El Aviso
Un aviso aparecido en un diario local cambia la vida de Claudia para siempre.
El Aviso
Autor: Ricardo Erecto
Personajes:
Alejandro
Claudia
Resumen:
Un aviso aparecido en un diario local cambia la vida de Claudia para siempre.
Capítulo I
"Se compra muchacha entre 19 y 22 años. La transferencia de propiedad será definitiva. Requisitos: Altura no menor de 1 metro sesenta y cinco, Busto de 88 a 95 cm. Preferentemente sin entrenamiento previo. Enviar datos personales y fotografías a "
El Director del colegio releyó el aviso del diario varias veces y pensó en Claudia. Sus resultados académicos eran pésimos, su futuro incierto. La solución estaba en este aviso.
Llamó a Claudia a su despacho
-Claudia, sabes que tu rendimiento escolar es muy malo.-
-Lo sé señor Director.-
-¿Qué piensas hacer en el futuro?.-
-No lo sé y estoy preocupada.-
-Hoy apareció este aviso en el diario. Creo que lo mejor será ofrecerte en venta. Los requisitos que piden lo cumples. De esa manera no tendrás que preocuarte de nada y tu dueño se ocupará de ti. ¿Qué dices?.-
-Señor, haré lo que usted me indique. -
-En ese caso necesito algunas fotos tuyas.-
-Hace mucho que no me tomo fotografías.-
-Pasemos al otro despacho y yo mismo te tomaré unas fotos. Será mejor que muestres alguno de tus atributos para poder ofrecerte. Quédate con el sostén y las bragas solamente.-
Claudia obedeció de inmediato. Efectivamente tenía una atractiva figura. El director tomó una cinta métrica y midió su busto. Justo 93 centímetros. De inmediato comenzó a tomarle varias fotos.-
-Sería bueno que muestres tus pezones. Tienes unas lindas tetas que hay que realzarlas Quítate el sostén.-
El sostén acompañó las otras prendas de Claudia que estaban sobre una silla. Solamente unas diminutas bragas cubrían su cuerpo. El director tomó varias fotos más.
-Quizás quieran alguna foto tuya sin las bragas. Sabes que un buen culito siempre gusta a los hombres.-
Claudia nuevamente obedeció y quedó totalmente desnuda frente al Director, quién disparó su cámara varias veces, tanto de atrás como de frente.
-Puedes vestirte Claudia. Me pondré en contacto con el comprador para verificar la seriedad del aviso. Ya te avisaré cuándo tenga alguna noticia.-
-Muchas gracias señor Director. Dejo mi futuro en sus manos.-
El Director observó repetidamente las fotos, en especial aquellas en las cuales Claudia mostraba sus atributos. ¿Claudia sería virgen? Se preguntó. No creía conveniente preguntarlo directamente pero era importante saberlo. Si era virgen, valía más por sus convicciones morales.
Tenía sólo una vaga idea para qué alguien pudiera querer comprar una joven. Suponía que sería para trabajar en algún taller con un salario misérrimo o quizás tener una criada de por vida. No importaba mucho para qué. Las finanzas del Colegio se verían reforzadas con el producto de la venta. Preparó la carta de presentación e incluyó algunas fotos de Claudia, vistiendo ropa interior. Las que había tomado desnuda eran para su propio regocijo.
Unos días después apareció un hombre en el colegio que se presentó "como el del aviso" El Director lo recibió en su despacho.
-La figura y los antecedentes que me envió de la muchacha me interesan. Se ajustan bien a mis fines. ¿Cuánto quiere por ella?.-
-No estoy acostumbrado a estos negocios. Ponga usted un precio.-
-¿Es virgen?.-
-No lo sé, me pareció de poco caballero preguntárselo.-
-Asumamos que no. ¿Cuántos años tiene?.-
-Veinte.-
-Quisiera ver la mercadería para evaluarla.
El Director llamó a Claudia quién se presentó de inmediato.
-El señor está interesado en comprarte, pero antes quería conocerte.-
-¿Has estado al servicio de alguien?.-
-No señor. Hasta ahora he estado en este colegio.Levántate la falda que quiero verte el trasero.-
-Me da un poco de vergüenza que vea mis bragas -
-Claudia, debes obedecer al señor. Él pretende comprarte y quiere saber qué compra.-
Claudia tímidamente comenzó a levantar su falda escocesa mientras se volteaba para dejar su culo frente al hombre.
-Levántate más esa falda. Como dijo el señor Director debes obedecerme.-
Claudia levantó la falda por encima de su cintura. Un culito redondo, cubierto por unas bragas blancas se presentó a los ojos de Alejando, tal era el nombre del hombre parado a sus espaldas.
-No está mal para una de veinte. Está firme y creo que servirá a mis fines. Voltéate que quiero verte de adelante.-
Ahora Claudia obedeció de inmediato y manteniendo su fada alta mostró la parte delantera de sus bragas, que traslucían un pubis con algo de vello negro.
-¿Nunca te has depilado allí?.- dijo señalando la parte baja de las bragas.
-Solamente me he quitado algo de pelo cerca de las piernas para que no escaparan fuera del bañador.-
-Eso no es higiénico. Si te tendrás que afeitar por lo menos tres veces por semana. Bien, puedes retirarte que seguiré hablando con el director.-
-No está mal. Usted la conoce mejor. ¿Es obediente o a veces se revela?.-
-Debo advertirle que no siempre es obediente.-
-Mejor así. Me gusta educarlas para que obedezcan mis órdenes. Puedo pagarle cincuenta mil euros por esa joven.-
El director quedó sorprendido. Cincuenta mil era mucho más de lo que pensaba. Creyó que este hombre estaba trastornado pagar semejante suma, pero aceptó antes que se arrepintiera.
-Entonces, dijo el visitante, mañana nos vemos en el bufete del notario. Quiero todos los papeles en orden y llevo el dinero en efectivo.-
Se saludaron y al día siguiente firmaban los documentos rubricados por el notario y e el Director recibía los cincuenta mil en billetes. Luego de terminado el trámite Alejandro y Claudia se dirigieron al Mercedes Benz con vidrios polarizados parado en la puerta de la notaría.
