El balcón fue testigo (2)
Para entender este relato por favor lean la parte 1, les aseguro que esta parte es muy caliente...
Ahí estaba con su polla dura en la mano jalándola, me arrodillé y la llevé a mi boca sedienta, como una puta desesperada, como lo hice la vez que lo encontré masturbándose, mientras espiaba como mi esposo me cogía, cuando de repente, veo que otra polla dura e impresionantemente grande se acerca a mi boca.
Levanto mis ojos y Carlos el hijo de Ramón, estaba parado a un costado, ofreciéndome su verga.
Ramón me dice:
-Puta calentorra, aquí tienes dos pollas, dos lenguas para sobarte toda, cuatro manos para toquetearte, estamos calientes contigo los dos, a tu entera disposición para darte lo que tanto te gusta, y el cornudo de tu marido no te da, perra, gózalas.
En mi vida me había pasado esto, jamás lo había hecho con dos hombres a la vez.
Mi cuñado me lo había propuesto varias veces, pero yo nunca me había animado.
Mi cuñado me decía:
-"Anda mujer, déjate follar por dos hombres a la vez, con lo que te gustan las vergas y las lamidas, te volverías loca, imagínate, una verga por delante y otra por atrás. Estarías llena, plena Vamos, piénsalo, decídete y cuando lo pruebes, no querrás estar solo conmigo, pedirás dos, tres y hasta cuatro, este sería nuestro gran secreto".
Ese momento tan ansiado por mi cuñado, había llegado sin yo proponérmelo.
La situación, mi balcón, a poca distancia la cama matrimonial, mi marido duchándose en el baño, todo ese entorno, alimentaban mi morbosidad y una corriente eléctrica empezó a recorrer por mi cuerpo, obligándome a no tener resistencia ni ganas de despreciar lo que esos dos machos me estaban ofreciendo: placer y más placer.
Sin dudarlo, y ya con mi conchita casi chorreando, saqué de mi boca la verga de Ramón y empecé a masturbarlo, acerqué mi boca pecadora a la verga de Carlos, que la tenía rígida y dura como una roca, en ese instante me sentí tentada por el diablo, era una ocasión perfecta para practicar lo que tanto me había pedido mi querido cuñado, con mi lengua fui bordeando apenas el principio del glande, le lamí el tronco hasta el final, mi lengua estaba ya desorbitada y fue bajando hasta sus testículos, los cuales estaban hinchados y también se los chupé, volví al principio y ahí si, si, si me tragué la verga del hijo de Ramón hasta mi garganta.
Estaba completamente concentrada en esas dos vergas, en ese minuto para mí no existía el mundo, solo veía alucinada como esas dos pollas se endurecían cada vez más para mi.
Saqué la verga de Carlos de mi boca y pasé a mamársela a Ramón, entre los dos magreaban mis pezones, y me metían sus manos por todas partes.
Sentí que el semen de Ramón invadía mi boca, provocando un suspiro de satisfacción muy suave, para que nadie más que nosotros tres escuchara, la mamada que le proporcionaba a Ramón con mi lengua hicieron que su leche tibia inundara mi boca, tragando sorbo a sorbo. Ese elixir maravilloso, fue entrando en mi garganta, dejando que algunas gotas se escurrieran por el costado de mis labios. Abrí mi boca nuevamente y me encargué de la polla de Carlos, me la devoré como una enajenada, Ramón se había acostado en el piso, acomodó su cabeza en mi entrepierna y mientras yo me comía la verga de su hijo, Ramón se encargó de lengüetearme la conchita, me lamía el clítoris, haciéndome perder más la razón, tuve un orgasmo soberbio, mientras Carlos descargaba su arma letal en mi boca de puta.
Sentimos el ruido de la puerta del baño abrirse, los dos hombres se retiraron por el costado del balcón, sigilosamente y yo lo más rápido que pude, tomé una toalla del tocador y retiré los restos de semen que quedaban en mi cara.
Cuando mi esposo llegó a la cama, yo ya estaba recostada y fingía estar dormida. A los diez minutos, él se quedó dormido, cansinamente me levanté y me recosté en la mecedora que tenemos en el balcón, estaba completamente desnuda y un aire acariciador me recorría todo el cuerpo.
Me quedé ahí tendida un rato bastante largo, pensando en lo que había pasado y en las dos vergas que me había comido, sólo por la boca, tenía ganas de sentirme penetrada por los dos, pero no tuvimos tiempo, era demasiado el riesgo que corríamos y podíamos ser descubiertos por mi esposo.
Yo, estaba insastisfecha, no había recibido la ración de verga necesaria para calmarme, estaba muy caliente, totalmente húmeda y con dolores placenteros, esos que se producen en el bajo vientre cuando uno está ardiendo.
Mis dos machos tenían una deuda conmigo.
Empecé a acariciarme sola, mis dedos fueron directos a mi clítoris inflamado y deseoso, me estaba acariciando, cuando veo que padre e hijo pasan desde su balcón al mío.
-No nos hemos olvidado de ti, putita. Venimos a darte lo que tanto te gusta, perra, eres una perra salvaje y puta, vamos a cogerte entre los dos. Me dijo Ramón.
Se inclinó y comenzó a besarme un pezón, Carlos se puso del otro costado y atacó el otro, las manos de ambos recorrían mi cuerpo y Dios mío! Yo deliraba de pasión.
Ramón se puso de rodillas, abrió mis piernas y las acomodó en el apoya brazos, de esa manera mi conchita candente quedaba algo levantada, su lengua con maestría recorrió primero mis labios vaginales, me recorría todo el contorno a modo de introducción, hasta llegar a mi clítoris, y lo empezó a sobar con destreza, mientras Carlos me chupaba los pezones, los mordisqueaba con sus labios.
