El ascensor

Una vecina que llega tarde del gimnasio. Un vecino al que no soporta. Una avería en el ascensor y mucho tiempo por delante.

EL ASCENSOR

  • Espera!! - Aunque pueda resultar un tanto contradictorio, lo último que me apetecía después de casi dos horas machacándome en el gimnasio (aunque a partir de 60 € de mensualidad creo que se llama Gym) era tener que subir los siete pisos andando hasta mi piso. Así que al entrar en el portal y ver que se iba cerrando la puerta del ascensor lancé mi grito de auxilio, eso sí, acelerando el paso hasta un trote ligero en un gesto de cortesía para el ocupante del ascensor.

  • Gra... cias... - Joder, ya hay que tener mala suerte, mi salvador es el capullo del sexto, justo mi vecino de abajo con el que no me hablo salvo para intercambiar algún insulto de baja intensidad y miradas todas dignas finalistas de un concurso "pues yo soy capaz de mirarte peor aún". Cuando me mudé tuvimos unas discusiones muy fuertes por la fiesta de inauguración del piso con mis amigos. El muy imbécil hasta llegó a llamar a la policía.

  • De nada - Contestó el vecino con una voz tan fría que habría congelado un termómetro, de los antiguos de mercurio, no esas mierdecillas electrónicas de ahora.

Capullo -Pensó. Encima el condenado estaba como un quesito y eso que debía tener ya sus años, pero bien cuidados... cuarenta y pocos. Fue lo que pensó la primera vez que lo vio y le alegro la vista. Un ligue potencial y justo en su edificio, para no tener que buscar lejos y además no le vio ningún anillo en los dedos. Pero todo eso había sido antes de su monumental bronca por el ruido de la fiesta. ¡Cierto que se le había ido un poco de las manos y que el vecino había subido varias veces para pedir que bajarán la música, pero de ahí a llamar a la policía! A pesar de su gélido saludo observó que le daba un buen repaso al entrar en el ascensor. No era para menos. A sus 37 años lucía unas curvas envidiables y la licra de sus mallas de gimnasio no las ocultaban precisamente. Sobre todo sus pechos de una generosa talla 100. Al ser verano llevaba además un top con algo de canalillo. El pobre hacia lo que podía para contener sus tetas, que era más bien poco y lucían apretadas y turgentes y siempre amenazando con desbordarlo. Más de uno y más de una paraban lo que estuvieran haciendo para desnudarla con los ojos cuando pasaba por las salas del gimnasio. No le importaba. Sabía el impacto habitual que producía su cuerpo y no le importaba lucirlo y alegrarle la vista a sus semejantes. - pues mira bien lo que no vas a probar, gilipollas- Las prisas por llegar a casa le habían decidido a no cambiarse de ropa y salir con las mallas y la chaqueta del chándal encima. No le gustaba exhibirse tanto en la calle, pero solo estaba a dos manzanas de su casa y tenía el tiempo justo para arreglarse y asistir a una cita organizada por una amiga. Ahora se alegraba de darle un buen espectáculo a ese capullo. Notaba su mirada discreta recorrer su canalillo, bajar por su cintura estrecha, recrearse en sus caderas anchas y descender por sus largas piernas con las mallas ajustadas como un guante marcando la contundente orografía de su culo. Ella por su parte tampoco pudo evitar que sus ojos hicieran un rápido escáner de su vecino, eso sí, muy disimuladamente mientras fingía observar con máxima concentración el discurrir de los números de los pisos que iban pasando. Ropa de sport y veraniega que dejaba traslucir unas espaldas anchas y un culito apetecible. Se recriminó sus pensamientos sobre el enemigo!  Su último ligue había acabado hacia varía semanas y la sequía sexual le hacía ver con demasiada generosidad a su vecino... Pero... sí que estaba bueno el condenado! Sus pensamientos y examen se interrumpieron por la brusca parada del ascensor. Las puertas no se abrían y no estaban en ninguno de sus pisos. Su vecino pulsó varias veces su botón pero el ascensor seguía parado. Probó con más botones. Nada. Sus miradas se encontraron dándose una tregua ante la emergencia común.

  • ¿se habrá ido la luz?

  • Ni idea. La luz de la cabina sigue funcionando, aunque podría ser por la batería de emergencia.

  • dale al botón de emergencia.

  • Nada. No suena ninguna alarma.

  • Mierda... Mi móvil no tiene aquí cobertura...

  • El mío tampoco. Ni una raya.

  • Pues estamos buenos.

  • Pues sí.

Siguió un tenso silencio pues ninguno de los dos podía negar que no soportaba al otro.  No era una mera cuestión intelectual. Es esa ligero malestar físico que sueles sentir en las tripas  cuando estás cerca de alguien que detestas.

  • HAY ALGUIEN QUE AHÍ? ALGUIEN ME OYE? ESTAMOS ATRAPADOS EN EL ASCENSOR!!

Los repentinos gritos de su vecino casi le provocan un ataque al corazón. No se los esperaba y encima tenía un vozarrón de tenor. Pensó  en cantarle las cuarenta por pegarle semejante  susto, pero decidió  dejar lo cosa en paz. No sabía cuanto tiempo iban  a pasar en esa pequeña cabina y no quería empeorar la situación. Por otra parte, no dejó de darle un poco de rabia que hubiera sido él al que se le hubiera ocurrido una acción tan evidente. A la segunda tanda de gritos ella también se le unió para sumar decibelios. Al cabo de un rato pararon. Ninguna contestación.

  • Es verano, casi todos los vecinos están de vacaciones, pero tarde o  temprano alguno tendrá que usar el  ascensor. Entonces podrán oírnos o verán que está averiado.

