El baile nocturno

Todo lo que sucedió, no sé si lo soñé, pero si que sé lo que sentí...

Quiero sexo...

Necesito sexo.

El calor ha invadido mi cuerpo. De forma tan violenta que casi me ha dolido, desde el corazón hasta mi sien. Siento el palpitar de la sangre agolpándose en mi sexo, como fluye hacia él y se me nubla el pensamiento, no tengo tanta sangre para alimentar mi cabeza mientras mis pechos y mi húmeda entrepierna la piden, cuando no parecen robarla, a gritos.

Deseo... Deseo... Deseo.

Mi mente solo siente un primal e irrefrenable deseo. El calor esta volviéndose insoportable, se me están sonrosando las mejillas, puedo sentir el candor en ellas. Se extiende de forma incendiaria por todo mi rostro, secándome la boca. Mi pecho sube y baja al ritmo desbocado de mi respiración, que apenas permaneció levemente agitada durante los primeros momentos en los que me percate de lo que me estaba sucediendo.

Agacho la cabeza azorada, mareada, y veo a través del escote como mis pechos se comprimen en el sostén de suave tul en un destelleante naranja coral que llevo, y como unas ligeras formas apuntan de forma discreta en la tela de la chaqueta. Discreta... Demasiado. Me sobra, me la retiro. Puedo ver como mis pezones se marcan en la camisa, desafiantes rocas en la montaña de mis senos. Y esto a pesar de mi sujetador, realmente se han puesto casi cortantes... ¿Realmente están tan pronunciados o lo estoy imaginando?

El calor sube más aun, y la excitación continúa. Siento como si fuera cera fundida caer entre mis pechos apretados una gota de sudor que desconozco donde ha nacido. Puedo sentir el roce del tanga, que apenas aguanta en su sitio, con la misma fuerza para mantenerme en pie que yo pierdo a cada suspiro, completamente encharcado. El roce se pronuncia cuando mi alfileteado por el placer cerebro reacciona impulsivamente moviéndome del sitio, con mi clítoris, mientras este crece al son de los martilleantes roces de su exigua costura, impulsado sin duda por la inercia, de haber empezado a moverme.

Húmeda. Estoy terriblemente mojada. Puedo sentir esta humedad, que fluye de mi interior como un autentico manantial, desde las más cálidas profundidades de mi ser, hasta hinchar de forma vergonzosamente poderosa mis labios, dejando secos los de mi boca. Miro a mi alrededor, la gente baila en la pista completamente ajena a lo que bulle en mi interior. No sé que me está pasando, no reconozco el catalizador de semejante reacción en mi cuerpo. Jamás me había pasado algo similar. Empiezo a asustarme, ¿Me habrán echado algo en la bebida? No, sé que en todo momento he tenido la copa en la mano. ¿Entonces? No lo sé. Solo sé que deseo. ¿Porque nadie mas lo ve? Ardo de deseo. ¿Sigo aquí? Mi cuerpo necesita sexo. ¿Sigue la gente aquí? Pide sexo, clama sexo... Vuelvo a echar un vistazo a la gente de mí alrededor, y es entonces cuando lo veo. Un rostro que me mira fijamente, y que sin saber la causa me atrae. Jamás lo he visto... Pero desde ese primer momento, esa primera mirada, sé que lo recordaré. Solo sé que donde él clava esos gélidos ojos de portentosa negrura, como pozos de perdición, mi piel súbitamente arde hasta extremos que se me antojan dolorosos. Se ha parado el tiempo a mí alrededor, y ya no hay nadie. Solo esos ojos. Solo esa oscuridad... Y yo. Se acercan hacia mí, sin poder reaccionar, como si mi cuerpo estuviera clavado al suelo y mi alma engrilletada a este. Siento el peligro pero no quiero escapar. En apenas un chispazo de su mirada lo que descubro es que no puedo... ¿Pero realmente me importa? Ven ya... Una mano gélida y mortecina me alcanza, tras el frío inicial comienzo a sentir calor, mi cuerpo responde a esas sensaciones contradictorias mucho mejor de lo que mi cerebro es capaz de comprender la situación. Un calor que se esparce por mi cuerpo, invadiéndome tras un asedio que para mi ha sido casi eterno. Mi corazón parece ocupar todo mi ser, pues todo el palpita, repartiendo a cada golpe de mi irregular pulso ese calor, como si fuera veneno de serpiente.

Siento como se nublan mis sentidos y no soy dueña de mi cuerpo. En realidad creo que deje de serlo hace tanto... La mano recorre las zonas visibles de mi cuerpo, intoxicando todas y cada una de ellas con ese calor. Impasible, se introduce bajo mi ropa, recorriendo lo poco que quedaba oculto. Mientras, otra mano intrusa la releva en mantenerse alerta, haciendo guardia por encima de la tan escasa como terriblemente molesta tela de mi vestido. Quiero escapar... ¿Quiero? No gobierno mi cuerpo... Y desconozco si el mayor triunfo de esta situación es hacerme creer que aun si marco el rumbo de mi mente. Esas manos recorren mi cuerpo como sinuosas serpientes obligándome a desear que no paren. Nublan mi razón, doblegan mi espíritu, deseando que la danza no finalice en mis brazos, mi espalda, mi vientre... Deseando que hurguen bajo mi sujetador, en el mi falda, en mi interior. Como si esas manos leyeran mi mente, la que acechaba por encima de mi ropa, pronto seguida de la que estaba apunto de poseer la cara interna de uno de mis perlados de... ¿Sudor? Muslos, se introducen bajo mi sujetador.

