El Asalto
Unos asaltantes nos sorprenden en la oficina mientras terminábamos de trabajar mi secretaria y yo. Por pura diversión decidieron desnudarnos y dejarnos amarrados uno al otro... con interesantes consecuencias.
El Asalto
-¡Manos arriba y que no se mueva nadie!-
El grito me llegó directo al cerebro y me volteé enojado hacia la puerta porque pensé que alguien estaba haciendo una broma pesada… pero no, no era una broma. En la entrada del galpón estaban tres hombres armados con pistolas.
-AAAAAYYYY- gritó detrás de mí, Mimi mi secretaria, tapándose la cara aterrada.
Yo y varios empleados habíamos venido el sábado a hacer inventario en el almacén de mi compañía y llevábamos todo el día en eso. Al final de la tarde ya se habían ido los demás empleados y sólo quedábamos Mimi y yo, terminando de introducir los datos en la computadora. Ya estaba oscuro afuera y nos terminaríamos en una media hora… y ahora esto.
-Vamos, levántense y párense contra la pared- dijo el jefe. Todos llevaban gorras y pasamontañas que les tapaban la cabeza y la cara.
-Vamos, vamos, contra la pared ¡de espaldas!- dijo otro.
Le agarré la mano a Mimi que empezaba a llorar.
-Tranquila, Mimi, no nos va a pasar nada- le dije en voz baja.
-¡No hablen!- rugió el jefe -¿Hay alguien más aquí?-
-No, todos los demás se fueron ya- respondí tratando de parecer más tranquilo de lo que realmente estaba-
-¿Dónde está el dinero?-
-En la caja fuerte, en la oficina- respondí.
-¡Abrela!-
-Está abierta- respondí -estábamos haciendo inventario-
-Anda a ver- le dijo al jefe a uno de los otros ladrones. Éste entró a la oficina y enseguida lo oímos gritar alegre:
-Aquí está Raf… jefe-
-Mete el dinero en una bolsa y tráelo-
Mmmm, pensé, así que éste se llama Rafael. Es bueno saberlo, pero me hice el que no se había dado cuenta.
-¿Cuánto dinero hay?- me preguntó el jefe.
-Exactamente $15.453. Los contamos esta mañana-
-¿Y no hay más nada de valor?-
-Bueno- respondí -hay varios millones en equipo allá atrás-
-No te hagas el vivo- respondió enojado dándome un golpe con la pistola en la cabeza.
-AAAYYYY- grité, poniéndome una mano donde me habían golpeado.
La cabeza me retumbó y mareándome, me recosté contra la pared, mientras el intenso dolor pasaba. Por lo menos no había sangre.
-Aquí está el dinero jefe- dijo el que había entrado a buscarlo.
-Muy bien Chicho. ¡Vámonos!-
-¿Y vamos a dejar a estos así?- dijo el tercero que hasta ahora no había hecho nada, aparte de apuntarnos con su pistola.
En medio de mi dolor pensé que ahora vendría lo peor. Podrían decidir matarnos o qué se yo. Pero entonces el que habían llamado Chicho dijo:
-Vamos a amarrarlos-
-Tengo una idea mejor- dijo el tercero animado -Vamos a amarrarlos desnudos para que no puedan salir corriendo-
-¡Muy bien!- dijo el jefe.
-Nooo- gritó Mimi cubriéndose la cara con las manos.
-Vamos pendejita, deja de gritar y empieza a quitarte la ropa-
-Nooo, no quiero- volvió a gritar Mimi llorando-
-¿Quieres que te arranquemos la ropa nosotros?- dijo Chicho comenzando a jalarle la blusa-
-Nooo, nooo- gritaba Mimi.
-Vamos Mimi- le dije tratando de calmarla -hagamos lo que dicen antes de que empeoren las cosas-
Mi voz la tranquilizó un poco y empezó a desvestirse sin dejar de llorar. Ambos estábamos con ropa cómoda, ropa que se puede ensuciar y volver a lavar sin problemas. Ambos teníamos blue-jeans. Mimi tenía una camisa azul de tela gruesa, abotonada hasta arriba. Despacio y con dedos temblorosos empezó a desabotonarla. Yo también me fui quitando la ropa.
-Uhhhmmm- dijo Chicho -esta chica está buenísima-
-Vamos Chicho, contrólate. Esto es un robo, no compliquemos las cosas. Los amarramos y nos vamos-
Mimi siempre se había vestido de forma conservadora en la oficina. Faldas a media pierna, blusas cerradas hasta el cuello. Supongo que quería proyectar un aspecto más serio del que su corta edad permitía. Cuando se quitó la blusa y los bluejeans pude ver realmente su cuerpo por primera vez. Obviamente su ropa interior era también conservadora: un brassier blanco y unas pantaletas de algodón, también blanco. De pronto recordé que estábamos en medio de un asalto y dejé de mirarla para concentrarme en mi propio proceso de desvestirme.
-¡Toda la ropa, vamos!- rugió el jefe amenazándonos con la pistola.
Mimi se encogió más aun. Ella de por sí es pequeña, un poco más de metro y sesenta, pero ahora parecía medir todavía menos. Lentamente comenzó a quitarse el sostén. No tuve oportunidad de mirarle los senos, porque realmente la situación no estaba para estar mirándola. Ya había suficientes mirones y no quería que me sintiera entre los agresores. Me quité los interiores y me quedé tranquilo con la mirada baja. Mimi también se quitó las pantaletas y también quedó desnuda, con la visita baja, mientras que a duras penas se tapaba el pecho y el pubis con las manos.
-Siéntate aquí- me dijo el jefe acercando una silla.
Apenas me senté me amarraron las piernas a las patas de la silla con varias vueltas de cinta adhesiva, de esas gruesas que se usan para cerrar cajas y que habíamos estado utilizando todo el día.
-¡Ahora tú!- le dijeron a Mimi.
Ella no entendió qué tenía que hacer y se quedó temblando cubriéndose.
-Vamos, que tenemos que irnos ya- dijo el jefe viendo su reloj. Un Rolex. Seguramente robado, pensé.
Entonces el otro tipo agarró a Mimi por el brazo y la jaló hasta colocarla frente a la silla, de frente a mi.
-¡Siéntate!-
-¿Cómo?- preguntó ella-
-¡De frente, coño!-
Finalmente ella entendió y temblando de miedo se sentó sobre mis rodillas, de frente a mí.
-Vamos, vamos- dijo el jefe empujándola contra mí -¡Abrázalo!-
-Nooo- gimió Mimi, pero obedeció la orden, pasando los brazos por ambos lados de mi cabeza y acercando su cuerpo hacia mí, hasta quedar juntos. Sus duros senos se pegaron a mi pecho y su vientre contra el mío. Luego le agarraron las piernas a Mimi y jalándoselas hacia la parte de atrás de la silla, se las amarraron contra las patas de atrás de la silla, tal como habían hecho con las mías, amarradas a las patas de adelante. Seguidamente, a ella le amarraron los dos brazos por detrás de mi cabeza y contra la silla. Y a mí me amarraron los brazos detrás de su espalda. Quedamos abrazos íntimamente sobre la silla, las cabezas cruzadas, es decir, la parte derecha de mi cara contra la parte derecha de su cara. Finalmente, a cada uno nos pusieron cinta en la boca para que no pudiéramos gritar y se fueron por donde habían venido.
Un profundo silencio se hizo en el galpón una vez que los bandidos se fueron y cerraran la puerta. Lo único que sonaba eran los suprimidos gemidos de Mimi que no paraba de llorar con su cara pegada a la mía y su mentón apoyado en mi hombro. Menos mal que, por alguna razón, habían dejado las luces encendidas.
Yo continuaba mirando hacia la puerta, temeroso de que regresaran, pero luego de un par de minutos, entendí que no lo harían. Mimi pareció entender lo mismo, porque inmediatamente empezó a agitarse y a tratar de romper las amarras con todas sus fuerzas.
Su reacción me sorprendió y no pude hacer nada mejor que dejarla jalar y a moverse. Inclusive parecía gritar, pero la cinta en la boca solo le permitía emitir una especie de
-¡MMMMMMMM!-
Pronto me di cuenta de que no iba a poder romper nada y sólo lograría hacerse daño en las muñecas donde tenía las amarras. Bueno, nada aparte de restregarse contra mi.