Menuda faena. Tenía toda la razón. Por ahora no les quedaba más remedio que esperar. Los minutos siguieron pasando y cada uno se concentraba en mirar su esquina correspondiente, con miradas de reojo de vez en cuando al otro. Las de él cada vez con más descaro a su escote y no  era de extrañar. En pleno agosto dentro una cabina de ascensor y con dos personas dentro el resultado de la ecuación no podía ser otro que un calor cada vez más sofocante y ambos habían empezado a sudar la gota gorda. Las gotas de ella  se acumulaban sobre su pecho y caían por el  canalillo. El top empezaba a empaparse como si estuviera dejando los hígados en la bicicleta estática. La prenda húmeda se pegaba todavía más sobre su piel y sus pezones, que aun no estando excitados eran bastante prominentes, se marcaban claramente sobre la licra. Su vecino hacía rato que se había quitado la chaqueta que yacía pulcramente doblada sobre una mochila de ejecutivo. Su camisa también empezaba a empaparse, a pesar de haberse desabrochado disimuladamente los primeros botones. Sin duda más por el efecto psicológico que el termostático, porque no por ello sudaba menos.

  • Mataría por una cerveza bien fría -Pensó- Una jarra helada que doliera la mano al cogerla! Dios, me muero de sed- Se pasaba la mano por la frente empapada de sudor sólo para volver a sentir inmediatamente como brotaban las gotas de nuevo. Como si le hubiera leído el pensamiento su vecino se agachó para abrir la mochila. Una botella de agua. Los ojos de ella se abrieron como platos y su cara debía mostrar un deseo tal que su vecino sonrió levemente y le ofreció gentilmente la botella.

  • No queda mucha, pero un par de tragos podremos echar. - Ella miró dubitativa la botella. Se acordó absurdamente de la frase "al enemigo ni agua!" Pero el enemigo que ofrece un tregua deja de serlo, no? Bueno, no, claro. Pero su ofrecimiento parecía sincero y amable. Tal vez había llegado el momento dejar el orgullo a parte y pasar página.

  • Gracias, estoy al borde de la deshidratación. Cogió la botella y le dio un trago que le supo mejor que cualquier cerveza helada que hubiera tomado nunca. Cuando se la devolvió observó avergonzada que prácticamente se la había acabado.- Perdona -dijo toda sonrojada, si en esa sauna es que aquello era posible. Su vecino cogió divertido la botella y bebió de un trago el resto de su contenido.

  • No importa. Está claro que tenías más sed que yo.

  • Gracias otra vez. No sólo me das tu agua, sino que casi la termino. Ahora me siento fatal.

  • Pero con menos sed -contestó con una amplia sonrisa- ¿Cómo puede un capullo pasar en un segundo a ser una persona encantadora? Ahora se sentía doblemente mal.

  • Supongo que te debo una disculpa por lo de la fiesta. Creo que empezamos con muy mal pie.

  • Sí, pero yo también te debo una disculpa. Me pillaste en unos días de mucho estrés en el trabajo y creo que esa noche la pagué contigo. Aún recuerdo lo que era ser joven y dar alguna fiesta.

  • Anda, no seas exagerado! No eres mayor para nada.

  • Gracias. Por cierto, creo que es hora de que me presente debidamente. Me llamo Pablo.

  • Yo Susana.

Se dieron dos besos de rigor en la mejilla. La estrechez del ascensor justificaba que se hubieran acercado más de lo habitual. Ella no pudo evitar sentir un bulto prometedor en la entrepierna de él y por su parte aplastó un poco más de lo debido  sus pechos contra el torso de él.

  • Este calor es sofocante. Espero que no te importe, pero tengo que quitarme la camisa.

  • Claro que sí! Digo, que no! .- de repente estaba nerviosa como una colegiala. Lo que le faltaba, que la tomara por una mojigata.-  Claro que te la puedes quitar. A  saber el rato que vamos a seguir aquí.

  • uffff gracias. No quería hacerte sentirte incómoda.

  • Para nada bomboncito. - Pensó ella mientras se deleitaba la vista con todos los músculos que iban apareciendo tras la prenda.

Siguió un rato de charla banal sobre trabajo, tiempo que llevaban en la ciudad (nadie parecía ser de esta ciudad!), ultimas películas, música. Resultó que el excapullo y ella tenían  muchos gustos en común. Al cabo de media hora se habían sentado sobre el suelo de la cabina. El espacio era tan reducido que el roce y el contacto se habían hecho inevitables. Una rodilla de él con el muslo de ella; una mano de ella con el muslo de él; ambas rodillas; ambos muslos... Con cada cambio de postura salía una combinación nueva.

.- Susana, sigo asándome y llevamos esperando  más de una hora. Sé que es un abuso de confianza, pero te importaría que me quitara los pantalones. Llevo unos boxers. Sería como si me quedara en bañador.

.- Claro, hombre. No pasa nada. Ojalá yo pudiera hacer lo mismo!

.- Y porque no? Te tienes que estar asando dentro de esas licras.

.- Ni que lo digas, pero yo no llevo debajo ningún bóxer.

.- Bueno, sería como si te quedaras en bikini. Si conmigo vale, porqué contigo no?

.- Es que yo me quedaría con bastante menos que un bikini.

.- Y eso?

.- Anda, no disimules. Con las miradas que me has echado sabes de sobra que debajo del top no llevo nada y que debajo de las mallas voy en tanga.- Él le dirigió una sonrisa picarona.

.- Culpable. Pero sigo sin ver el problema. Puedes  quitarte las mallas y tampoco es que viera tanto aparte de tus piernas, y no es que me importara, eh!?

.- Míralo que listo! Bueno tienes razón. En la playa muchas veces voy en tanga, y hasta suelo hacer topless, pero no me parece la situación adecuada.

.- Como quieras. Sólo trataba de quitarle hierro al asunto. Lo cierto es que la situación es bastante surrealista: Dos vecinos que ni se hablaban y de pronto están medio desnudos! - Contestó él riendo quedamente.

.- Sí, tienes razón. Pero mira, algo bueno hemos sacado ya de esto. Me alegra haber arreglado lo nuestro.