Casi no intercambiaron palabras durante el viaje. Alejandro solamente le informó que se dirigían a su casa en las afueras de la ciudad distante unas cincuenta millas.
Capítulo II
Alejandro no tenía apuro en comenzar la doma de Claudia. Iría despacio porque quería llegar muy lejos y no era conveniente comenzar muy rápido. Solamente le indicó su habitación, que le aclaró era provisoria, recomendándole que tomara una ducha y se afeitara cuidadosamente el pubis. En el baño encontraría los elementos que necesitaba.
Claudia estaba un poco emocionada. La casa era magnífica, con todas las comodidades y muchos detalles de verdadero lujo. Se bañó, se depiló cuidadosamente y se vistió con la ropa limpia que le había entregado Alejandro: Bragas, sostén, falda corta, camisa y zapatos. Una vez lista se dirigió a la recepción, dónde estaba Alejandro leyendo un libro, para ponerse a sus órdenes.
Por ahora siéntate en ese sillón y espera que avance en este libro. Es muy interesante. Se titula "La Sumisión de las Esclavas en el Siglo XVII". Describe algunos castigos a los que eran sometidas las esclavas desobedientes. Es realmente impresionante.
Luego de una hora de lectura, cerró el libro y dirigiéndose a Claudia, le dijo:
-Levántate la falda como has hecho ayer. Quiero ver nuevamente tu trasero.-
Ella se acercó y poniéndose de espaldas levantó totalmente la falda. Otras bragas blancas cubrían su culito.
-A ver de frente cómo estás.-
Ahora no se observaba la sombra del vello púbico.
-Veo que te has afeitado. Bájate las bragas para observarte mejor.-
-No señor. No me bajaré las bragas. No me presentaré desnuda delante suyo. Ya es bastante que me levanto la falda.-
-¡No me digas! ¿Así que no quieres bajarte las bragas, para que observe cómo te has afeitado? A las niñas rebeldes suelo castigarlas si no obedecen. ¿Quieres que te castigue?-
-¡Haga lo que quiera pero no me bajaré las bragas!. Quiero conservar mi virginidad.-
Alejandro se acercó lentamente a Claudia y haciendo una toma de Karate dejó su culo listo para recibir una palmada que no se hizo esperar.
-Este es un anticipo. He dicho que te bajes las bragas.-
La joven comprendió que no le quedaba mucha alternativa. Estaba lejos de todo y Alejandro tenía fuerza o habilidad o ambas cosas para manejar su cuerpo como quisiera. Sintió la picazón en la piel de la fuerte palmada y luego de frotarse unos instantes comenzó a bajarse las bragas hasta las rodillas.
-Quiero que te las saques completamente y me la entregues.-
Claudia dejó que la falda cubriera sus intimidades y se sacó completamente las bragas. Luego de inmediato levantó la falda para mostrar si pubis. Un par de pequeños labios asomaban entre los más grandes de la vulva.
-Así está mejor. Ahora quiero ver tus tetas y palpar los pezones.-
A Claudia se le inundaron los ojos de lágrimas. No podía revelarse, por lo que optó por desabrocharse la camisa y quitarse el sostén. Un par de hermosas y firmes tetas quedaron a la vista de Alejandro que se acercó y comenzó a pellizcar suavemente las coloradas puntas.
-Puedes vestirte. Para comenzar está bien. Ahora irás a preparar la cena y luego de acomodar la cocina podrás ir a tu dormitorio, que como dije, es provisorio. La joven sintió alivio ya que había finalizado la inspección. Preparó la cena, sirvió a Alejandro y acomodó la cocina. Una vez lista pidió permiso para ir a su habitación.
Alejandro la acompañó. Para sorpresa de Claudia no tenía ni pijama ni otra ropa para dormir. Preguntó si debía dormir vestida.
-No, por ahora dormirás solamente con las bragas puestas. Quiero observar si las tetas son tan turgentes como parecían y no se aplastan cuando te acuestas.-
-Señor, mis senos son firmes y no se deforman cuando me acuesto. Tenga en cuenta que soy joven.-
Efectivamente las tetas de Claudia permanecían con buena forma aun acostada. Alejandro pensó que sería una parte del cuerpo para castigar. Cerró la puerta con llave y se retiró. Claudia unos minutos más tarde dormía plácidamente. Despertó en la mañana a causa de una fuerte palmada en su teta izquierda que Alejandro le propinó.
Es hora que te levantes y me prepares el desayuno Tenemos muchas cosas que hacer hoy. Claudia se vistió rápidamente y sirvió el desayuno. Una vez concluida la tarea esperó nuevas órdenes de Alejandro.
-¿Cuántas veces has cogido por esa conchita?.-
-¡Ninguna, señor!¡Soy virgen y ni siquiera he visto un hombre desnudo en fotos!. No sé cómo es.-
-Puedes haber cogido con los ojos vendados y no ver la picha que te clavaban.-
-No señor. Esta conchita está intacta.-
-Bien, entonces no tocaremos tu concha por ahora. Desnúdate completamente que quiero observarte el culo.-
-Nuevamente Claudia obedeció. ¿Tenía opción?. No. Entonces lo mejor era quitarse toda la ropa.
-Te llevaré al sótano que allí estaremos más cómodo para observarte.-
Una vez en el sótano, Claudia se estremeció. Cadenas, correas, sogas y muchos extraños muebles de madera. Alejando la llevó al centro de la habitación y le ató las muñecas a una cuerda pendiente del techo.
-Así está mejor. Podré revisarte sin que tus manos me molesten.-
-¿Qué me va a hacer? Suélteme, no abuce de mí.-
-De ninguna manera abusaré de ti. No iré nada más allá de lo que me corresponde, como por ejemplo darte cinco azotes en el culo con una vara. Quiero que no te muevas mientras te azoto y que pongas tu trasero a mi disposición.-
Claudia se puso de espaldas dejando su culo listo para recibir los azotes. Alejandro levantó la vara y la dejó caer con fuerzo. Claudia esperaba un dolor en el culo pero nunca lo que sintió en aquel momento. Superaba lo que podía aguantar y un grito llenó la sala y no pudo evitar moverse.
