El atraco
Lo que parecía un típico atraco callejero acabó siendo algo más.
Esto que os voy a contar me sucedió a mí, lo sufrí en mis carnes y aunque a muchos les pueda parecer una situación afortunada para mí fue dolorosa y desagradable.
Una fresca noche de primavera salíamos del cine mi novia y yo. Nos dirigíamos a buscar el coche que habíamos aparcado en la calle, algo lejos por cierto de la entrada del cine porque no había encontrado sitio. La zona se volvía más oscura a medida que avanzábamos y parecía como si alguien hubiera apagado las farolas. Estábamos a punto de llegar al coche, y de repente una pareja ataviada con ropas de cuero y navaja en mano se interpuso entre el vehículo y nosotros. La chica, me puso su navaja en el cuello y me empujó contra el portal de una casa:
-Venga moreno dame todo lo que lleves encima.
-No llevo nada, de verdad, es que... acabamos de salir del cine y lo hemos gastado todo.
- Venga no me vengas con tonterías o te rajo.
La chica presionaba sobre mi cuerpo con su rodilla al mismo tiempo que apretaba los dientes. Estaba caliente y la fina camiseta que vestía marcaba unos pezones duros bajo el sujetador. Me miró y se dio cuenta de que me estaba fijando. Mientras, mi novia quedaba a unos metros amenazada por el otro individuo.
La chica me miró de nuevo y se rió:
Si no me das lo que quiero me lo cobraré por las buenas o por las malas.
Y me puso la rodilla en la entrepierna. No sé que me pasó, en ese momento su calor corporal me produjo una excitación y ella se dio cuenta al rozar con algo duro. Volvió a sonreir y apuntó ahora con su navaja en el lugar en que estaba su pierna.
Bájate los pantalones. Rápido.
El otro "chorizo" soltó una carcajada y mi novia no pudo más que gritar de miedo. El negro le propino un guantazo que la hizo callar. Era muy celosa y no podía ver a otra mujer tocarme.
-Zorra, déjale en paz.
Y la zorra se acercó a ella, la cogió por el cuello y la besó introduciéndola la lengua en su boca. Se quedó desconcertada, la estaba metiendo mano en el culo mientras su compañero se reía. Lo que me dejó perplejo fue que Ana le siguió el juego. Continuaron enrollándose las dos y acabaron dentro del patio de la casa. La chica le quitó el tanga y metió la cabeza bajo su falda. No vi exactamente qué era lo que le estaba haciendo pero lo podía imaginar por la cara de placer que Ana demostraba. El otro se me dirigió a mí me empujó allí dentro también y me ordenó que me quitase los pantalones. No imaginé que podía estar tramando hasta que noté una verga dura abriéndose paso por mi culo. El dolor se hacía insoportable. Ana seguía gimiendo a mi lado mientras yo era violado por esa enorme verga de ébano. Mis gritos se hacían cada vez más desgarrados hasta que el cerdo se corrió. Sacó su polla y todavía empalmado me dejó tirado en el suelo para acercarse a Ana.
Ana no parecía estar pasándolo tan mal. Seguía gimiendo y convulsionándose entre lametones. Cuando el negro acercó su verga a su cara ésta la cogió y comenzó a chuparla con desesperación. Casi no le cabía en la boca la agitaba con la mano mientras la recorría con su lengua. El violador aullaba de gusto. La violadora seguía castigándole el coño con su lengua. Le masajeaba el clítoris con sus dedos. Y sus tetas ya no se agitaban ante el movimiento, estaban duras como sus pezones.
De pronto ésta última la dejó y se acercó a mi. Me agarró de la polla y me puso boca arriba. Lo último que pensé que podía pasar era que me empalmara después de tanto dolor, pero la golfa lo consiguió, en pocos segundos tenía mi falo erecto y la excitación se apoderó de mí. Ana se volvió y una mirada de odio se clavó en mí, no sabía que cara poner, estaba disfrutando de los manoseos y eso la ponía celosa. En un arranque de rabia se levantó, saco la verga que tenía en su boca y se la metió en el coño. El delincuente no podía creer que no le estuviera poniendo resistencia a nada. Ana gemía, parecía disfrutar y le pedía más mientras me miraba a mí con cara vengativa. Al final me dejé llevar por la golfa y disfruté como nunca. Lo cierto es que aquella mujer me dejó exhausto.
Los dos nos corrimos casi al mismo tiempo. Gemidos entrelazados se dejaron oír en el patio y al final acabamos tumbados en el suelo, desnudos y chorreando. Nuestros dos agresores se marcharon corriendo y no pude por más que preguntarle a Ana si había disfrutado con ello. Me dijo que después de aquello nuestra relación había de terminar porque no se sentía con ganas de seguirla. Yo lo entendí porque prácticamente sentía lo mismo.
Dos semanas después me crucé con ella por la calle agarrada al negro que la hubo violado en su día. Pero no me importó porque yo también iba bien acompañado, habíamos cambiado una relación pura como la nuestra por una persona que nos llenase en la cama.