.- Yo también. Pero la próxima sauna la elijo yo!

.- Mejor una playita!

.- Jajaja, vale, trato hecho.

Siguieron charlando mientras el tiempo pasaba y sus miradas eran cada vez más íntimas. Tal vez lo absurdo de la situación hubiera ayudado a relajar sus inhibiciones, pero lo cierto es que  Susana cada se encontraba cada vez más caliente, y no precisamente por la temperatura del ascensor. Su vecino en boxers había  ganado muchísimos puntos. Sabía qué la había pillado varias veces mirándole  el paquete y él ya ni disimulaba cuando su mirada se recreaba en sus  tetas. Su canalillo parecía radiactivo de como brillaba por el sudor y sus pezones habían empezado a endurecerse y se marcaban ya bajo el top como dos pitones. Cómo para no haberlos  visto!

.- Uffff, Pablo, no puedo más. Llevamos aquí ya ni se cuánto y cada vez hace más calor. Me voy a quitar las mallas.

.- Claro, preciosa. Espera que me levante y me dé la vuelta. Me avisas cuando hayas acabado y estés sentada.

.- No seas tonto. Ya me doy la vuelta yo. - Se levantó y se dio la vuelta. Susana quería ser un poco mala.- Al final vas a tener un buen espectáculo, vecino- Pensó con malicia.- Se inclinó un poco hacia adelante para sacar ligeramente el culo hacia atrás. Nada demasiado evidente. Poco a poco fue bajando las mallas dejando al descubierto su culo y sus largas y musculosas piernas. Aunque ya no entrenaba como antes, no había perdido su cuerpo de atleta cultivado en la juventud. El tanga negro se enterraba entre los dos glúteos firmes y sólo emergía un minúsculo triángulo negro muy, muy al final de la espalda. Con algo de dificultad por la estrechez del espacio se acabó de quitar las mallas. Se dio la vuelta. Por delante el tanga apenas tapaba su sexo y sus labios abultados se marcaban con claridad. Afortunadamente iba bien depilada. Quedarse casi desnuda delante de su vecino la había excitado terriblemente y se alegraba de que el sudor que bajaba por sus piernas enmascarara otros líquidos, pues su sexo estaba chorreando. Claro que vio que no era la única. Su vecino había cruzado las piernas y estaba segura que para ocultar su erección. Aquello le complació sobremanera. Sin duda desde abajo debía tener unas vistas espectaculares de sus largas y rotundas piernas, sus pechos enormes y el resto de su cuerpo casi desnudo. Se sentó de nuevo aparentando una totalidad normalidad. Volvieron a charlar de banalidades, pero ella notaba como los ojos de él recorrían una y otra vez sus piernas y sus pechos. Ella tampoco perdía detalle de su vecino que además de seguir con las piernas cruzadas se había echado ahora la camisa sobre las mismas. Sin duda su erección seguía en aumento.

.- Puedo hacerte una pregunta un tanto indiscreta…?

.- Claro.

.- Porqué te has cruzado las piernas y ahora hasta te has echado la camisa encima? Creía que el objetivo era quitarnos la ropa para pasar menos calor.- Su tono curioso e inocente era digno de una científica interesándose por una mera incongruencia estadística.

.- No quería incomodarte.

.- Incomodarme… Por qué? – Su tono y expresión se volvieron aún más inocentes, pero se inclinó mucho hacia adelante simulando un súbito interés en la pregunta de manera que sus pechos aumentaron la presión sobre el top estirando la tela y realzando todavía más su considerable volumen. – Tuvo que reconocer el control de su vecino, que le mantuvo la mirada a los ojos a pesar del suculento escaparate que tenía a tan escasa distancia. Sus ojos escondían una mirada traviesa y ávida, pero su rostro se mostraba relajado y contestó con la misma naturalidad que si estuviera respondiendo a una encuesta en el supermercado sobre los distintos tipos de café.

.- Bueno, eres una mujer muy atractiva y haberte visto con tu ropa interior mostrando ese tanga que te queda espectacular en ese pedazo de culo que tienes me ha excitado mucho. Socialmente no está bien visto mostrar una erección en espacios públicos y menos aún ante mujeres desconocidas.

.- Bueno, este espacio cada vez se está convirtiendo en más privado y nosotros cada vez somos menos desconocidos. Así que en aras a la comodidad, creo que podríamos relajar las convenciones sociales. Sospecho que aún nos queda un rato de encierro. No veo la razón por la que no puedas ponerte cómodo. Te aseguro que no sería la primera erección que veo. – Susana estaba a mil, pero no tenía intención de llegar más lejos que un intenso coqueteo. Quería poner enfermo de excitación a su vecino y dejarlo con las ganas. Y es que aún no había olvidado la visita de la policía y la venganza es un plato que se sirve frío… o a veces muy, muy caliente. En la comisaría aún había cachondeo entre sus compañeros por ese tema. Una vez se hubiera cobrado su pequeña revancha ya resarciría a su vecino en otra ocasión en un entorno más agradable. Prácticamente estaba encima de Pablo y las gotas de sudor de su cara y su pecho caían sobre las piernas de él. Creía que le seguiría el juego y por eso su respuesta la descolocó por completo.

.- Bueno, mi respuesta era cierta sólo a medias… Lo cierto es que soy yo el que se siente terriblemente incómodo con la situación. Me avergüenza que me veas empalmado de esta manera.- La cara de ella era de total chasco e incredulidad. Nunca sospechó que tras esa fachada de frialdad y autocontrol se escondiera un espíritu tan timorato. Su apuesto vecino que parecía todo un lobo dispuesto a comerse a caperucita había resultado ser un cachorrito tímido. Susana se echó hacia atrás hasta volver a apoyar la espalda en su pared del ascensor. Se sentía casi furiosa porque su vecino le hubiera aguado la venganza.

.- Sólo lo decía por tu bien. Por como sostienes ahora las manos sobre tu camisa encima de las piernas creo que la situación pronto va a pasar de incómoda a dolorosa.