-He dicho que no te muevas. No me gusta repetir las cosas. Por esta vez te perdono pero no vuelvas a mover el culo cuando te azoto. Para eso lo tienes, para facilitármelo cuando quiera usarlo. ¿Has comprendido?.-
-Si señor, he comprendido. No lo volveré a mover mientras me castiga.-
El segundo fue más fuerte aun que el primero y si bien un nuvo grito partió de la garganta de Claudia, permaneció inmóvil. Así recibió el tercero, el cuarto y el quinto. Gruesas lágrimas corrían por su mejilla.
-La piel está reaccionando muy bien. Ya aparecen los cinco cordones rojos sobre tu piel. ¿En las tetas también aparecerán así?.-
-¡No señor! ¡No!. ¡En las tetas no, por favor!.-
-No hay apuro. Más adelante tú misma me pedirás que te azote en las tetas con la vara. Ya lo verás.-
Las manos atadas en lo alto le impedían cualquier defensa. Comprendió que si Alejandro quería azotarle las tetas lo único que debía hacer era colocarse de frente a ella y golpear todas las veces que quisiera sus tetas sin posibilidad alguna de evitarlo.
Alejandro se retiró del sótano dejándola con las manos atadas.. Volvió luego de más de dos horas.
-¿Estás más tranquila ahora?.-
-Sí señor, estoy mas tranquila pero el culo me duele mucho por los azotes.-
-Quiero que te olvides de los azotes en el culo. Lo mejor será desvirgarte. Así pensarás más en tu conchita violada que en los azotes del culo.-
-¡No!¡No me viole!¡Soy virgen!.-
-Es un motivo más para penetrarte y desgarrarte el himen. Te va a doler un poco pero ya pasará.-
A pesar de los sollozos, gemidos y súplicas vio que Alejandro se bajaba el cierre y una enorme polla asomaba del pantalón. Que "eso" se abriera paso en su concha sería terrible, sin embargo obedeció de inmediato cuando Alejandro le ordenó separar las piernas.
La conchita estaba húmeda por lo que la entrada no fue dificultosa, aunque Claudia dio un grito cuando sintió la polla completamente adentro. Acababa de ser violada sin ninguna posibilidad de evitarlo. Sus muñecas se retorcían cuando las cuerdas que las mantenían perfectamente atadas. Poco después sintió el líquido que invadía su vagina.
-Ya te puedes sentir más tranquila. Tu concha no es más virgen , por lo que de ahora en más no te tendrás que preocupar por eso.-
Poco después la desató y le permitió ducharse. Comenzaba a comprender para qué la había comprado y qué realmente quería decir pertenecer a este hombre. Entendió que podría hacer de ella lo que quisiera aunque no se imaginó ni el 10 % de los planes de Alejandro.
Esa noche durmió con las bragas puestas. Sería la última ves que podría descansar con alguna prenda.
Al día siguiente luego de un desayuno frugal, la condujo nuevamente al sótano que ahora Alejandro había bautizado como "Cámara de Torturas". Con ese u otro nombre Claudia ya había entendido que el destino de ese sótano era torturarla. Todavía tenía las marcas de los azotes en el culo del día anterior y temió por sus tetas. La amenaza de había quedado pendiente.
En esta oportunidad la ató a un caballete de manera que cuerpo apoyaba sobre el travesaño superior y sus brazos y piernas estaban atados a las patas del mueble. Nuevamente se sintió indefensa. Alejandro tomó un látigo que hizo restallar en el aire.
Ahora probarás el látigo azotando tu espalda. Es un látigo fuerte pero creo que tu espalda lo resistirá bien. Quiero silencio mientras te azoto.-
-Señor, no me azote en la espalda. Ya me ha castigado bastante. Le pido que no me azote.-
-Debes saber que no debes pedir clemencia. Si tu amo decide azotarte, eso es lo mejor para ti y debes agradecérselo, no pedir perdón. Te daré solamente diez azotes y, como te dije antes, no quiero escuchar gemidos, súplicas o llanto. Estás aquí para aceptar lo que decida hacerte.-
Claudia calló. Sólo le restaba esperar a que comenzaran los azotes en su espalda. Poco después el látigo caía implacable sobre Claudia. Se mordió los labios para no gritar. Luego otro y otro más hasta llegar a los diez. Gruesas marcas quedaban sobre la piel de la joven.
Alejandro dejó el látigo y tomando ambos glúteos los separó. El agujero del culo se presentó ante su vista. Era el momento de estrenar también ese agujero. Lo untó con vaselina y le anunció que la iba a sodomizar.
-¡Por el culo no!¡Por el culo no! ¡por el culo noooo!.-
-Calma, te he puesto vaselina para que entre más fácil. Te tendrás que acostumbrar a recibirla por la concha o por el culo.
-Por favor, ¡por el culo no!.-
-Por el culo sí!¡Por el culo sí!- dijo Alejandro mientras la glande ya apoyaba sobre el esfínter.
-¡Por favor, por el culo no!, por el cu aaayyyy duele mucho ahhh, ahhhh.-
Alejandro ya había sodomizado a Claudia. Su picha estaba completamente dentro del recto de la joven que continuaba gimiendo, cosa que no lo detuvo en su constante movimiento hasta que volvó la leche en las entrañas de la joven. Luego, lentamente, la retiró.
-Ya tampoco tienes virgen el culo. Si no hubiese sido por la cantidad de vaselina que te puso, no entraba, tienes el agujero muy estrecho.-
-Señor, me dolió y me duele mucho. No me clave más por atrás.-
-Claudia, te sodomizaré todas las veces que quiera, para eso eres mi esclava y te he comprado. No es para complacerte a ti sino al revés, Tú tienes que complacer mis caprichos y si quiero sodomizarte, pues pones el culo y si quiero cogerte por la vagina, pones la concha a mi disposición. ¿Está claro?.-
-Sí señor, está claro, pero pero me resultó muy dolorosa la penetración y no pude contenerme.-
-Será conveniente que aprendas a contenerte. Si no el látigo te ayudará a aprender la lección.-
Pasaron unos días en los cuales Claudia se vio sometida a distintas humillaciones y castigos. Una mañana Alejandro consideró que era el momento que usara la boca de la joven para su satisfacción. La llevó a la sala y luego de atarle los brazos en la espalda y las piernas la obligó a arrodillarse delante de él.
