El baile (II)

Sigue el encuentro entre la madura Rubi y el joven Javier.

NOTA ANTES DE LEER

Recomiendo leer primero el anterior relato. Si he tardado tanto en subir la continuación es porque creí que se había perdido, y la verdad es que nunca parecía un buen momento para reescribirla. Encontré un borrador hace unos días y, no sé si es el encierro, que me ha apetecido continuar esta historia. Espero que les guste.

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  • Dilo otra vez - dijo la madura, visiblemente excitada ante la declaración de su joven acompañante.

  • Amor, fóllame el culo. Lo necesito. Sabes que hace tiempo que deseo que me poseas - mientras tanto, la pelirroja pellizcaba y estimulaba el pezón de Javier - y por eso estoy aquí...Para disfrutar de ti.

¡¡BLAF!! sonó la potente cachetada que le propinó la madura a Javier. El joven estaba sorprendido, no entendía qué había pasado. Unos minutos antes él le había proporcionado un orgasmo que juzgó bestial a la amiga de su madre, por no hablar del hecho de que se había sometido a aquel "juego" de sumisión en la boda de su primo. Es cierto que ella también había satisfecho las fantasías del chaval: había llevado aquel vestido de leopardo tan hortera y poco apropiado porque Javier le había confesado que su primera paja con ella había sido tras verla con un vestido similar nueve años atrás, al igual que había fumado para él mientras se masturbaba....Por no mencionar el simple hecho de ir a aquella estúpida boda. Javier era consciente de todo ello, pero no entendía el porqué de aquella bofetada. Cuando quiso hablar, su "amor", le interrumpió.

  • No te equivoques, cerdito. Tú no estás aquí para disfrutar de mí, eso ocurrirá cuando yo quiera, ¿Estamos? -el joven quiso hablar de nuevo, pero ella puso un dedo en sus labios - No me interrumpas, dijo con un tono de voz algo más suave, lo que tranquilizó a su joven amante, quién se incorporó levemente al igual que ella. La razón por la que tú estás aquí - dijo ella usando un tono algo más tranquilo, y algo paternalista, en realidad - es para que YO disfrute. ¿Entiendes?.

  • Sssí, Rubiamorrubiclaro -dijo él con voz temblorosa, mezclando palabras y tartamudeando, lo que hizo que la madura comenzara de nuevo a excitarse. Aquella impertinencia por parte del jóven le había "cortado" y casi temía aburrise con aquello. Ante la imperante mirada del chico, Rubi sonrió. A ver- dijo resuelta - enséñame ese culito de puta que llevo toda la noche observando en esos pantalones apretados. Él, contento de complacerla, se puso a cuatro patas.

  • Muy bien, muy bien, dijo la veterana - Ahora ábrete las nalgas, que yo lo vea.

Javier, raudo, abrió sus nalgas con ambas manos. Tuvo que apartar algunos pelos de su culo, pero allí estaba: Entre medio de sus nalgas, sobresaliendo de su esfínter se encontraba una "joya", visiblemente femenina. El chico respiraba rápidamente, excitado. La cabeza le iba a mil por hora, no sabía qué pasaría a continuación. Bueno, sí, ella iba a follarle el culo, tal y como habían hablado por Whatsapp días antes, mientras él se masturbaba para ella, pero no terminaba de estar seguro de todo aquello. A pesar de todo, estaba más excitado de lo que había estado nunca.

  • Veo que mi "regalito" te gustó...

  • Sí, mi amor, antes de metérmelo estuve oliéndolo y lamiéndolo. Quería saber cómo era tu sabor. Aquel plug, según le contó la cincuentona, lo usaba bastante a menudo y, antes de dárselo a su “amor”, lo había llevado todo un día completo en su propia cavidad anal.

  • ¡Y vaya que lo sabes, putita! – dijo haciendo referencia al agresivo uso de la lengua del muchacho unos minutos antes - Ahora me toca a mí averiguar si tu sabor me gusta.

Javier notó como las uñas largas de la cincuentona se clavaban en sus nalgas. Notaba la respiración de ella muy cerca de su esfínter. Ella no le había tocado a penas, pero el pene del joven seguía erecto, lo que complació a Rubi. Iba a disfrutar todo lo que pudiera de la situación, ya que, aunque el salón de baile era grande y ella acompañaba a la madre divorciada del joven, no podía perder demasiado el tiempo. Por ello, cogió con decisión el plug entre los dientes y tiró de él. No lo hizo demasiado rápido, pero tampoco puede decirse que fuera delicada. Unas pequeñas lágrimas de dolor recorrían la cara del joven.

