El baile

Incluido en la novela erótica "El chat", el baile es una escena de sexo entre dos personas que se acaban de conocer en internet.

Pasados dos días, Mar volvía a estar en mi casa aquella mañana. Durante este tiempo, ni siquiera abrí el chat en busca de nuevos mensajes porque creía haber encontrado lo que buscaba.

El resto del primer día y todo el día siguiente me lo pasé pensando en aquel pedazo de mujer que acababa de conocer y que ofrecía sexo sin ningún compromiso por su parte ni por la mía. De hecho, el único que podía exigirle algo a Mar era su marido, aunque, por lo visto, no se enteraba mucho de la película o, si lo hacía, dejaba manga ancha a su mujer.

Aquella mañana sobre la misma hora que la primera cita, Mar volvió a subir a mi casa. En esta ocasión, llevaba una bolsa de deporte.

-         Empieza el número. Voy a cambiarme.

Volvió a irse al baño pero esta vez no me pilló por sorpresa así que me quedé quieto, sentado en el sofá esperando a que “el número” diese comienzo.

Transcurridos unos minutos, apareció Mar, vestida como una danzarina árabe, bellísima con vestido con velos de colores rojos y naranjas y descalza.

No hubiera hecho falta que bailase, era bellísima y en ese momento la hubiera tomado. Pero hay que reconocer y apreciar los esfuerzos que las personas hacen por agradarnos así que me dispuse a disfrutar de la danza con la que Mar me iba a obsequiar.

Metió un cd de música mora en la cadena musical de mi comedor y al comienzo de los acordes, el cuerpo de Mar comenzó a cimbrearse y a moverse de una forma tan sensual que poco a poco iba haciendo que me encabritase hasta llegar a la exageración de mi excitación.

Durante unos cinco o seis minutos, el vientre de aquella mujer se cimbreó y tembló al ritmo de aquella música y a cada golpe de cadera se despojaba de uno de los velos quedándose cada vez mas expuesta a mis ojos que la devoraban ferozmente ávidos de deseo por tocar esa carne.

El último velo vaporoso desapareció de su cuerpo y quedó prendido de mi boca al ponérmelo Mar ahí y dejarlo después de un golpe de cadera que me nubló la vista.

Concluida la música, mi amante se quedó jadeante delante de mí, sudando, bella, insinuante y excitada también, mirándome fijamente y preguntándome con la mirada que le había parecido.

-         Ha sido precioso. Me ha encantado

Mar sonrió satisfecha, la respiración entrecortada por el esfuerzo hacía subir y bajar los pechos que tan bien había disfrutado la vez anterior. Consciente de que mi mirada se alojaba en esa parte de su anatomía y tal vez para sentirse ella misma más cómoda, Mar soltó el minúsculo sujetador dejando libres y al viento aquellos dos pechos tan hermosos.

-         Carlos – dijo muy seria- desnúdate. Sácatela, amor.

No hizo falta que me lo repitiera, me quité la ropa a la velocidad del rayo y pude ver como ella sonrió al ver el estado de excitación en el que me encontraba. Cuando me hallé totalmente desnudo, Mar se acercó lentamente moviendo exageradamente las caderas al tiempo que con su mano derecha se apartaba la melena rubia y ensortijada dejando a la vista aquella nuca bellísima.

Cuando se halló a mi altura, Mar se arrodilló delante de mí y me acarició con aquellas manos tan sabias los muslos. Seguidamente tomo mi rabo con ambas manos y comenzó a masajearlo tan dulcemente que a punto estuve, nuevamente de acabar antes de hora.

Sin embargo, conseguí concentrarme lo suficiente como para disfrutar de la felación que mi amante me obsequió a renglón seguido.

En aquella postura de total sumisión, yo sentado y ella de rodillas trabajándome el falo de manera magistral con su boca, me sentí realmente el sultán o el jeque de cualquier país musulmán, disfrutando de aquella concubina que tanto placer sabía darle.

Mis manos no dejaban de acariciar aquella nuca de cisne y de enredarse con los mechones de pelo rizado que caían formando bucles mientras ella subía y bajaba la cabeza haciendo desaparecer mi polla dentro de su boca para instantes después aparecer toda mojada en su saliva.

Después de un rato así, levanté la cara de Mar e hice que me mirara. La besé apasionadamente en los labios y chocamos nuestras lenguas enzarzándolas en una lucha sin cuartel. La puse de pie sin dejar de besarla y la alcé en brazos para depositarla en el sofá. Tenía intención de devolverle el placer que me había dado ella con la boca, pero en vez de eso, Mar entrelazó los brazos y las piernas en torno a mí y comenzó a frotar su pelvis con la mía.

Rompí con un tirón fuerte el tanga que llevaba, sin que ella hiciese la menor objeción, y la agarré de las nalgas abriéndolas lo máximo posible mientras ellas seguía pasándome la lengua por todos los rincones de mi boca y de mi cara.

Y así, en esa postura en la que ella estaba suspendida en el aire, agarrada a mí por sus brazos y sus piernas, la penetré.

Al hacerlo, Mar volteó la cabeza hacia atrás al tiempo que soltaba un gemido amplio y sonoro, hecho que aproveché para capturar con mis labios uno de sus pezones el cual succioné con fuerza mientras mis manos apretaban más y más aquel culo magnífico y suave.