-Ahora me chuparás y acariciarás la picha hasta que descargue mi leche en tu boca y la tragues sin dejar caer ni una gota.-
-¡No haré semejante cosa!.-
Alejandro no respondió y tomando una vara descargó un golpe sobre las tetas de Claudia.
-No te he escuchado bién ¿Qué has dicho?-
-Que no chuparé su picha.-
Ahora fueron dos fuertes descargas de la vara sobre los pezones de Claudia, que dejó escapar un fuerte gemido.
-No te he oído. ¿Puedes repetir?.-
-Que tengo mi boca lista para chupar y acariciar su pene.-
-Así está mejor. Parece que te cuesta entender mis órdenes. Abre la boca.-
Mientras Alejandro liberaba su masculinidad del pantalón, Claudia abrió la boca y la puso en forma de O para recibir la picha de Alejandro que la introdujo casi hasta la garganta. Claudia , por su parte acariciaba la glande con su lengua mientras hacía un movimiento de vaivén. Sentía cómo se agrandaba en su boca y un par de gotas de semen cayeron sobre su lengua.
Claudia continuó con la tarea. Le resultaba muy desagradable pero los tres azotes que acaba de recibir le resultaban más desagradables aun y era conciente que Alejandro no cesaría de castigarla hasta que ella misma pidiera que le introdujera su miembro en la boca. Estaba en estas cavilaciones cuando sintió en líquido caliente que salía a borbotones y llenaba su boca.
Sin pensarlo más tragó todo y con la lengua se ocupó de finalizar la tarea. Alejandro quedó conforme.
-El último agujero que podías ofrecerme ha sido penetrado. Ya sabes que debes estar dispuesta a satisfacerme. De ahora en más comenzará el entrenamiento definitivo como mi esclava. Cuando desobedezcas te castigaré sin piedad en tus partes más sensibles.-
A partir de ese momento Claudia comenzó a buscar la forma de escaparse de tan siniestro lugar. Ello le acarraría algunos problemas.
Capítulo III
Al día siguiente por la mañana luego de llevarla al sótano le ordenó untarse con vaselina el culo porque la penetraría por ese agujero. La joven dudó un momento pero observando algunos látigos que estaban colgados en la pared, decidió obedecer. Se puso una buena cantidad en la entrada del agujero. Alejandro le ordenó que se inclinara sobre una mesa y que con ambas manos se separara los cachetes del culo.
Así lo hizo y poco después sintió la glande que se apoyaba sobre su ano. Apretó los dientes y cerró los ojos para soportar lo que sobrevendría. Alejandro fue empujando lentamente mientras se dilataba el estrecho orificio. Claudia por su parte sentía cada vez con más intensidad el dolor que le producía la penetración.
Si bien esta vez estaba más preparada para ser cogida por el culo, no por eso le resultó menos doloroso. Parecía que Alejandro no tenía apuro en correrse y sus movimientos eran lentos. Claudia apretaba los puños y se mordía los labios para no gritar. Alejandro deslizo las manos sobre sus tetas y tomando los pezones los comenzó a apretar y retorcer.
Esto superó la resistencia de la joven que no pudo contener el grito de dolor. No solamente era sodomizada por la enorme polla sino que sus tetas también sufrían los caprichos de su dueño.
-Te he dicho que no me gusta que grites mientras te estoy cogiendo o estoy gozando de tu cuerpo. Esto merece un castigo que luego te aplicaré.-
Claudia iba a decir algo pero un nuevo apretón sobre sus pezones le hicieron gemir nuevamente. Comprendió que luego que la leche ocupara su recto le esperaba un doble castigo.
Poca después sentía que el semen de Alejandro ocupada sus entrañas. La picha se fue achicando hasta que finalmente la retiró de su agujero.
-Ahora deberé castigarte por lo que has hecho. Me gusta ver marcas de látigo en el vientre de mis esclavas. Desde donde termina la raja hasta unos centímetros por encima del ombligo es mi zona preferida y a allí se dirigirán los azotes.-
Acomodó el cuerpo de Claudia sobre una mesa amarrando bien sus tobillos, muslos cuello y brazos. La piel blanca de Claudia sería de inmediato marcada por una vara de mimbre verde.
-¿Cuántos azotes piensas que te daré en la zona elegida?.-
-No sé señor. No me castigue con la vara, me dolerá mucho.-
-Justamente, debo azotarte bien fuerte para que te duela y recuerdes cuáles son las reglas aquí y para que yo me deleite mirando las marcas que van apareciendo mientras gimes de dolor.-
Claudia no supo qué decir, pero ¿tenía algo para decir?. Estaba a merced de Alejandro que había pagado cincuenta mil para disponer de su cuerpo. Él estaba en su derecho
El primer azote cayó a la altura del ombligo. Un grito de dolor llenó el espacio mientras la marca roja dejada por la vara comenzaba a hacerse más y más visible. Alejandro miraba satisfecho. Quedarían unas marcas bien notables, como a él le gustaba observar sobre sus pertenencias femeninas.
Le siguieron varios azotes, más fuertes que el primero, que hicieron gritar con más energía a Claudia, mientras su vientre se poblaba de marcas. Las lágrimas corrían por sus mejillas llegando hasta la mesa en la cual estaba amarrada. Al finalizar quince marcas habían quedado sobre la delicada piel de Claudia que continuaba gimiendo.
-Esclava, ¿ qué te han parecido los azotes?-
-Señor, han sido terribles. Me duele mucho.-
-Te dejaré un momento hasta que te calmes un poco para seguir con tu culo. Creo que necesita ser marcado con la vara también.-
-¡Más azotes no, señor. Haré lo que quiera pero no me azote más!.-
-Te vendrán muy bien unas marcas en el culo. Ya verás.-
Claudia quedó amarrada a la mesa por media hora al cabo de la cual fue amarrada a un caballete, dejando su culo expuesto. Todavía algo de semen salía se su ano, recientemente violado.