Después de un par de minutos traté de tranquilizarla, separando mi cabeza hasta poder mirarla de frente a los ojos y tratando de trasmitirle algo de tranquilidad. Luego de un rato, cansada de intentar romper algo, se fijó en mi mirada y pareció entender.
Traté de decirle que se tranquilizara, que trabajáramos juntos en desamarrarnos, pero lo que me salió fue:
-HMMHMMHMM-
Ella me miró con ¿rabia? ¿desesperación? Parecía preguntarse porqué yo no la ayudaba.
-Hmmhmmhmm- volví a decir tratando de sonreír con los ojos.
Ella me miró con el ceño fruncido y luego de unos segundos, trató de contestarme:
-Hmmmmhhhmmm-
Bueno, por lo menos tenía su atención.
Moví mi cara para un lado, levantando las cejas en forma de pregunta, tratando de que ella fijara su atención en la cinta adhesiva sobre mi boca a ver si se podía despegar. O por lo menos eso era lo que yo pretendía.
Mimi era muy inteligente, había empezado a trabajar en la compañía hacía medio año y lo había hecho tan bien, que hacía un mes le había propuesto que se convirtiese en mi secretaria, manejando mi correspondencia y algunas cuentas grandes cuando yo no estaba. En este mes había demostrado su inteligencia y dedicación, aunque obviamente le faltaba mucha experiencia. A pesar de que era muy bonita, siempre se vestía de una forma muy seria y no permitía que nadie le insinuara nada, ignorando todos los avances que habían intentado algunos de los otros empleados.
Pronto Mimi entendió lo que era lo yo quería. Miró fijamente el lado de mi cara que daba hacia ella y negó con la cabeza. Entonces volteé el otro lado y volvió a negar.
Entonces, le hice un gesto para que ella me mostrara su cara. Estábamos tan juntos que teníamos que doblar el cuello hacia atrás un poco para poder girar la cara hacia el otro lado.
Mimi volteó su cara y enseguida vi que los tapes que le habían puesto a ella no parecían estar muy bien pegados. Ella había estado llorando todo el tiempo y probablemente no se habían pegado tan bien como los míos.
Animado, le sonreí afirmando con la cabeza. Ella se volteó hacia mí y me devolvió la sonrisa. Primera vez que sonreía desde la llegada de los asaltantes. Le hice gestos para que me enseñara el otro lado y después de un poco de duda, giró la cabeza, mostrándomelo.
Ese lado estaba aún más despegado que el primero. Animado, traté de decirle que iba a intentar despegárselo:
-Hmhmhmm- dije.
No pareció entenderme. Entonces acerqué mi cara a la suya y deslicé mi mejilla contra el borde semi-despegado del extremo de la cinta por ese lado. Luego me alejé para ver los resultados. Ella entendió lo que pretendía y me puso la cara… pero en el lado incorrecto.
-HMHM- dije negando con la cabeza.
Ella me miró extrañada, pero entonces le hice el gesto de girar la cabeza y entonces ella entendió y volteándose me presentó el lado de la cara en que parecía más fácil despegar la cinta adhesiva.
Volví a deslizar mi mejilla contra el borde despegado pero no logré nada. Volví a intentarlo y tampoco pareció que se despegara.
Suspiré desanimado, pero ella me miró y pareció decirme que lo siguiera intentando con más fuerza.
Volví a pegar mi mejilla y apreté con más fuerza. Ella soportó la presión y comencé a deslizar la cara. Esta vez sentí cómo el borde de la cinta se pegaba un poco a mi cara y cuando terminé de deslizarme, vi que había logrado despegarla un poco.
Me separé un poco y le sonreí. Ella me devolvió la sonrisa, entendiendo que había logrado un avance.
-Hmhmhmh- me dijo afirmando con la cabeza. Entendí que me estaba diciendo que siguiéramos, así que me puse a ello.
Avanzábamos muy despacio, por momentos la cinta se despegaba un poco y luego parecía ponerse terca, pero seguíamos intentándolo. Interesantemente, a pesar de que ambos parecíamos haber olvidado que estábamos desnudos y sentado muy pegados, el movimiento lateral de las caras producía una presión lateral en nuestros cuerpos y sus tetas se deslizaban un poco contra mi de un lado al otro.
Pronto la cinta se había despegado hasta llegar a los labios. Ahora el movimiento era un poco más… íntimo porque yo deslizaba mi mejilla contra sus labios, pero ninguno de los dos le dio importancia porque veíamos acercarse el fin.
-llaa causi- pudo decir Mimi por el lado descubierto de la boca.
Animados, seguimos dándole y pronto ella tenía casi toda la boca libre.
-Aaaahhh- gritó Mimi abriendo mucho la boca. Una parte de la cinta le colgaba todavía pegada a la mitad de la cara, pero ya podía hablar.
-Gracias, gracias- me dijo -estaba desesperada-
-Hmhmhm- respondí.
-Ok, ok. Déjame ver si ahora yo te puedo quitar la tuya. Ahora podemos usar lo dientes- me dijo sonriendo.
-Hmmj- dije afirmando alegre con la cabeza. Era increíble cómo ese pequeño avance nos animaba.
-A ver… voltea la cabeza al otro lado… mmm no. Creo que es más fácil es el otro lado-
Le sonreí, con los ojos claro, y volteé al lado que ella me decía.
Nuevamente nuestros torsos se deslizaron un poco y sus senos volvieron a rozar contra mi pecho, lo que generó una muy agradable sensación.
-A ver… levanta más la cabeza… ok-
Entonces sentí sus dientes contra la parte baja de mi mandíbula, cerca de mi oreja izquierda, pero parecía no poder agarrar la cinta adhesiva.
-Mmmm. No se deja… tal vez si la humedezco un poco…-
Sentí su lengua mojándome toda la esa zona donde empezaba la cinta. Era una sensación un poco extraña: una persona lamiéndote la cara. Pero a pesar de la situación, poco a poco la sensación se fue transformando en algo un poco sensual y por primera vez, comencé a sentí una reacción entre mis piernas.
Obviamente, mi miembro había estaba en su mínima expresión durante todo el asalto. Inclusive, ahora pienso que cuando obligaron a Mimi a sentarse sobre mis piernas y a acomodarse contra mí, el güevo quedó aprisionado en el reducido espacio entre los dos. Y allí se permaneció todo el tiempo… hasta que ahora comenzaba a manifestarse. Primero fue la sensación de los senos de Mimi deslizándose contra mi pecho y ahora su lengua y sus dientes en mi cara. Por supuesto que no había nada erótico en la situación en que nos encontrábamos y tampoco en lo que hacíamos, pero él como siempre, interpretaba las cosas mal.
Por un momento me puse muy incómodo, preocupado de que Mimi se fuese a molestar conmigo, pero ella seguía en su esfuerzo de quitarme la cinta y empezaba a tener éxito. Poco a poco, la cinta se despegaba más y más. Me dolía mucho, pero ella no se había quejado mi una vez y yo no iba a quejarme.
-Ya casi estamos listos- dijo Mimi descansando un poco antes de seguir. La cinta despegada estaba a punto de llegar a mi boca y no veía el momento de poder hablar y respirar. Uno no se da cuenta de lo importante que es la boca para respirar hasta que no la puedes usar.
-Vamos- dijo Mimi, pero se detuvo -¿te dolió mucho?-
-Hmju- gruñí afirmando con la cabeza.
-Me di cuenta por tus ojos… estás llorando. Pero ahora te voy a humedecer la piel para ver si te duele menos-
Mimi comenzó otra vez a deslizar su lengua por el borde de toda el tape, recorriendo toda mi cara y humedeciéndome la piel con su saliva. En algunos sitios eso me producía cosquillas, en otros las cosquillas se convertían en una caricia. Por alguna razón, Mimi tuvo que elevar un poco su cuerpo. Nuevamente, sus senos se deslizaron deliciosamente contra mi pecho. Para mi sorpresa, al mirar hacia abajo, pude ver que sus pezones se habían erguido un poco, ¿quizás ella también sentía los efectos del roce?. Igualmente, mi miembro también había crecido un poco más, avanzando un poco abriéndose paso entre su pubis y el mío. En cualquier caso, ella no parecía reconocer ninguno de esos efectos.
