El asesino (y 4)
Fin, por el momento, de la historia contada por un hombre traumatizado, que solamente disfrutaba del sexo cuando mataba a sus víctimas.
Unos de sus competidores más directos y que también quisieron el mercado que quedaba libre eran las mafias chinas, las triadas, concretamente dos que eran las que le afectaban directamente y a las que me ordenó vigilar y evitar que entrasen en su territorio.
No entendía bien el inglés y menos el chino, pero como buen observador, conseguí descubrir que periódicamente tenían reuniones en sitios discretos y tras varios meses, me enteré que iban a tener una reunión los jefes y sus inmediatos, pero no pude saber ni el día ni el lugar, porque el chino que capturé para que hablase o no lo sabía o prefirió morir antes que contarlo.
Cuando se lo dije al jefe, me dio plenos poderes para que hiciese lo necesario con el fin de que fueran detenidos o mejor eliminarlos, si era posible. También, dada la importancia y los beneficios que suponía para él su eliminación, me dio los recursos económicos que hiciesen falta.
Tuve que seguirlos personal y discretamente durante varios días. No podía poner seguimientos electrónicos porque revisaban los coches y personas antes de subir.
Contrate a diez de mis antiguos compañeros con los que no había perdido el contacto y que ahora se ofrecían por dinero. Les hice estar pendientes de una llamada mía, que se produjo una mañana temprano, avisando de que una caravana de coches se dirigía fuera de la ciudad y dándoles las directivas para salir tras ellos.
Los seguía entre el tráfico hasta que definieron bien la carretera.
Desde ese momento, fui cambiando con rapidez de vehículo para que no se diesen cuenta.
Unas veces lo robaba de aparcamientos de los pueblos que cruzábamos, otras los detenía con alguna maniobra extraña y, tras hacer salir del vehículo al conductor y a los pasajeros si había, los mataba y proseguía.
No hubo testigos de mi persecución.
Llegamos por fin a un rancho que parecía vacío.
Estaba junto a un río, a cuya ribera se encontraba la casa, de la que solamente se veía un tejadillo, y separada por un pequeño grupo de árboles que rodeaba la vivienda, formando un estrecho bosque, lo suficientemente espeso para que no dejase ver lo que ocultaba.
Un sitio ideal para evitar las escuchas por láser y protegido de miradas
Conseguí apartarme de la carretera que llevaba hasta ellos y busqué un sitio desde donde poder observar. Así me enteré que los dos jefes llevaban escoltas, uno por cinco hombres de confianza y el otro por seis, todos acompañados por una o dos mujeres cada uno. Además, entre ambos sumaban 30 matones más para protegerlos.
Cuando llegaron los hombres con las armas y material, les expliqué lo que quería.
Habían puesto ocho hombres de vigilancia en el perímetro exterior y se suponía que habría dos relevos hasta el día siguiente.
En cuanto se produjese el primero, cada uno dispararía su arma con silenciador sobre el que tuviese asignado.
En el interior no sabíamos que íbamos a encontrar, por lo que eso quedaba para un plan de última hora.
No era un plan brillante, eran muchas las cosas que podían salir mal, pero viendo que los vigilantes que habían puesto no parecían preocupados, ni tomarse la cosa muy en serio, era probable que nos encontrásemos a los demás durmiendo, sin más vigilancia.
Acababa de ocultarse el sol, cuando salieron a relevar a los vigilantes.
En ese momento, avisé por radio que estuviesen preparados.
Durante el día, habían ido colocándose delante de ellos, camuflados a distancia prudencial, los tenían enfocados con sus miras de infrarrojos y solamente esperaban mi orden. En cuanto el vehículo que los había repartido desapareció en el bosque, dos sacaron sus paquetes de tabaco y prepararon el cigarrillo.
-Preparados para mi aviso cuando enciendan. –Les dijo por radio
Cuando encendieron el mechero, otros se volvieron a mirar.
-¡Ya!
Una serie rápida de “plofs” llegaron a mis oídos y los ocho cuerpos cayeron al suelo como sacos sin apoyo.
Confiaba que el bosque hubiese impedido que el mínimo sonido producido llegase a la casa. Inmediatamente, los ocho camuflados, corrieron a verificar la muerte de los guardias, donde pudieron comprobar que llevaban transmisores en el oído.
Había poco tiempo, por lo que, reunidos los once, se metieron por el bosquecillo hasta llegar a la casa. Allí nos encontramos con dos viviendas, ambas de madera, la principal y otra anexa.
En la anexa estaban los matones cenando entre grandes gritos.
Mandé colocar explosivos todo alrededor de la casa, en cantidad suficiente para
que no quedase nada.
Mientras algunos lo hacían, fui a comprobar la principal, encontrándome a los dos jefes y sus once hombres en un gran salón, desnudos o medio desnudos, mientras las muchachas que habían traído con ellos, los atendían sexualmente.
Unas chupando pollas y otras siendo folladas por uno u otro agujero.
El ventanal era grande y podía ser roto de un solo golpe, permitiendo la entrada, pero había otras ventanas que pudieron ser forzadas y entrar por ellas algunos de los hombres.
Los que entraron, quedaron a la espera para un ataque conjunto. Dos quedaron fuera para eliminar a cualquier matón que sobreviviese. Cuatro por las ventanas y cinco por el ventanal.
Tenía a todos ubicados y asignados.
A mi orden,
dinamitaron la casa y, aprovechando el ruido y la confusión, el resto entraron en la sala disparando a los hombres, pereciendo todos al momento. Murieron seis de las mujeres, unas por moverse y entrar en el área de tiro y otras por encontrarse al otro lado al traspasar la bala el cuerpo del hombre.
Otra quedó herida y fue rematada de un disparo. Las ocho que sobrevivieron, quedaron arrinconadas y vigiladas.
De los matones, tres consiguieron sobrevivir, con muchas heridas, hasta que los hombres los eliminaron.