.- Sí, tienes razón y te agradezco enormemente tu interés, de verdad. Pero salvo que quieras estar con los ojos cerrados el rato que nos quede aquí, me mortificaría darte semejante espectáculo.

.- Pero mira que eres bobo! Si es algo de lo más natural. Los dos somos ya mayorcitos.

.- Lo sé, pero qué quieres que te diga, estoy chapado a la antigua.

.- Es casi tan tonto como querer antes ponerte de espaldas mientras me quitaba las mallas.-

.- Por favor, no te rías más de mí, que bastante mal lo estoy pasando ya. Claro que…

.- ¿Qué qué...?

.- Que igual esa es la solución ahora también. Si te sientas de espaldas a mí yo podría abrir las piernas para darte espacio y así no me ves y los dos podíamos estar con las piernas estiradas. Además, seguro que en un rato esto se me baja y podemos seguir hablándonos cara a cara.- Susana estaba ahora totalmente atónita. Si no fuera por la total seriedad de la cara de su vecino creería que le estaba tomando el pelo. Y si no fuera por lo casual de la situación pensaría que le estaban gastando una broma con cámara oculta.

.- Desde luego Pablo que rarito eres! - Le contestó – Esto no puede estar pasando – Pensó- Pero si realmente está tan incómodo tampoco voy a joderle al pobre así

.- Venga, vale. Todo sea por nuestra recién renovada relación vecinal. - Dijo finalmente.- Susana se levantó, porque si se daba la vuelta sentada tal y como estaba acabaría rozando todo el regazo de su vecino. Pablo abrió las piernas en uve y ella se sentó entre ellas todo lo alejada de su espalda que pudo. Lo cierto es que creía que habría más distancia entre los dos, pero calculó que su espalda debía estar a menos de 10 centímetros de su vecino y tenía que apoyarse en los brazos para no caer hacía atrás. Ahora notaba su calor corporal que irradiaba como una estufa y podía oler su excitante sudor con mucha intensidad. La respuesta de su cuerpo fue inmediata y sus pezones se empitonaron en un momento. Se alegró de no estar a la vista de su vecino. La idea era excitarle más a él, no a ella! Vaya mierda de venganza le había quedado al final. Ella trató de disimular su renovada excitación reanudando su charla con fingida naturalidad. Hasta se rieron juntos de la situación y de lo raro que era estar hablando sin mirarse. Pero pronto algo fue cambiando. Susana notó que sus brazos se cansaban mucho en esa posición. En otras circunstancias eso nunca habría pasado, pero precisamente esa tarde se había machacado de lo lindo en el gimnasio el torso, los hombros y los bíceps y ahora estos protestaban en demanda de descanso y no resistían más esfuerzo aunque éste no fuera muy exigente. Poco a poco sus brazos fueron cediendo y echándose cada vez un poquito más atrás.

.- Ahora que te veo bien de atrás, veo que tienes una espalda espectacular. ¿Has sido nadadora de competición?

.- No, nunca competí en serio, pero sí que he nadado siempre mucho.

.- Y eso?

.- Bueno, cuando llegué a la adolescencia me desarrollé muy deprisa y con mucha contundencia. Mis pechos se desarrollaron tanto que me empezó a doler la espalda. Me recomendaron la natación para tonificarla y que soportara mejor “mi peso”.

.- Sí, ya me he dado cuenta que llevas un “peso considerable”.- ¿Eran imaginaciones suyas o de repente la voz de su vecino sonaba muy cerca de su oído? Le trastocaba como el cachorrito tímido de repente parecía otra vez un lobo feroz, y todavía más cuando unas manos fuertes se posaron sobre sus hombros.

.- Pero estás muy tensa.- Vaya, quién iba a decirlo, las manos de su vecino no sólo eran fuertes, sino también hábiles y le estaban dando un suave masaje que hizo que un leve gemido empezara a formarse en su garganta. Ella procuró contenerlo, pero no estaba segura de haberlo conseguido.

.- Es por esta maldita posición tuya. Se me están cansando los brazos de sostenerme.

.- Vaya, parece que mi solución ha creado un nuevo problema. Pero tiene fácil solución. Puedes recostarte un poco sobre mí.

.- Y eso no mortificará tu sensibilidad? – Preguntó irónica.

.- Bueno, tendré que sacrificarme yo también un poco.- Respondió burlón.- No vas a llevar todo el “peso” de la situación. Tendré que ayudarte.- La atrajo suavemente hacia él hasta que la espalda de Susana descansó sobre su pecho. Al descansar los brazos esta vez ni se molestó en disimular el suspiro de alivio. El siguió con el suave masaje en los brazos y reanudó la charla casual.

.- ¿Puedes acércate un poco? Te masajearía con más comodidad.- Estaba desconcertada. No era esa la situación que había planeado y no sabía bien que estaba pasando. De repente tenía las manos de él sobre su cuerpo arriba y abajo de sus hombros y cada vez más cerca de sus tetas y en respuesta a su petición se había acercado de manera automática. El espacio no daba para más y su culo se topó con la erección de él. Debía estar totalmente empalmado porque notaba la erección más en la parte baja de su espalda que en su culo. Ella se paró en seco, pero él continuaba con la charla como si tal cosa. Si llevaba así todo ese rato ya podía dar por bien cumplida su venganza. Su vecino saldría del ascensor con un dolor de huevos olímpico. Éste seguía hablando como si tal cosa, pese a que era imposible que no hubiera notado el nuevo contacto entre los dos. Sus manos bajaron de sus hombros hasta sus brazos  y continuaron masajeando sus bíceps.

.- Tienes una musculatura impresionante. Eres una auténtica amazona.

.- Además de la natación practico muchos más deportes. En mi trabajo conviene estar en forma.

.- Ya veo, ya.