-Te daré unos veinte azotes en el culo. Veo que tu clítoris asoma de la vulva ¿Es que estás caliente?.-
-Si señor, no sé qué me pasa pero sabiendo que me van a zurrar el culo, me he puesto un poco cachonda.-
-Como premio, luego de azotarte te la voy a poner hasta que te corras. Quiero que cuentes los azotes que irás recibiendo.-
-Bien señor, haré lo que dice, pero no me pegue muy fuerte.-
-Es que yo gozo cuando sufres. Prepara el culo que ahí va.-
-Aaaayyyyyy. Uno.-
-Aaaayyyy. Dos.-
-Aaaahhhhhh. Tres. ¡Duele muchooo!.-
-Tú solamente debes contar, nada más.-
-Aaaahhhh. Cuatro.-
Así siguió hasta completar la veintena. No solamente el culo tenía las marcas rojas sino que se estaban hinchando como cordones. Ésta era de las primeras veces que Alejandro usaba la vara de mimbre para azotar y estaba muy satisfecho con el resultado. Volvió a observar la concha de la joven y vio que el clítoris sobresalían más que antes de los labios mayores. Sin dudarlo se acercó para penetrarla.
Ésta era la segunda vez que la violaba por la vagina, pero la calentura de Claudia casi no le dio tiempo a disfrutar la cogida. Al cuarto o quinto bombazo se corrió con un estremecimiento. Alejandro siguió hasta lograr él mismo el placer de la corrida.
-Ya ves, esclava, puedes disfrutar también siendo castigada. Creo que en poco tiempo tú misma me pedirás que te castigue para calentarte al máximo.-
-No sé qué me ha pasado pero a pesar del dolor primero por la sodomización, luego por los azotes en el vientre y el culo, estaba muy cachonda. Señor, ¿me va a soltar de este caballete?.-
-Todavía no. Primero voy a tomarte algunas fotos. Ese culo marcado y semen saliendo de la vagina y el ano no pueden desperdiciarse sin que quede registrado en algunas fotos.-
Luego de tomar las fotos, la desato y la condujo a la celda, en la cual quedó en libertad de movimiento dentro de la misma. Trató de masajearse tanto el vientre como el culo para calmar el dolor que aun persistía.
Por la tarde debió hacer las tareas de la caso y por la noche preparar la cena. Finalizada la misma Alejandro la condujo a la celda y allí le indicó que se la mamara. Claudia de inmediato se la puso en la boca y ayudada por sus manos comenzó a acariciarla con la lengua. Ya ocupaba su boca y la punta tocaba su garganta cuando Alejandro se corrió en su boca. Por su parte la joven procuró tragar totalmente el semen y con la lengua procuró limpiar el miembro. Una vez terminada la tarea, esperó que Alejandro se acomodara el pantalón para que la encadenara como era su costumbre.
Los días sucesivos fueron similares. Con la vara castigos en el vientre y el en el culo y dos polvos diarios, uno siempre por la vagina y el segundo en alguno de sus tres agujeros.
Capítulo IV.
Con motivo de cumplirse un mes desde la compra de Claudia, Alejandro decidió avanzar en el adiestramiento de su esclava. Comenzaría una nueva etapa de vejaciones, humillaciones y tormentos. Así lo comunicó a Claudia que, resignada, se arrodilló esperando órdenes.
-Vamos a la Sala de Tormentos. Tengo algunas cosas preparadas para ti. Te recomiendo que no te reveles ni te resistas mientras te castigo.-
-No señor. Acepto mi condición de esclava. He sido vendida para que dispusieran de mi cuerpo.-
Una vez en la sala y luego de polvo matinal, Alejandro procedió a atarle firmemente los tobillos con varias vueltas de cuerda, mientras Claudia permanecía acostada en el piso. Luego le indicó que se volteara para quedar boca abajo. Fue entonces cuando ató sus brazos en la espalda. Claudia dejaba hacer. Cuando sintió que sus tobillos comenzaban a elevarse comprendió que sería suspendida cabeza abajo, pero no se animó aquejarse. Podía ser peor pero en ese momento volvió a pensar en escaparse.
Su cuerpo ascendió hasta que su cabeza estaba a unos cincuenta centímetros del suelo. Alejandro tomó sus pezones y tirando y empujando hacía que su cuerpo se balanceara. Luego fue en busca de un látigo. Tomo uno de tiento muy largo, casi de dos metros. Con ese cada azote envolvería el cuerpo castigando tanto adelante como atrás.
El látigo silbó en el aire para dar sobre las tetas y la espalda de Claudia. Un agudo gemido partió de su garganta. Sintió que el azote se incrustaba en la piel produciendo un escozor difícil de soportar. Ésta era la primera vez que Alejandro usaba este látigo y quedó conforme con su efecto. Lo levantó nuevamente para descargarlo nuevamente sobre el cuerpo indefenso de Claudia. Un nuevo gemido y la raya roja del primer azote que se marcaba más y más. Alejandro estaba decidido a continuar largo rato azotándola con este nuevo instrumento.
Cuando había descargado más de treinta el cuerpo de Claudia estaba cubierto de intensas rayas rojas que contrastaban con su piel blanca. Fue entonces cuando Alejandro fue en busca de la cámara fotográfica para registrar con detalle el cuerpo marcado de su esclava. Tomó más de cincuenta fotos desde todos los ángulos.
Además del dolor propio de los azotes, Claudia se sentía humillada y desprotegida. Estaba a merced de este hombre que no tenía compasión para con ella, aunque debía reconocer que había tenido una buena actividad sexual y eso la compensaba. También pensaba el destino que Alejandro podría darle a esas fotos. ¿Las pondría en Internet? ¿Las usaría para volver a venderla?
