El autostop y mi fantasía
Quería hacer realidad mi fantasía erótica, pero alguien se adelantó y me hizo disfrutar hasta no poder dejar de gemir
Jamás olvidará el día que se encontraba en la oficina y sonó su móvil. Era él. Al responderle notó que algo pasaba. Su respiración era entrecortada y hablaba en susurros.
“Cariño dónde estás. Pues en la oficina, trabajando. Ah, y ¿estás muy ocupada? No demasiado, ¿pero qué te pasa? Te escucho raro. Bueno, será porque estoy excitadísimo al escuchar tu voz mientras me acaricio mi polla. ¿Cómo? Sí, es que el sólo escucharte me enciende y ahora mismo mi mano no hace más que subir y bajar por mi polla. Joder niño no me digas eso. ¿Por qué no vas al baño? Así tendremos más intimidad. Voy.
Ya estoy aquí sola sin miradas indiscretas, ¿te sigues tocando para mí? Claro cariño, esperando a que me digas qué tal tus tetas.
Mis tetas tienen los pezones marcadísimos por cómo me pones. Me he quitado la camiseta y el sujetador y mi mano las está acariciando, apretándolas. Mójate los dedos. Sí cariño, ummmm, me mojo los dedos en esta boca que tanto desea tener tu polla en su interior, y los bajo a mis pezones, mojándolos y pechizcándolos. Joder cómo tengo la polla, te la metería en la boca agarrando tu cabeza y no te soltaría hasta correrme de placer.
Mi mano ha abandonado mis tetas calientes para recorrer mi barriga acariciándome y llegar hasta mi sexo. Me meto un dedo en el coño… Chúpatelo. Sí, saco la lengua para saborear mi excitación, lo lamo, dándole vueltas con la lengua y lo meto en la boca, metiéndolo y sacándolo imaginándome tu polla. Pues aquí la tienes, a punto de correrse. Cómo me pones…
He vuelto a bajar mi mano a mi coño y con el dedo húmedo estoy acariciándome el clítoris. Joder. Espera que pongo el manos libres. Ahora puedo usar la otra mano para que a la vez que doy placer a mi clítoris me meto un dedo dentro de mi sexo. Si cariño, tú imagínate que es esta polla la que te está dando placer, con fuerza haciéndote gemir. Siiiii, cómo me gusta tu polla. Sácala y métela, sácala y métela. Dios estoy a punto. Esto muy húmeda y mi coño reclama a gritos tu lengua… Me corro cariño, me corro. Yo también, joder…”
Cómo olvidarlo, cada vez que esa imagen le venía a la mente sonreía a la vez que su coño se humedecía preguntándose dónde estaría él en ese momento en lugar de estar con ella dándole todos esos orgasmos que sólo él sabe darle.
Habían jugado a muchas cosas, pero ahora quería contarle su fantasía. Así que sin más lo llamó por teléfono y se lo soltó, sin saber siquiera si él estaba solo o acompañado, en mitad de una reunión o en su despacho. No le comentó detalles, simplemente le dijo lo que le gustaba y le colgó.
Ya se lo había dicho, después cuando lo viera seguramente le preguntaría más detalles. Pero eso no era lo que ella quería. Ella quería que lo hiciese, que le diese la sorpresa, no hoy, pero si algún día sin que se lo esperara.
Estuvo hasta tarde en el trabajo, haciendo tiempo para no llegar a casa y que él no estuviera. Cogió el coche y se dirigió a casa. En el camino se encontró con un hombre que hacía autostop. Sabía que no debía parar pero parecía inofensivo, así que frenó y le preguntó que adónde se dirigía. Dónde me pueda acercar dirección Toledo. Venga sube. Metió su mochila en el maletero y se sentó a su lado, en el asiento del copiloto. Gracias por parar. Al mirarlo se estremeció a causa de sus ojos. Tenía una mirada profunda de las que te atraviesan el alma. Ella sonrió tímida y continuó el movimiento. No hablaban pero sentía la tensión en el ambiente. Una tensión sexual que se iba incrementando a medida que él la miraba más y más. Al principio era de reojo pero ahora la miraba fijamente. Ella quería decirle que parara. Pero algo se lo impedía, tenía curiosidad de hasta dónde llegaría. Él desvió la mirada y la posó fijamente hacia la carretera. Ella lo observaba y no entendía qué había pasado. Hacía un minuto que se la comía con los ojos y ahora él parecía estar a otra cosa. Mierda. Maldecía el por qué sentía deseos hacia aquel desconocido. Intentó olvidar la tensión que permanecía entre ambos y condujo. Pensó en llegar a casa y darse una buena ducha fría.