Tras inspeccionar todo y comprobar que no había nadie más,
fui donde estaban las mujeres.
Entre ellas había una que parecía una niña. Realmente, todas lo parecían, pero hubo una que me llamó la atención y me acerqué, la tomé del brazo y tiré de ella.
Inmediatamente opuso resistencia y empezó a parlotear en su idioma.
Dos fuertes bofetadas de ida y vuelta la callaron y permitieron moverse.
-A esta me la voy a follar –Les dije.
Uno de sus hombres me miró e hizo un gesto con la cabeza señalando a las demás, como preguntando “¿Y qué hacemos con estas?”
-Haced lo que queráis, pero de aquí no salen vivas.
Y tirando de la muchacha, la llevé hasta la primera habitación en la que había una cama, donde la hice arrodillarse al costado y apoyar la cabeza sobre el colchón para controlar con tiempo sus posibles movimientos.
Me desnudé con tranquilidad, admirando su cuerpo, que, una vez más, me traía recuerdos de mi hermana menor. Cuando terminé, tomé a la joven del pelo y la hice girar hasta que mi polla semi-erecta quedó a la altura de su boca.
-¡Chúpamela!
Ella parecía no entender.
Me miraba a los ojos, con los suyos desorbitados por el miedo pero no se movía.
-¿Hablas inglés?
Esa frase produjo en ella un destello de comprensión, y se puso a negar con la cabeza, mientras pronunciaba algunas palabras en su idioma.
Tomé mi polla con una mano y acerqué la cabeza a ella hasta que rozó la punta con sus labios.
Este tipo de lenguaje internacional, hizo comprender a la muchacha lo que quería, abriendo sus labios y metiéndosela casi entera. No tenía ni idea de cómo hacer una mamada, por lo que tuve que guiar su cabeza para que empezase a meterla y sacarla.
Su inexperiencia, unida a la imposibilidad de entenderse me pusieron de muy mal humor. Tiré de su pelo y la lancé contra la cama, quedando doblada en el borde. Luego tomé la pistola y, sin llegar a apuntarla, me fijé en su cuerpo menudo, su culito de niña, en su coño depilado, asomando entre las piernas y su perfil tan joven, a pesar de que tendría ya unos 20 años, que en mi mente se convirtió en la imagen de mi hermana, quedándome unos momentos fascinado.
En ese instante, decidí llevarla conmigo a mi casa, aunque sin saber todavía para qué.
Cogí una sábana de la cama y se la eché por encima, agarrándola por el pelo y llevándola a la calle.
Al pasar junto a mis compañeros, estaban todos follándose a las mujeres, en parejas o tríos.
Se me ocurrió una idea y me dirigí a uno de ellos, que tenía a una de las chicas arrodillada ante él mientras le hacía una buena mamada,
arrastrándola hasta poner su cara a la altura de la cabeza de la otra para señalarle los carrillos, que se hundían y se recuperaban al chupar la verga mientras la iba metiendo completamente en su boca.
-¿Ves cómo se hace? “Chupaaaaaa”,
“chupaaaaaaa” –Le decía asegurando la pregunta con un pescozón
en su cabeza.
Ella intentó girar para hacérmelo a mí, pero no se lo permití. Volví a colocar la cabeza casi pegada a la polla al tiempo que la muchacha la sacaba de su boca y se ponía a lamerla desde los huevos a la punta, recreándose en lamer y acariciar con suaves lengüetazos el tronco y el glande y en chupar los gordos testículos.
-¿Ves? “Lameeeeee, lameeeeee.
La coloqué tan cerca la cabeza, que la muchacha sacó su lengua y fue recorriendo el tronco a la par que la otra. La obligué a chuparle los huevos y lamerle el capullo hasta que me di por contento con la forma de hacerlo, después de varios pescozones más.
Luego la hice meterse la polla en la boca y chuparla una y otra vez, como había hecho la otra puta, hasta que consiguió, no sin unos buenos golpes, que mi compañero la obligase a parar porque no quería correrse tan pronto.
-Oooooohhhhhhh.
Para, para. O me harás correrme.
Has aprendido muy rápido.
La retiré de allí y me acerqué a otro que se estaba follando por el coño a una muchacha que estaba sentaba en el borde de un sillón, manteniendo las piernas sobre los apoyabrazos, y se lo ofrecía totalmente abierta y sonriente.
El hombre gemía y gritaba de gusto mientras decía:
-Siiii. Asiiiii.
Apriétamela bieeeenn. ¡Qué gustoooo!
-¿Qué Tal? –Le pregunté.
-No sabes cómo folla esta puta.
Me está ordeñando la polla con las contracciones de su coño.
Le pedí permiso para comprobarlo y cuando se salió, metí tres dedos y me puse a follarla con ellos.
La china no hizo nada, por lo que le expliqué mediante dos bofetadas y el gesto de presionar sobre sus dedos, lo que esperaba de ella, sintiendo cómo se contraía el coño al volver a meterlos para follarla.
Hice que la joven los metiese también, pero como su mano era pequeña, tuve que hacer que la metiese toda, y así pudo sentir lo que la otra hacía con el coño, aunque esta vez con un claro gesto de dolor.
Dejamos al hombre con su follada y nos acercamos a otro que tenía a la puta de rodillas con el culo en pompa sobre una mesa baja de salón, y la estaba enculando mientras ella se separaba las nalgas con ambas manos.
También le puse la cara a escasa distancia, repitiendo las frases y los pescozones para que se fijase bien.
Luego hice que se metiese debajo de la chicha para formar un 69,
para, con mi amabilidad característica, hacerle entender que quería que le comiese el coño a ella, le chupase los huevos a él y lamiese su polla cuando la sacaba. Me entretuve viendo cómo recorría la raja de la puta hasta que llegaban los huevos a su altura, pasando la lengua por ellos y siguiendo su recorrido con la punta mientras la sacaba.