-Ok- dijo entonces Mimi -vamos a seguir. Prepárate-
Entonces tomó la punta despegada de la cinta con los dientes, muy cerca de mis labios y empezó a jalar… y a jalar… y de un tirón, se despegó liberándome casi toda la boca.
-Aaahhhh- grité por el dolor y por la alegría de poder abrir la boca.
-Espera, espera, todavía falta un pedazo- dijo Mimi agarrando de nuevo la cinta con sus dientes, al tiempo que rozaba ligeramente mis labios con los suyos, disparando un nuevo spike de sensualidad en nuestro esfuerzo. ¡Pero lo importante ahora era que yo podía hablar!
Mimi dio un rápido jalón a la cinta y mi boca quedó libre, aunque los labios me ardían.
-¡Aaaahhh… Gracias, gracias!- dije humedeciéndome los labios con la lengua para aliviarme el ardor.
-¡SIIII y ahora podemos hacer un plan para quitarnos estas cintas de las manos que me están volviendo loca!- dijo Mimi, empezando a tirar de las manos y sacudiendo las piernas y todo el cuerpo.
-Para, para- le dije.
-¡No, no. Quiero quitarme todo!- respondió Mimi agitándose más todavía.
-Para Mimi… Mimi, TIENES QUE PARAR- le grité.
Mi grito pareció sorprenderla e inmediatamente se detuvo, mirándome con los ojos brillando por las lágrimas que nuevamente empezaban a inundar sus ojos.
-Perdóname que te haya gritado- le dije -pero parecía que ibas a perder los nervios.
-Si, si… discúlpame, pero es que de pronto me desespero. No puedo resistir estar amarrada-
-Te entiendo perfectamente, ya vamos a planear cómo vamos a liberarnos, pero primero tenemos que tener la cabeza clara-
-Tienes razón-
-Te estabas haciendo daño y toda esa… brincadera no estaba logrando nada- dije.
En realidad sí había logrado cosas. La más inútil, pero no por eso menos importante es que mi miembro se me había terminado de poner duro y había encontrado su espacio entre los dos. Seguía aprisionado entre nuestros huesos púbicos, pero como estaba duro, se había hecho su espacio.
-Ok. Ya estoy tranquila, pero… ¿qué es eso que está aquí abajo? Antes no estaba ahí- dijo Mimi frunciendo el ceño.
-Mmmm. Bueno… con todo ese movimiento…-
-¿Con todo ese movimiento que…?- Entonces pareció entender -¡No puede ser que estés excitado!-
-¡Lo siento! Yo te estaba pidiendo que no brincaras! Primero para que no te hicieras daño… y la segunda es que con todos esos movimientos…-
-¡Haz que se quite de ahí!- dijo molesta, tal como yo temía.
-¡No puedo! Esa es una reacción natural del cuerpo y no puedo “ordenarle” que se baje cuando yo quiera-
-Pero es que no puede ser que te hayas excitado en medio de esta situación-
-Te entiendo perfectamente, pero también tienes que entender que estar desnudo, amarrado a una bella mujer tiene sus efectos-
-¡No puede ser!- volvió a decir mirando hacia abajo, mientras las lágrimas le corrían por las mejillas.
-Lo siento mucho- le dije.
Pasaron algunos momentos y entonces decidí decirle algo que la molestaría más o quizás la calmaría:
-No quiero seguir excusando la reacción automática de mi cuerpo, pero quisiera señalarte que no sólo yo ha sentido los efectos de estar amarrado. ¡Mírate los senos!-
Por unos momentos Mimi no dijo nada, pero me di cuenta que había bajado los ojos incrédula y había visto que sus pezones estaban erguidos.
-Oooohhh, qué vergüenza- dijo sin levantar la cara, avergonzada.
-No, no tienes que sentir vergüenza. Esa estas son las reacciones naturales de una mujer y un hombre joven que están desnudos y que… bueno, cuyos cuerpos se rozan-
-Pero… - dijo negando con la cabeza.
-No digas, nada. Por ahora vamos a tratar de pensar en otra cosa y verás cómo todo regresa a… sus posiciones normales-
La verdad es que yo no pensaba que iban a volver a ningún lado por ahora, pero quería elevarle el ánimo a Mimi.
-Vamos a ver- seguí -hagamos un inventario de todos las amarras que tenemos-
-Ok- dijo Mimi en un susurro empezando a calmarse.
-Yo no puedo cómo tengo amarradas las piernas, pero si trato de moverlas…- dije intentándolo.
-No, no puedo hacer nada, ningún efecto- le dije.
Bueno, realmente no hubo ningún efecto con relación a liberarme las piernas, pero el intento hizo que los músculos de mis piernas se tensaran, ambas al mismo tiempo subiendo y bajando las caderas de Mimi, o cuando las tensaba en forma alterna, moviéndoselas de un lado al otro. En cualquier caso, eso hacía que su vulva rozara más contra mi miembro.
Por la posición en que estábamos sentados y cómo el güevo había quedado apretado entre los dos, los movimientos de Mimi habían causado que los labios de su vulva se separaran lo suficiente como para que el güevo pasase por entre ellos y especialmente hacía que la parte de arriba rozaba con su clítoris. No sé si ella se daba cuenta, pero probablemente esa era la causa de que sus pezones estuviesen tan erguidos. Y el roce de éstos contra mi pecho, claro.
-Mimi, tu estabas parada cuando me amarraron ¿no pudiste ver cómo me amarraron?- dije siguiendo con la conversación.
-Ah… perdón, estaba distraída. No, la verdad era que estaba tan asustada que no me fijé-
-Bueno, no importa. Ahora inténtalo tú con tus piernas, pero ¡no muevas más nada, sólo las piernas! Veamos si tienes más suerte-
Entonces Mimi intentó mover sus piernas, sin ningún resultado. Bueno, nuevamente uno solo, rozar más su clítoris contra mi güevo y sus tetas contra mi pecho. Muy agradablemente debo decir.
-Nada, no se mueven ni un poquito- dijo Mimi un poco sonrojada. Creo que ella estaba empezando a sentir conscientemente los efectos de los movimientos.
-Vamos a dejarlo por ahora- dije -conversemos un poco. Cuéntame un poco de ti ¿estás casada? ¿tienes novio?-
-No y no- respondió Mimi bajando la cara un poco para que no le viera la tristeza en los ojos.
-¿Y eso? ¿Una muchacha tan bella?-
-Tenía un novio desde los 16 años. Eramos amigos desde niños, pero no era realmente un novio. Yo no sentía sino amistad y cariño por él- empezó a decir Mimi.
-Entonces llegó Juancho. El bello Juancho. Buenmozo, simpático, cantante, buen bailarín. Me conquistó en un instante. Pobre Pedrito. Así se llamaba el novio de mi juventud. Le rompí el corazón, pero Juancho era… irresistible-
-Le entregué todo. Mi virginidad…- siguió Mimi después de hacer una pausa.
-Fueron unos meses de locura. Salíamos todas las noches. Mi pobre madre no dormía de la angustia-
-Jajaja. Eso siempre pasa con las madres- dije.
-Si, pero ella ya sabía lo que pasaba. Yo soy la consecuencia de un novio de su juventud que la embarazó y luego desapareció. Ella temía que a mi me pasara lo mismo-
-Espero que no- añadí yo.
-Gracias a Dios no. O mejor habría que decir que gracias a las pastillas, jajaja-
Me alegró que Mimi volviera a reírse. Obviamente, conversar de cosas normales y no de la incómoda situación en que estábamos la animaba un poco. Además que, no lo podría jurar, también movía un poco las caderas haciendo que no pasara mucho tiempo sin sentir el roce en su clítoris. Inclusive me parecía sentir que su vulva se humedecía.
Los pezones tampoco se bajaban, por el contrario cada momento se hacían más prominentes y probablemente que más sensibles al roce.
Entonces Mimi siguió contando:
-Finalmente descubrí que el bello Juancho… no me quería a mí, solo quería mi cuerpo… ¡y el de otras varias que tenía engañadas como a mí!-
-Oh, no puede ser- dije.
-Poco a poco fui dándome cuenta que no le interesaba lo que yo decía, ni lo que hacía. Lo único que quería era tirar. Y lo digo con la palabra correcta, porque no era que “hacíamos el amor”, él solo quería tirar. ¿Me explico?-
-Perfectamente, pero no me puedo imaginar a un tipo tratándote así. Además de bella, tu eres inteligente, simpática, alegre…-
-Él no lo veía así. Ahora pienso que me sentía más bien como una amenaza. Como alguien que lo superaba en inteligencia y eso no le gustaba. Pero se aprovechaba de mi inexperiencia. Finalmente descubrí que tenía otras dos “novias”. Así que lo mandé al carajo inmediatamente. Desde ese instante he evitado…- y se le quebró un poco la voz a Mimi.