  • Ahora, putito, dijo ella entre risas, vas a saber lo que es gozar. No te voy a mentir, te va a doler, pero me lo vas a agradecer. De su coche  había mandado a Javier a coger un arnés. "El paquete de tabaco", (además de lo evidente) era la señal que habían acordado para referirse a aquel pene de goma con correas. Al haberle ordenado aquello, el joven había entendido que el juego comenzaba.

La lengua de la madura empezó a recorrer el esfínter del chaval, mientras tanteaba como ponerse aquel falo morado que había traído para la ocasión. Él solo gemía, se retorcía en su sitio...Aunque no era virgen, aquello estaba superando cualquier expectativa. Para colmo, la madura, entre lamida y lamida, le recordaba lo niñato y lo pervertido que era, además de afortunado  porque una mujer "como ella", siquiera le mirase. Toda aquella cháchara lo tenía al borde del orgasmo y a ella estaba cachonda como hacía años que no  estaba.

Decidida,  le sujetó del pelo con firmeza, forzando a que sus bocas se encontraran y se volvieran a besar, aprovechó para escupir en la boca del chico. Él simplemente tragó con satisfacción y cuando iba a pedirle más, notó una presión en el esfínter.

  • OOOOHHHHH- se quejó de dolor y placer Javier - Síiiiiiiiii disfruta, peeeeeerrraaa - dijo la madura quién le enterraba aquellos 15cm de goma al joven. No era demasiado largo, ni demasiado corto. Además, era el último que había usado consigo misma, como había implorado el joven cuando planearon todo aquello.

Ella empezó a hacer movimientos circulares dentro de la cavidad anal del muchacho, que no paraba de sollozar. Pero estaba quieto y se dejaba. No sabía qué sentir al respecto. El hecho de ser penetrado no le gustaba demasiado, al igual que tampoco el llevar aquel plug un día entero. En sus fantasías  aquello era más placentero…Sin embargo, se daba cuenta que el auténtico placer que sentía procedía de su cabeza: La mejor amiga de su madre, que lo conocía de toda la vida, que lo había descubierto hacía unos meses masturbándose con su ropa interior, lo había “obligado” a caer en ese juego y ahora lo estaba usando cómo y cuando ella quería. Él no dejaba de pensar con morbo en todo aquello, pero el constante movimiento de las caderas de la pelirroja le causaba dolor.  Ella lo consolaba, era cuidadosa dilatando el esfínter del chico, pero sin perder ni un ápice de autoridad.

  • Así, mi amor, así. Mi pequeña putita follada - decía ella mientras iba aumentando el ritmo de las embestidas - así quería verte. Esto es lo que querías, que hiciera contigo lo que me saliera del coño- le susurraba al oído mientras, de vez en cuando, mordía su cuello -  Tuviste la indecencia de querer que te usara en la boda de tu primo, estabas impaciente por probarme, pensabas que me ibas a follar…Y cuando te dije que quién iba a follarte era yo, dijiste que sí.  ¿Sabes por qué? Responde, cerdito, dijo la madura con la voz cada vez más entrecortada por la excitación.

  • Porque soy una puta viciosa y sucia, que lleva años mirándote descaradamente y necesitaba ALGO contigo. Eres la musa de mis pajas, de toda la vida. Solo quiero que me uses, que me permitas desearte, es lo que quiero – contestó el joven, algo más acostumbrando al vaivén de las caderas de la madura y comenzando a disfrutar de la penetración en sí.  Aquella confesión terminó de encender a la madura, quién tras comenzar a bombear cada vez más duro el culo del veinteañero mientras le decía - "Me encanta lo putilla que eres. Eres un cerdo y no veas como me pone eso", sacó la polla de goma del culo de Javier, para darle la vuelta, morrearlo mientras él ponía el culo en pompa con los pies en alto, sujetándose las rodillas por dentro.

Ahora vas a disfrutar como nunca. Vas a saber lo que es gozar de verdad – Él gimió en respuesta, ya que aquello le estaba superando . Ella volvió a dirigir el falo al culo de Javier, que entró sin mayor incomodidad que un nuevo gemido del joven. Ya lo estaba disfrutando de verdad. Ella, consciente de ello, sujetó las caderas del chico y empezó una salvaje follada.

-       ¡Mírame! – le dijo la madura - ¡Ahora puedes mirarme, degenerado de mierda! – gritaba ella, ya sin importarle el volumen de voz o donde estuvieran, o cualquier “gilipollez” del estilo. El estar usando al hijo de su amiga con toda impunidad y el consentimiento del chaval la estaba llevando a cotas de placer que hacía tiempo que no alcanzaba. Siempre había fantaseado con estar con un hombre más joven, pero las ideas del chico le habían descubierto una faceta suya que le estaba gustando demasiado. Por su parte, Javier no apartaba la vista de los bamboleantes y descolgados senos de su amante.

