El atrapasueños (8)-

El juego en grupo se lleva a cabo, y luego ¡¡fiesta!!

Lo cierto es que en seguida todos centraron su atención en la película de nuevo, así que me costó menos desnudarme de cintura para abajo delante de ellos. Mi miembro estaba completamente flácido. Me dije a mí mismo en mi fuero interno que tenía que remediar aquella situación, y, casi sin dudarlo, empecé a masturbarme yo solo por primera vez.

Mientras me tocaba, al principio tímidamente, pues aún seguía muy nervioso, y fingía ver la película como los demás, miré de refilón de vez en cuando y comprobé cómo todos los chicos, incluso Isaac, comenzaban a sacar sus respectivas pollas al exterior. Se pajeaban, a mis ojos, con verdadera maestría. Por supuesto, mi atención se centró primero en Isaac. Me sorprendí un poco, porque parecía excitarse realmente con lo que veía, de hecho estaba empalmado. Se pasaba la lengua por los labios y suspiraba sensualmente, al mismo tiempo que sacudía arriba y abajo su cipote, casi todo el tiempo más rápido que el resto de nosotros, aunque a veces variaba el ritmo, supongo que para retrasar el momento de correrse. Parecía conocer mil formas de darse placer: movía la muñeca de la mano izquierda en círculos alrededor del glande, como si fuera una rosca; luego colocaba la mano del revés, y se masturbaba en sentido descendente. Tardé un buen rato en empalmarme, y cuando por fin lo hice, las exclamaciones de sincera admiración me provocaron un ligero rubor. Mi polla, de diez centímetros, había aumentado casi cinco al empalmarse, aunque yo la continuaba viendo demasiado fina de grosor y con el capullo un poco pequeño. Intenté imitar a Isaac torpemente, pero no tardé en cogerle el tranquillo. Recordé que él me había contado que era bisexual, no gay; entonces, entendí por qué no encontraba incómodo con todo aquello. Yo no podía decir lo mismo. Me sentía más fuera de lugar con cada minuto que transcurría, ya que las imágenes del largo y grueso cipote entrando y saliendo del coño mojado , junto con los gritos y gemidos de la chica, que a mí me parecían de una especie de dolor sadomasoquista, no de placer, no me ponían para nada, más bien me enervaban y me daban bastante asco. Sin embargo, debía fingir a toda costa que disfrutaba con todo aquello, como cualquier hetero. Por eso no me quedó más remedio que contemplar de reojo los platanitos de aquellos cuatro atractivos chicos para darle más realismo a la cosa, aunque yo sabía que en el fondo me gustaba (por no decir que me encantaba esa actividad) y que me lo estaba pasando divinamente.

El panorama prometía mucho. La polla de Rodrigo se parecía mucho a la de su primo, de color cobrizo y surcada de venas, y segregaba aquel pegajoso líquido transparente que le había visto a Isaac la noche anterior, que no era semen. Pronto todos se deshicieron completamente de los pantalones para estar más cómodos, y pude ver la peluda mata de vello oscuro del pubis y los huevos de Rodrigo, tal vez un poco más abundante que la de Isaac. El pene de Álvaro estaba circuncidado, mediría unos veinte centímetros como mínimo y me recordó mucho al de Diego. No conseguí evitar un escalofrío. Se notaba que el pubis estaba depilado, aunque se encontraba cubierto de unos cortos y duros pelos negros. Me llamó muchísimo la atención el cuerpo de Matías, pues se parecía al mío en varios aspectos. Lo único que diferenciaba su miembro del mío era la circuncisión, y también era de complexión delgada, y su palidez era un poco inferior a la mía. Un escaso vello claro cubría sus testículos y su pubis.

Me puse muy cachondo de repente, y aún más cuando Álvaro empezó a sudar con profusión. Restañaba las gotas de la frente y del pecho y se lubricaba la polla con ellas. Matías lo hacía con su propia saliva, y parecía tan agradable que lo imité. Resultó genial, y la sensación mejoró un montón. Descubrí que prefería deslizar mi mano por mi miembro despacio; también me gustaba la rápida velocidad y la fuerza que utilizaba Isaac, pero al recrearme más en el placer de esa manera, disfrutaba mucho más.

