El asalto
Lo que pudo ser un momento de terror al final, sin querer serlo se convirtió en un momento de gran placer...
EL ASALTO
Salió sigilosamente de su escondite en las escaleras con el cuchillo en la mano y la agarro fuertemente por la espalda mientras le enseñaba el arma y le decía al oído:
- No grites! o te corto mientras colocaba el cuchillo muy cerca de su cara. Ella solo se limitó a mover la cabeza en señal de afirmación.
- Ahora obedece y abre la puerta en silencio y le preguntó - ¿Estás sola?
- S i, s i apenas se le pudo escuchar.
- Si prometes que no gritaras no te haré daño, solo tengo hambre le dijo mientras su brazo la rodeaba por la cintura y la apretaba fuerte contra su cuerpo. A pesar del momento pudo sentir debajo de su delgado vestido de verano un cuerpo fuerte y unas nalgas duras y bien paradas.
Pasaron a un pequeño hall y saco un pañuelo que tenía para esas ocasiones y le cubrió los ojos. De la misma manera le amarro las manos en la espalda de manera que no pudiera atacarlo. Parecía un pollito indefenso. Gentilmente la sentó en una butaca y en ese momento su vestido se abrió ligeramente dejando ver mucho más de lo que él esperaba. Sus blancos muslos los podía observar detalladamente y quizás por su silencio o el calor de su mirada hicieron que ella los apretara muy juntos. La ocasión era adecuada para que él explicara sus motivos.
- ¿Cómo te llamas? le pregunto
- Mariela respondió con un murmullo.
- Yo soy Pablo y no debes de tener miedo, no te voy a hacer daño si me ayudas. Lo primero es que no grites porque si me veo amenazado no se que locura puedo cometer. observo como su piel se erizaba de miedo y continuó:
- Solo tengo hambre y necesito dinero, y me acompañaras en el recorrido de tu bonito apartamento. Ya me di cuenta que vives sola de manera que no espero intromisiones antipáticas. La observaba sentada en la butaca como un pajarito asustado con su vestido algo desordenado dejando ver un bello cuerpo de senos algo pequeños pero apenas cubierto con un ligero sostén. En la claridad del vestido observó el tamaño de la pantaletica que traviesamente se le metía entre las nalgas. Su vestimenta la completaba unas sandalias ligeras que dejaban al descubierto los deditos de los pies con las uñas finamente pintadas.
Lo primero que hizo fue ir a la cocina porque era muy cierto lo del hambre. Hizo que Mariela se sentara en una butaca alta que ella tenía en la cocina y por la misma incomodidad y limitación de la venda en los ojos y las manos amarradas a su espalda su vestido jugaba travieso entre sus piernas y se abría descaradamente dejando ver completamente sus piernas y la pequeña pantaletica semi transparente que le gustaba ponerse con ese vestido porque la hacían sentir más sensual. Mariela pensaba que el intruso podía ver a través de la delgada tela transparente como su totona estaba completamente depilada y sus labios vaginales sobresalían con una sensualidad pocas veces apreciada en una mujer. Todos estos pensamientos mezclados con el miedo de tener al intruso armado en su casa solo servían para aumentar su ansiedad. El no poder ver hacía que sus otros sentidos se aguzaran y al final solo recordaba un brazo fuerte apretándola y su cuerpo rozando un duro tórax que se lo imaginó joven y musculoso como el de esos muchachos que frecuentaban el gimnasio.
Mariela consciente de su posición solo se limitó a oír al intruso rumiar en la cocina y nevera, oyéndolo como abría paquetes y comía. Se percibía que satisfacía un hambre vieja y abundante. De repente siente algo pegajoso que se derrama en sus muslos y Pablo le dice:
- Disculpa!... se me ha derramado algo de miel en tus muslos. Déjame limpiarlos. y se agacha entre sus piernas y comienza a lamer la piel con suavidad deleitándose con el dulce de la miel derramada a propósito y la tersura de los muslos. Mariela a pesar de sentirse humillada por el acto lascivo no deja de pensar en lo agradable y sensual que es la caricia. Ligeramente separa las piernas para que el intruso llegue hasta el mismo borde de la pantaleta donde había llegado algo de miel. Un suspiro se le escapa cuando siente la lengua caliente pasar muy lentamente por la orilla de su cuquita que ya se encuentra húmeda y teme que se vea a través de la delgada fibra. Siente como sus labios vaginales están hinchados empujando la tela y delineándose completamente. Sus enormes labios deben de salir como una grosera protuberancia. Mariela siente como un orgasmo se le escapa a pedacitos y su clítoris parece estar en llamas. Apenas logra controlar las contracciones y la sensación de cosquilleo se inicia en su clítoris y sube escandalosamente a su vientre y le corta la respiración. Pablo satisfecho le dice:
- Espero que haya quedado bien limpio y la baja del taburete llevándola para la habitación, sin mucho apuro y con la excusa de que no tropezara, sus manos se paseaban en su cintura, sus caderas y hasta atrevidamente en sus nalgas. Mariela se sonroja por lo que le acaba de pasar y lucha con sentimientos de culpa, remordimiento, pasión y lujuria. Se deja llevar sumisamente y goza cada caricia en su cuerpo de este atrevido intruso.