El hombre, de vez en cuando la sacaba totalmente y se la metía en la boca a ella para ensalivarla bien, cosa que no le costó aprender gracias a mis m métodos de enseñanza.
La otra puta, se puso a comerle el coño a la joven y la escena me puso al borde del orgasmo sin tocarme. El hombre empezó a acelerar sus arremetidas, al tiempo que bufaba cada vez más fuerte.
- FFFFFSSSSSS. FFFFFSSSSSS.
FFFFFSSSSSS. FFFFFSSSSSS. FFFFFSSSSSS. FFFFFSSSSSS. AAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHH.
Cuando vio que se corría, la sacó del culo de una y se la metió en la boca a la otra, clavándosela hasta el fondo y soltando toda su leche.
La muchacha tosió y escupió todo lo que pudo. Le di una patada a la puta mayor, tirándola al suelo y un puñetazo a la joven en el estómago y varias bofetadas mientras le decía que lo limpiase con su lengua.
Ella no lo entendía, hasta que la tomé del pelo, metí la mano en su boca, le saqué la lengua y la hice restregar por los restos esparcidos por la mesa.
Una vez que terminó, volví a tomarla del pelo y salí con ella hacia el coche.
Cuando llegamos, inmovilicé sus manos a la espalda con unas esposas y la mantuve a mi lado mientras miraba a la casa sentado en el capó del coche. Esperamos
hasta que se oyeron varios disparos a la vez y alguno suelto más, siendo seguidos por la salida ruidosa y alegre de los hombres hacia sus vehículos.
La muchacha se imaginó lo ocurrido y se puso a llorar y temblar con desespero. Yo mantenía la pistola en la mano y cuando los vio salir me giré hacia ella, que, aterrada, cayó de rodillas al suelo, con la cabeza a mis pies, soltado una larga perorata.
Al verla con el culo en pompa, me situé detrás, apoyé el pulgar en el ano y presioné hasta que entró.
Ella se calló de golpe.
Satisfecho, la agarré del pelo, la hice levantar y la llevé hasta la parte trasera, donde metí a la muchacha en el maletero.
Cuando comprobé que todos los hombres se habían ido, me acerqué a la casa, incendié las dos viviendas y me marché.
Mis ingresos me permitían vivir en una urbanización bastante exclusiva, en un chalet rodeado de altos muros de piedra, con aperturas de puertas a distancia, y allí fue a donde nos dirigimos, no sin antes hacer una parada para comprar algunas cosas que preveía que iba a necesitar.
Una vez dentro, me preparé una pistola de aire comprimido, más para asustar que para otra cosa, la saqué del maletero y la metí en la casa, en la que solamente estaban amueblados el salón y el dormitorio, además de algo en la cocina y uno de los baños.
La llevé a una de las habitaciones vacías y le puse un collar metálico al cuello, al que enganché una larga cadena, cuyo extremo contrario sujeté a una tubería, fijándola con sendos candados.
Le entré una colchoneta, que tiré al suelo, y le enseñé el baño que tenía esa habitación. La muchacha entró rápidamente, y se detuvo delante del inodoro frotándose las manos y moviendo las piernas. Le hice un gesto para indicarle que podía usarlo, pero se mantuvo en la puerta, como diciendo que no se iba a mover mientras estuviera yo allí.
Como vi que no se decidía, tomé la cadena y tiré de ella.
La muchacha se puso a hablar en su idioma, repitiendo una palabra muchas veces, que debía ser “no”. Por fin, solté la cadena y ella tuvo que ponerse en el inodoro totalmente avergonzada.
La dejé allí sentada y me fui a dormir un rato.
Cuando desperté, estaba totalmente empalmado, así que fui a verla para desahogarme.
Se encontraba acostada en la colchoneta, pero quedó sentada cuando oyó la puerta. Le señalé el baño e hice que fuese a vaciar su vejiga como la noche, estando casi presente, pues lo hizo con la puerta abierta, pero no estuve pendiente de ella.
Cuando terminó, la hice lavarse bien, la solté y la llevé a mi dormitorio, donde la hice acostar, acostándome yo a su lado. Le enseñé la pistola, se la puse en la sien y le dije que me la mamase, como no nos entendíamos, la hice darse la vuelta por señas y ponerse a mamarme la polla.
Era tan ligera que la tomé por las caderas y me la puse encima.
Esperé unos segundos sujetándola pero al ver que no empezaba, eché mano a la pistola, coloqué el silenciador del arma en la entrada de su ano y metí la mitad, haciendo que ella lanzase un fuerte alarido al ser violentado sin ninguna preparación, a pesar de que el silenciador no era muy grueso.
El ruido de cargar el arma hizo que se callase rápidamente y se metió la polla en la boca empezando a chuparla con rapidez. Más bien se estaba follando la boca ella sola. No hacía nada más, pero fue suficiente para que pasase de un estado de semi-erección a totalmente erecta y dura.
Por mi parte, recorrí la raja de la muchacha con la lengua, notándola húmeda del lavado anterior.
Me puse a jugar pasándola por los alrededores del clítoris y bajando hasta la entrada vaginal, donde hurgaba en su agujero.
Ella se detenía, emitiendo un gemido placentero y yo la instaba a continuar con una fuerte palmada en su culo:
-Mmmmmmm.
-ZASSSS
A pesar de la situación, no tardó a humedecerse por si misma y a convertirse en una fuente de la que yo bebía con avidez.
Poco a poco fue separando sus piernas hasta aplastar su coño contra mi boca y nariz. Aguanté un momento la respiración y la molestia de la culata de la pistola en mi frente, mientras le metía la lengua todo lo profundo que podía, hasta que me faltó aire y la hice separarse con palmadas en el culo.
Moví mi lengua más rápidamente, al tiempo que presionaba más en su recorrido y se la metía más adentro.
Volvió a abrir al máximo sus piernas, pero la sujeté con mis manos para controlar la presión y poder respirar. Rozaba su clítoris con la punta de la lengua.