-He evitado a todos los que se me han acercado- continuando en seguida -Todavía estoy dolida y eso que han pasado tres años. Luego la situación económica de la casa se deterioró tanto que tuve que dejar la universidad-
-¿Estabas en la universidad? ¿En cuál? ¿Qué estudiabas?- pregunté.
¡Upss! ¿Otra vez había movido Mimi las caderas?
-Perdona que me mueva tanto- dijo -es que estoy tan incómoda- moviéndose sobre mis piernas, pero yo pensé: ¿era sólo porque estaba incómoda o seguía moviéndose contra mi güevo?
-En fin- siguió diciendo luego de “acomodarse” -Estudiaba ingeniería en la universidad del estado. Estaba empezando el tercer año cuando se murió mi papá, bueno, el papá de mis hermanitos. Así que tuve que ayudar en la casa y comencé a trabajar. Pero en todas partes lo único que querían era cogerme…-
-Si no eran insinuaciones, eran propuestas descaradas-
Llegado a ese punto de la conversación, Mimi parecía estar un poco acalorada y su cara definitivamente más sonrosada, y no dejaba de mover constantemente las caderas y las tetas contra mi.
-Al fin llegué a tu compañía y por fin conseguí un sitio en el que respetaban… por lo menos más que en otras partes, y el resto lo conoces tu-
-Tenemos una política muy estricta en eso. Antes de que tu llegaras habíamos tenido que botar a varios empleados ¡y empleadas! por problemas de acoso sexual y mal comportamiento en ese sentido-
-Pues me alegra mucho que haya mejorado el comportamiento. Nunca he recibido una palabra soez, ni insinuaciones-
Efectivamente, Mimi había empezado como embaladora, pero inmediatamente el jefe de éstas se dio cuenta de que ella no era como las otras chicas, era más independiente, más proactiva, así que la recomendó a la jefa de contabilidad. Allá empezó a aprender rápidamente y un año después dominaba todas las operaciones. Entonces mi secretaria se fue y la jefa de contabilidad me la recomendó. La entrevisté e inmediatamente le ofrecí el puesto. Desde hacía tres meses era mi secretaria ejecutiva y además me ayudaba con las cuentas más importantes.
-Ahora cuéntame de ti- dijo entonces Mimi.
-No sé por dónde quieres empezar- pregunté.
-Nunca te he oído hablar de tu familia, por ejemplo-
-Bueno… yo estaba felizmente casado. En mi caso no era la novia de mi juventud, pero la verdad era que conocí a mi esposa como a… los 22 años de edad. Pero no nos empatamos inmediatamente, sino que fue después de unos años cuando me di cuenta de que era una mujer bella, inteligente, simpática… y nos casamos-
-¿A qué edad? ¿Qué edad tenía ella y qué edad tenías tu?- preguntó Mimi, una cosa que sólo le interesaba a las mujeres.
-Ah. Ambos éramos de la misma edad y nos casamos a… los 27 creo-
-¿Y? ¿Tuvieron niños?-
-Justamente por ahí comenzaron los problemas. Decidimos tener hijos como tres años después de casados-
-Cuando tenían 30- intervino Mimi, reacomodándose otra vez en mis piernas y restregándose una vez más contra mí. Cada vez los movimientos eran más… ¿amplios? ¿prolongados? Ya parecía haber decidido hacerlo sin tener que disimularlo mucho.
-El caso es que no salía embarazada por más que lo intentáramos…- seguí hablando.
-¿Lo intentaron mucho? Jajaja- dijo Mimi riendo y viéndome con ojos pícaros.
-Si, jajaja. A veces era hasta cansón, jajaja. Cuando eran las fechas en que se suponía que había más posibilidades no había excusa. Aunque estuviese cansado, tenía que cumplir con mi misión y depositar mi… óbolo en la alcancía-
-Y claro, la alcancía te lo agradecía ¿no?-
-Bueno. Debo decir que en aquel tiempo teníamos un sexo muy ardiente. Lo hacíamos por todas partes de la casa y a toda hora, pero cuando empezó a ser por obligación, dejó de ser tan divertido-
-Me lo imagino- dijo Mimi, moviéndose.
-El caso es que después de un tiempo de intentarlo sin éxito- continué -empezamos a ir a ver a los médicos y averiguamos que soy estéril-
-¡Ooooh, no puede ser! ¿Eres estéril?-
-Completamente-
-Cuando descubrimos que yo no podía tener hijos, algo se rompió entre los dos. Yo le propuse adoptar y no quiso. También le propuse que usáramos un padre sustituto-
-¿Qué es eso?- preguntó curiosa.
-Es utilizar el semen de otro hombre para fertilizar un óvulo de ella-
-¡Huy! ¿Y tiene que acostarse con el otro?-
-Jajaja- respondí -No, sólo se necesita el líquido, no la inyectadora-
-¿La inyectadora? No entiendo-
Entonces fui yo el que moví las caderas para que ella sintiera mi güevo moviéndose allá abajo, entonces se le prendió el bombillo.
-¡Ahhh, claro!, jajaja, ¡qué pendeja!-
Esa fue la primera vez que ambos reconocimos que mi güevo le podía trasmitir “señales” y que éstas eran percibidas por ella de una manera muy agradable.
-El caso es que tampoco quiso- continué.
-Espera, espera. ¿Eso quiere decir que a ti no te hubiese importado criar al hijo de otro hombre?- preguntó.
-Claro que no. Obviamente a mi me gustaría tener mis propios hijos, pero si no puedo, puedo criar unos niños que serían igualmente mis hijos-
-Ooohh… eso me parece muy bonito-
-El caso es que tampoco quiso que fuésemos por el camino de la inseminación artificial-
-¿Y entonces?-
-Ella se deprimió mucho, empezó a tomar pastillas. Perdió el interés en mí y en todo. Ya no hacíamos el amor tan frecuentemente como antes. Vaya que ya NO hacíamos el amor nunca. A veces, yo iniciaba y ella se… dejaba, ¿me entiendes?, simplemente abría las piernas, pero no participaba. Era como cogerse a una muerta-
-¿Pero qué le pasó?- preguntó Mimi curiosa.
-No sé. Perdió la emoción de vivir. Finalmente me dijo que quería divorciarse e ir a buscar el sentido de la vida con una secta religiosa o algo así. Eso fue hace tres años y nunca supe más de ella-
-Pero qué triste- dijo Mimi mientras se movía nuevamente. Sus movimientos no eran ya porque estuviera incómoda, sino por placer. Con su clítoris presionado contra mi güevo, cuando se movía una oleada de placer se disparaba en sus terminales nerviosos y le inundaban todo el cuerpo.
Pero todavía se sentía incómoda… mentalmente. Yo era su jefe y estábamos así porque unos asaltantes nos habían amarrado juntos, no porque estuviésemos enamorados o algo así. Sentir placer en este momento no le parecía bien, pero ni su cuerpo ni el mío entendían eso. El placer era real y no podía evitarlo. Adicionalmente, conforme pasaba el tiempo éste se hacía más rico y empezaba a nublarle la mente… agradablemente.
-¿Y tú qué hiciste?- preguntó tratando de olvidarse del calor en su vulva y de los jugos que fluían abundantes.
-Hice como tú. Me concentré en el trabajo. Trabajaba 12 horas diarias, siete días a la semana-
-¿Y no conociste a nadie? ¿No buscaste otras mujeres?-
-Si, pero… ninguna me llenaba como ella. No era… no es fácil. ¿Dónde voy a conocer una mujer que comparta mi gusto por la música clásica, por ejemplo?-
-Bueno… hay muchas mujeres a las que les gusta la música clásica- dijo Mimi, mordiéndose la lengua para no decir que a ella le encantaba la música clásica. Si lo hacía parecería que estaba mintiendo para hacerse la interesada.