Al llegar a la habitación la empuja encima de la cama cayendo boca abajo con un pequeño grito de sorpresa y su vestido todo arrebatado se levanta dejando ver sus nalgas apenas cubiertas por las pequeñas pantaletas. Siente como Pablo se le monta encima y le dice al oído.
- Quédate quietecita que de verás que no te quiero hacer daño - mientras apretaba un inmenso bulto en las nalgas de ella y por reflejo ella responde a sus movimientos. Las manos de Pablo no se contienen y comienzan a acariciarle las piernas desnudas a Mariela. Sus dedos se entretienen en la orilla de las pantaletas en sus nalgas como buscando como meterse dentro. Su aliento lo siente en la nuca como un león en celo y su respiración se acelera. Sorpresivamente el se levanta y se hace un silencio que solo explica a un Pablo deleitándose con la imagen de Mariela en la cama con las piernas entreabiertas y las pantaletas metidas en las nalgas. Pero Pablo piensa que tiene una prioridad que es conseguir el dinero y las joyas y a regañadientes separa su vista de la visión de las pantaleticas mojadas. Mariela siente la mirada y le gusta la sensación y solo eleva una rodilla para que pueda ver mejor sus nalgas y totona mojada manchando sus pantaletas. Le gustaba esa sensación de sometimiento a ese cuerpo duro y rudo que se apodero de ella y que le hace explotar mil fantasías en su cabeza.
De repente oye una expresión de sorpresa y triunfo. Pablo revisaba sus gavetas donde tiene su ropa interior y las pijamas de dormir. Además de un secreto bien envuelto en una bolsa de tela. Sigue revisando la habitación y finalmente se arrodilla a su lado y le dice al oído con aire de complicidad:
- Tengo en mis manos tu secreto y estoy seguro que lo vas a gozar. Eres una zorrita que te gusta hacértelo sola pero ahora veras lo útil que es en manos de un hombre - La toma por los tobillos y la hala hacia la esquina de la cama haciendo que se arrodille con el culo en alto. De repente par de nalgadas bien dadas con sus enormes manos producen un dolor que luego se convierte en una picazón exquisita en la piel con el suave contacto de los labios de Pablo que le besa las nalgas mientras le empuja la pantaleta dentro de la raja. Ella desconoce el motivo de la rudeza que la excita más mezclada con sus besos y su lengua paseándose descaradamente en sus nalgas. Siente como sus pantaleticas son despedazadas con el cuchillo y su totona depilada así como su huequito del culo quedan totalmente expuestos y abiertos ante el intruso y su corazón late fuerte motivado por la mezcla de miedo y placer. La sangre sube a la cara de Mariela quién se sonroja fuertemente más por el sentimiento de culpa por el placer sentido, que por recato.
Su vibrador que tan celosamente guardaba con su ropa interior, se convierte en instrumento de placer y tortura en manos de Pablo. Aprovechando su humedad siente como se lo introduce en su vagina mojada e hinchada, poco a poco mientras se deleita solo con la imagen de ese hermoso culo expuesto para él. Pablo no está seguro si es placer o terror pero los jugos de ella le chorrean por las piernas demostrando que lo está gozando. Se unta el dedo medio con los jugos y comienza a taladrarle el culito con suavidad pero con firmeza. El esfínter al poco rato se afloja y su dedo medio es reemplazado por dos dedos practicando la misma travesura. Los gemidos de ella comienzan a llenar el espacio y se siente como un nuevo orgasmo le explota a pesar de su negativa de querer sentirlo. Sus labios se abren y cierran con cada contracción dejando escapar sus líquidos vaginales mojando las sabanas. La intensidad del orgasmo solo contribuye a magnificar la mezcla de culpa y placer que invade a Mariela. Ella piensa que Pablo es un coño de madre con unos dedos maravillosos. Se queda arrodillada en la esquina de la cama exhausta y en una posición incomoda sintiendo como las últimas vibraciones vaginales despiden las sensaciones del orgasmo. Poco a poco recupera la atención a los ruidos en la habitación.