Al cabo de cincuenta minutos, ya había perdido la inhibición por completo. Se me escapó un prolongado gemido, mientras me acariciaba el pecho, pues ahora todos estábamos completamente desnudos. Me fijé en que parecía que se hubiesen puesto todos de acuerdo, pues al cuarto de hora empezaron a aminorar el ritmo para correrse lo más tarde posible.

-Ufff… Chicos, yo ya, eh-dijo Álvaro, estirando un brazo para arrancar un trozo de papel higiénico del rollo de encima del reposabrazos del sofá.

-Yo también, es que no aguanto más-afirmó Matías, con los delgados labios entreabiertos.

-Rodri, mira en la pantallita del equipo cuánto queda de peli-pidió Isaac, que se encontraba sentado a mi lado, en el medio del sofá, justo entre Rodrigo y yo. Su pierna izquierda y mi pierna derecha se tocaban, y como al parecer era zurdo, notaba el temblor de su brazo, pegado al mío, al sacudir su polla. Aquello me provocaba un sentimiento desconocido hasta ahora, pero que sabía de que se trataba: morbo.

-Falta media hora aún-informó Rodrigo.

-Joder, cómo se la folla, está tan mojadita, ahhhh… ¡Ohhh, sííí!-Tres abundantes trallazos de lefa blanca salieron disparados de la polla de Álvaro, manchándole el vientre. Luego soltó un profundo suspiro de satisfacción. Me permití pensar que a saber cuántas semanas llevaba sin descargarse … Me pregunté que yo había permanecido muchísimo tiempo más que todos los que estaban en la habitación, porque, a pesar de que nunca había tenido las famosas poluciones nocturnas y el día anterior había sido la primera vez en mi vida que eyaculaba, estaba seguro de que mis huevos no habían empezado a producir semen precisamente a los quince años.

-Me cago en la puta, ya te digo de antemano que lo que yo suelte va a ser mucho menos comparado con lo tuyo, por lo de Paula, jeje-comentó Rodrigo sin dejar de masturbarse, cada vez más rápido-. ¡Si supierais la de veces que lo hicimos la otra noche…! ¡Acabé muerto, prácticamente no dormimos!

-Es que la cama no se fabricó sólo para dormir-dijo Isaac, mirándome de refilón con un pícaro brillo en la mirada.

-¡Oh, qué listo, Isaac! ¡Ese dicho es más viejo que mi abuelo!-exclamó Matías, provocando las posteriores risotadas del aludido-Ohhh, uhhh…-Aparecieron dos trallazos, pero él se siguió masturbando. No sé cómo pudo hacerlo, ya que yo la otra noche había notado la polla muy sensible después de correrme. Cinco segundos más tarde, soltó tres chorros más.

-¡Me ganaste, cabrón!-dijo Álvaro jocoso, limpiándose la lefa del vientre con el papel.

-Es que en Toledo no hay quien consiga piba, macho-se justificó Matías entre risas.

Poco después me corrí yo, expulsando dos míseros chorritos blancos. Los llamo míseros porque salieron con mucha menos potencia que los de los demás, para mi fastidio.

-Tranqui, Ángel. Eso te pasa porque eres joven. Cuando cojas más práctica y te motives más, el año que viene tendrás lechita de primera calidad-aseguró Álvaro, agitando en el aire un círculo formado por dos dedos.

-Tío, es imposible que no se motive con esto-replicó Rodrigo, con la vista fija en el televisor.

-¡Ahhhh, ufff!-Isaac eyaculó soltando también dos trallazos blancos, con tanta potencia que me manchó la pierna a mí también. Resistí la asquerosa y ferviente tentación de mojar los dedos en su semen y llevármelos a la boca.