Me puse a chupar su clítoris con pequeñas succiones, pequeños mordiscos y caricias con la lengua.
Ella seguía follándose la boca, moviendo su cabeza arriba y abajo.
Mi tratamiento sobre su clítoris, pronto empezó a surtir efecto y, de repente, empezó a gemir un poco más fuerte, aceleró los movimientos y sentí cómo estallaba en un gran orgasmo porque se detuvo totalmente y
por los temblores de su cuerpo, ya que fue totalmente silenciosa.
Cuando terminó, se dejó caer sobre mí.
Algo recuperada después, se deslizó a mi lado, pero me incorporé y la puse a cuatro patas, retiré el cañón del arma de su culo, me escupí en la punta de la polla y en el agujero de su ano y se le metí hasta el fondo.
Emitió un grito de queja y pronunció algunas palabras en su idioma al tiempo que golpeaba el colchón con una mano. No entendí nada y no le hice caso.
Me mantuve dentro para que se acostumbrase.
Sentía latir las paredes de su ano en torno a mi polla y el calor de su interior.
Eso, unido a la vista de su culo estrecho y sin forma, su cuerpo delgado y con prácticamente dos pezones por tetas, me excitó hasta pensar que iba a correrme antes de empezar a follarla.
Pude aguantar manteniéndome quieto más tiempo, sin poder dejar de mirar mi polla oculta en su culito mientras rememoraba las imágenes de mi hermana desnuda, lo que todavía me la ponía más dura si cabe.
Me incliné sobre ella y le hice bajar la cabeza hasta que la apoyó sobre el colchón, entonces empecé a moverme en un lento mete saca. Con la espera, su ano había dilatado lo suficiente y podía moverme con comodidad, pero seguía quejándose y hablando en su idioma.
A pesar de todo, no podía ir rápido porque me hubiese corrido al instante.
Llevé mi mano a su coño y comencé a frotarlo con movimientos circulares sobre su clítoris, alternando con mis movimientos, buscando volver
a excitarla antes de correrme yo.
Y pronto volvió a estarlo. Mi mano que se mojaba cada vez más con los jugos que rezumaba su coño y el cambio de sus quejas de dolor a gemidos bajitos me lo confirmaban. Movía su cuerpo para sentir mayor placer, se retorcía, avanzaba hasta casi sacársela y retrocedía hasta que nuestros cuerpos chocaban, para acelerar y compensar la lentitud de mis
movimientos.
Poco después su respiración se aceleraba y aumentaron sus gemidos, nuevas contracciones me avisaron de su corrida. La sujeté por la cintura y me lancé a follarla con frenesí, pero fueron solamente dos o tres envestidas. Me corrí en su culo con gran placer.
Con un orgasmo de los mejores que había tenido.
Ella se dejó caer sobre la cama y yo lo hice a su lado.
Esperé a que mi respiración se calmase y le hice señales para que me la chupase de nuevo hasta ponérmela dura y follarla por el coño, pero se puso a hablar en su idioma y a señalar el culo y la boca, al tiempo que hacía gestos con la cabeza negando.
Cuatro bofetadas la hicieron callarse y tras agarrarla por el pelo, llevé su cara a mi polla, donde con remilgos y arcadas conseguí que se la metiese en la boca.
Escasamente se la había metido un par de veces con reticencias y arcadas, cuando sonó el timbre de la puerta.
Rápidamente di un salto de la cama, tome la pistola de aire y otra de 9mm que guardaba en el cajón de la mesilla y fui corriendo a la puerta.
Ante la mirilla vi a un hombre y una mujer, que cuando abrí una rendija de la puerta para saber quienes eran sin aparecer desnudo, me mostraron una placa de la DEA, la agencia antidroga, y estuve a punto de disparar a través de la puerta, pero en el último momento pensé que no venían a detenerme, porque si fuera así, habrían echado la puerta abajo. Por otro lado, yo no tenía nada que ver con drogas, aunque si mi jefe.
-Somos los agentes Smith y Jensen. –Me dijeron. Como si yo no viese películas americanas.- Queremos hablar con usted.
Solo será un momento.
Ni me molesté en vestirme.
Dejé las armas en el cajón del mueble de la entrada, abrí la puerta, después de soltar la cadenilla, y me di la vuelta caminando en dirección al dormitorio, al tiempo que decía.
-¡Adelante!
Al pasar por la sala, la señalé con el dedo, sin volverme, y les dije:
-Poneos algo y esperadme mientras me pongo algo encima.
Todos tuvimos tiempo de ver cómo asomaba la cabeza la china por la puerta, para volver a meterla a toda velocidad. Entré en el dormitorio, me puse unos pantalones y le señalé la cama, indicando con un gesto que le cortaría el cuello si se movía o hablaba.
Cuando volví con los agentes, me informaron de que sabían que era muy buen tirador, que venía de la guerra, que estaba ilegalmente en el país y que me proponían un trato: o hacía un trabajo para ellos y me darían la nacionalidad o me expulsaban del país. En resumen: El jefe de un importante cartel de droga venía en viaje relámpago a la ciudad a la semana siguiente. Yo debería matarlo pareciendo que era cosa de algún grupo rival.
Sólo volverían a contactarme para entregarme un arma y confirmar día, hora y aeropuerto. Si era descubierto, negarían cualquier relación conmigo y si salía bien, recibiría la nacionalidad y una buena paga por mis servicios.
No me importó el aceptar, aunque aparenté no estar muy conforme, y forcé la situación, pidiendo también la nacionalidad para la china, alegando que la había sacado de un club donde la obligaban a prostituirse esclavizada.
Cuando se marcharon, volví al dormitorio, donde se encontraba mi chinita encogida sobre la cama, que se puso a temblar al verme.
-Por qué tiemblas, pequeña? Estos cabrones acaban de salvarte la vida.