Mientras permanecía suspendida de sus tobillos todos esos pensamientos pasaban por su cabeza, aunque ya comenzaba a sentirse mareada por la posición en que se encontraba. De pronto sintió silbar nuevamente el látigo. Alejandro iba a completar la obra asestándole media docena más azotes, dirigidos a las tetas.
Luego comenzó a aflojar la cuerda que la mantenía suspendida hasta que quedó tendida en el piso. Le desató los tobillos y la condujo a una picota en la cual su cuello quedaba entrampado. Separándole las piernas acercó su verga para penetrarla nuevamente. Más tarde fue conducida a la celda.
Al día siguiente luego de preparar el desayuno Claudia se dedicó a la limpieza de la casa. Dado que Alejandro estaba en la Sala de Tormentos acomodando algunos instrumentos, Claudia vislumbró la posibilidad de escaparse. Luego de cubrirse con una bata, se dirigió a la puerta de entrada. Al abrirla, cayeron desde el techo una reja por delante y otra por detrás de dónde se encontraba claudia, mientras una alarma sonaba en el interior de la casa.
Tal como estaba previsto la esclava que quería escapar quedaba atrapada entre las rejas sin poder liberarse. A poco se acercó Alejandro.
-¿Te has querido escapar?.-
-No señor. Me acerqué a la puerta porque escuché ruidos.-
-No me gusta que me mientan y menos una esclava.-
-Di la verdad o te castigaré más fuerte.-
-Es verdad, no me quise escapar.-
Obviamente Alejandro no le creyó y se dispuso a castigarla.
-Las pequeñas penitencias a las que he sometido serán apenas caricias para lo que te espera. Te he comprado para que estés siempre a mi disposición y para complacerme, no para que te escapes. Lamentarás el momento en que decidiste escaparte.-
-Perdóneme señor. Vi que tenía la oportunidad de escaparme y eso traté de hacer. No sucederá más.-
-Que no sucederá más estoy completamente seguro. Cada vez que lo pienses recordarás los padecimientos sufridos y no los querrás volver a repetir.-
-Juro que nunca más voy a intentar escaparme. ¿Qué me va a hacer?.-
-Ya lo verás. Pero debes estar preparada. Voy a atormentarte.-
Alejandro abrió la reja y esposando a Claudia la condujo a la Sala de Tormentos. Una vez allí le ordenó acostarse sobre el potro. Le fijó los tobillos y las muñecas e hizo girar la rueda hasta que Claudia quedó completamente extendida y con las piernas separadas. Su depilado coño quedaba algo abierto mostrando el clítoris. No tensionó tanto como para producirle algún daño. A continuación tomó media docena de alfileres de gancho de gran tamaño, que dejó sobre la mesa.
Con un algodón pasó alcohol en las areolas y abriendo uno de los alfileres comenzó a atravesar el pezón derecho. Claudia gemía no pudiendo soportar el dolor mientras su teta era atravesada por la punta del alfiler. Una vez que el pezón había sido perforado, Alejandro cerró el alfiler, mientras la joven gemía, imploraba y rogaba que no la castigara así.
Alejandro no se inmutó no contestó. Simplemente abrió otro de los alfileres y comenzó a perforar el pezón izquierdo. Una vez atravesado, cerró este segundo imperdible. Si Claudia estaba asustada por lo que le acababa de hacer más grande fue su temor cuando con el mismo algodón impregnado en alcohol comenzó a repasar los labios de su chochito.
-¡Allí noooo!. ¡Allí noooo, duele mucho. ¡Allí noooo!.-
Había comprendido que el destino de los otros imperdibles era su concha. Poco después el primer imperdible comenzaba a atravesar uno de los labios de su coño. Fueron inútiles sus gemidos y súplicas. Alejandro le colocó los cuatro imperdibles tomando ambos labios del chocho. Claudia estaba al borde del colapso.
-Ese coñito no lo podrás usar hasta que te quite los imperdibles. Voy a satisfacerme contigo por el culito mientras tanto.-
A continuación tomó unas pinzas cocodrilo y las colocó en los lóbulos de las orejas y las aletas de la nariz. Los pies de Claudia estaban inmovilizados pero accesibles. Con una vara comenzó un bastinado en las plantas.
Para que olvides los dolores de los aditamentos que tienes puestos, te estiraré un poco más.-
Tomó la rueda del potro y la hizo girar. Claudia gemía mientras gruesas lágrimas mojaban su rostro. Nunca había siquiera imaginado que podría verse en semejante situación.
-Unos azotes con la vara de mimbre sobre tu cuerpo completará esta primera etapa de tu castigo.-
El primer impacto fue apenas por encima del pubis. Le siguieron otros desde las rodillas hasta arriba de las tetas. En total descargó medio centenar de azotes que dejaron otras tantas marcas sobre el cuerpo de Claudia e igual número de gemidos partieron de su garganta al recibir cada uno de los azotes. Fue entonces que cogiendo su cámara fotográfica completó más de ochenta tomas del cuerpo castigado que yacía en el potro.
Terminada la tarea se retiró y bajó las fotos a su ordenador. Enviaría algunas a sus amigos y otras a sitios de Internet para que las publicaran. Mientras tanto la joven permanecía desconociendo hasta cuándo estaría allí y si le esperaban otros tormentos.
Luego de dos horas Alejandro retornó a la Sala de Tormentos, retiró las pinzas cocodrilo aflojó la tensión de las extremidades de Claudia y la condujo a la celda, indicándole que no debía quitarse los imperdibles. El trayecto hasta la celda fue penoso. Los imperdibles en los labios del coño, y los azotes en todo su cuerpo apenas le permitía caminar.
Luego de cerrar la reja de la celda, advirtió a la joven que todavía no había terminado el castigo por haber intentado escapar. Por su parte Claudia, acostada sobre la colchoneta de la celda, lloraba desconsoladamente. Se palpó los pezones comprobando que los imperdibles los atravesaban completamente. Luego bajó su mano para palpar su conchita, que tanto había cuidado hasta que fue vendida. No pudo contener el llanto al comprobar que efectivamente le había atravesado ambos labios. Estaba desconsolada.