La velocidad fue en aumento. El ruido de nuestros cuerpos al chocar cada vez que levantaba a Mar y la dejaba caer para que quedase totalmente empalada era casi más fuerte que nuestros gemidos. Aquel sonido me volvía loco y me incitaba a mover a mi amante de una manera más rápida y salvaje.

Lo malo de esa postura, es que has de estar muy fuerte para aguantar así todo el tiempo.

Me dirigí otra vez al sofá y me deshice de la presa que Mar me ejercía. No fue tarea fácil ya que ella no estaba por la labor de dejar aquella placentera postura.

No obstante, conseguí que pusiera los pies en el suelo y apoyara los brazos en el sofá dejándome ver aquella espalda tonificada y aquella grupa que se me ofrecía en todo su esplendor.

La volví a penetrar esta vez con más fuerza que antes y las embestidas eran más brutales. Mar comenzó a gritar con fuerza y por un momento pensé que le estaba haciendo daño, tras lo cual aminoré el ritmo.

-         ¡No! ¡Sigue, rápido!- me ordenó- ¡No pares niño, que me matas!

-         Bien, mami, aquí tienes, más ritmo.

La cabeza de Mar se estrelló en el respaldo del sofá ante las embestidas y el culeo salvaje al que la sometía. El ruido seguía resultando excitante cada vez que impactaba mi pelvis en su culo y me incitaba a bombear más fuerte.

Mar gritaba como una loca al tiempo que sus manos buscaban mis muslos para arañarlos frenéticamente hasta el punto de hacerme sangre.

En ese movimiento alcanzó su orgasmo cuando una de las múltiples embestidas toco el fondo de su vagina y le provocó un espasmo mayor de lo que podía soportar.

Cayó sobre el tapizado del sofá enterrando en él su cara y comenzó a sollozar. Me detuve en seco. Creí que aunque ella me había dicho que no y me había instado a continuar de esta forma, en el fondo le había hecho daño.

Saque mi falo de su coño y me fui a su altura para interesarme por ella. Cuando Mar notó mi aliento al lado del suyo, levantó la cara y me besó con una pasión tal que me descolocó.

-         Gracias- me susurró- de verdad, gracias. Ha sido una pasada.

El aliento apenas permitía a Mar articular las palabras. Estaba exhausta, agotada y al mismo tiempo totalmente relajada. Aún así, cuando se incorporó un poco sobre mi misma y vio mi verga totalmente dura y tiesa, la acarició con sus manitas mientras me miraba con expresión casi maternal.

-         Tú aún no has acabado cariño.

-          Pero si te he hecho daño, no tienes por que seguir.

-         No me has hecho daño, tonto. Al contrario, he tenido una corrida impresionante, como hacía años que no tenía.

-         ¿De verdad?

-         Te lo juro. Eres muy bueno follando. Pero yo también se lo mío.

Me guiñó un ojo y comenzó a menear más fuerte mi polla. Cuando esta alcanzó de nuevo su punto más álgido, Mar se colocó en posición de cuatro patas ofreciéndome de nuevo aquella grupa.

-         Entra- ordenó.

Acerqué de nuevo el glande rojo y duro a la entrada del coño de Mar cuando con un movimiento brusco, me lo impidió.

-         Por el culo.

Me estaba ofreciendo su ano. Separé con los dedos las dos nalgas hasta que pude ver el botón oscuro y pequeño por donde se me estaba invitando a entrar. En vista de que podía, esta vez sí, dolerle, decidí lubricarlo un poco con mi lengua, ensalivándolo todo lo que pude para facilitar la penetración anal.

El contacto húmedo de mi lengua, provocó nuevos lamentos de placer en mi amante. Mientras realizaba esta operación, mis dedos índices jugueteaban con el orificio al objeto de ir dando de sí la piel y el músculo del ano para ir haciéndolo más grande mientras mi compañera me dejaba hacer y disfrutaba de la estimulación que le ofrecían mis maniobras.

Cuando fue lo suficientemente grande, coloqué mi capullo en la apertura y ayudado por los dedos que estiraban en ambas direcciones abriendo el agujero, fui introduciendo poco a poco mi polla dentro del culo de Mar, hasta que entró toda.

Con un movimiento pausado al principio, el calor de aquella oquedad donde estaba alojado mi pene y el morbo que da usar las entradas prohibidas fue poco a poco volviendo a llenarme de deseo. Mar comenzó a mover sus caderas con movimientos circulares para facilitar que, con cada golpe, mi pene quedara cada vez más enterrado en ella.

La visión de las nalgas de Mar chocando contra mí y aquella estrechez tan deliciosa hicieron que, después de unos momentos en los que alargué al máximo mi clímax, grandes chorros de esperma caliente inundaran la parte baja del intestino de mi amante dejando un reguero que cayó al suelo en cuanto le saque el falo del culo, formando un pequeño charco blanco.

Nos besamos apasionadamente, satisfechos de haber dado placer el uno al otro y relajadísimos, abrazados el uno al otro. Así, en aquella postura nos quedamos totalmente ajenos al mundo exterior y con la mente en blanco.

Si os ha gustado y queréis saber más sobre esta historia, os dejo el enlace de la novela.

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