-Ay, perdona, Ángel-jadeó él. Tardé más de lo debido en contestar, perdido en sus dulces ojos castaños, en su hermoso rostro, apoyado en el respaldo, velado de sudor, en sus labios entreabiertos… Dios santo, en su torso desnudo. Debía frecuentar mucho el gimnasio, porque si no me parecía increíble que tuviese aquellos músculos contando tan sólo con un año más que yo.

-Da… da igual-me concentré un momento en coger el papel y limpiarme para evitar su mirada.

Sólo quedaba Rodrigo, que se dispuso a ``motivarse´´ a su manera.

-Yo le metía dos dedos en ese coñito tan jugoso-farfullaba-… Luego se lo chupaba bien, le haría el cunnilingus de su vida. Le metía la lengua, saboreaba ese jugo que parece tan rico… y le hacía así, y así-. Isaac y Álvaro comenzaron a reírse, mirando cómo Rodrigo elevaba la pelvis y la bajaba, mientras su polla se deslizaba por la palma de la mano, cerrada en un puño. Entendí que imitaba el movimiento de follar.

-Joder, cómo se recrea el tío, es el puto amo-comentaba Álvaro, partiéndose el culo de risa.

-Ya, ya, lo vive mucho-se carcajeó Isaac, dándole un puñetazo amistoso a su primo.

-Venga va, dejadlo ya, menos coña. Me estoy concentrando-se quejó amistosamente Rodrigo.

-Uy, claro, claro-dijo Matías, levantando las manos con las palmas en nuestra dirección.

Los bíceps de Rodrigo se contrajeron, y expulsó dos trallazos de un semen semitransparente.

-Veis, lo sabía-se quejó, arrugando el ceño de disgusto y limpiándose el abdomen con el papel-. Ésta no es precisamente mi mejor marca.

-La mejor ha sido la de Mati, desde luego-dijo Isaac, mirando al chico de un modo que no me gustó. Lo hacía con un deseo disimulado, incluso con algo de lascivia. Exactamente igual que cómo me había observado a mí la noche anterior. Sentí un doloroso y repentino arrebato de celos, y bajé los párpados para ocultar los ojos.

-Ya-corroboró Álvaro-. Si esto hubiese sido una especie de concurso, hubiese ganado él. ¿Cuánto hacía que no te descargabas, tío?

-Un mes, más o menos-reconoció Matías-. Estuve tan liado con los putos exámenes, que claro…

-Bueno, ¡menos mal que el veranito no ha hecho más que empezar!-exclamó Rodrigo sonriente-. Todos nos merecemos un buen descanso.

En cuanto acabamos de ver la película, que finalizaba con la predecible corrida del tío en la jeta de la rubia, apagamos el televisor y el equipo, y Rodrigo, Álvaro y Matías se dispusieron a ducharse y a vestirse, ya que sólo era la una y diez de la madrugada. Ellos ya habían ido a tomar unas cervezas antes de venir, pero ahora querían volver a salir para sacarle el mayor partido a la noche.

Yo estaba agotado, e intenté negarme a ir.

-¡No seas aburrido! Paula nos ha invitado a todos a un botellón en su depa-me explicó Rodrigo mientras esperaba su turno para la ducha-. ¡Vamos a pasarla bien rico, anímate!

Al final acepté, aunque dudoso. Yo nunca había probado el alcohol, y la promesa hecha a mi padre de que no bebería resonó en mi mente. En fin, siempre había una primera vez para todo. Él no se iba a enterar, y no pretendía excederme. Un trago y ya está.

Arrastré los pies hasta la puerta entreabierta del dormitorio. Metí mi pijama en la mochila, guardada en el armario, y saqué una camiseta, unos vaqueros y las Converse. Cuando me volví, vi a Isaac terminando de vestirse. Se había puesta una gorra rapera, de la marca Vans of the Wall , de color púrpura, una camiseta de tirantes negra, unos vaqueros gastados, con desgarrones artísticos, y unas Vans azules y negras. Rápidamente, desvié la mirada con resentimiento y, tras vestirme, salí del cuarto.

