El azúcar no es la única que endulza las cosas...

¿Cómo te quedarías si te digo que un bollo sabe mejor con un poco de sexo?

Mi familia siempre ha trabajado en una panadería. En 1930 mi bisabuelo fundó la panadería Jiménez y desde entonces todas las generaciones hemos trabajado aquí.  Todos los veranos, desde junio hasta finales de agosto trabajaba para ganarme un poco de dinero en gastármelo en mis cosas.

El sueldo no era gran cosa pero al menos me daba para tirar unos meses y no tener que pedirles siempre dinero a mis padres. Mi objetivo en la vida era ser abogado, siempre me han gustado mucho las leyes y también se me ha dado bien estudiarlas. Estaba en mi último año de carrera, tan solo me quedaba terminar el master y ya sería el primer abogado de la familia.

Aquel verano hablé con mi madre y le dije que no quería trabajar en la panadería. Había conseguido ahorrar bastante dinero con los años y quería estar esos meses sin estudiar y disfrutando un poco. Sin embargo, mi madre me dijo que no iba a ser posible, mi padre estaba de baja por problemas con la ciática y el único que podía sustituirlo era yo. Mi tío Santos se encargaba de repartir y mi padre era quien se quedaba atendiendo la panadería y ultimando los panes y bollos que quedasen por hacerse.

Lo peor de trabajar en una panadería es despertarte a las cinco de la mañana y acostarte a las ocho de la tarde si al día siguiente quieres estar fresco. Te pierdes un montón de cenas, cañas, fiestas y noches hasta las tantas teniendo conversaciones absurdas con tus amigos. Muchas veces escogía la opción de trasnochar e ir de empalme al trabajo, pero cuando llegaba a la panadería, cada minuto que pasaba me maldecía a mí mismo por haber hecho semejante tontería.

El viernes volví a hablar con mi madre y le dije que el lunes siguiente a este es San Valentín, me gustaría mucho ir con Carol, mi novia a cenar al puerto. Hay un restaurante con una pasta y unas vistas alucinantes. El problema surgió cuando nuevamente me contestó que debía de atender la panadería, estallé cabreado, solo le estaba pidiendo un día libre para disfrutar de mi vida y ella solo sabía responderme que no.

Esa noche me fui cabreado a la cama, no quise ni siquiera cenar con mis padres, por su culpa me estaba perdiendo parte de mi adolescencia.

A la mañana siguiente me desperté cuando sonó el despertador, me vestí, cogí las cosas y me fue a la panadería. Una de las pocas cosas que me gustaba de madrugar era la tranquilidad que se respiraba por la calle. Al principio siempre iba andando, pero un día cogí la bici y desde entonces no la he dejado. La panadería quedaba a diez minutos de casa, me encargaba de abrirla yo. Mi tío solía llegar quince minutos después porque su casa estaba un poco más lejos.

Mi tarea consistía después de abrir la panadería en coger la masa madre, amasarla, meterla al horno y preparar las barras de pan. Cuando estaba amasando me llegó un whatsapp de mi tío;

“Alberto, voy a retrasarme un poco más, se ha pinchado una rueda de la furgoneta y voy a cambiarla, encárgate tú de los dulces por favor”

El mensaje no me hizo mucha gracia que digamos, siempre era yo el perjudicado cuando pasaba algo. Continué amasando y cuando terminé con el pan me puse a amasar los dulces.

Poco tiempo después recibí otro whatsapp.

-Genial, seguro que ahora me dice que ha explotado la furgoneta, no viene a trabajar y me voy a encargar yo de la panadería toda la vida pensé cabreado. Pero para mi sorpresa era un mensaje de Carol;

-Hola cariño, ¿cómo estás?

Carol había salido de fiestas con sus amigas, era el cumpleaños de Paula y lo estaban celebrando.

-Todo lo bien que puede estar uno trabajando a las cinco de la mañana.

-jajaja que tonto me respondió ella, adjuntando un archivo justo después.

Aquel archivo era una foto de Carol en el baño de la discoteca sin bragas en donde se le podía ver perfectamente su coño.

-Para que te sea más leve la noche.

La foto me dejó enmudecido. No sabía qué era mejor, la sensación de ver aquel coño o de saber que Carol estaba sin bragas en aquel lugar, a merced de que cualquier mujer u hombre la viese y quisiera poseerla.

-¿Quieres más cariño?

-Sí le contesté inmediatamente.

Después de unos minutos esperando, recibí un vídeo en el que veía como Carol lanzaba sus bragas por encima de la puerta del baño y comenzaba a masturbarse.  Los dedos de Carol se deslizaban primero por sus muslos hasta llegar a su coño. El pulgar fue el primero en comenzar a acariciar su clítoris mientras el resto de dedos se restregaban por el resto de superficie que formaba su sexo. Cuando sus dedos índice y corazón entraron en la vagina, Carol gimió de placer, orgasmo el cual fue enmudecido por el elevado sonido de la música.

Conforme continuaba viendo el vídeo, mi pene iba creciendo poco a poco hasta estar completamente erecto. Dejé el móvil sobre la mesa, me bajé los pantalones y comencé a masturbarme.

Ahora podía ver en el vídeo cómo Carol agarraba su bolso y mordía una de sus asas para descargar la tensión y placer que le provocaba aquella situación.

Mi mano untada en harina y azúcar comenzó a deslizarse por mi miembro hacia arriba y abajo, haciendo que pequeños granos de azúcar entrasen por mi uretra y me provocasen una mezcla entre escozor y placer. Cuando vi en el vídeo cómo Carol se corría, yo también lo hice. Todo mi esperma cayó en la mesa, impactando junto a la harina, la masa de los bollos y el azúcar.

Me subí los pantalones, cerré el vídeo y en la conversación con Carol vi que después de enviarme el vídeo me había puesto.

“Espero que lo disfrutes tanto como yo, te quiero”

Tras aquel mensaje se fue de fiesta y continuó la noche sin ropa interior. A la mañana siguiente me confesó que llegó a masturbarse en medio de la pista deseando a otros hombres y mujeres, pero esa es otra historia que ya contaré otro día.

Como ya dije dos párrafos más arriba, toda la mesa estaba llena de comida y de mi semen. Si tiraba toda la masa de los bollos, te tocaría darle una explicación a mi tío y aparte me lo descontarían de mi sueldo por ser culpa mía. Así que sin dudarlo un segundo más, continué amasando hasta que llegó mi tío.

-¿Has conseguido hacerlo todo?

-Sí, me ha costado un poco, pero lo he hecho.

-Eres un crack, el abuelo estaría orgulloso de ti.

Lo más curioso de todo es que aquellos días vendimos más bollos que nunca. Mi tío probó incluso uno  ya que todo el pueblo le decía lo buenos que nos habían salido esa semana.

-¿Le has echado algo nuevo? Me llegó a preguntar, saben genial.

-No tío, he seguido la receta a raja tabla, como siempre le respondí ;)