Sus manos rodeaban y amasaban sus brazos y con el dorso rozaba levemente el costado de sus tetas. Nada sexual en ello, sólo una consecuencia del masaje- Se dijo Susana- Pero el roce continuo había vuelto a empitonar sus pezones y cada roce la excitaba más y más. Los pechos siempre habían sido una de sus partes más erógenas y sólo con sus caricias había llegado alguna vez al orgasmo. Su vecino parecía intuir a la perfección hasta donde llegar con su masaje sin traspasar la frontera de lo permitido y convertir aquello en un total magreo. Pero en esa posición toda la parte delantera de su cuerpo estaba a su total disposición y ella permitió que él continuara con su exploración. Sus manos recorrieron sus abdominales, sus costados y bajaron hasta sus muslos que fueron acariciados primero y amasados después con contundencia. Mientras que sus dedos abarcaban la parte externa los pulgares apretaban suavemente la parte interna de los muslos acercándose peligrosamente a su sexo. Su tanga estaba empapado y no precisamente sólo de sudor. Cuando creía que ese roce la iba a volver loca. El repentinamente llevó sus manos a sus tetas para abarcarlas, al menos todo lo que podían abarcar. Al mismo tiempo la besó en el cuello y la mordió suavemente. El ataque fue tan repentino que lo único que pudo  hacer fue gemir de placer y sorpresa. Un pensamiento fugaz cruzó su mente –Napoleón tenía razón: el que ataca primero ataca dos veces.- Bueno, le dejaré jugar un poco y luego cortaré esto.-

En ese momento él la elevó suavemente. Lo justo para que su culo se despegara del suelo. Cuando volvió a apoyarla se había sentado sobre la polla de su vecino. En algún momento debía haberla sacado de sus boxers, porque notaba claramente su miembro entre sus glúteos y claro, entre sus labios mayores. La exigua tela del tanga apenas evitaba el pleno contacto entre piel y piel- Será cabrón- Pensó Susana- Que no pudo evitar un intenso placer al sentir sus labios mayores aplastados contra la polla inhiesta del hombre y que básicamente la estaba masturbando con ella. A su vez las manos de su vecino no habían dejado de apretar y acariciar los pechos de Susana en todo su volumen. Su índice y pulgar habían encontrado fácilmente sus pezones endurecidos que resaltaban como dos misiles bajo el top. Los apretó poco a poco haciéndola gemir de placer, siguió apretándolos y retorciéndolos hasta llevarla al límite del dolor.- Aquel cabrón parecía tener un sexto sentido para leerle su cuerpo- Pensó Susana mientras se dejaba llevar por el placer. Las manos del hombre parecían estar en todos lados. Igual apretaban sus pezones que amasaban sus tetazas.- Tengo que ir cortando esto.- pensó entre gemido y gemido.- Pero cuando las manos del hombre se colaron por debajo del top y acariciaron sus tetas directamente sobre su piel y apretaron sus pezones ella misma levantó los brazos por encima de la cabeza. El hombre no necesitó más indicaciones y le sacó el top. Los pechos de Susana botaron libremente al liberarse de la ajustada prenda. Lo que los años le habían quitado en cuanto a erguidos, que por su peso y tamaño nunca fue mucho en cuanto superó la talla 100, lo había ganado con creces en volumen y rotundidad, pero no por esa estaban caídos, al contrario, sus pechos eran pesados, macizos, de una turgencia impresionante que no dejaba flácida o caída ninguna zona. Las manos de su vecino no podían abarcar por entero sus enormes pechos, pero usando sus manos a modo de sujetador los sostenían y acariciaban desde los costados y los juntaba suavemente. El hombre no tenía prisa ninguna y se estaba deleitando de lo lindo con aquellas dos tetazas. Susana perdió la noción del tiempo entregada a las caricias del hombre y se apretaba contra su espalda. Sus ronroneos de gata eran ya continuos. Así fue recorriendo sus tetazas en toda su periferia y cabo de un tiempo y muy poco a poco fue llevando las caricias hacia el centro donde los pezones que las coronaban las esperaban con ansia. Antes de llegar a ellos aún se entretuvo en las aureolas sin dejar ni un poro sin cubrir. Nunca se había sentido tan excitada y nunca había sentido sus tetas tan sensibles y sus pezones tan grandes y duros. Superaban el centímetro de longitud y se habían oscurecido notablemente como siempre que se excitaba. Cuando los pulgares del hombre pasaron sobre ellos con un ligero roce saltó de la excitación y su sexo se licuó literalmente. El contacto se hizo más firme y los pulgares giraban y giraban sobre ellos en unos minúsculos ochos que la estaban volviendo loca. Susana echó la cabeza hacia atrás y el hombre aprovechó para besar y morder su cuello. En ese momento una de las manos fue bajando hasta llegar a sus muslos. Esta vez no se limitó a acariciar su frontera con el sexo, sino que la enterró entre los muslos, los separó suavemente y a continuación la posó sobre el tanga acariciando con toda su palma el sexo de la mujer. Aquel avance hizo en ella recuperar un poco su autocontrol. Esto había llegado mucho más lejos de lo que se había propuesto y era hora de frenar los avances de su vecino. Sólo había pretendía calentar un poco el ambiente, excitar un poco a Pablo, pero por como sentía su polla entre su culo y su sexo lo había excitado del todo y además al final la que estaba al borde del orgasmo era ella! Era el momento de tomarse su pequeña venganza y dejar a Pablo empalmado y sin postre. Esa había sido su idea y su orgullo no le dejaba olvidar sin más su pequeño castigo. Las cosas iban a ser como lo había pensado! Como pudo trato de enfriarse algo y hablar.

.- Uffffff Pablo, esto está genial, pero tenemos que parar.- El hombre se limitó a meter la mano dentro del tanga y acariciar los labios superiores de la mujer primero y los inferiores después.