-Si, pero ya sabes. Salía con una y con otra y nada… muchas mujeres de hoy tienen una cultura que da vergüenza. No leen nada y por lo tanto no saben de nada. Una vez salí con una que no sabía el nombre de la montaña más alta del mundo-
-Monte Everest y queda en Nepal…- dijo Mimi -¡Oh perdón!-
-Jajaja. Si, ya me imaginaba que lo sabrías. Por eso eres mi secretaria- dije, preguntándome de pronto, si por casualidad le gustaría leer y la música clásica… y sobre todo, si iba a seguir restregándose contra mí tan deliciosamente.
-No vayas a pensar que dije eso para impresionarte…-
¿Es mi idea o la voz le había bajado un par de tonos, haciéndose más profunda, mas… sensual? Me le quedé viendo unos instantes y decidí que mejor seguíamos viendo cómo salir de esto.
-Bueno. Mejor volvamos prestarle atención a nuestra situación. Me acabo de dar cuenta de que no hemos tratado de ver cómo están amarradas mis manos detrás de ti. ¿No te importaría si te bajas un poco y yo me inclino sobre ti a ver si puedo echarle un vistazo?-
-Uyyy… esto está difícil, pero veamos- respondió Mimi tratando de encoger el cuerpo. Se estaba divirtiendo con la conversación… y las intimidades, pero reconocía que teníamos que hacer algo.
Contorsionando el cuerpo, Mimi trató de agacharse contra mi pecho, pero con sus brazos alrededor de mi cuello, no podía llegar muy lejos. Lo único que logró fue presionar aun más las tetas contra mi pecho, lo que estuvo… muy rico.
Entonces me incliné hacia adelante tratando de ver por sobre su espalda cómo estaban amarradas mis manos, pero nada, no pude ver nada.
Entonces se me ocurrió abrazarla aún más fuerte con mis antebrazos y entonces doblarlos hacia arriba y así logré ver que simplemente me habían puesto la cinta adhesiva alrededor de las muñecas ¡varias vueltas! Ahí no había nada que hacer.
Aflojé mi abrazo y me incliné hacia la silla nuevamente, con lo que Mimi se enderezó también… aprovechando para restregarse por unos instantes. ¡Y yo no iba a protestar!
-Déjame tratar ahora a mi- dijo Mimi -quizás pueda ver cómo estoy amarrada yo-
-Ok- respondí.
Entonces Mimi empujó con sus brazos sobre mis hombros y con gran esfuerzo, se levantó unos centímetros de mis piernas.
-Aahh, ya casi llego…- comenzó a decir Mimi -un poquito mas…-
Pero entonces sucedió algo imprevisto. Mi güevo, que había estado todo el tiempo encerrado entre su pubis y el mío, quedó libre y separándose de mi cuerpo, se deslizó por su vulva hacia atrás, haciendo que la cabeza quedara justo en la entrada de su vagina.
-Oh no, no, no- dijo de pronto Mimi alarmada -¡Quítalo de ahí, por favor quítalo de ahí!-
-No puedo- respondí apretando los músculos de la pelvis para ver si se movía, pero ella estaba muy lubricada y la cabeza del güevo había abierto su vulva para encontrar ese punto de entrada…
-¡Tienes que poder!- dijo Mimi con voz quebrada haciendo esfuerzos por mantenerse erguida, alejada de mi güevo -¡Me estoy cansando!-
Seguí intentando moverlo. Girando las caderas o abriendo las piernas, pero la entrada de la vagina es el punto más profundo de la vulva y, por supuesto, donde la cabeza del güevo se encontraba mejor acomodado.
-Lo siento, Mimi, no se mueve. No sé que hacer- le dije.
-Oh no…no…- gimió Mimi mientras sus músculos se aflojaban y su cuerpo empezaba a descender… y mi güevo se iba introduciendo en su vagina.
Cuando terminó de quedar sentada otra vez en mi regazo, la mitad de mi güevo se hallaba dentro.
-No puede ser… no puede ser…-dijo y comenzó a llorar otra vez.
-Tranquila… tranquila… - le dije intentando que calmarla.
-¡No puedo tranquilizarme!- dijo después de llorar unos momentos, levantando la cabeza molesta -¡Estás dentro de mí… Y no quiero!-
-Lo siento, lo siento mucho- dije con la voz más tranquilizante que podía -yo no quería que pasara-
Mis disculpas parecieron tranquilizarla, permitiendo que se relajara un poco… lo que permitió que el güevo entrase un poco más adentro, aunque ella no pareció darse cuenta.
-Me siento tan mal…- dijo con la voz temblorosa -vas a pensar que soy una…- sin terminar la frase.
-No voy a pensar nada- le dije -Al contrario, pienso que eres una mujer valiente que está luchando conmigo en una situación embarazosa, pero que no se rinde, ni se redirá jamás-
Con esas palabras Mimi pareció tranquilizarse todavía más.
-Realmente es muy embarazosa…- dijo finalmente con voz temblorosa.
Por unos momentos me quedé pensando en qué podía decirle para animarla.
-Te repito que no pienso nada mal de ti. Es más, si me permites que rompa una de las reglas de la compañía… me gustaría invitarte a salir- le dije.
-¿Invitarme a salir? ¿Ahora?- preguntó Mimi sarcástica, pero al mismo tiempo intrigada, levantando la cara por primera vez después del “incidente”, para verme a los ojos. Igualmente, por primera vez movió las caderas un poco, acomodándose a la nueva “situación”.
-Jajaja. No ahora no podemos “salir”, pero si, me gustaría invitarte a cenar y quizás al cine el próximo fin de semana-
Por un momento no dijo nada, pero luego de pensarlo, dijo:
-No puedo… no puedo salir a cenar con mi jefe-
-imagina que no soy tu jefe, que trabajamos juntos en otra compañía distinta-
-Mmmm… está bien- respondió Mimi volviendo a moverse -¿A dónde vamos?-
-Vamos a comer al restaurant… La Rossa Bianca. ¿Te gusta la comida italiana?-
-Me encanta-
-Y después vamos al cine a ver…-
-No. No vayamos al cine. Vamos a pasar tanto rato conversando en el restaurant que no vamos a llegar a tiempo al cine. ¿No te importa?-
-No, no me importa- respondí sin poder evitar mover un poco mis piernas para que mi güevo se moviera un poco dentro de ella.
-Pero mejor nos vamos temprano. No quiero que mi mamá se preocupe-
-Claro, enseguida del restaurant te llevo a tu casa ¿Puedo darte un beso de despedida?-
-Si, pero sólo en la mejilla. No quiero que pienses que soy fácil-
-Oh no. No pienso que seas fácil… al contrario. Me haces que te desee más-
Eso pareció gustarle a Mimi, lo que la hizo mover las caderas también, haciendo que mi güevo girara dentro de su vagina y que su respiración se agitara.
-Para la siguiente cita quiero llevarte a un concierto de música clásica ¿está bien?-
-Oh, está bien. No hay problema, me gusta la música clásica, pero me gusta mas el ballet, pero el concierto está bieen- respondió Mimi arrastrando un poco las palabras por primera vez.
-Perfecto- respondí -como el ballet es temprano, al terminar vamos a comer otra vez, ¿te parece?-
-¡Oooh!- gimió primero, pero luego se compuso y dijo -estaá bieen-
-Ok- dije moviendo mis caderas tanto como me lo permitía la situación.
Luego seguí conversando como si no pasara nada entre nuestros cuerpos.
-El ballet estuvo muy hermoso- seguí diciéndole, con voz cada vez más baja y acercando mi boca a su oido
-Después tomamos el carro y nos fuimos al restaurant. Noté que en el carro te habías sentado más cerca de mi, así que mientras manejaba, tu mano y la puse sobre el asiento entre los dos, pero tu entonces las moviste y la colocaste sobre tu pierna. No muy arriba, sólo en la parte media del muslo y luego seguimos hablando de la música y del ballet-
-Oook- respondiste moviendo la cabeza.
-Luego de cenar, cuando amenazaban con cerrar el restaurant con nosotros dentro, nos dirigimos a tu casa y cuando llegamos, apagué el carro y me volteé hacia ti para despedirme. Pero tú no hiciste ningún gesto de bajarte, simplemente me mirabas, con esos ojos hermosos y grades, esperando que yo diera el primer paso. Así pues, me incliné hacia ti y te besé en los labios… ligeramente-
Inmediatamente separé mi cara de la suya, donde había estado susurrándole al oido y rozándolo con los labios mientras le hablaba, y buscando sus labios la besé ligeramente, tal como le había dicho en el cuento.