No quiero que relacionen tu cadáver conmigo y por ende, el de otras muertes. –Le dije mientras me desnudaba de nuevo.
No lo entendió pero si supo lo que quería cuando la hice sentarse en el borde de la cama, la tomé del pelo y la acerqué a mi polla. Pasó la lengua por la punta, probando su sabor. Acabé con sus remilgos agarrando su pelo y forzando la entrada en su boca. El movimiento brusco hizo que sus dientes rozasen mi glande, produciéndome una sensación molesta. Le di una bofetada al tiempo que levantaba su cabeza,
señalé mis dientes e hice una señal de negación con mi cabeza.
Volví a meterla en su boca y a mover su cabeza para follársela, marcando el ritmo. La metía y sacaba con rapidez, hasta que sus labios casi llegaban a mi pelvis y hasta que solamente quedaba dentro la punta.
Me gustó ver cómo entraba y salía mi polla en su boca, las arcadas que le daban cuando se la metía hasta el fondo, los hilos de babas que nos unían al sacarla. Tanto que reduje el ritmo para poder disfrutar de la imagen y las sensaciones.
Pero la nueva aventura me había excitado y no tardé mucho en sentir la proximidad de mi corrida. Aceleré el ritmo y no tardé mucho en clavársela hasta el fondo y soltar toda ella directamente a su estómago.
Cuando la saqué, ella se separó rápidamente, tosió y soltó una mezcla de babas y semen que cayeron sobre su pecho y tetas.
Levanté su cabeza para que me mirase y le expliqué por señas, chupando mi dedo, que debía dejarla limpia, así que la dirigí de nuevo a su boca, pero se negó girando su cabeza. Una bofetada al derecho y otra al revés, mientras seguía sujetándola del pelo, le enseñaron a hacerlo con ganas.
Cuando la consideré limpia, seguí guiándola por el pelo y fuimos a la ducha, donde yo mismo la lavé al tiempo que lo hacía yo.
La sequé con una toalla y lo hice yo después. Le di un albornoz mío y me puse otro, saliendo a la cocina para preparar algo rápido para comer ambos.
Llevábamos muchas horas sin alimentarnos.
Al momento apareció ella en la cocina.
Llevaba la cabeza cubierta por la capucha que incorporaba ese albornoz, los hombros le llegaban casi al codo, las mangas le colgaban y arrastraba por el suelo un buen trozo de los bajos. Me hizo gracia al recordarme al personaje del enano conocido como “mudito o tontin” de la película de Disney “Blancanieves”
Después de comer, me senté a ver la televisión y ella lo hizo a mi lado. Me gustó que se apoyase sobre mí, y pasé un brazo sobre su hombro. El programa de la televisión era un informativo, y sin darme cuenta, me quedé dormido.
Me despertó una sensación extraña en mi polla. Al abrir los ojos, era ella que me la estaba chupando. Me di cuenta de que estaba probando distintas técnicas.
Pasando la lengua por el glande, metiéndoselo en la boca y succionando, follándose la boca con él.
Era lo que le había hecho ver en la casa de donde la saqué.
Me dejé hacer extasiado viendo su cara de niña chupando mi polla.
Viendo cómo entraba y salía de su boca. Cómo sacaba la lengua para lamerla en toda su longitud, terminando en un rodeo alrededor del borde del glande para volvérsela a meter todo lo que le cabía en la boca.
Mi excitación creció con rapidez y pronto estuve deseando metérsela.
La tomé por los hombros con intención de recostarla para follármela, pero ella tomó la iniciativa forzándome a quedar sentado y montando a caballo sobre mis piernas. Se arrodilló sobre el sofá, dejando su coño a la altura de mi polla y se dejó caer, ensartándose ella misma.
No estaba excesivamente lubricada, por lo que me resultó algo molesta la penetración. Casi no me dio tiempo a sentirlo, pero noté cómo algo se oponía a la penetración durante un instante, cediendo rápidamente. En ese momento, ella emitió un grito de dolor e inició un retroceso volviendo a lanzar otro grito apagado y quedándose a mitad.
Se abrazó fuertemente a mí y se quedó totalmente quieta, emitiendo gemidos de dolor y llorando.
La diferencia de idiomas me impidió preguntar lo que ocurría, aunque no era difícil de imaginar. Se había auto desvirgado probablemente sin saber lo que iba a ocurrir o imaginando que no iba a ser doloroso.
Cosa que había ocurrido a no estar suficientemente excitada y lubricada.
La dejé que se abrazase a mí, mientras yo acariciaba su espalda, desde el cuello hasta el culo y ano.
Poco a poco se fue acostumbrando y el dolor remitiendo, hasta se la sacó completamente y se dejó caer en el sofá encogiéndose con las piernas dobladas y quedando acurrucada en el rincón con los ojos cerrados.
Yo estuve un momento acariciándome la polla, masturbándome suavemente para mantener la erección, hasta que abrió los ojos y me miró. Hice un gesto señalando mi polla al tiempo que le decía:
-¡Chúpamela! O no haber empezado.
Lo debió entender a la primera, porque se levantó rápidamente, aunque con un gesto de dolor en su cara, se arrodilló ante mí y se puso a chuparla nuevamente. Me hizo una mezcla de paja y mamada bastante falta de interés, por eso me costó bastante correrme.
Cuando lo hice, tragó todo, me limpió la polla y quedo esperando mis órdenes, arrodillada y ligeramente encogida.
Una vez recuperado, la cogí del pelo para levantarla y llevarla
a su cuarto, donde volví a ponerle la cadena. Luego volví a ver algo de televisión hasta la hora de la cena, que preparé algo rápido y fui a llevarle un plato a ella. Seguía dolorida y quejándose, por lo que fui a buscar algo al botiquín de mi baño.
Solamente tenía algo de alcohol, algodón, unas pastillas para el dolor de cabeza y otras antiinflamatorias. Tomé una de cada y se las llevé junto a un vaso de agua.