-       ¿Te gustan mis tetas?, Chúpalas, mi amor, que eres un perro maravilloso – Si bien, no había de acabado la frase, sintió como la boca del chico se apoderaba de uno de sus pezones y lo lamía con ansias. Los gemidos de la madura ya eran altos, pero cuando el chaval mordió (en realidad, por inexperiencia) el pezón, ella creyó que se iba a correr ahí mismo.

Durante todo ese rato, ella bombeaba el culo de su amante y este, como un lactante, estaba pegado a las tetas de la madura. Con la otra mano arañaba la espalda de ella. Solo interrumpían esa rutina para besarse con lascivia, momentos que ella aprovechaba para escupir en la boca del joven. Ambos habían descubierto que aquello les apasionaba. Ella, más consciente que él de que el tiempo apremiaba – llevaban demasiado tiempo metidos en aquel ropero y  podían echarles en falta, además de que la hora de clausura del evento se acercaba,  decidió acelerar un poco las cosas. Aprovechando que justo el chaval estaba tragando un generoso chorro de saliva que ella había dejado caer lentamente en la boca de su amante, sacó el falo de goma y comenzó a quitárselo. Aquello decepcionó por un segundo al chico, pero antes de que pudiera articular palabra alguna, ella se le sentó en la cara.

-       Cómeme, desgraciado hijodelagranputa- dijo ella, perdiendo el control de las palabras al notar la ávida y joven lengua de Javier en su clítoris – Eso es, céntrate ahí, que me quiero correr…Ella se anudó el pelo con una goma que llevaba en la muñeca y, para sorpresa del joven, comenzó a tragar el falo del muchacho.

-       Glub, glub - era lo único que se escuchaba. El joven a penas podía respirar por los movimientos incesantes de la madura en su cara, pero él se agarraba a aquellas nalgas blandas por la edad, pero todavía (al menos, a sus ojos) apetecibles y con forma. Aquello mataba de placer a la madura, quién -sin sacar el miembro de la boca – le estaba dando el repaso de su vida al chico. Para Javier, aquella mamada era la mejor que había experimentado pero, siendo justos, aquello se debía más a la inexperiencia del chaval más que a la pericia de la pelirroja.

Ella no podía concentrarse demasiado en la felación, ya que el ansia con el que Javier le agarraba las nalgas y las apretaba estaba siendo demasiado para ella. A pesar de disfrutar de todo aquello, algo fallaba y cuando se sacó el duro miembro de su amante de la boca para protestar, el joven, en un ataque de audacia, le metió un dedo en el culo. Aquello fue el detonante, ella empezó a convulsionar en la cara del chico, corriéndose y empapándolo todo con una inesperada y abundante corrida, algo que no experimentaba en mucho tiempo…Cosas de la edad.

-Cabrón, cabrón, perro, maricón – eran las “lindezas” que decía ella mientras sucumbía al orgasmo. Cuando estuvo recuperada, respiró bien hondo. Se levantó y dejó al muchacho allí, erecto y expectante. Ella lo miró y le ordenó “De rodillas”, orden que él cumplió.

Javier no quitaba ojo de la ajada, aunque atractiva, figura de su “amor”, de su dueña aquella noche. Tenía la polla repleta de las babas de la madura y solo estaba esperando que ella acabara la faena. Pero ella simplemente se limitó a desanudarse el pelo y colocárselo lo mejor posible y a vestirse. En realidad ella había olvidado ya al joven, pero recordó su presencia cuando necesitó que alguien subiera la cremallera del vestido.

-       Cariño – dijo con la voz que siempre había usado para hablarle antes de todo lo que había pasado - ¿Me ayudas a subirme la cremallera?

-       Claro, “mi amor”  ya…- Rubi- le cortó ella – llámame Rubi.

-       Sí, Rubi – dijo Javier decepcionado y confundido.

Muy diligentemente, él subió la cremallera de ella, tras lo cual la pelirroja buscó sus zapatos para ponérselos. Él se arrodilló y se los puso, lo que causó una leve sonrisa en la madura. Javier seguía desnudo, con el pene erecto, con la cara llena de babas de los escupitajos de ella, sus fluidos y algo roja de las bofetadas que la madura le había propinado. Además, tenía marcas de dientes y chupones en el cuello, muy difíciles de disimular, ya que la mujer se había afanado en provocárselas. Era todo un panorama. Pero el chico seguía de rodillas sin mirarla y a sus pies. Ella, muy tranquilamente, cogió una silla, se sentó y se empezó a fumar un cigarrillo.