Liberan mis pechos del sufrido cautiverio del sostén, retirando este hacia arriba, y así alcanzan mis senos, los aprisionan, los poseen juntándolos y separándolos a un ritmo enloquecedor que en realidad no es otro mas que el de mi propia respiración. Gimo en un largo, larguísimo suspiro, que es tanto de placer como de una extraña complacencia de sentir como por fin voy logrando lo que tanto estoy deseando. Mis ojos se cierran casi con fuerza, concentrándome en ese instante mientras muerdo mi labio inferior, aguantando la respiración. Solo cuando mis pulmones iban a estallar, tome una bocanada de aliento y reabrí los ojos.

Para entonces, esas manos hábiles habían hecho desaparecer mi ropa, apenas llevo puestos los vertiginosos tacones que escogí para esa noche. Una boca surge de la misma oscuridad que me había envuelto, y desciende desde bajo mi mentón, por mi cuello, siguiendo alrededor de mi busto... Siento como por fin comienza a lamer mis pechos. El roce de su lengua se me antoja áspero por unos instantes, no parece humana.

En apenas un segundo parece que pierdo y recupero mi espíritu, me muevo, pero vuelvo a ser presa del frío. Vuelvo a ser reclusa del ardor.

La lengua sigue su danza a través de mis pechos, los rodea, mientras las manos los aprietan. Los ochos de su ondulante y húmeda punta se cierran cada vez más, torturándome de deseo cada vez que el helado aliento alcanza un pezón. Al fin finaliza mi tortura y esa boca se introduce uno de mis hinchados pezones. Que asoma de entre sus dedos separados. Lame, succiona y muerde. Sus dientes parecen afilados, me duele un poco, pero ese dolor me es casi placentero. Gimo tan pronto como algo de saliva reaparece en mi boca, entreabierta de forma perenne.

Vuelve a morder, pero esta vez no hay ni si quiera un ápice dolor, solo placer. Mi mente suplica que no cese, no deseo que pare, que no se detenga, que me muerda... Que me muerda por completo. La sangre se agolpa de forma salvaje en mi sexo, palpitante hasta lo indecible, reclamando su parte de las caricias. Se me desboca la respiración, se me reseca nuevamente la boca. Las manos permanecen sobre mis pechos, aferradas a estos con fuerza, tirando de los pezones, pellizcándolos bajo la presa que pulgar e índice de cada una de ellas mantienen.

Mientras, la boca recorre mi cuerpo en un vertiginoso descenso, por mi vientre, deteniéndose únicamente para caracolear de forma errática con la lengua en mi ombligo y que, tras despedirse de un lugar, otra zona mas de mi cuerpo derretida a su paso, la baja hasta mi pubis. Un pequeño alto en el que el tiempo, el sonido a excepción de un tenue pitido en mis oídos por el tremolar de mi sien, parece detenerse a la vez que su lengua... Y vuelve a su tortuosa tarea, camino a mi sexo.

Las manos finalmente liberan mis pechos, al notarlo casi me parece poder respirar con mas profundidad, como si su solo contacto me ahogase. Bajan junto a la lengua acariciando mi piel en su camino, arañándome como si marcasen su territorio, sus dominios... Me domina. Pronto las siento mucho mas abajo, me cogen las nalgas, las aprieta amasándomelas lentamente pero con fuerza. Separan las piernas en cuanto estas descienden un poco mas hasta mis muslos, que siguen tanto o más temblorosos que cuando hace ya no sé el tiempo las abandono por primera vez, abriendo junto con estas, el camino claramente marcado por un brillante y translucido hilillo a la boca que casi siento gruñir voraz delante de la estrecha y definida línea de corto vello que corona el pubis donde parece esperar, sin muchos visos de que su paciencia sea grande. El gélido aliento se posa en mi sexo, causándome espasmos de placer al mismo ritmo que un grito quedo, resulta ahogado por la mayor necesidad de tomar aire. La lengua juega con mi clítoris, completamente expuesto, enrojecido hasta lo indecible y casi dolorosamente sensible.

Lo hace de forma furtiva, tocando y yéndose, atacando y retirándose. Por fin acaba mi tortura y la boca se come mi sexo, se pega a este abierta, como si de un beso con mis nunca tan jugosos labios, apretando según se cierran de forma lenta pero constante, como lo es casi la perdida de mi conocimiento.