La posición de las manos atadas y la arrodillada comienzan a afectar a Mariela y pide por favor que la suelten. Pablo la complace solo para amarrarle las manos al frente mientras la sienta en la orilla de la cama. Pablo se desnuda y toma el cuchillo y comienza lentamente a desgarrarle la ropa. El temor por la presencia del arma toma cuerpo en ella y comienza a temblar. El intruso termina desnudándola completamente con una lentitud que solo aumentaba la ansiedad que la poseía. De repente siente su proximidad, el olor muy masculino y viril lo siente muy cerca y comprende que es lo que desea. Su boca se le hace aguas y sus manos amarradas por reflejo suben y toman posesión de una verga no muy gruesa pero más bien larga y de inmenso glande. Pero primero recibe un lindo y tierno beso el cual se niega a devolver hasta que la pasión borra cualquier vestigio de razón y su lengua toma vida propia y comienza a jugar con la de Pablo. Mariela percibe un ligero olor a colonia y su saliva pareciera conservar el sabor dulzón de la miel que sensualmente se la había lamido de sus muslos. El beso se hizo fuerte y agresivo y Mariela se separa solo para tomar en sus labios la cabeza de esa verga que aunque no podía verla la sentía dura e hinchada.
Sus labios comenzaron a succionar con suavidad la enorme cabeza mientras la lengua dibujaba círculos alrededor del mismo. Poco a poco se fue introduciendo todo dentro de la boca casi hasta llegar a su garganta. Contuvo la arcada que por reflejo le vino y sintió como se comía casi enteramente el largo huevo. Comenzó a mover su cabeza y solo se oía en la habitación el sonido de la respiración acelerada de Pablo. Mariela a pesar de tener las manos atadas, le agarraba los huevos mientras le daba una mamada espectacular. El glande de Pablo parecía seguir creciendo y sus bolas comenzaron a temblar, Mariela solo quería exprimírselas y beberse todo el néctar que le podía ofrecer. Pablo comenzó a gemir y a moverse violentamente, le agarro los cabellos y le empujaba el huevo como queriendo metérselo todo hasta la garganta. Ella aguantaba los embates hasta sentir el sabor salobre de las primeras gotas de semen y luego la eyaculación cliente y salobre llenar su paladar. Mariela se la bebía con ansías, a la muy zorra le gustaba el acto y su cuquita estaba toda mojada pidiendo más.
Pablo le da un beso profundo demostrándole que puede compartir con ella sus jugos y le dice al oído: - ahora viene el gran final. - Le suelta las manos y la acuesta boca arriba en la cama. Y comienza a besarla a todo lo largo del cuerpo. Toda la acción de la mamada ha dejado a Mariela muy excitada y solo busca su placer que por tanto tiempo se le había negado. Abrazaba con fuerza a ese cuerpo que tanta pasión y placer le habían dado. Le dio sus tetas para que se las chupara y mordiera, metía sus manos en su cuquita y sus dedos la exploraban descaradamente. Hasta que finalmente decide montarse y metérselo con cierta rudeza. Se notaba que a él también la ansiedad del momento lo estaba afectando. Mariela levanta sus piernas y se las amarra por la espalda buscando que ese largo huevo le llegue hasta rincones que no habían sido excitados anteriormente. Pablo la levanta por las nalgas y sus dedos comienzan a jugar con su culito. Mariela le dice con deseo: - Cógeme hombre, métemelo todo y déjame sentirte muy adentro . En la euforia Mariela se siente poseída por todos sus agujeros y es que Pablo le ha metido el vibrador por el culo mientras la mantiene ensartada. Su orgasmo es gigantesco, las vibraciones multiplican la sensación de penetración y las olas de placer suben y le recorren todo el cuerpo y siente desvanecerse con un gran gemido.
Al volver en sí, se encuentra en la cama, arropada con una tanguita negra que no recordaba poseer por lo pequeña y ajustada, totalmente aseada pero con un escozor en su cuquita y culito que inmediatamente le hicieron recordar lo sucedido. A su lado estaba el vibrador y una flor con una pequeña nota que decía:
"y pensar que mañana al verte en la calle solo recordaré lo zorrita que puedes ser y la tarde inolvidable que te robé"
Pablo
Mariela dio media vuelta y consciente que nada se había perdido en el apartamento siguió durmiendo deleitándose de los momentos apenas vividos. Una hermosa y radiante sonrisa iluminaba su bello rostro y la tanguita negra comenzaba a mojarse nuevamente