Se negaba a tomarlas, al tiempo que me lanzaba una larga perorata en su idioma, yo le decía que se callase y se las tomara, mientras ella hablaba cada vez más.
No me quedó más remedio que utilizar uno de los sistemas internacionales de enseñanza: Le di una bofetada que la hizo caer al suelo y le acerqué las pastillas y el aguan, tomándoselas inmediatamente.
La hice comer lo que le había llevado, recogí todo y me fui a dormir. Al día siguiente me levanté empalmado. Había soñado con el nuevo encargo y eso me había excitado. No me lo pensé dos veces. Me fui a por la muchacha que despertó sobresaltada al abrir la puerta. La solté y llevé a mi cuarto, arrojándola sobre la cama.
Su cara y su mirada mostraban el terror que sentía. Imaginé que iba a ser difícil excitarla en ese estado, por lo que tomé una crema de la mesita de noche que utilizaba para el sexo anal con alguna puta y me acerqué para untarle bien el coño. Más por protegerme yo de algún daño, que por ella.
Metí despacio dos dedos bien embadurnados hasta lo más profundo que pude y los volví a sacar despacio. Estuve repitiendo esa operación un par de veces, hasta que vi el botoncito que tapaban sus labios y me puse a lamerlo y chuparlo.
Proseguí follándola con los dedos, notando como se iba relajando y su clítoris se ponía duro e hinchado.
Cuando me cansé, me di más crema en la polla, me situé entre sus piernas y fui metiéndosela poco a poco, venciendo su resistencia, hasta que la tuve toda dentro.
Estuvo en tensión todo el rato hasta que sintió el choque de mi pelvis contra la suya.
En ese momento se relajó. Si no hubiese sido por la gran cantidad de lubricante, no creo que hubiese podido meterla.
A partir de ese momento, me dediqué a follarla. Primero seguí entrando y saliendo despacio para que se fuese calentando. Sentía su coño apretadito alrededor, forzando el roce con mi glande a pesar del lubricante.
Me gustó verla entrar y salir de ese cuerpo que parecía de niña.
Pronto mi excitación hizo que abandonase mis buenas ideas para dedicarme a follarla con mayor velocidad, también me animó ver la cara de placer que ella ponía y los gemidos que emitía.
Era tal mi excitación, que no tardé en sentir que se aproximaba mi orgasmo.
Le saqué la polla para evitar mi corrida, sin prestar atención al gruñido de ella, dediqué unos minutos a comerle el coño, meterle dos dedos en él y forzar otros dos en su ano.
Siguió con sus gemidos, que aumentaban en rapidez, pero no en fuerza.
Cuando pensé que estaba cerca del orgasmo, porque no manifestaba sus sensaciones con espontaneidad ni ruido, volví a metérsela
y a follarla despacio.
Me hubiese gustado oírla pedir más o expresiones soeces, pero solo se limitaba a gemir bajito.
Nuevamente, tanto el roce al follarla
como la imagen de niña que mostraba, me llevaron al borde del orgasmo y tuve que hacer un gran esfuerzo para aguantar un poco más, hasta conseguir suyo, que sentía cercano.
Un grito sordo y su abrazo con manos y piernas para sentirme más a fondo, me informó de su corrida y ya no aguanté más. Directamente solté toda mi leche en su interior.
Tras unos minutos de recuperación, me levanté y la hice acompañarme a la ducha.
Después de lavarme yo y lavarla a ella, permanecimos un rato bajo el agua, jugando a meter mis dedos en su ano para dilatarlo.
Cuando ya entraban tres dedos, lo dejé y la llevé a vestirnos.
La hice ponerse una camisa mía, porque no tenía ropa, y unas zapatillas de baño mías que, en sus pies, parecían tablas de snowboard.
La hice subir al mi coche y fuimos a un gran supermercado, donde le compré tres vestidos, dos de estilo de jovencita y uno de colegiala.
Cuando se los probó, estuve a punto de follármela allí mismo. Eran elásticos y marcaban sus pezones, pegados directamente a su pecho, faltos de tetas que los sujetasen. Casi se marcaban sus huesos y su monte de venus por delante y su culo plano con la raja en medio, por detrás.
Pero fue peor con el traje de colegiala. Cuando salió del probador con él puesto, la empujé dentro, me saqué la polla y se la hice chupar y follarse la boca hasta que me corrí.
Más calmado, compré también dos pares de zapatos, unas zapatillas y medias, así como un vestido amplio y ligero para estar por casa con sus correspondientes zapatillas. Comimos en el centro comercial para seguir las compras por la tarde.
Cuando volvimos a casa, estaba contenta, aunque no lo demostraba mucho. La hice desnudar y me desnudé yo también. No me miraba directamente, excepto cuando pensaba que no la veía, se le escapaban sonrisas, que rápidamente ocultaba.
Me ayudó a preparar algo para cenar y lo comimos en silencio. Luego, fui a buscar el lubricante a mi dormitorio y me puse en el medio del sofá para ver la televisión.
La hice ponerse boca abajo, cruzada sobre mis piernas, embadurné mis dedos y su ano con el lubricante y me puse a acariciar su agujero con suaves círculos, al tiempo que iba presionando para que fuese entrando poco a poco.
Con la primera falange de mi dedo ya dentro y follándola con él, empezó a emitir pequeños gemidos, imposible adivinar si eran de placer o dolor.
Metí la otra mano bajo su cuerpo hasta llegar a su coño, frotándolo también con suavidad, aprovechando el lubricante que escurría de su culo. Eso hizo que relajase su cuerpo, permitiendo también la relajación de su esfínter y la entrada completa del dedo, al tiempo que su coño se abría bajo mi mano.
Seguí trabajando su coño por fuera, mientras forzaba la entrada del segundo dedo en
su culo.