Y tal como esperaba, ella no apartó la cara, pero tampoco respondió al beso, quedándose con los ojos cerrados, pensando. Me separé y esperé… entonces ella la que me buscó. Acercó su boca y me besó en los labios.
Inmediatamente comenzamos a devorarnos mutuamente. Su lengua se introdujo en mi boca y buscando la mía se enzarzó en una lucha de vueltas y caricias. Yo entonces huí con la mía hacia su boca y la lucha se trasladó allá, para volver a la mía unos minutos después.
Por largo rato estuvimos tan entretenidos besándonos que no nos movíamos o quizás era que no registrábamos los movimientos, pero finalmente tuvimos que interrumpir el beso para coger aire.
-Eso estuvo muy rico- le dije.
-Uhmju- respondió Mimi, haciendo girar las caderas otra vez. Su vagina estaba tan mojada que sentía como me bajaban sus jugos por el güevo y me mojaban las bolas. Delicioso.
Entonces tuve una idea.
-¿Porqué no te levantas un poco a ver si puedo deslizar el cuerpo un poco más hacia el borde de la silla?-
-¿Para qué?- preguntó ella, al tiempo que levantaba su cuerpo, tal como yo le había pedido, apoyándose en mis hombros. Al hacerlo, el güevo se se salió un poco, pero la cabeza se mantuvo adentro de su cuerpo.
-Ya verás- le dije mientras lograba deslizar mi cuerpo unos 5 centímetros hacia adelante, hacia el borde de la silla, al tiempo que podía abrir un poco mas las piernas.
-Listo- le dije -ya puedes sentarte de nuevo.
-Ooooohhh- dijo cuando se sentó -está mucho más adentro… oohh… yo nunca… ooohhh-
Mientras hablaba, Mimi movía las caderas y el güevo iba penetrándola más y más mientras se bajaba.
Finalmente, cuando quedó firmemente sentada en mis piernas, el güevo había llegado mucho más profundo. Inclusive podía sentir el fondo de su vagina presionando contra la cabeza.
Mi movimiento hacia el borde de la silla había cambiado el ángulo de mi cadera y el güevo me sobresalía mucho más entre las piernas, lo que permitió que le llegara más adentro a ella.
Respirando pesadamente, Mimi me dijo:
-Es muy grande… y está tan adentro…-
-¿Estás incómoda? ¿Quieres que me mueva para atrás otra vez?-
-Ni se te ocurra moverte- respondió rápidamente -sólo déjame tiempo para acostumbrarme…-
-Ok- le dije buscando su boca y comenzando a besarla de nuevo. Si iba a “acostumbrarse”, podíamos aprovechar el tiempo.
Por varios minutos estuvimos besándonos deliciosamente. Luego sentí como ella empezaba a mover las caderas nuevamente. Con mi cuerpo en un ángulo más bajo, ella había encontrado que podía moverse hacia adelante y hacia atrás haciendo que el güevo saliera un poco y volviera a presionar contra el cuello de útero.
-Juancho nunca llegó tan adentro… ni era tan grueso… esto es nuevo para mi… y me encantaaa-
-Y a mi me gusta que estés disfrutando tanto-
-¿Solo que yoo disfruteee?- dijo Mimi arrastrando cada vez más las sílabas. Su voz también era cada vez más ronca y el movimiento de sus caderas se iba acelerando.
-Yo también lo estoy disfrutando mucho- respondí besándola de nuevo. En realidad lo estaba disfrutando tanto que estaba teniendo dificultad en no acabar antes que ella, pero entonces me di cuenta que ella acabaría pronto.
-Ooooohhhh- empezó a gemir mientras sus caderas iban y venían cada vez más rápido.
-OOOOHHHHHH-
-OOOOAAAAAHHH-
-AAAAAAAAAAAAHHHHH- gritó finalmente deteniéndose en el punto de máxima penetración, mientras se estremecía de placer en un poderoso orgasmo.
Yo sentía claramente su vagina apretándose contra mi güevo con cada ola del orgasmo, mientras el resto de su cuerpo temblaba.
Luego de uno o dos minutos, su orgasmo disminuyó lo suficiente como para que ella pudiera hablar de nuevo:
-Oohh- dijo en voz baja -es la primera vez… es la primera vez…-
-Está bien- le respondí -recupera tu aliento-
Mi güevo seguía encajado profundamente dentro de su vientre y aunque yo seguía cerca del orgasmo, el suyo me había sorprendido y había decidido esperar que ella se recuperara.
-Yo nunca… yo nunca… había tenido un orgasmo así…-
-Está bieen- le dije empezando yo también a arrastrar las sílabas -disfrútalooo-
-Perooo… tu… no… has… acabado todavía…- dijo dándose cuenta que todavía yo estaba duro dentro de ella y que no había acabado.
-Eeeeh… no- respondí.
-¿Porqué? ¿No te gusto?- dijo Mimi con dudas en su cara.
-Oh no, preciosa, no es eso. Me gustas mucho. Mucho- le dije besándola delicadamente por toda la cara.
-¿Entonces porqué…? Juancho…-
-Olvídate de Juancho- le dije -El era un egoísta que no te daba el placer que merecías… yo estaba esperando que tu acabaras-
-¿Tú estabas esperando por mí?-
-Uhmjú- respondí subrayando mis palabras moviendo mis caderas un poco para que mi güevo le recordara dónde estaba.
-¡Ooohhh!- dijo Mimi apretándome con sus brazos, mientras empezaba a mover sus caderas otra vez.
Poco a poco fuimos tomando ritmo otra vez. Mimi empezó también a girar las caderas hacia los lados, lo que le añadía un roce adicional de mi güevo contra su clítoris.
-Mmmm… esooo estaaa muy riiicooo- le dije mientras empezaba a gruñir, mientras mi orgasmo estaba a punto de explotar.
-Oooohhh- empezó a gemir Mimi también.
Y nuevamente empezaron a acelerarse las cosas. Mientras ella movía sus caderas, empecé a mordisquearle el cuello cerca de la oreja.
-OOOOHHH- gimió más duro.
Pero entonces mi orgasmo abrumó mis sentidos y una explosión de placer se propagó desde mis bolas, subiendo por mi güevo hasta la cabeza y empezando a expulsar un chorro tras chorro de semen profundamente en su vientre.
-AAAAAAHHHHH- gemí, mientras mí güevo pulsaba dentro de ella.
Pero Mimi no paraba de moverse, su propio segundo orgasmo estaba en marcha y como un camión en marcha ya no podía parar.
-Ooooohhhh-
-OOOOHHHHHH-
-OOOOAAAAAHHH-
-AAAAAAAAAAAAHHHHH- gritó finalmente deteniéndose en el punto de máxima penetración, mientras se estremecía de placer en un nuevo orgasmo.
La verdad fue que había perdido la sensación de mi orgasmo mientras disfrutaba de cómo ella se estremecía bajo los efectos de su segundo orgasmo.
Finalmente ambos nos quedamos inmóviles, respirando pesadamente, mientras mi güevo que se retiraba poco a poco de su cuerpo y de mi semen salía abundante de su cuerpo y bajaba por entre mis piernas y sobre el asiento.
Entonces, mientras ella todavía luchaba por recuperaba la respiración, comencé a darle pequeños besos en toda la cara: los ojos, la frente, la nariz, la boca, las mejillas, la barbilla, la boca otra vez. Ella se dejaba, con los ojos cerrados y sonriendo adorablemente.
Finalmente abrió los ojos y separó su cara.
-¿Porqué me besas?- preguntó.
-¿Cómo que porqué te beso?- pregunté -Porque me gusta hacerlo, porque me gusta tu cara, porque me gusta besarte, porque eres linda, porque estoy contento, porque… hay como mil razones más ¿quieres que te las digas todas?-
Mimi sonrió ruborizándose. -Oh no, creo que es suficiente… Perdóname mi… inexperiencia. Todo esto es nuevo para mi-
-Pero yo pensé…-
-No quiero hablar más de él. Él era tan distinto. Terminaba, se levantaba y se iba con sus amigos. Nunca esperó por mi. Nunca me besó después…- un par de lágrimas aparecieron en sus ojos… -hoy estoy aprendiendo que el amor no es como yo lo conocía-
-Lo siento mucho…- comencé a decir.