-       Esto ha sido fantástico, Javier – le dijo – no esperaba que un niñato como tú me diera tanto placer. Siempre te he visto como alguien apocado, sin voluntad y, la verdad, pensaba que eras medio idiota. No voy a decir que me equivocase, pero has demostrado ser más interesante de lo que pensaba. No era difícil – dijo más para si misma que para él.

A pesar de su fingida indiferencia, para ella había sido una experiencia nueva y única. Siempre le había gustado llevar las riendas en el sexo, pero aquello era demasiado diferente. Por otra parte, sin ser una mujer a la que faltaran amantes esporádicos, eran tipos de su edad y con un aguante propio de ella. Entre polvo y polvo, mínimo, pasaba una hora y, tras ello, la eyaculación de su pareja se solía limitar a unas gotillas…El chico había demostrado vigor y, el hecho de tenerle allí, erecto y expectante no hacía sino darle más morbo a la situación.  Ella dio una calada y echó todo el humo en la cara del chaval, cosa que a él le excitó mucho.

-       Como decía - dijo ella sin dejar de fumar y hablando con el cigarrillo en los labios- ha sido muy bueno (“ya no es fantástico”, pensó un impertérrito Javier), pero no sé si mereces que esa polla tuya vuelva a entrar en mí, o que yo vuelva a mirarla – él quiso protestar, pero una mirada severa de la madura lo calló – así que estarás pendiente de lo que yo te diga, ¿Vale?

-       Sí, Rubi -dijo él en un balbuceo compungido, que no hizo más que volver a excitar a la madura

-       Ahora me voy a marchar. Vas a esperar aquí como 10 minutos sin vestirte y sin echar el pestillo. Cuando pase el tiempo, podrás salir y harás lo que mierdas sea que harías en esta boda de las narices…Pero ni te me acerques, ni me mires, ni nada. Esto seguirá como siempre a menos que diga lo contrario -volvió a echar el humo del cigarrillo y algunas cenizas cayeron sobre los muslos del joven, que emitió una mezcla de gemido y quejido que no pasó desapercibido para la mujer - , si es que lo digo – dijo con una sonrisa lobuna que amargó a Javier.

Ella comenzó a incorporarse, dando una última calada al cigarrillo, cuyo humo expulsó al aire para decepción del muchacho. Sin embargo, la pose de la madura le pareció terriblemente sensual y clavó los ojos en ella. Ella se dio cuenta y sonrió de nuevo para él. Se acercó, y le dio un suave beso en los labios…

-       Abre la boca -le dijo en un tono sensual a la vez que autoritario. El chico lo hizo. Saca la lengua – dijo ella y, cuando el chaval lo hizo, echó las últimas cenizas del cigarrillo en la boca de él. Aquello asqueó al chaval, pero divirtió mucho a la madura, que aprovechó a apagar el tabaco en la boca del joven. Se le veía asqueado, pero no se negó, ni protestó…Se limitó a cumplir el capricho de la mujer, como llevaba haciendo desde hacía unas semanas y cuya culminación fue esa noche.  Cuando acabó de apagarlo, ella simplemente se dio la vuelta y se fue sin dirigir una mirada a Javier.

“Diez minutos” se dijo el chico, que no podía dejar de pensar en lo que le había pasado. Todo aquello le superaba a la vez que le excitaba. Necesitaba MÁS de aquella mujer…Pero eso solo ocurriría si ella quería. Pasado un tiempo, empezó a recoger los juguetes que había llevado consigo. Sin esfuerzo a penas, volvió a introducir el plug en su culo. Nadie le había ordenado hacerlo esta vez, pero sentía que debía ser así. Comenzó a vestirse al poco tiempo como pudo. Su ropa había quedado muy arrugada, pero le daba igual. Le dolía el cuerpo en general, el culo en particular (pero lo aguantaba) y los testículos en especial, de lo llenos que estaban. Cuando estuvo vestido, se dispuso a salir…Pero solo habían pasado siete minutos. Temeroso de no obedecer a Rubi, quiso esperar al tiempo EXACTO que ella le dijo. Repasó la habitación con la mirada, reparando así, en una esquina, en las bragas de su amante, de su “amor”: de su dómina.

Con paso decidido, Javier se acercó a recogerlas para guardarlas en el bolsillo de su chaqueta, no sin antes aspirar profundamente la parte correspondiente al coño y al culo de la madura. Olían muy fuerte para ser limpias, lo que sospechaba que era un regalo de la pelirroja. Como un chico obediente, salió transcurrido el tiempo que le habían ordenado esperar.

Aquella noche había sido diferente a todo lo que había probado Javier en su vida. No sabía si la madura le daría más o pasaría de él…Sin embargo, ahora mismo, solo podía pensar en subir a su habitación y masturbase con aquellas bragas olvidadas.