.- Vamos, por favor, te aseguro que la espalda ya no me duele.- Quiso que su voz sonara desenfadada y divertida para disimular su enorme excitación.-  Me has dejado los hombros genialesssssssss….. y……… y……..Diossssssss…….- Los dedos del hombre seguían penetrando hábilmente entre sus labios y habían dado con su clítoris y empezó a administrarle el mismo tratamiento que a sus pezones tranzando suaves ochos sobre él hasta que estuvo totalmente erecto. Susana no pudo reprimir sus gemidos de placer.

.- Pues tu coño chorreante parece decir otra cosa. De hecho creo que me está insistiendo bastante en que siga. - Susana se dio cuenta que inconscientemente había empezado a moverse su cadera hacia adelante y hacia atrás para frotar su sexo sobre la polla de su vecino. Ahora era ella misma quien se estaba masturbando con esa polla en la base de su sexo mientras Pablo seguía su demoledora acción sobre su clítoris.

.- Serás cabrónnnnn -gimió- Venga, déjalo ya… En cualquier momento puede venir alguien… Lo seguimos luego en un lugar más íntimo… - Sus palabras sonaban totalmente incongruentes con los gemidos profundos de su garganta y el movimiento de su cuerpo.-

.- Joder, Susana -pensó- Si sigue así te vas a correr de un momento a otro. Este cabrón sabe cómo usar sus manos.-

Trató de usar las suyas para apartar la mano del hombre de su sexo, pero éste incrementó el ritmo de sus caricias sobre el clítoris y uso dos dedos para penetrarla profundamente en la vagina. El cuerpo de Susana se contorsionó y gritó de puro placer. En un desesperado intento por alejarse de aquellas manos enloquecedoras se echó hacia adelante y se quedó sobre sus rodillas con las palmas apoyadas en el suelo respirando espasmódicamente. Sonrió triunfalmente. Había conseguido escapar de las manos de su vecino justo en el momento en que estaba a punto de correrse. Visto en perspectiva aquella penetración con los dedos era esperable, pero la había tomado totalmente por sorpresa. Afortunadamente en el último momento había vuelto a recuperar el dominio de sí misma... Pero sólo para darse cuenta de que había cometido un terrible error táctico. Aprovechando que ella misma se había puesto a cuatro patas las manos del hombre habían abandonado su sexo y sus tetazas, pero sólo para que una la cogiera firmemente por la cadera y la otra le bajara el tanga hasta las rodillas y en un único y fluido movimiento la penetró con su polla hasta el fondo con un solo golpe de su cadera. Estaba tan mojada que la polla la había ensartado sin ninguna dificultad y ella se quedó con la boca abierta tratando de recuperar el aire que había exhalado bruscamente por el empotramiento sorpresivo y contundente de su vecino. Todo había sido tan rápido que sin saber qué demonios había ocurrido con su venganza de repente estaba a cuatro patas mientras era follada sin piedad por Pablo. Su cuerpo no había ofrecido la más mínima resistencia a la invasión carnal y ahora sólo gemía y empujaba a su vez contra esa polla maravillosa mientras sus pechos colgaban y votaban ante las acometidas del hombre.- Menudo cabrón – Se dijo – me ha engañado pero bien! Como a una pardilla!! – Estaba tan acostumbrada a manejar hombres y mujeres como quería en la intimidad que en ningún momento había dudado que estaba jugando con su vecino y controlando la situación, cuando en realidad era él quien había estado jugando con ella hasta haberla llevado donde quería, que era darle una follada impresionante. Parecía que había dado con la horma de su zapato. -Pero mientras esta horma folle así de bien, se lo puedo perdonar – pensó entre empujón y empujón. Lo cierto es que aunque hubiera sido un pésimo follador habría tardado lo mismo en correrse de lo tan excitada que estaba ya antes de la penetración. De hecho apenas llevaba cinco envites del hombre cuando notó que el orgasmo tanto tiempo retenido era ya inminente. El detonante fueron de nuevo las manos del hombre que inclinándose sobre el soberbio cuerpo de Susana con una comenzó de nuevo a apretar y amasar sus tetazas apretando con su índice y pulgar sus pezones. La otra mano había cogido su larga cabellera negra y había tirado de su ella hacia atrás para arquearla al máximo y que su polla la penetrara hasta lo más hondo de su sexo. El grito de Susana fue gutural. El orgasmo la recorrió como un tsunami y su torso se desplomó sobre el suelo aplastando sus tetazas contra él y dejando su culo absolutamente en pompa. Si el hombre no la hubiera vuelto a coger nuevamente por las caderas en los momentos finales sin duda su desplome habría sido completo. Nunca había sentido un orgasmo como aquél. Se había quedado al borde del desmayo y de hecho apenas era consciente de lo que pasaba. Sólo atendía a las pulsaciones de su coño que no paraban de mandar ondas de placer al resto de su cuerpo. Poco a poco fue recuperándose mientras seguía recostada con la cabeza sobre sus brazos.

.- Joder, Pablo, me has dejado para el arrastre, y eso que sólo ha sido un polvo. Habitualmente tardo mucho más en estar tan destrozada. Pero es que ha sido un polvo bestial.

.- Espera, aún no hemos acabado – contestó el sonriente. La visión de Susana y su musculoso cuerpo totalmente entregado con sus tetazas sobresaliendo por los costados y sus caderas alzadas ofreciendo la totalidad de su culo era una ocasión que no pensaba desaprovechar. Nunca se había follado una hembra como aquella y era un firme creyente de no dejar para mañana lo que pudieras hacer hoy. – Se inclinó sobre el sexo expuesto de su vecina y con suma delicadeza empezó a pasar la lengua por la cara interna de sus muslos y poco a poco se fue acercando a los labios de su coño que aún seguían dilatados. El sexo de las mujeres suele estar extremadamente sensible después de un orgasmo y aun una leve caricia podía ser insoportable si no se hacía con el tacto adecuado. Pablo sabía y Susana gimió de placer.