Sin parar, chupando, succionando, mordiéndome, esta vez con sus gentiles labios protegiendo mi sexo de sus dientes... Los espasmos se aceleran, mi rajita se humedece aun mas, y él parece beber insaciable. Descargas eléctricas recorren mi espalda. La lengua se vuelve lanza, dura y tiesa, la clava en mi interior, entrando y saliendo rítmicamente, notando sus labios cada vez que se introduce, notando su aliento cada vez que se retira. Me flaquean las piernas, mi corazón parece convulsionarse, se me nubla la vista y alcanzo un orgasmo con un grito desgarrador. Sin permitirme el descanso, siento como un miembro, su miembro se aprieta desde detrás contra mi trasero, buscando un camino a mi sexo. Una mano me arquea la espalda hacia delante, me obliga a inclinarme, mientras la otra mas que separar mis piernas, abiertas de forma impulsiva, me sostiene en pie y antes de lo esperado comienzo a notar como soy penetrada por semejante verga. Dolor, extraño y placentero dolor en cada embestida. Siento dentro de mí el golpe del portentoso instrumento, y siento como roza de forma casi agresiva por todo mi interior. Antes que el dolor llegue a alcanzar cotas insoportables, una nueva descarga eléctrica arquea mi espalda, contracciones involuntarias de mi vagina aun enloquecida del aun reciente y sentido orgasmo hacen que mi sexo devore la totalidad del miembro, llevándome a un tan inesperado como brutal segundo y seguido orgasmo. Sin haberme recuperado del orgasmo, noto como una mano lubricada de mis propios jugos, separa mi trasero y casi acto seguido un dedo viola mi puerta de atrás, introduciéndose con una facilidad pasmosa.

Sin poder acaparar tantas sensaciones agolpándose, pronto el dedo da paso a su venoso mástil de carne que ha salido de mi sexo tan lentamente, que cuando su purpúrea e hinchadísima cabeza asoma fuera por fin, casi lo siento como el descorchar de una botella de champagne, dejando por fin salir todo el néctar que se había acumulado dentro de mi.

Su fusta palpitante se introduce en mi ano dilatado. Punzadas de dolor cruzan mi mente, enseguida endulzadas con el placer de su miembro nuevamente dentro de mí, en una extraña sensación egoísta. Una mano me coge un pecho y la otra juega con mi sexo desde delante, mientras su dedo índice y anular separan mis labios, el corazón tan rápido azota mi clítoris en vibrantes pulsaciones, como lo arrasa deslizándolo adelante y atrás por toda mi raja enfebrecida.

Comienzan unas suaves embestidas, abriendo el camino. Poco a poco las acometidas son más rápidas y profundas. Mi culo se come toda la carne que parece fluir por su interior, y mis propias manos deben agarrar mis caderas para seguir el ritmo que mi cuerpo marca con el extraño ser y su batuta como director. Mis manos sustituyen las de él, agarrando mis senos alternativamente con una y jugando con mi sexo con la otra, cuando estas se aferran de forma animal a mi trasero, buscando imprimir mas fuerza al ya de por sí potente bombeo.

La furia de la penetración arrecia, siento como crece el miembro dentro de mí y vuelven las contracciones desde lo mas profundo de mi vagina hasta la mismísima punta de mi enloquecido clítoris. La descarga eléctrica comienza de nuevo a recorrer mi columna hasta alcanzar hundido sexo, fulminándome, haciéndome que reviente en un tercer y tremendo orgasmo.

La explosión sensorial ha sido tan fuerte que apenas siento como la pétrea barra de carne de él, se vacía de forma incontrolada en mi interior. Mis fluidos se deslizan por mis piernas, mientras que, según poco a poco me va sacando el miembro de dentro de mí, se mezclan con los suyos.

Las manos elevan mi cuerpo, lo vuelven a acariciar en sentido inverso al inicial, repasando cada parte de mi anatomía, recordando y recordándome como ha sido suya durante todo este tiempo, como lo será por siempre... Y con un desgarradoramente sentido lametón en mi cuello, todo termina. Vuelvo a estar vestida, los ojos se alejan de mí con la rapidez con la que me acecharon. Solo escucho su gruñido en la lejanía, ya más como un tibio y satisfecho ronroneo. Un dulce semblante me saca de mi ensoñación.

-¡Perdona, lo siento!- Escucho a mi lado casi con desagrado... Me empujaron, es el inconveniente de permanecer completamente quieta en mitad de la pista de baile...

Y así es. Salgo del trance. Vuelvo a estar en medio de la pista. Me han tirado una copa encima. Confundida me dirijo al aseo, no sé que ha pasado. Quizás bebí más de lo que había pensado.

Quizás... Con un poco de papel y agua intento arreglar el desastre de la copa. Me llama la atención el tono rojo tan vivo sobre mi vestido cuando paso el papel húmedo por encima de este. Mientras mi mirada se desliza lánguidamente por la silueta que el frío espejo me devuelve, de repente descubro en mi cuello dos lunares nuevos.

Mi boca se entreabre ligeramente, lo que realmente me extraña... Es no sentir desconcierto alguno por mi hallazgo... Están justo donde el extraño me mordió... Esta justo donde ese ser se despidió de mí con un ultimo lametón...

¿Realmente fue ficción?