Mientras contestaba distraídamente a unos mensajes enviados por Whatsapp , pensé que mi comportamiento era estúpido. Isaac tenía todo el derecho de sentirse atraído por otro tío, y de todos modos, sólo había sido una mirada. Nada más. Sin embargo, nunca había dicho explícitamente que quisiese salir conmigo, al menos todavía. Por tanto, ni siquiera éramos novios. Intenté consolarme pensando que Matías parecía completamente hetero, y que Isaac no tendría ninguna oportunidad con él… Aunque el planteamiento de esa situación ya resultaba una tontería. Estaba convencido de que Isaac estaba interesado en mí, era yo el que le gustaba. No necesitaba palabras para decírmelo: su mirada, su permanente cercanía física, su sonrisa… lo expresaba con todo eso. Y también, para variar, sus intentos de entrarme cuando estábamos en el acantilado. Yo, como un tonto, le había hecho la cobra por el estúpido motivo de que alguien nos pudiese ver.


Una hora y quince minutos más tarde, Rodrigo pulsaba el timbre del 2ºB del edificio donde vivía Paula, mientras nosotros esperábamos detrás. Habíamos llegado todos apretujados en un taxi, y a mí me había tocado sentarme en las piernas de Isaac como si fuese un crío, ya que a todos les parecía un gasto innecesario que, para los cinco que éramos y para los cuatro asientos libres, uno de nosotros fuese solo en otro vehículo.

Me percaté incrédulo de cómo Isaac charlaba tranquilamente, sin ningún atisbo de incomodidad, al mismo tiempo que yo permanecía rojo como un tomate sintiendo la dura presión de su entrepierna en mis nalgas. Por si fuera poco, yo también me empalmé. No me quedó más remedio que arreglármelas para disimular durante un cuarto de hora, hasta que por fin llegamos.

Tras entrar en el rellano y subir la escalera, una mujer joven nos abrió la puerta del bullicioso departamento. Era alta, seguramente debido a los tacones, y estaba muy bronceada. Lucía unas largas y cuidadas extensiones de color castaño claro que cubrían sus enormes pechos embutidos en un escotado vestido dorado de lentejuelas.

-¡Hola! Pasad, pasad-saludó, esbozando una amable sonrisa en la que pudimos ver una blanca dentadura.

Rodrigo nos presentó a todos, y así nos enteramos de que ella era Paula. Lo cierto es que me cayó muy bien al momento, no me extrañaba nada que Rodrigo se hubiese fijado en esa chica.

La fiesta estaba en pleno apogeo. Había gente bebiendo, bailando, e incluso algunas parejas enrollándose en las esquinas. El departamento era muy bonito y estaba decorado con buen gusto, aunque a juzgar por las botellas tiradas en el suelo de madera, las bebidas derramadas en las mesas y en los sofás y en los trozos de comida situados en los sitios más recónditos, a Paula le daría un trabajo tremendo recogerlo y limpiarlo todo al día siguiente, a menos que contase con alguien contratado para hacerlo.

Rodrigo, Álvaro, Isaac y Matías comenzaron a bailar en seguida, y yo me senté en un sillón apartado con una copa de vodka que me había servido de una botella que habían abierto. Mientras me llevaba la copa a los labios, observé a Isaac, que estaba dando una exhibición de street dance en toda regla. Se había formado un pequeño círculo, en el que alguien entraba en el centro y hacía algún paso guay. Él se encontraba en ese momento haciendo el reloj en el suelo. Flipando por momentos, contemplé cómo hacía un mortal hacia atrás, con los gritos de admiración de la gente.

Sorbito a sorbito, con dificultad, fui bebiéndome la mitad del vodka. No me gustaba nada, estaba muy fuerte: sentía la garganta y el pecho ardiendo. Pero quería ser uno más e integrarme; suponía que aquella bebida me ayudaría a soltarme y a librarme de la maldita timidez por un rato.

Y funcionó. Más o menos. Cuando me levanté del sofá, me tambaleé ligeramente. Me encontraba algo mareado. Y entonces hice algo, que a pesar de saber que era absolutamente contraproducente, no lo dudé un instante: me bebí de un trago lo que quedaba de la copa, con una mueca.

La noche tan sólo acababa de empezar.