El ático

Se fue la luz y pasó.

Nunca me había imaginado haciendo tal cosa, pero aquella noche se auguraba muy triste. No tenía ganas de salir a la calle, de ver a la gente de siempre y decidí entrar en un Chat donde, otras veces, había conocido a gente con bastante conversación. La sala estaba bastante llena. De pronto oí un chispazo, seguido de un ruido bastante grave y la luz se fue. Me quedé quieto en la silla, con el vaso en la mano, un tanto resignado. No era la primera vez que pasaba, el edificio era antiguo y los plomos saltaban muy a menudo. Me dirigía a la cocina a por una linterna cuando un grito que provenía de arriba, del ático me alertó. No se muy bien por qué, supongo que por algun remoto indicio de preocupación decidí subir. Sabía que ese piso estaba alquilado a dos chicas estudiantes, aunque últimamente sólo veía subir a una. No solíamos saludarnos porque verdaderamente yo no saludaba a casi ningún vecino. Toqué a la puerta con los nudillos y no tardó en abrirse. Mi linterna enfocó en rostro de la chica de repente y cerró los ojos, apartándola con la mano.

¿Ha pasado algo? Escuché un grito muy fuerte.

No, no ha sido nada – y advertí la ironía en su rostro- llevó tres horas haciendo un trabajo para presentar el lunes y el apagón lo ha borrado. De la rabia le di un patazo a la mesa y me hice daño.

¿Quieres que te lo mire? Soy médico.

¿Eres médico? – me preguntó mientras se adentraba en el pasillo, por lo que entré y cerré y la puerta. Su salón estaba bastante más iluminado que el mío ya que al ser un ático todas las habitaciones daban a la terraza.

Sí, ¿te extrañas?

No, no del todo. Mi antes compañera de piso y yo hablábamos de ti a veces.

¿De mi?- me había conducido a la terraza, tenía una especie de colchón bajito, con sábanas blancas donde, junto a un vaso cada uno, nos habíamos tumbado mirando el cielo.

Sí, de ti. Todo el mundo habla de ti en el edificio. Las dos viudas del quinto van locas contigo, y yo creo que hasta la recién casada del segundo. Lo cierto es que eres atractivo y ese halo de misterio y automarginacion que llevas siempre entre manos ayuda, aunque no pensaba que fueses tan mayor.

La treintena es una buena edad- y me incorporé apoyándome sobre un par de cojines. Ella quedaba a la altura de mi hombro a menos de un palmo de mi, el pijama verde que llevaba le paraba bastante ancho y una arruga me dejaba ver sus pechos casi totalmente. Tenía 21 años, y al tenerla tan cerca me di cuenta que sus ojos eran preciosos. Tenía las caderas anchas y un pecho tirando a abundante, pero su cintura y sus piernas estaban muy bien proporcionadas. Sus muñecas eran muy estrechas y sus manos pequeñas, casi de niña. Y me estremecí. Pensé en levantarme, en irme muy deprisa. Pero había puesto un brazo rodeando mi vientre y la cabeza en mi hombro. Yo también la abracé.

Siento lo de tu divorcio, esas cosas son muy engorrosas.

Cuando lo dijo levantó la cabeza y me miró a los ojos. No pude evitar besarla, ni tampoco arrepentirme mientras lo hacía. No comprendía lo que estaba pasando. Ella me miró y se colocó sobre mí, el roce de sus piernas frías por la brisa de la noche con mi pantalón fino de verano me alteró.

No tienes que pensar nada. Yo también necesito un respiro. Algo nuevo.

Y no pude hacer otra cosa que volverla a besar. Me recosté y recorrí su cuello con mi lengua, mientras le acariciaba la espalda. Ella me devolvía los besos y de repente se plantó, se bajó los pantalones lentamente y se quitó la camiseta, yo me planté a su lado e hice lo mismo. La abracé hasta que se arrodilló frente a mí. Cogió mi pene con una mano y se metió únicamente la punta en su boca, masajeaba mis huevos con la otra mano. Su lengua hacía círculos y yo le sujetaba la cabeza. Poco a poco fue introduciéndose toda mientras yo movía las caderas como si verdaderamente estuviese follándome su boca. Ella se mantenía quieta, impasible, recibiendo, con los brazos cruzados por detrás de la espalda. La imagen me encantaba y deduje que no tardaría en acabar y no quería eso, así que frené mi movimiento en seco, quedando toda dentro de su boca. Al sacarla ella respiró profundamente varias veces.

Me senté y me tumbé. Ella se acomodó sobre mis caderas pero fue subiendo por mi tronco, rozandome todo con su vagina.

Ahora vas a ser tú quien te ahogues.

Y se sentó sobre mi boca, dejando un leve espacio. Aquel comentario me volvió loco. Su voz guardaba restos de tonos infantiles, pero era muy segura. Apreté su clítoris con mis labios mientras buscaba su culo con mi dedo índice… ella se dejó caer entera sobre mí. Mi dedo no tuvo facilidades para entrar pero yo quería introducir otro más, de pronto ella me cogió la mano y se introdujo ambos dedos en la boca, chupándolos abundantemente mientras yo seguía comiéndolo todo. Llevó mi mano hasta su culo y la dejó libre, ahora entraron muy fácilmente al mismo tiempo que un pequeño grito. Mis dedos entraban y salían bastante rápido y yo hacía círculos con mi lengua alrededor de su clítoris. Gemía suave. Me cogio la cabeza a la altura de las sienes y toda la cara se me inundó de ella. Volvió a bajar restregando su vagina por mi pecho y se colocó a mi lado, boca abajo.

Yo la miré de lado y volvimos a besarnos. Me incorporé y le besé la espalda mientras le acariciaba las nalgas. Le besé los dos lunares que tenía en la parte derecha y ella separó ligeramente las piernas. Puse mi pene en la entrada de su ano y ella se incorporó un poco. Supe que le hacía daño por la forma en que se movía, y por la cara que podía verle. Pero también sabía que el dolor pronto se le pasaría… conseguirla meterla toda y me quedé un momento quieto, me curvé, acoplándome a sus caderas y comencé a masturbarla al mismo tiempo que me movía muy suave. Su expresión cambió y eso me alegró. Seguí aumentando mi ritmo al mismo tiempo que ella me pedía que no parase, sus gemidos aumentaban y la imagen de lo que estaba ocurriendo me podía. Le avisé de que iba a correrme y ella me pidió que lo hiciese dentro de su culo. Y así lo hice, mientras me corría yo me quedé quieto y ella movía sus caderas y apretaba sus nalgas.

Al sacarla algo de semen resbaló por su vagina y calló al colchón. Quedamos tumbados, como al principio, mirando el cielo.

Al poco pude ver de reojo que ella se estaba tocando los pechos con una mano y buscando la otra la descubrí entrando y saliendo de ella. Me recosté de lado y me apoyé en su hombro, liberé a su mano izquierda y mis labios se agarraron a su pezon. Ella bajó la mano y la colocó en su clítoris. Se masturbó muy lentamente, para mi