El asalto
Mi marido me tendio una trampa, contrató a un empleado suyo para que fingiera un asalto y me violara.
Hace poco relaté algo que me sucedió hace algunos años estando de vacaciones en una playa del Uruguay. Me llamo Laura, soy de Buenos Aires, Argentina, tengo 32 años, estoy separada desde hace poco tiempo y soy maestra en un jardín de infantes.
Después de esa experiencia en que dos pescadores me violaron en la playa reiteradamente en presencia de mi ex marido y también lo hicieron con él, de regreso en Buenos Aires sucedió algo re morboso que les voy a contar.
En ese entonces vivíamos con Guillermo, mi marido, en un semipiso que estaba en el último piso de un edificio de 12 pisos en el barrio de Belgrano.
Una noche de viernes estaba esperando que llegara Guillermo de su trabajo para la cena y empezar a disfrutar el fin de semana, cuando escucho las llaves en la puerta. Como tenía puesto el pasador por seguridad, pregunté quien era y ante la voz de mi marido, le abrí. Grande fue mi sorpresa al abrir y ver a mi marido con otro hombre que lo tenía amenazado con un cuchillo. Me exalté y comencé a gritar pero inmediatamente el hombre me tapó la boca y me metió adentro cerrando la puerta detrás suyo, mientras mi marido me pedía que me calmara, me explicaba que ese hombre lo estaba esperando escondido en el pallier, que le íbamos a dar todo el dinero y los objetos de valor que teníamos y que se iba a ir rápido.
Lejos de calmarme comencé a gritar más fuerte, sobre todo cuando el asaltante me amenazó a mi con el cuchillo, ante lo cual me dio un puñetazo tremendo que me hizo perder el conocimiento. Cuando desperté estaba atada a una silla y amordazada al igual que mi marido. Observé con rabia como el hombre de regular estatura, más bien bajo, morocho y musculoso, revisaba la casa seguramente buscando objetos de valor.
Luego de un rato de buscar dijo enigmático que de todos modos se iba a cobrar. Creí entender a qué se refería cuando me desató y me ordenó que le sirviera la cena, pero que primero me quitara la ropa. Miré a mi marido que, avergonzado, bajó la vista resignadamente. Como yo permanecía inmóvil, me acercó el cuchillo al cuello de un modo amenazador y fue quitando uno a uno los botones del vestido que traía puesto. Una vez que no quedaron botones, llevó el cuchillo a mi hombro y corrió el vestido, luego hizo lo propio con el otro hombro haciendo que el vestido cayera deslizándose al piso. Me quedé en corpiño y bombacha, sin quitarle la vista de los ojos a mi marido que tenían el mismo tono vicioso de aquella vez en la playa. Volvió a repetir la orden así que fui hasta la cocina y me puse a calentar la comida que ya estaba lista mientras el hombre me seguía atrás manoseándome por todos lados, la cola, los pechos, entre las piernas y besándome en el cuello, los hombros y cuando podía en la boca introduciéndome su lengua casi hasta la garganta, sin dejar de insultarme y decirme groserías.
Me daba asco pero trataba de mantener la calma por miedo a que hiciera algo terrible y concentrándome en la cocina. Cuando la comida estuvo lista para servir la llevé al comedor y le serví en un plato. ¿No me vas a acompañar putita? me preguntó. Vamos a comer del mismo plato así tenés menos para limpiar. Gracias, le dije desafiante, yo voy a comer después que esta pesadilla termine y sola con mi marido. Se sentó en la silla riendo y comenzó a comer el guiso que había preparado y a tomar abundante vino. Me indicó con señas, ya que tenía la boca llena, que me sentara en su falda. Miré de nuevo a Guille que volvió a bajar la mirada y me senté donde me dijo. Mientras engullía no dejaba de manosearme y besarme en el cuello. Pero lo hacía con brutalidad, metía su mano por debajo de la bombacha y la pasaba con fuerza a lo largo de mi entrepierna. Apretaba mis muslos y también me aplastaba los pechos pensando que eso me excitaría.
Cuando terminó con ese plato después de devorárselo como una bestia haciendo todos los ruidos posibles, me felicitó por lo rico que estaba y me ordenó que le sirviera nuevamente, mientras no cesaba de tomar vino. Claro que no fue nada galante: que rico que está puta, se ve que además de cojer y hacer cornudo a tu marido sabés cocinar bien.
Cuando volví de la cocina con el plato lleno nuevamente se había quitado los pantalones y el calzoncillo. Apenas le serví, sopló un poco la cuchara llena de guiso para que se enfriara y volcó el contenido encima del miembro. Me quedé helada. Bueno, me dijo, ya que no tenés plato y para que veas que soy amable te voy a convidar, vení, arrodillate y comé de acá. Guille miraba todo sin perder detalle con los ojos vidriosos de lujuria. Yo no lo entendía, estaban humillando a su mujer y a el, sin embargo el muy enfermo parecía estar disfrutándolo.