La celda estaba sumida en la completa oscuridad. Alejandro había apagado todas las luces, incluso una tenue que solía dejar encendida de noche. Claudia perdió la noción de tiempo y quedó dormida.
Recién a la mañana siguiente Alejandro encendió la luz. Claudia estaba despierta y se palpaba nerviosamente el coño engrampado por los imperdibles. Aguardaba temerosa el momento en que su dueño apareciera en la celda. Cuando se encendió la luz, se incorporó quedando sentada sobre la colchoneta.
Alejandro abrió la celda y la condujo a la Sala. Una vez allí le ató los brazos en la espalda y le quitó los imperdibles de los pezones. Comenzó a arrollarle una cuerda alrededor de las tetas dejando dos globos firmes. Luego la amordazó.
-El castigo siguiente será colgarte de las tetas.-
-mmmm uuuu mmmm nnnnn.-
Claudia quería hablar pero la efectividad de la mordaza era total. Tomando una cuerda que terminaba en un mosquetón, enganchó las cuerdas alrededor de los senos y con un aparejo comenzó a levantarla. Claudia se puso en puntas de pie evitando ser suspendida, peor Alejandro continuó hasta que apenas apoyaba la punta de los pies.
Claudia sentía que le arrancaban sus senos e intentaba hablar sin éxito. Fue entonces cuando Alejandro tomó un grueso látigo de cuero.
-Ahora le toca el turno a la espalda y el culito. Algunas marcas te sentarán bien.-
Le desató las manos que tenía amarradas en la espalda y las fijó por delante de cuerpo a una argolla amurada en el piso, Luego, sin prisa comenzó a flagelar el vapuleado cuerpo de la joven. Algunos dirigidos al culo, otros a la espalda y algunos más a las piernas. Cerca de un centenar de azotes cayeron sobre su cuerpo. Mientras tanto el dolor de sus senos, de los cuales pendía casi todo su peso se hacía más intenso.
Finalizada la flagelación Alejandro fue en busca de la cámara fotográfica. Nuevamente tomó gran cantidad de fotos de Claudia suspendida de sus senos y con gruesas marcas producto del castigo sufrido. En esa posición quedó algo más de una hora, al cabo de la cual Alejandro aflojó sus ligaduras.
-Ya que tienes la raja con los alfileres, te la pondré por el culo. Inclínate y separa los cachetes.-
Claudio obedeció. Se inclinó hacia adelante separando las piernas todo lo podía, aunque no era mucho, y con ambas manos se tomó el culo para ofrecerlo como se lo había pedido. Él acercó la verga y empujando fue penetrando con dificultad (no lo había lubricado) en el agujero del culo. Claudia, a pesar del dolor, no se animaba siquiera a gemir. Poco después el semen inundaba sus tripas.
-Ahora a la celda.-
-Señor, ¿no me va a quitar los imperdibles de mis pezones y del coño?.-
-Quizás mañana u otro día o nunca. Te quedan muy bien los imperdibles atravesándote el botoncito rojo de las tetas. Tal vez te coloque alguno más.-
-¡No señor!¡Por favor!¡Más alfileres no!.-
-¡Silencio! Y camina a la celda que quiero encadenarte.-
Claudia, resignada caminó hasta la celda y se dejó encadenar. Primero una vuelta alrededor del cuello con una cadena amurada a la pared. Luego otra rodeando sus tobillos pero sus manos quedaron libres. ¡mal síntoma!. Si no le ataba las manos era señal que permanecería así bastante tiempo, dejando sus manos para poder alimentarse.
Una vez que la celda quedó a oscuras, Claudia se palpaba las tetas y el coño en busca de los imperdibles. Podría quitárselos, pero el castigo que sobrevendría seguramente sería terrible. Era mejor permanecer así. Se acarició las partes flageladas.
Al día siguiente Alejandro fue en busca de Claudia a la celda. Le quitó las cadenas y la llevó nuevamente a la sala. Una vez allí le colocó un lazo corredizo, que pendía del techo, alrededor del cuello. Esa era la única restricción. Procedió de inmediato a retirarle los imperdibles del coño y los pezones. A continuación la penetró por la vagina.
Claudia estaba algo más tranquila. Todo parecía que volvía a la normalidad de su cautiverio y esclavitud.
-Claudia, creo que ha terminado una etapa. Creo que has entendido que fugarte es muy doloroso y puedo asegurarte que si lo intentas otra vez, el castigo será mucho peor. De ahora en más asumirás que eres mi esclava y que debes estar dispuesta a complacerme en todo y si el complacerme implica dolor para ti, debes soportarlo, sabiendo que eso es lo que espero de ti.-
-Señor, obedeceré a todo lo que me ordene. Soy de su propiedad y puede disponer de mí como quiera. Agradezco que me permita disfrutar de algún orgasmo cuando lo considere adecuado.-
-Tienes un lazo al cuello. No te he comprado para ahorcarte pero recuerda que si debo hacerlo no vacilaré en tensar la cuerda hasta que el lazo cierre completamente tu garganta. Quiero una esclava que entienda que su cuerpo y voluntad no valen nada.-
-Así será señor. De ahora en más no tendrá ninguna queja de mí.-
Capítulo V.
A partir de ese momento Claudia soportaba los castigos a los que diariamente se veía sometida. Las penetraciones eran en su mayoría por el coño, alcanzando la más de las veces el estremecimiento final de la corrida En cuanto a los castigos tres veces por semana recibía azotes en el culo y el vientre para mantener las marcas bien visibles en ambas partes. Por lo menos cuatro horas por día permanecía atada e inmovilizada ya fuera a un poste, a una Cruz de San Andrés o suspendida de sus muñecas o tobillos.
Las humillaciones se iban incrementando, pero de manera tal que Claudia ya aceptaba con naturalidad tener que comer en el suelo con sus brazos atados, beber la orina de su amo cuando éste no se quería molestar en ir al baño o presentar su coño para ser castigado con unas disciplinas. En algo más de tres meses estaba completamente sojuzgada a la voluntad de su dueño.