Tuvo una ligera contracción al intentar meterlo, pero le di una fuerte palmada en sus cachetes y ya no hubo dificultades. Procuré mantenerla excitada pero sin llegar al orgasmo. Conseguí meter tres dedos, después de un buen rato, y se los mantuve dentro para evitar que se contrajese, mientras ella bañaba mi pierna con su abundante flujo y algo de lubricante.
Bajo su cuerpo, además de mi mano, estaba mi polla que se encontraba en erección y con ganas de entrar en ese culo. Aprovechando su pequeño tamaño y poco peso, la subí sobre mi hombro, sin sacar los dedos de su culo y la llevé a la habitación.
La puse a cuatro patas sobre la cama y me coloqué detrás de ella, mi polla todavía podía estar algo más dura, pero entró perfectamente en su coño cuando la metí para humedecerla, y le hizo emitir otro suave gemido. Tras varias metidas, la pasé a su ano y presioné con la punta. Hubo algo de resistencia, pero enseguida entró el glande. Me detuve un instante pudiendo apreciar cómo agarraba con sus manos la sábana.
Fui metiéndola poco a poco, al tiempo que su estrechez hacía que mi polla fuese alcanzando la totalidad de su dureza. La veía entrar y salir sin poder evitar pensar que me estaba follando a una niña como mi hermana. Ella emitía gemiditos suaves al compás de mis movimientos, imprimiendo a su cuerpo un ligero vaivén adelante y atrás.
De poco en poco añadía más lubricante, permitiendo que entrase más adentro y con más suavidad.
Por dos veces se echó totalmente atrás, pegándose a mí, al tiempo que se masturbaba frenéticamente.
Luego me dejaba continuar follando su culo.
Fue una follada colosal. A pesar de mi gran excitación no tenía prisa por correrme, después de las otras corridas del día.
Tras su segundo orgasmo, me dejé llevar y poco después le llenaba el culo de leche. Nos lavamos y la dejé acostarse conmigo.
Durante la semana siguiente la estuve follando todos los días, por lo menos una vez y alguno dos, por alguno de sus agujeros. Debía de gustarle, porque perdió su timidez y me acariciaba la polla siempre que podía, buscando excitarme para que la follase.
Pocos días después, el cartero llamó a mi puerta. No era el de siempre, era un agente camuflado, que me informó de que habían interceptado una llamada telefónica encriptada a una mujer que se sabía era amante del visitante, modelo y acompañante de alto standing y que debería intentar conseguir más información a través de ella, pero sin que se enterase nadie.
Un amigo interceptó su teléfono y así supe de que había suspendido todas sus citas de las dos semanas siguientes, por lo que decidí hacerle una visita.
Me presenté como si fuese un mensajero que le llevaba un paquete, lo que me permitió pasar el filtro del portero y contar con la autorización de ella para subírselo a casa.
Me abrió la puerta vestida con una bata de seda hasta casi los pies y descalza.
Aproveché que sujetaba la puerta con una mano y la otra la alargaba hacia mí para recoger el paquete, para lanzarme hacia ella, poner mi mano en su boca y con la otra tomarla de la muñeca, al tiempo que me acercaba, retorcérsela haciéndola girar y cerrando la puerta de una patada.
-Si gritas, abres la boca o haces algún gesto que no me guste, te mato aquí mismo. ¿Lo has entendido? –Le dije.
Asintió con la cabeza. Unas esposas que llevaba en mi cintura sujetaron sus manos a la espalda.
Debió de sospechar a qué se debía mi intervención, porque enseguida dijo:
-Por favor, no me haga daño, colaboraré en todo lo que quiera.
La senté en un sillón, pidiéndole silencio, mientras la observaba. Era alta, delgada, llevaba el pelo castaño, recogido en un moño, pero sus cejas negras indicaban que era teñido. La bata se había abierto en parte y mostraba unas piernas finas, también delgadas. En general, tenía buen cuerpo, a pesar de la delgadez, pero lo que más destacaba era su cara. Era una mujer muy guapa de cara, lo que hacía que no fuese extraño que la hubiese elegido a ella en lugar de otras con mejores cuerpos.
-Veamos qué tal te portas. ¿Cuándo, a qué hora llega tu novio y a qué aeropuerto?
-No lo sé. Nunca me avisa…
-ZASSS
Le crucé la cara con una fuerte bofetada que le hizo ladear la cabeza.
-Te lo diré de otro modo. Tu novio te ha llamado para avisarte de su llegada. ¿Cuándo, a qué hora llega y a qué aeropuerto?
-N…, no, no lo sé.
-ZASSS
Decidí darle el mismo tratamiento que a la vieja de la bañera para hacerla hablar al tiempo que me divertía, pero cuando inspeccioné el baño me encontré con que no tenía bañera, solamente una enorme ducha con todo tipo de salidas de agua a todas las alturas.
No me servía.
Revisando la casa no encontré otra cosa que me llamase la atención, hasta que me fijé que en el salón tenía una lámpara de techo que colgaba de un gancho. Subido en una silla, la descolgué y arranqué los cables, arrojándola a un rincón.
Luego corté la cuerda que corría las cortinas del gran ventanal y la saqué tirando de un extremo, para pasarla por el gancho de la lámpara y hacer un lazo corredizo en un extremo.
La tomé del brazo y casi la arrastré hasta el lazo. Se lo puse al cuello y tiré del otro extremo hasta obligarla a levantar los talones para evitar el ahogo.
El otro extremo lo até a ambos lados del pomo de la puerta, quedando ella a punto de ahogarse e intentando estirarse al máximo para evitarlo.
-Gggghhhh, gggghhhh.
Le retiré las esposas y enseguida echó mano a la cuerda para aliviar la presión
-Ggggnnnoo. Gggg. Hablagueee.
Con sus dedos entre su cuello y la cuerda, volví a tensarla hasta dejarla de puntillas. Tapé su boca con cinta de embalar, lo cual amortiguó sus sonidos y aumentó su angustia al respirar. Retiré la bata que la cubría, teniendo que forzar sus brazos para poder sacársela, que inmediatamente llevó de nuevo a la cuerda.