Comencé a agitarme, a mover mis caderas con un ritmo cadencioso, Carlos al adivinar que ya se venía mi primera corrida, introdujo su glorioso pene en mi boca, y mientras me corría, se lo mamaba con fruición.
Los dos se pusieron de pie y me pidieron que se las chupara un tiempito a cada uno, y ahí estaba yo, sentada en la mecedora con dos pollas frente a mi boca viciosa.
No me hice rogar mucho, los mamaba a los dos, ya había perdido la razón y no me importaba nada más que esas dos vergas duras, las dos dispuestas y apuntándome a la cara.
Ramón me pidió que me pusiera de pie. Quería chuparme la conchita, como lo hizo la primera vez en el elevador. Ramón sabía que al sobarme el clítoris, yo podía llegar a hacer cualquier locura, sin importarme que mi esposo estuviera a pocos metros durmiendo plácidamente.
Como me ordenó me puse de pie, Ramón se arrodilló y acomodé mi vagina en su boca de viejo pervertido, pero que a mi me hacía gozar como a la más grande de las putas.
Quedé sentada en su boca, él me mamaba con deleite, Carlos se puso detrás de mi, y aprisionando mis senos entre sus manos, me lamía el cuello, iba bajando su lengua lentamente, hasta llegar a mis nalgas, las abrió, y empezó a besarme el ano, su lengua iba y venía, ambas lenguas, llegaron a tocarse, porque iban y venían la de Ramón a lo largo de toda mi conchita y la de Carlos iba desde la vagina al ano, en un punto se encontraron y cada uno siguió su recorrido. Carlos comenzó a dilatarme el culito con un dedo, luego dos, lo hacía lentamente.
Yo seguía perdida en el placer y recordé lo que tanto me había pedido mi cuñado, tenía razón cuando me decía que entre dos me harían delirar de placer.
Después de mi corrida, así parada como estaba Ramón me penetró, mi vagina succionó su pene no dejándolo escapar.
Carlos se apoyó en la pared del costado del balcón, en el medio yo, y Ramón delante mío.
Formamos un sándwich perfecto, yo en el medio de los dos machos que me follaban a la vez. Y yo encantada de lo que sentía, me gustaba ser así de puta, en realidad era la más puta, desesperada por las vergas tiesas. Sin importarme tamaño, color o edad, mientras tuvieran una buena tranca bien dura, dispuesta a darme placer, era suficiente.
Saqué mi trasero dilatado hacia fuera, y Carlos aprovechó para penetrarme por atrás, falló en el primer y segundo intento, pero a la tercera vez, me ensartó, entró la punta de su polla dura, empujando leve y suavemente, yo di un respingo porque sentí un poco de dolor, tanto Ramón como Carlos se quedaron quietecitos hasta que mi ano se acostumbrara a esa vergota tiesa.
Una vez que Carlos me empalmó bien al fondo, los dos empezaron a darme verga sin ningún tipo de miramientos, ambas pollas entraban y salían de mis orificios taladrándome hasta hacerme correr nuevamente.
Dos pollas duras estaban dentro mío, en esos momentos me sentía alucinada, era la mujer más colmada, me sentía llena de lujuria y morbosidad, quería más y más verga, y así se los hice saber
-¡Qué rico me cogen!, ahhahhhaaaaaahhh!, siiii, asiiii, ¡ay Dios qué lindo es coger así!!!.
-¿Te gusta putita?, me preguntaba Ramón.
-Siiii!!, dame más, quiero más, no pares! ¡ahhh!.
Mis palabras eran emitidas sobre sus labios apretadamente, pues no podíamos hacer ruido, para no despertar a mi esposo.
-Dime puta, me decía Ramón. -¿Tu marido te coge mejor que yo?.
-No!, nadie me coge ni me chupa así como tú. (A mi cuñado le decía lo mismo).
-Puta! Más que puta!, por eso le pones el gorro a tu marido?.
-Si, soy muy puta y no me alcanza una sola verga. No me satisface uno solo. Siempre le pondré los cuernos contigo, tu verga me deleita, vamos! Dale verga a esta puta. Ahhhh!!
Y me dieron verga y verga, hasta dejarme exhausta, pero pletórica.
Estos dos hombres me follaban por mis dos orificios, me lamían, me mordían, y yo les permitía que me hicieran lo que quisieran.
Después de mi corrida con la verga de Carlos aún dentro de mi ano, me hicieron poner en cuatro patitas, Carlos y yo quedamos abotonados como los perros, Ramón me tomó con fuerza de los cabellos, tiró mi cabeza hacia atrás y me puso su verga en la boca.
Empezó a cogerme por la boca, Carlos me follaba por el culo, y Ramón por la boca, a los pocos segundos sentí como un chorro de semen desbordaba en mi boca lujuriosa, saliéndome por los costados de mi boca. Carlos, me seguía taladrando, y en segundos llenó mi ano de leche.
Los tres quedamos agotados, desparramados por mi balcón.
Al poco rato saltaron hacia su balcón y yo llena de leche, pero pletórica de placer fui al baño a quitarme la leche que había quedado dispersa por todas partes de mi cuerpo.
Me di una buena ducha tibia, me acosté al lado de mi esposo, me dolían los pezones de recibir tantas y tantas chupadas, también me ardían la vagina y el ano, de tantas estocadas, chupadas y penetradas que me habían dado mis queridos vecinos.
Antes de dormirme, volví a pensar en las sugerencias que me había dado mi cuñado, apenas llegara a la ciudad le iba a contar mi experiencia, y le iba a dar la razón de lo que me estaba perdiendo por no animarme.