Me hinqué como me indicó y comencé a comer el guiso tratando de evitar el contacto de mi boca con su piel tanto como pude. Lo hice hasta que no quedaron rastros de comida en el miembro ni en toda la zona. El muy hijo de puta volvió a echar más, casi la mitad del plato, en toda la zona de sus genitales. Repetí la operación comenzando a comer desde los bordes hacia el centro, pero esta vez no se por qué, terminé lamiendo su miembro incluido los huevos. Noté como se le había endurecido la pija que ya tenía un tamaño considerable. Cuando acabé con la comida, me quedé un rato chupando sus huevos y tomé la pija por el tronco y comencé a jugar con ella mirando fijamente a mi marido a los ojos a ver si cambiaba su expresión. Ni ahí, la pija crecía, el asaltante me había tomado de los pelos obligándome a meterme toda esa enorme pija adentro de mi boca y mientras yo hacía arcadas mi marido parecía a punto de acabar. Mamé esa verga con dedicación no se por qué. Pasé mi lengua por todo lo largo, desde los huevos hasta la cabeza sin dejar de acariciarla con mis dedos que subían y bajaban por ese arma afilada que a esa altura era toda una promesa de goce. Ya jadeando de placer seguí metiéndomela en la boca y apretándola con mis labios húmedos y calientes hasta que estalló llenándome boca y la cara y hasta el pecho de leche y seguí chupando como desenfrenada hasta que no quedaron rastros de leche en su pija.
Fui al baño a limpiarme, mientras el hombre acababa con el plato de guiso y apuraba de un trago un vaso lleno de vino. Me miré al espejo y no me reconocía, esa loca que chupaba con ganas, disfrutando, la pija de un extraño violador no era yo, estaba como sacada.
Ahora estoy mejor dijo al verme aparecer nuevamente en el living y me indicó que me acercara. Así lo hice. Cuando estuve delante de él que permanecía sentado en una silla, comenzó a pasarme esas manos rugosas y ásperas, por todo el cuerpo. Me lastimaba pero a la vez me excitaba. Me desabrochó el corpiño y se dedicó por un rato a sobarme los pechos. Me chupaba los pezones, casi me los comía y cada tanto me los pellizcaba mientras masajeaba en redondo mis pechos aplastándolos. Era un bruto pero me gustaba lo que hacía, era distinto y no disimulé el placer que me causaba. Todo lo hacía mirando a mi marido como burlándose de él. Cuando se satisfizo de mis pechos me hizo girar dándole la espalda. Qué lindo culo tenés y qué chiquita la bombachita, se ve que sos una puta que te gusta mostrarte. Sabés, me dijo, me encantan las putas con tanguitas que se les meten en la raya y sobre todo me gusta cuando se las saco y poniendo un dedo en cada uno de los lados la deslizó hasta el piso. Con un movimiento brusco me hizo abrir las piernas e inclinarme hacia delante e internó su lengua en mi conchita. Cuando la humedeció, comenzó a pasar su mano lubricando toda la zona con mis propios jugos desde el vello hasta el culo y se dedicó a introducir sus dedos con fuerza. ¡Qué bárbaro, cada dedo era como una pija de grande!. Cuando empecé nuevamente a jadear del placer me hizo sentar encima suyo frente a frente con las piernas bien abiertas y apoyando mis pies en los costados de la silla. Yo sola, sin que me dijera nada, empecé a moverme llevando esa verga lo más adentro mío que podía. Se puede decir que lo monté un rato hasta que alcancé mi primer orgasmo. Como me detuve satisfecha, se levantó sin sacarla. Yo me aferré con las dos manos a su cuello para no caerme pero no hacía falta, me sostenía con esos brazos poderosos por la espalda. Con la misma brusquedad de todos sus actos despejó la mesa de un manotazo y me puso encima de la mesa boca arriba con esa estaca que seguía clavada en mi vagina. Acomodó mis piernas por encima de sus hombros y sentí que me atravesaba de punta a punta. Antes de embestirme lo miró a mi marido y le dijo prestá atención como se atiende a una puta insaciable. Comenzó lentamente a cabalgarme, se retiraba hasta la mitad y vuelta a clavarme. Y yo que disfruto sobre todo cuando siento que entra, no podía contenerme y comencé a los gritos: damela animal, damela toda, mas, mas, seguí, mmmmmm qué rico, como te siento. Cada embestida golpeaban sus huevos en la puerta y su cabeza me llegaba casi a la garganta. Era un animal. Sentía sus resoplidos en mi cuello y la mesa a punto de desarmarse. Me cabalgó durante un buen rato en que me hizo ver las estrellas, en que creí que ya nada semejante se podía sentir y alcancé mi segundo orgasmo al mismo tiempo que me llenaba la concha de esperma.