Ya había olvidado lo que era dormir en una cama. Debía hacerlo a diario en la el piso de la celda sobre un fina edredón. Una manta era el único abrigo que disponía.
Debido al ejercicio diario (una hora) había mejorado sus formas. El culo, bien redondeado y parado por efecto de la gimnasia, era una de las partes preferidas de Alejandro para castigar. Sus tetas, a penar de los innumerables castigos que recibía todas las semanas, se mantenían erguidas y turgentes. Sus pezones siempre exuberantes también eran frecuente punto de atención para ser castigados. Pinzas, ataduras o descargas eléctricas tenían como destinatarios esos pezones rosados.
A pesar de los azotes y otros castigos y tormentos recibidos en el coño, cada día estaba más carnoso y excitante para ser usado. Gran cantidad de fotos luciendo las flagelaciones o mientras era torturada adornaban toda la casa pero en especial la sala de tormentos y su propia celda. Era una manera de recordarle su condición de esclava.
El semen que Alejandro depositaba en su boca cuando debía practicar la felatio ya no le sabía mal y lo bebía como la cosa más natural. Su ano, que se había dilatado no solamente por la penetración de la verga de Alejandro sino también por diversos objetos que debió introducirse, estaba siempre escrupulosamente limpio y dispuesto a ser usado. Era otro de los lugares en el cual su amo le introducía un electrodo metálico para enviar las descargas eléctricas.
Poco tiempo después Alejandro recibió el llamado de del Director del establecimiento que había vendido a Claudia. Quería tener una entrevista con él. Alejandro accedió de inmediato y el Director iría a su casa al día siguiente.
-Ud. quiere ver cómo está Claudia?.-
-Bueno, sí. Saber que se encuentre bien y que ella esté cómoda sirviendo a usted como su dueño.-
-No hay inconveniente. Mañana podrá verla aquí.-
-También quería discutir con usted la posibilidad de venderle otra de las alumnas del establecimiento.-
-No tenía previsto comprar otra joven, pero todo se puede hablar. Lo espero mañana a las 11.-
Muy temprano Alejandro llevó a la joven a la Sala de Tormentos. Allí le ató fuertemente las muñecas con una cuerda que luego unió a una cadena pendiente del techo. Tomó unos de los látigos más crueles de los que disponía y comenzó a flagelar el cuerpo de Claudia. En esta oportunidad no se limitó al culo y al vientre como otros días sino que fueron alcanzados senos, espalda, muslos y cuanta parte de piel estaba al alcance del látigo.
Eran algo más de las 10 de mañana cuando finalizó el castigo. El cuerpo de Claudia estaba cubierto de marcas de los recientes azotes, gruesas gotas de transpiración bañaban su cuerpo y una sensación de desolación la inundaba. Continuaba con sus manos atadas y en alto, dejando todo cuerpo perfectamente visible. Desconocía la visita que estaban esperando.
Ala hora indicada el Director hacía su entrada en la Casa de Alejandro.
-¿Cómo está Claudia?¿Se porta bien?¿es obediente?-
-Sí es muy obediente. Al principio era un poco rebelde, pero ahora se porta bien.¿Quiere verla?-
-Sí, me gustaría saludarla.-
Bajaron al sótano y cuando Alejandro encendió la luz, la cara de sorpresa del Director fue inolvidable. Estaba frente a Claudia cubierta de marcas de látigo. Estaba claro que no hacía mucho había sido castigada cruelmente. Con sus manos atadas en lo alto mostraba su cuerpo en todo su esplendor.
-¿Pe pe pero qué le ha hecho a esta chica?.-
-La acabo de azotar con látigo de cuero que deja unas hermosas marcas sobre la piel y hace que las jovencitas giman y griten como marranas, eso es todo.-
-Pero Claudia querida, ¿por qué te han castigado así?.-
-Por el placer de mi dueño. Él me compró y puede hacer con mi cuerpo lo que quiera y esta mañana tenía ganas de flagelarme con ese látigo y eso es lo que ha hecho. Podrá ver que estas son marcas nuevas pero si mira con detenimiento verá azotes más viejos, sobre todo en el vientre y el culo. Aparte de las flagelaciones sufro algunos otros tormentos.-
-Lo dices con una naturalidad que me asombra. ¿Estás contenta de estar aquí?.-
-Por supuesto. Todos los días me folla y llego al orgasmo. ¿Qué más puedo pedir?. Además cuando me está torturando, veo en sus ojos y en su rostro la felicidad por castigarme y eso me tranquiliza. Mientras mi dueño esté contento, yo no debo temer nada. Todo lo que debo hacer es poner mi cuerpo a su disposición.
-¡Y te parece poco!. No voy a permitir que esto suceda.¡Te voy a comprar y te vendrás conmigo!.-
-Señor director, ¿usted será mi amo que me castigue, me penetre y use mi cuerpo?.-
-¡Noooo!.¿Qué dices?. Quiero que dejes ser una esclava.-
-¡Ahhh noo!. Dejar de pertenecer a un amo que me castigue y que me folle no.-
-Ya lo ve mi estimado señor director. Claudia está conforme de cómo la trato y de estar aquí para servirme y poner su cuerpo a mi disposición. Me parece inconducente que insista. Claudia es y será una esclava dominada por el hombre al que pertenezca, follándola, castigándola, abusando de su cuerpo y torturándola si es necesario.-
- .No entiendo ..-
-No hay nada que entender. Claudia ha sido entrenada y ahora es eso, una esclava sumisa. Pero, usted había venido por algo, ¿no?.-
-Mejor me voy. Lo que tenía pensado era otra cosa. Mejor me voy -
Así el señor director se retiró de la casa de Alejandro. Una vez que cerró la puerta de acceso, volvió a la Sala y decidió follarla por el culo. Después de todo no había que descuidar ese agujero. Luego decidió amarrarle los tobillos y suspenderla con la cabeza hacia abajo, dejando sus manos libres. Claudia por su parte recordaba con una sonrisa la cara del señor director cuando la vio atada y con su cuerpo cubierto de marcas. ¿Cómo sería su comportamiento ahora al frente del colegio?.
FIN