De repente notó algo en su entrepierna. Miró y era su mano. Ese día no llevaba braquitas por una apuesta que había hecho, maldición. Después de hacer varios círculos sobre su falda, metió su mano bajo ella y se encontró su coño esperándole. Lo acarició con suavidad intentando excitar a ese clítoris que tenía bajo sus dedos. Ella sólo conducía, intentaba concentrarse para no chocar, pero era inevitable cómo las mejillas se enrojecían de placer. Él apartó la mano, se la puso en su boca para que le lamiera los dedos, se abrió el pantalón y comenzó a masturbarse. A ella se le iba la mirada, cómo le excitaba. Él se acercó a su oído, sin dejar su dura polla, y le susurró: para en la próxima salida.
Así que cogió el camino y llegó a un aparcamiento de un centro comercial el cual estaba bastante vacío al no ser fin de semana. Aparca allí, le ordenó él. Y puso el coche alejado de la entrada de las tiendas.
Él se volvió hacia ella, la cogió por los hombros y la besó apasionadamente a la vez que su mano le apretaba una cacha del culo hasta hacerle daño, pero a ella eso no hacía más que aumentar su placer. Le quitó la camiseta y el sujetador y le lamió las tetas, primero una y después otra. Las apretó y luego le mordió los pezones. Se volvió a sentar en su asiento, la miró con los ojos penetrantes y le dijo, cómemela. Ella no sabía qué le pasaba pero lo único que quería era darle placer, así que se agachó hacia él, se la metió en la boca y empezó a subir y bajar. Él tenía estirado su brazo izquierdo y le estaba tocando el coño a la vez que con la mano derecha ayudaba a su cabeza a marcar el ritmo de la mamada. Ella estaba mojadísima, su cuerpo le pedía que la follaran… y como si él leyese sus deseos, apartó suave la cabeza de ella de su polla, se quitó rápidamente los pantalones y calzoncillos y salió del coche. Ya había oscurecido pero los grandes focos del centro comercial iluminaban toda la zona, aunque no hubiese ningún viandante ni coche por su alrededor. Él dio la vuelta al coche y abrió la puerta del piloto, cogiéndola de la mano y arrastrándola al exterior. Se pudo tras ella y apretó su culo contra su polla. Así avanzaron hasta el lateral contrario del coche, donde la sombra los ocultaba algo más, y le puso los brazos contra el cristal de la ventanilla. Le subió la falda, le metió su polla y empezó a entrar y salir de su húmedo coño. Él gemía de placer al ritmo de sus embestidas. Ella se mordía el labio inferior apretando las manos contra el cristal. Él la follaba rápido mientras su mano palmeaba su culo. Otra y otra más. A ella eso le encantaba. Entonces cuando parecía que él se iba a correr empezó a acariciarle de nuevo el clítoris, rápido. Ella no podía aguantar más y gritó, me corro. Aguanta, aguanta… me corro yo también, juntos, córrete, juntos…
Se quedaron así hasta que recuperaron el aliento. Entonces ella se puso bien la falda y se dio la vuelta para verlo. Pero él ya estaba vistiéndose. Se acercó a ella y le dijo, me ha encantado que pararas a buscarme. Abrió el maletero y cogió su mochila. Me quedo aquí que seguro que encuentro a alguien que me siga llevando. Gracias. Le dio un beso increíble, de esos que no se olvidan, por lo bueno que son y no por ser cutres… y desapareció.
Ella se montó en el coche y condujo hasta casa. No podía asimilar lo que había pasado. Era demasiado bueno, pero tenía que cambiar esa sonrisa de tonta antes de entrar en casa.
Así que abrió la puerta y allí estaba él, sentado en el sofá viendo a su Atleti. Se levantó, la besó y le pidió que se sentara a su lado. Le dijo que había estado pensando en su fantasía y que podían hacerla mañana. Él se vestiría de hippie y haría autostop cuando ella pasase. Ella pararía y comenzarían una fantasía como si no se conociese. ¿Qué te parece?
Te lo agradezco cariño, pero es sólo una fantasía y como dijo Freud: las fantasías eróticas son representaciones mentales no destinadas a ejecutarse.
Así que te lo dije para excitarte pero no pretendo que se cumpla. Muy bien cariño, como quieras para eso es tu fantasía. Y se volvió de nuevo hacia el televisor.
Pero la volvió a mirar y le preguntó ¿por qué sonríes? Por nada.
Esperamos que os haya gustado nuestro relato, somos nuevos en este juego de la dominación y sumisión. Nuestros relatos son la expresión de nuestras fantasías que esperamos hacer algún día realidad. Os mandamos nuestra dirección por si queréis poneros en contacto con nosotros para comentarnos cualquier cosa o hacer cualquier tipo de proposición: amoyesclava4228@hotmail.com