Quedó con un top de seda color crema, tipo camiseta de tirantes muy finos, y un pantaloncito del mismo color. Todo estilo ropa interior de los años veinte.
Cortar los tirantes y dejarla desnuda, no me costó más de unos segundos. Después me desnudé yo mientras observaba su cuerpo.
Sus pechos eran pequeños y en punta. Me gustaron porque se parecía a los de una jovencita. Su cuerpo no era anoréxico, pero le faltaba algo de carne para estar bien. Su pubis estaba depilado hasta mostrar una fina tira de pelo que señalaba el inicio de su raja en un coño ligeramente abultado.
Me encontraba totalmente empalmado solo de pensar lo que se avecinaba. Me escupí en la polla y pasé la mano para extender la saliva. Luego me acerqué a ella y se la metí entre las piernas, rozando su raja.
Su anchura de pelvis me permití meterla con comodidad, creando un estrecho conducto en el triángulo formado por su coño y sus muslos. Metí mi dedo medio en su ano, que cedió con facilidad, y lo utilicé para tirar hacia arriba y levantar ligeramente su cuerpo para mejorar la fricción.
Cuando mi polla resbalaba recorriendo su vulva, metida entre sus labios, en lugar de ir sintiendo cómo se iba secando por el roce, empecé a notar más humedad. ¡Se estaba excitando! ¡La muy puta se estaba excitando!
Sin sacar el dedo de su ano, la agarré con ambas manos de su culo y la levanté lo suficiente para que al resbalar, entrase en su coño.
Al sentir menor tirantez de la cuerda, enroscó sus piernas alrededor de mi cuerpo para mantenerse más alta y disminuir la tensión de la cuerda.
Yo le metí el otro dedo medio en su ano, forzando su elasticidad.
La mantuve en esa posición, mientras mi polla entraba y salía de su coño.
Ella poco a poco fue colaborando con movimientos de pelvis que aumentaban el frotamiento de mi polla contra su clítoris y me hacían sentir una mayor presión. Como si su coño se estrechase alrededor de ella.
No tardando mucho, me sorprendió al decirme:
-¿Me das tu permiso para correrme?
-¿…?
-La miré extrañado.
-Por favor, estoy a punto. Necesito correrme.
-Córrete cuanto quieras.
–Le dije
Presionó mi cuerpo contra el suyo haciendo fuerza con las piernas y estalló en un orgasmo, largo al parecer por el tiempo que se mantuvo pegada a mí. Luego, siguió moviéndose, manteniéndome al límite del mío durante largo rato, mientras ella disfrutaba de sucesivos orgasmos, de menor intensidad que el primero.
Por fin, mi excitación subió lo suficiente como para hacerme alcanzar el ansiado orgasmo, que si bien fue satisfactorio, no resultó tanto como esperaba. Por el gruñido de ella, deduje que seguía deseando más, pero yo me había cabreado porque no había sido tan potente como esperaba, por lo que no le hice caso.
Le hice soltar las piernas de mi cuerpo, retiré mis manos de su culo y saqué los dedos de su ano.
Volvió a quedar colgada del cuello.
-¿Cuándo y dónde llega tu novio?
-Hgggggsss.
Aflojé la cuerda lo suficiente como para que pudiese hablar.
Me dijo el día, la hora y el aeropuerto privado en una finca no muy lejos de la ciudad, donde aterrizaría.
Aflojé más la cuerda
y até sus manos a la espalda.
-¿Me vas a matar?
-No. Te voy a dar por el culo.
La hice recostarse sobre el respaldo del sillón, me masturbé un poco para alcanzar la dureza suficiente, escupí en su ano y en mi polla y se la clavé sin más miramientos.
Gritó al meterla, pero entró hasta el fondo.
Su ano debía estar muy acostumbrado.
Sin embargo, se ajustaba perfectamente a mi polla.
Se lo machaqué a conciencia.
Entraba y salía con violencia.
Ella gemía de placer.
Me resultaba increíble, pero le gustaba y se excitaba. Poco después alcanzó otro orgasmo sin que me detuviese en mis movimientos
Me incliné sobre su espalda y me puse a frotar, presionar y estirar sus pezones, sin dejar de follarla. Eso la llevó a un nuevo orgasmo, corriéndome yo también en su culo, al tiempo que la agarraba del pelo y daba un fuerte tirón.
Quedó con la cabeza
inclinada y las piernas abiertas, soltando lefa por su coño y ano. Yo me separé ligeramente, tomé la pistola y le pegué un tiro.
No lo disfruté.
Tampoco me entristeció. Simplemente resultó algo tan insulso como mover un mueble o hacer la compra en el supermercado.
El día indicado, estaba desde dos horas antes vigilando el aeropuerto. Llevaba mi fusil de largo alcance y un lanza granadas, todo cargado y preparado.
Aproximadamente, a la hora prevista para la llegada, apareció la avioneta en el horizonte.
Cuando la mira del arma me permitió distinguir la silueta del piloto, hice un disparo. La avioneta hizo un trompo hacia arriba y hacia atrás, como consecuencia del disparo, que debió echar hacia atrás al piloto y al tener los mandos en manual, la hizo subir, pero cuando dio la vuelta completa e inició el descenso, cayó sobre los mandos forzando la caía en picado.
El resultado fue un violento choque contra el suelo, seguido de una explosión y el incendio del aparato.
Nadie salió vivo de allí…..
Días después, me trajeron un paquete a casa con dinero en efectivo y las dos documentaciones.
Y hasta ahí llegó su historia.
Al día siguiente de contarme lo último, dieron de alta a mi madre a primera hora y nos marchamos del hospital. No me quiso dejar ningún dato de contacto para que terminase de contar su vida. Simplemente me dijo:
-Ya nos veremos.