamos dormidos ambos en su cama. El día siguiente por fin ha llegado, y yo doy un aviso por el teléfono a la operadora del balneario para decirles que me traigan el almuerzo pero a la habitación de Alfredo, hoy y los días siguientes. No tarda mucho en llegar la misma muchacha que me lo trajo ayer en mi habitación.
-muchacha: buenos días señora Katy, ¿ha decidido dormir con el señor Alfredo?
-Katy: sí mira, me pareció muy buena persona cuando nos conocimos el lunes en la piscina y hemos echo muy buenas migas.
-muchacha: está usted en lo cierto, el señor Alfredo es cliente del balneario desde hace mucho tiempo y siempre ha tenido un comportamiento correcto en todo momento.
-Katy: mmm que bien que suena lo que dice. Espero no me dé ningún desengaño pues pienso pasar con él el resto de la semana.
-muchacha: esté usted confiada.
La muchacha me dispone la pequeña mesa a ruedas ante la cama y me abandona para que desayune a mi ritmo.
-muchacha: mi nombre es Cecilia, si necesita algo no tiene más que pedir por mi nombre a la operadora del teléfono.
-Katy: gracias Cecilia, tomo nota.
Cuando Ceci se ha ido me tomo otro delicioso desayuno como el que tomé ayer. Pero hoy ha cambiado un poco; vienen dos tostadas y un cartucho de mantequilla, pero además me han traído un cartucho de una crema rara que mermelada no es, pero en fin, sabe bueno. También me ha traído un vaso de leche fresca, pero hoy acompañada de un pequeño cuenco de cereales. Desayuno de fábula, tengo que recuperar fuerzas, y estoy arreglándome un poco cuando llega Alfredo.
-Alfredo: hola bárbarella, o quizá tendría que decir red-sonja, o Juana de Arco.
-Katy: ja ja, qué pasa ¿que anoche me faltó poco para acabar contigo?
-Alfredo: no, no hay para tanto, pero dos como tú, eso te digo seguro que no lo aguantaría.
-Katy: ja ja ja, bueno tranquilo, esta noche no te exigiré tanto, perrito mío.
-Alfredo: qué te parece ¿si hoy vamos a comer al jardín central del balneario?
-Katy: uy sí, ya vi eso del jardín en el folleto de entrada. ¿Se puede comer incluso ahí?
-Alfredo: sí claro, y si no estás a régimen lo vamos a hacer como es debido.
Al conocerlo, el jardín me parece de ensueño. Está cerrado dentro del edificio, pero es bastante ancho y tiene una diversidad de plantas que lo denotan como un jardín verdaderamente especial, mucho mejor que el de cualquier parque metropolitano que haya conocido. Lo paseamos de un lado a otro, Alfredo me dice los nombres de unas cuantas plantas que no había visto nunca.
-Katy: y esta cosa tan rara ¿es carnívora?
-Alfredo: no, bueno, no creo, je je, aunque la verdad nunca la he visto morder a alguien.
-Katy: sera mejor no acercarle el dedo.
Nos tumbamos en el césped, a la sombra de una preciosa planta que parece una cenicienta vestida para el baile. Entre una cosa y otra llega la hora de comer, y le pedimos a un muchacho que está presto por ahí, al servicio de quien se lo pida, que nos traigan la comida aquí. Mientras comemos los calabacines rellenos de otras hortalizas, a mi me comienza a venir una idea a la cabeza.
-Katy: Alfredo.. ¿te puedo decir una cosa?
-Alfredo: sí claro, mientras no me digas tonto ni feo puedes decirme lo que quieras.
-Katy: pues se trata de un capricho que tengo.
-Alfredo: mm después de tres días tus caprichos ya me los conozco bien.
-Katy: entonces ¿lo sabes lo que quiero pedirte?
-Alfredo: a ver, si te lo adivino a la primera, entonces tú me deberás un capricho a mi.
-Katy: vale.
-Alfredo: quieres hacerlo aquí, en el jardín.
-Katy: te debo un capricho.
-Alfredo: bien pues, creo que nos va a ser posible, aunque no de día. Esta noche a las 3 quizá de la mañana, podríamos presentarnos aquí en el jardín y tecnicamente no habrá nadie. Entonces la cosa está sencilla.
-Katy: pues a ver si es verdad.
Dedicamos el resto del día a otras chucherías; vemos una película en el cine del balneario, nos pasamos como una hora en la tienda de souvenires y acabamos esté viendo la tele en la habitación. No son las horas de la noche que se hacen largas, sino los mismos minutos que yo cuento uno detrás de otro. Un par de veces me quedo dormida en sus brazos y me despierta, por fortuna él no se duerme pues sinó, adiós noche. Antes de que lleguen las tres yo le he pedido a Alfredo dos o tres veces, si no podriamos ir ya al jardín. Pero él me convenze de que es mejor jugar sobre seguro y no echar la semana a perder.
A la que llegan salimos sigilosamente de la habitación como si fuéramos ladrones. Todos los pasillos están iluminados pero no encontramos nadie en todo el camino hacia el jardín. Cuando llegamos a este, está casi a oscuras y solo queda ligeramente iluminado por la luz que se refleja de los escaparates del edificio. Nos acercamos al mismo centro del jardín, y nos aposentamos debajo una gran planta que hace de centro, que ya había visto esta mañana y que consiste en un amasijo de grandes hojas como sombrillas que impiden ver si la planta tiene tronco o no.
Yo me agacho ante el derecho Alfredo y le saco la minga. Se la chupo y noto que tiene muy buen gusto, quien sabe si dado por alguna de las plantas que nos rodean.
Mientras se la chupo, Alfredo hace una cosa que no había echo ninguno de estos días. Y es tomarme de la cabeza y empujar su verga fuerte en mi garganta. Al principio me sabe a broma pesada, pero después le pillo gracia y jugamos un rato de "yo no me la quiero tragar" "traga puta". Mientras se la chupo ambos nos vamos desnudando. Colgamos de un tiro las prendas de la planta central y esta acaba pareciendo una sisí de tender la ropa. Cuando estamos Alfredo me levanta y me gira en pos la planta. Me la mete por la raja mientras jo me sujeto en las inestables hojas.
Me folla un rato en el que yo tengo que aplacar, claro, los gemidos. Pues el jardín está en el centro del balneario, y una pareja aullando en el centro de este se debe oír por todos lados.
Al cabo de un rato me descarga. Tomamos una mesa de las que hay para comer y la aseguramos bien hundiendo un poco en el suelo sus patas. Me tumba en la mesa, mirando hacia arriba, y me la vuelve a meter.
Seguimos follando otro largo rato hasta que yo noto que si seguimos, se correrá. Me separo de él y lo estiro para meternos dentro de la planta central, amasijo de hojas. Ahí nos escondemos quedando abrazados sin remedio. Con un poco de maña me la vuelve a meter y follamos esta vez hasta el fin. Cuando se corre dentro de mi, yo no puedo reprimir mis gemidos de posesa, y libero unos aún refrenados suspiros que supongo no llegan a las paredes del balneario. Una vez satisfechos nos vestimos de nuevo con las ropas que dejamos colgadas. Otra vez con sígilo como si fuéramos ladrones, regresamos a nuestra habitación. Allí lo volvemos a hacer para degustar con calma el sabor de la recién cogida en el jardín. Practicamos las mismas posiciones, e incluso nos metemos en el armario para simular cuando nos metimos dentro la planta. Otra vez dentro del armario lo dejo que se corra dentro de mi. Hemos cerrado la puerta y ahora ya no reprimo mis gritos, e incluso utilizo estos para alargar mi último orgasmo.