-No, no digas más. No quiero recordarlo más… sólo quiero disfrutar de este momento- dijo abrazándome.
Inmediatamente busqué sus lágrimas y las sequé con mis labios, volviendo luego a besarla por todas partes.
-Bueno, bueno- dijo ella al cabo de unos minutos -¿No sería bueno que nos ocupáramos de nuestra situación nuevamente?- halando de las amarras otra vez, suavemente.
-¿No podemos besarnos un poco más?-
Una brillante sonrisa apareció en sus labios e inmediatamente buscó mi boca y por los siguientes minutos estuvimos besándonos sensualmente.
Cuando ya nos dolían los labios de tanto besarnos, volvimos a separarnos.
-¿Está bien así?- preguntó sonriendo de nuevo.
-No, pero espera, déjame recuperar el aliento y…-
-Jajaja-
-Ok. Vamos a revisar las amarras- le dije -siento que las de mis piernas se aflojaron un poco-
-No lo dudo- añadió Mimi con una alegre sonrisa -me parece que hace unos momentos estuviste haciendo unos… movimientos… que pudieran haber aflojado algunas cosas-
-¿Aflojado algunas cosas?-
-Si. Creo que por dentro se me aflojaron algunas tuberías. Jajaja, salen… fluidos por todas partes-
-Jajajaja-
-Déjame ver…-
-¡No te voy a enseñar mis tuberías!-
-Jajajaja. Deja de pensar en eso. Me refería a las amarras-
-Es que no puedo dejar de pensar en “eso”… ha sido el día más feliz de mi vida-
-¿El día que te asaltaron el más feliz de tu vida? Jajaja-
-Tonto… no me refería eso. Jajaja-
-Lo sé, lo sé- dije volviendo a besarla.
Nuevamente pasamos varios minutos besándonos. A diferencia de la vez anterior, esta vez sentí como mi güevo empezaba a responder.
-Oh oh, algo se está moviendo allá abajo- dijo Mimi con una sonrisa separando su boca de la mía para descansar.
-Si seguimos besándonos así no estoy seguro de lo que vaya a pasar-
-¿No estás seguro?- dijo ella restregándome las tetas deliciosamente -yo sí. Pero creo que deberíamos realmente hacer algo. Tengo muchas ganas de ir al baño-
-Huy, eso sí que está malo. En realidad debo reconocer que a mi también me gustaría también ir al baño-
-Bueno. Veamos- dijo Mimi -yo también siento que mis manos se aflojaron un poco-
-Voy a ver si puedo mover las piernas- dije empujando y moviéndolas. Antes me había enderezado en la silla, por lo que, con la intensión de ver si podía soltarme, me deslicé hacia adelante otra vez… y, efectivamente, las amarras de las piernas cedieron un poco. Pero el güevo, que se me había puesto duro otra vez, se deslizó por la vulva de Mimi que seguía mojada y se instaló entre los dos, tal como había estado al principio.
-Mmmm- gimió Mimi -pensé que nos íbamos a dedicar a soltarnos…-
-Perdona. Eso era lo que estaba intentando-
-¡Oh! Está bien… me encantan esos intentos- respondió girando las caderas haciendo que el güevo le acariciara el clítoris otra vez.
Entonces moví los pies hacia atrás, lo que resultó en una torsión contra las cintas que me tenían las piernas atadas a las patas de la silla y… “riiip” se rompió la primera. Seguí apretando con la otra y también se rompió.
-¡Tengo las piernas libres!- grité alegre mientras las agitaba.
-¡Muy bien!- respondió Mimi con la voz un poco temblorosa. Los largos besos que nos habíamos dado antes la habían vuelto a excitar y ahora el agitar de mis piernas la hacía restregar las tetas contra mi pecho, lo que rozaba los pezones y ni que decir el roce del güevo contra su clítoris
-¿Y qué hacemos ahora?- preguntó, indecisa entre seguir intentando liberarse o hacer el amor de nuevo.
-Voy a intentar hacer lo mismo con las manos detrás de ti- dije sin fijarme en su evidente estado de excitación.
-¿Intentar quee?- preguntó con voz ronca.
-Soltar las manos, espera- respondí.
Entonces me incliné hacia ella y empecé a retorcer mis manos, girando los brazos en direcciones opuestas. La cinta empezó a cortarme o por lo menos eso creí, pero sentía como se iba aflojando poco a poco. El dolor se iba haciendo más y más grande, pero estaba decidido y seguí haciendo presión.
Por su parte, Mimi estaba en su mundo, disfrutando con el hecho de que la abrazaba cada vez con más fuerza al tiempo que mi cuerpo temblaba con el esfuerzo y el dolor, pero que ella interpretaba como excitación.
Finalmente… “riiip” se rompió la unión entre mis brazos.
-AAAAYYYY- grité del dolor y de la alegría, separando de pronto los brazos.
-AAAAYYY- gritó Mimi al quedar súbitamente sin apoyo con lo que casi se cae de espalda, dándome apenas tiempo de agarrarla.
La consecuencia inadvertida del movimiento repentino fue que el güevo se volvió e introducir profundamente dentro de su cuerpo.
-¡Estamos sueltos, estamos sueltos!- grité agitando los brazos, sin dejar de sujetarla.
-¡Siiii!- respondió ella quizás con un tono de desilusión en la voz.
-Voy a soltarte, sujétate. Me duelen mucho los brazos- le dije.
-Ok- respondió reaccionando a la palabra dolor -déjame ver qué te pasó-
Entonces pasé lo brazos por debajo de sus sobacos, llevándolos hacia adelante. Primero uno y después el otro, porque ella seguía teniendo los suyos unidos detrás de mi cabeza.
-¡Estás herido!- gritó Mimi al ver mis brazos sangrando con los pedazos de tape colgando.
Al examinarlos pudimos ver que efectivamente, la cinta me había hecho dos grandes cortes, pero aunque dolían, no parecían ser demasiado profundas ni peligrosas.
-No parece muy grave- le dije, aunque gruesas gotas de sangre caían entre nosotros, deslizándose por su piel hacia la silla.
-¿Te duele?- preguntó preocupada, olvidada de que tenía mi güevo dentro de ella.
-Un poco- mentí pues realmente me dolía bastante, pero no era cuestión de preocuparse de ello ahora -déjame ver si puedo soltarte las manos-
Entonces pasé las manos por detrás de mi cabeza mientras ella trataba de subirlas lo más que podía.
No pude alcanzar el sitio donde ella estaba amarrada, pero si logré agarrar la punta de la cinta adhesiva y jalarla. Tuve que hacer varios intentos porque ahora la sangre me chorreaba hacia los dedos y me hacían resbalar, pero ¡por fin logré soltarla!
-Aaaayyy- gritó cuando la cinta le jaló los pelitos de los brazos, pero fue una pequeña incomodidad comparada con la libertad lograda.
¡Ahora ambos teníamos los brazos libres!
Inmediatamente Mimi se separó de mi, echando su torso hacia atrás, y por primera vez pude contemplar sus hermosas tetas, mientras ella pasaba sus manos por sus antebrazos quitando los restos de cinta. Luego me tomó los brazos y me los examinó. Ya sangraban menos, pero todavía parecía una zona de guerra, todos llenos de sangre.
-Tienes razón- me dijo -no se ve grave, pero hay que limpiarte. Vamos a terminar de desamarrarnos-
Ya la única amarra que teníamos eran sus piernas por detrás de mí y no fue fácil soltarla, porque ni ella ni yo llegábamos, pero contorsionándonos de varias formas finalmente logramos soltarle una pierna.
Inmediatamente ella se pasó su pierna libre hacia atrás y aunque casi nos caimos al suelo, logró pararse y soltar la otra.
-¡Libres, libres!- gritamos los dos brincando desnudos como niños.
Pero de pronto ambos caimos en cuenta de nuestra desnudez y nos dio algo de vergüenza, al tiempo que las ganas de ir al baño resurgió con fuerza.
-¡Tengo que correr al baño!- dijo Mimi.
-¡Yo también!- respondí corriendo tras de ella.
Su hermoso cuerpo desnudo caminando delante de mi, me hizo olvidar por un instante la presión en mi vejiga, pero apenas desapareció tras la puerta del baño de mujeres, sentí que no iba a aguantar más y me apresuré, llegando cuando las primeras gotas de orina me salían por la punta del güevo que había perdido toda su dureza y ahora era solo el instrumento de hacer pipí.