.- Uffffff, qué gusto…. También sabes usar la boca… Eres un tesoro, vecino. .- Susana se relajó mientras se entregaba al trabajo de la lengua del hombre sobre su sexo que acompañaba con movimientos de su cadera para llevar la punta de la lengua donde más placer le daba. Las lamidas y besos del hombre fueron subiendo hacia el perineo. La mujer se sorprendió gratamente. Era una zona sumamente erógena y pocos de sus amantes le habían prestado atención ahí. Lo que no se esperaba es que al poco la lengua del hombre estaba lamiendo y penetrando su esfínter. Pocas veces le habían dado un beso negro y desde luego nunca con tanta maestría, así que venció la incomodidad inicial y se dejó hacer. Lo cierto es que estaba sintiendo un placer incomparable y por eso tardó en darse cuenta que a la lengua le acompañaba ahora un dedo en el tanteo de su ano. El hombre había introducido ya suavemente la primera falange cuando ella fue consciente y tensó todo su cuerpo. Había oído muchas historias de dolor en el sexo anal y no le seducía la ida de ser empalada por su culo. Casi todos sus amantes habían tratado de desvirgárselo, pero ella nunca se había sentido especialmente excitada por ello y no había cedido en su negativa. No hacía falta ser policía para adivinar las intenciones de su vecino y decidió pararlo en seco. Se levantó sobre sus brazos y giró la cabeza.

.- Para, Pablo. Soy virgen por ahí y no voy dejar que me des por el culo.

.- Chissssssstttt .- El dedo del hombre había cesado en su avance, pero con la otra mano había vuelto a su sexo y por delante ya estaba acariciando su clítoris abultado aún tras el orgasmo.

.- De verdad, paraaaaaaaa … Uffff.- Volvió a recostarse sobre sus brazos. Apenas le estaba tocando el coño y ya empezaba a humedecerse otra vez. Luego la mano buscó sus pechos aplastados contra el suelo y los acarició por los laterales hasta encontrar el pezón nuevamente endurecido.- Diosss que gusto – Pensó Susana- Este tío tiene un verdadero demonio en los dedos.- Al cabo de un rato casi se había olvidado del dedo que tenía metido en el culo. El hombre lo hundió un poco más y pronto lo tuvo enterrado entero. Suavemente inició un leve movimiento de penetración. Se notaba que iba con cuidado, y es que ciertamente el esfínter de susana era diminuto, sobre todo en comparación con sus nalgazas rotundas y musculosas. Susana tuvo que reconocer que era placentero. Así que decidió dejarse hacer un poco más. A fin de cuentas ya antes de perder su primera virginidad había dejado jugar a varios chicos con su coño dentro de ciertos límites. Esto no era muy distinto. Entre las caricias que se iban alternando entre su sexo y sus tetas y la lengua y el dedo que no dejaban de jugar con su esfínter no tardó en estar otra vez totalmente mojada. Pablo usaba los líquidos que rezumaba el sexo de Susana para lubricar aún más el ano de la mujer. Parecía leer su cuerpo perfectamente y cuando notó por lo ronco de su respiración y gemidos y las primeras contracciones de su coño que estaba otra vez al borde del orgasmo paró con sus caricias. La excitación anal -Tuvo que reconocer para ella misma- había resultado ser de lo más satisfactoria

.- Qué haces, cabrón!??? No me dejes así ahora! Continúa. Acaba!!

.- Si insistes… - Demasiado tarde otra vez y esta vez ofuscada por la frustración del orgasmo interrumpido tardó en reaccionar cuando el hombre colocó su cipote a la entrada de su culo y presionó suave pero contundentemente contra él hasta dejar enterrada la cabeza de su polla en el culazo de Susana. Por segunda vez esa noche se quedó confundida y paralizada. No había esperado que fuera a ser tan fácil!! Esperaba algún tipo de aviso o reacción de su cuerpo ante la invasión anal, pero de repente estaba con un cipote en el culo. Ese cabrón lo había vuelto a hacer! Se iba a volver a salir con la suya!! Esta vez sí que no!! Nadie le iba a romper el culo y menos en un ascensor como a una colegiala estúpida!! Tenía que escapar de esta penetración!! Pero las posibilidades de movimiento eran muy escasas. Su cabeza casi estaba tocando la pared del ascensor y el espacio diminuto sólo le permitía moverse hacia atrás. En perspectiva era obviamente un movimiento absurdo. Tal vez la suavidad con que Pablo había empezado a meter su polla en el culo de Susana había hecho confiar a la mujer demasiado en cuanto a lo doloroso del proceso. En todo caso la ira es una mala consejera y cuando furiosamente al tratar de separarse del hombre Susana empleó la potente fuerza de sus musculosos bíceps y antebrazos para empujar hacia atrás y tratar de liberarse de esa polla que le estaba taladrando por el culo el resultado, previsible, fue que ella misma se empaló hasta el fondo con la polla de su vecino y notó como el vientre del hombre se pegaba a su culazo penetrado y sus huevos golpeaban contra su sexo. El dolor la atravesó como un rayo y se quedó paralizada y boqueando sin aire como un pez al que acaban de ensartar, como ciertamente había pasado. Su cara se había paralizado con una expresión mitad sorpresa, mitad susto, mitad dolor/placer. Incluso el grito que había comenzado a nacer en su garganta se había ahogado por el dolor de su tremendo culo roto. Su vecino nuevamente la tenía cogida por las caderas y eso ero lo único que nuevamente la mantenía a cuatro patas, pero esta vez no por el placer, sino por la agonía de su culo reventado. El tiempo se había parado y cuando los segundos empezaron a correr de nuevo y sintió que podía respirar aprovechó su primer aliento para susurrar quedamente.

.- Por Dios, Pablo, sácamela … Haré lo que tú quieras, pero sácame tu polla del culo.- Imploró Susana. Era la primera vez que le suplicaba a un hombre y ahora entendía las veces que a ella le habían suplicado. Pero ella siempre había sido la fuerte. Nunca pensó que podía verse en esa situación.