Cuando me la sacó dejándome ríos de semen corriendo por mis muslos, le ordenó a Guille que le limpiara la pija con la lengua, cosa que para mi sorpresa, hizo con mucho gusto. Me volvió a sorprender y más aún, cuando luego de dejar reluciente la pija del asaltante, este le ordenó que hiciera lo propio con mi concha que estaba bañada con mis jugos y el esperma del extraño. No podía creer tener a Guille engullendo la leche de otro tipo con su lengua y peor, que lo hacía con gusto. No solo le quedaba bien el papel de sometido, de esclavo, sino que además le daba placer, parecía gozar con eso.
Cuando Guille terminó su tarea el asaltante ya tenía la pija nuevamente lista para la batalla. Le palmeó la cabeza y lo felicitó. Lo hiciste muy bien, te vamos a invitar a la fiesta, ponete en cuatro patas en el piso, le dijo y me ordenó que le chupara el culo, cosa que rehusé tanto como pude. Cuando sentí el filo del cuchillo otra vez en mi cuello, me ubiqué detrás suyo y con mi lengua empecé con asco a pasarle por su raya. Sentí a su vez la lengua del asaltante que se había puesto detrás de mí en mi propio culo. Cuando estuvo húmedo me empezó a meter sus dedos y a jugar en el interior y yo hice lo mismo con Guille que se estremecía de placer igual que yo. Su placer aumentó cuando comencé a gritarle, puto, maricón de mierda, te gusta que te la den por el culo, me di cuenta porque tenía su miembro completamente erguido y tieso. mientras el tipo no paraba de reirse. Yo también me excité con ese dedo que hurgaba en mi orificio y hacía que se dilate, al poco tiempo deseaba tener un buen pedazo de carne adentro haciendome sentir placer. Se dio cuenta que mi respiración era de ansiedad. Le indicó a Guille que me metiera la pija que tenía a pleno por el culo y se colocó el mismo encima de mi marido y se la puso por el culo. Así que estábamos yo siendo cojida por mi marido por el culo y a su vez era cojido él mismo por el otro. Era increíble. Los jadeos de todos, los gritos y los insultos desesperados de mi marido y al final Guille que me llenó las entrañas de leche, mientras él acababa también con el culo lleno de leche del asaltante.
Quedamos todos amontonados en el piso. Era una maraña de manos y piernas y cuerpos sudorosos y cansados. Así estuvimos un rato hasta que le ordenó a Guille que le volviera a limpiar su pija y que se tomara toda la leche de mi culo. Pocas veces vi a mi marido hacer algo con tanta dedicación. Cuando terminó la tarea que le encomendaron Guille tenía la expresión en los ojos de un chico al que le regalaron el juguete que tanto estaba esperando.
El tipo nos llevó al baño. Lo hizo sentar a Guille en el inodoro y se metió conmigo en la ducha. Ya no podía tenerme en pié y bajo la lluvia, me ofreció su pija para que la chupara. Ya no daba más, encima estaba floja como muerta, pero lo hice igual mirando de reojo a mi marido. Cuando estuvo otra vez dura, roja y brillante, se dedicó a masajearme los pechos y pasarme el jabón por la concha y sobre todo por el culo metiéndomelo bien adentro. Luego siguió con mi culito metiendo sus dedos bien enjabonados y lubricando mi interior. Me volvieron rápido las ganas, el tipo se ubicó detrás mío y me la metió por el culo de un saque. El muy hijo de puta que se había dado cuenta de mis gustos, la sacaba y la volvía a meter de una embestida. Así varias veces. Nos mantuvimos en equilibrio por milagro, yo me agarraba de las llaves de la ducha mientras me cabalgaba y alcanzamos a acabar los dos casi al mismo tiempo. En realidad debería decir los tres porque mi marido se pajeó sentado en el inodoro excitado por el espectáculo que tenía enfrente suyo.
Terminó la ducha, se secó, se vistió, se despidió dándome un beso y la mano a mi marido y se fue. En realidad mi marido tuvo que acompañarlo para abrirle la puerta de calle. Yo que estaba destruida me sequé y así como estaba me acosté a dormir. Ni escuché cuando volvió mi marido. Dormí hasta casi la noche del otro día. Cuando desperté Guille me había preparado la cena, en realidad había calentado la comida de la noche anterior que había sobrado. Ni hablamos, no comentamos nada hasta que yo me puse a pensar que era muy raro que el tipo hubiera podido entrar habiendo seguridad en el edificio, que era raro que no se hubiera llevado nada y sobre todo que mi marido no hubiera hecho nada por defenderme habiendo tenido oportunidades. Me tuvo que confesar que había sido todo una trampa, que el hombre era un obrero que trabajaba en la obra que estaba construyendo y que lo había chantajeado con echarlo si no nos cojía a mi y a el, que quería volvera ver como era cuando me cojía otro. Le dije de todo menos bonito, estaba demasiado loco y, aunque me gustó, me sentía estafada. Pero al tiempo tuve mi revancha, pero eso lo voy a contar otra vez.
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