.- Tranquila Susana, todo está bien. Has sido un poco brusca, pero todo va a ir bien. Si te la saco ahora te va a doler mucho más. Hazme caso. Respira, relájate, deja que tu culo se acomode y podré sacarla con facilidad.

.- A la mierda con la facilidad! Que me la saques de una vez o te mato en cuanto estemos fuera de aquí!! .- Pablo no se inmutaba ni se dejaba intimidar. Continuaba hablando con suavidad a la mujer e insistiendo en sus consejos.

.- Respira… relaja…

El dolor inicial fue calmándose y poco a poco el ano fue acoplándose a la polla invasora. La presión dentro de aquel culo espectacular era tremenda. El hombre no podía dejar de fascinarse por haber sido el primero en catar semejante manjar. No dudaba que Susana era una amante experimentada y por eso le sorprendió la revelación de su virginidad anal, pero sin duda la estrechez de su agujero revelaba que decía la verdad. Su culo, su ojete, era estrecho y cálido como un horno.  Poco a poco con la paciencia de un artificiero fue empezando a moverse con un levísimo saca y mete. Una leve crispación de Susana hizo que parara, pero notó como volvía a relajarse y reinició sus movimientos ya con más tranquilidad. Susana no lo reconocería en la vida, pero tras superar el dolor inicial y empezar a relajarse el malestar había ido sustituyéndose por un calor muy intenso y el calor en un placer muy especial. Los movimientos del hombre con su polla eran cada vez más largos e intensos dentro de su culo y ella misma había empezado a acompañarlos con su cadera. No se lo podía creer. La estaban sodomizando por primera vez en su vida y le estaba encantando!! Aún sentía algo de dolor, pero la mezcla a la vez con el placer la estaban excitando de nuevo y pronto sólo sintió placer y gusto por esa polla que le había destrozado el culo. Durante unos minutos Susana se movió tímidamente para absorber bien la gruesa polla del hombre. Aquel placer era nuevo. Empezó a gimotear y suspirar sin acertar a decir nada. La polla ya entraba y salía con facilidad en ese trasero maravilloso. El hombre se la metía hasta los huevos, la sacaba hasta la mitad y se la volvía a clavar inmisericordemente en su macizo culo, así una y otra vez, una y otra vez, una y otra vez. Los gemidos de Susana eran ya claramente orgiásticos. Gemía roncamente, absolutamente ida, incapaz de oponer alguna resistencia. El hombre estimulado por esa entrega tan repentina como total comenzó a azotarle el culo. Saboreaba el "plas" del sonido de sus macizas nalgas, una y otra vez. Pronto ese trasero imponente estuvo totalmente colorado, y a cada azote y empujón los gemidos de Susana eran más fuertes.

.- ¿Te gusta que te den por el culo? –

Sssiii.sssii…ssiii….-gemía, indefensa.- No pares por Dios, no paresssssssss….

Perdió la noción del tiempo y sólo era consciente de la barra de carne que la estaba partiendo en dos. El orgasmo le llegó sin previo aviso. No se parecía a nada que hubiera experimentado antes. Había oído sobre los orgasmos anales y los había tildado de leyendas exageradas. Ahora sabía lo equivocada que estaba. Su cuerpo se tensó y explotó dejándola en un estado de total abandono. Pero su vecino parecía incansable y seguía bombeándola sin piedad. Otro orgasmo volvió a recorrer su cuerpo y al siguiente dejó de llevar la cuenta. Las fuertes embestidas del hombre y sus fuertes manos hacían ya todo el trabajo ante la total rendición del cuerpo de Susana. El hombre ya le daba con todo. Agarraba sus pechos y tiraba de ellos para embestirla con más fuerza. Apretaba sus pezones hasta hacerla gritar de placer y dolor. Le cogía del pelo para obligarla a arquear su poderosa y hermosa espalda y ser penetrada más profundamente todavía. Ella quería decirle que parara ya, que la iba a matar de placer, pero no tenía ni fuerzas ni aliento para hablar. Cuando sintió los espasmos de la polla del hombre y sintió como borbotones de semen inundaban sus entrañas tuvo un último orgasmo que la dejó rota y desmadejada en el suelo. Su vecino se dejó caer sobre ella; su polla todavía dentro del culo de la mujer y respirando copiosamente sobre su cuello. Tras unos momentos de descanso y recuperado el aliento rodaron para ponerse de costado y él la abrazó tiernamente.

.- ¿Ahora me vienes con mimos, animal? Me has dejado para que me ingresen en urgencias una semana.

.- Jajaja. Hace un rato no decías lo mismo!

.- Se llama síndrome de Estocolmo. Pienso denunciarte en cuanto salgamos de este jodido ascensor.- Replicó Susana mientras le daba un cariñoso puñetazo en el hombro.

.- Bueno, a lo mejor en el acto del juico tenemos que repetir lo que pasó para que su Señoría pueda juzgar con justicia. No me importaría.

.- En una sala de justicia – Rio ella- Eres un pervertido! Además, me has reventado pero bien. No sé si alguna vez voy a poder volver a sentarme.

Aún tuvieron tiempo de permanecer abrazados un rato hasta que el ascensor tan repentinamente como se había parada reanudó su marcha. Se vistieron apresuradamente y cuando la puerta de su planta se abrió Susana se giró hacia su vecino.

.- Oye, tengo que darme una ducha y ya la cita que tenía ha pasado hace horas. ¿Qué te parece si me paso por tu casa en un rato, y acabamos lo que empezamos en el ascensor?

La cara de asombro del hombre era evidente. No había estado con ninguna mujer que hubiera aguantado la caña que le había dado a Susana.

.- Lo dices en serio...?

La cara de Susana era la de una auténtica loba hambrienta mirando un corderito.

.- Vecino, no sabes la noche que te espera por delante...

FIN