Pasé varios minutos orinando, hasta que la presión en mi vejiga me dijo que había expulsado todo. Luego procedí a limpiarme los brazo lo mejor que pude y finalmente el güevo y las piernas. Por todas parte estaba mojado o con pegostes de semen seco, realmente un poco desagradable.
Finalmente, una vez limpio salí del baño, pero no pude ver a Mimi, quien seguramente estaba igualmente limpiándose. Entonces me dirigí a donde habíamos estado amarrados y donde estaban nuestras ropas.
Apenas había llegando oí un ruido, me volteé y vi que Mimi salía del baño, limpia, con el pelo arreglado… y hermosamente desnuda. Caminaba hacia mi con una caja en la mano y sus senos vibraban ligeramente al ritmo de sus pasos. Era muy blanca y apenas se veían marcas de playa, seguramente no tomaba mucho sol. Entre las piernas se destacaba un triángulo de pelos oscuros… me quedé embelesado mirándola.
-A ver- dijo al acercarse -déjame ver esas cortadas-
Entonces me di cuenta que lo que llevaba en las manos era el estuche de primeros auxilios.
-Siéntate ahí- me ordenó, señalando un sofá.
-Ok- dije sentándome y extendiendo los brazos.
Ella cogió una silla y se sentó frente a mi, tan cerca que nuestras rodillas se tocaban.
-A ver- volvió a decir, tomando mis brazos y examinándolos detalladamente. Ya no sangraban, pero las heridas estaban medio abiertas.
-Habría que ponerle algunos puntos, pero por ahora te voy a poner un desinfectante y a vendarte-
-Muy bien- le dije colocando mis brazos sobre sus piernas desnudas. Mis ojos sin embargo pasaban trabajo para no quedarse viendo sus tetas o su vulva que se asomaba frente a mi.
Sin perder un momento abrió la caja de primeros auxilios y sacó un frasco de desinfectante y mojando un algodón empezó a limpiar las heridas.
-¡Au, au!- me quejé cuando el desinfectante entró en la herida y empezó a arder como el demonio.
-Vamos, no te quejes- dijo sonriendo.
-Pero arde mucho. Ay, ay- respondí.
-Ok. Hagamos algo. Si no te quejas, te dejo que me sigas viendo las tetas-
-¡Oh!- dije completamente sorprendido, no sólo por su desparpajo, sino porque pensé que no había notado que le veía las tetas -Perdona, no quería…-
-A ver. No digamos mentiras. Sé que quieres verme las tetas y yo no tengo problemas en que me las veas-
-Bueno, yo…-
-Está bien- dijo con una alegre sonrisa en la boca -yo también te estoy viendo la cosa esa que tienes entre las piernas, pero por lo menos no pongo cara de boba-
-¿Que tú me estás viendo qué?- dije sorprendido.
Pero en ese momento me Mimi me puso una crema en las cortadas que volvió a arderme.
-¡Au!- dije.
-Ok, voy a ponerme la ropa- dijo empezando a levantarse.
-No, no, está bien, prometo no quejarme más- dije sonriendo, sabiendo que todo era un juego.
-Muy bien. No más quejas- dijo sentándose de nuevo en la silla. Ahora lo había hecho mucho más cerca. Tanto que había tenido que abrir las piernas para dejar que mis rodillas quedaran entre las suyas. La raja de su vulva quedaba también un poco abierta y los labios menores sobresalían un poco visiblemente húmedos.
Me moví un poco más adelante en el sofá adelantando los brazos que quedaron sobre sus muslos y mis manos casi rozando su vientre. Mis dedos acariciaron ligeramente su piel y ella se estremeció un poco.
Entonces tomó un par de esparadrapos y los colocó sobre las heridas para finalmente fijarlos con adhesivos.
-Listo- dijo cerrando la caja.
-No, no estoy listo todavía- respondí.
-¿Cómo? ¿Tienes otra herida?- preguntó preocupada.
-Si tengo una herida aquí- le dije señalándome un punto en la frente.
-No veo nada- dijo sonriendo.
-Tienes que acercarte más- respondí.
Ella se acercó más, deteniéndose a pocos centímetros de mi cara. Mis manos me escocían de las ganas de acariciarle las tetas. Eran perfectas, pensé, más bien hacia el lado pequeño. Muy blancas y con pezones rosados, que se erguían en medio de aureolas del tamaño de una moneda.
-No veo nada- volvió a decir.
Entonces mis labios buscaron los suyos y le susurré de forma que al hablar se rozaban.
-Es que no estás suficientemente cerca…-
Mimi empezó a besarme cerrando los ojos, para luego separarse un segundo para decir:
-Creo que vi la herida, pero tengo que estar segura…- y entonces se inclinó más hacia adelante y el beso se hizo más profundo. Nuevamente nuestras lenguas se enredaban y desenredaban mientras recorrían cada milímetro de nuestras bocas.
Yo coloqué mis manos en sus hombros y lentamente empecé a moverla hacia mi derecha hasta que sin interrumpir el beso, logré que se sentara a mi lado en el sofá.
Ella se acomodó, girando su torso hacia mi y pasó un brazo por detrás de mi cabeza como asegurándose de que no dejara de besarla.
Yo entonces decidí explorar su cuerpo. Despacio acerqué mis manos hasta tocar sus pechos. Al empezar a acariciarla, se estremeció por segundo, pero luego se relajó mientras yo recorría lentamente el perfil de su seno izquierdo, para finalmente dejar que la palma de mi mano se posara sobre todo el pecho y apretárselo con delicadeza.
Tal como me lo imaginaba, eran perfectos, duros y suaves al mismo tiempo. El pezón se había erguido al sentir mis caricias y sin dejar de presionar el pecho con la palma de la mano, tomé el pezón entre el índice y el pulgar y lo apreté un poco haciéndolo girar al mismo tiempo.
-Mmmmm- gimió Mimi empujando contra mi mano, pero sin dejar de besarme.
Entonces busqué la otra teta como si esperara que fuera distinta, pero obviamente era igual de dura y deliciosa. También a ésta le acaricié el pezón, haciendo que de nuevo Mimi gimiera de placer.
Ella seguía con uno de sus brazos detrás de mi cabeza, manteniéndome contra su boca. La otra mano estaba aprisionada entre los dos y solo podía acariciarme la pierna, aunque me pareció que trataba de buscar mi miembro sin alcanzarlo.
Por un largo tiempo seguimos besándonos y acariciándonos de esa forma, pero me moría por comerle las tetas, así que separé mi boca y empecé a bajar sin dejar de besar cada pedazo de piel desde la boca hasta el pecho.
Ella se dejó, recostando la cabeza contra el espaldar del mueble mientras mantenía la mano en mi cuello, acariciándome pero sin impedir mis movimientos.
Para cuando llegué con mi boca a sus tetas, su respiración era entrecortada y se notaba que estaba ansiosa por que le besara los pezones. Pero entonces decidí aumentar más la tensión desviándome y besando primero la piel entre sus pechos y luego alrededor de éstos, sin tocarle los pezones.
Ella no protestó, pero empezó a empujar mi cabeza y a dirigirme hacia los pezones. Yo seguía evitándolos hasta que con la voz ronca del deseo me dijo directamente:
-¿¡Quieres dejar de jugar!?-
Ante semejante reclamo, no perdí tiempo en apoderarme del pezon mas cercano y comenzar a chuparlo.
-!Aahhhh¡- gimió Mimi revolviendo el cuerpo por el placer.
Mientras seguía chupándole el pezon, le acariciaba el otro con la mano, para un instante después, cambiar uno por otro.
-Es taaan riicooo... siii-
Por un rato seguí jugando con sus tetas, pero el aroma que provenía de su vientre me llamaba para otro sitio, así que dejé las tetas literalmente en mis manos y comencé a besarle la piel del estómago bajando hacia el vientre.
Ella quiso protestar, halándome hacia arriba, para que siguiera chupándole las tetas, pero yo no le hice caso y seguí bajando.
Cuando iba por las caderas y me movía hacia su pubis, pareció entender a dónde iba y me dijo
-¿Qué haces? No tienes nada que buscar allá abajo-
-O Si. Allá abajo hay un tesoro y voy a encontrarlo- respondió.
-No, no- respondió ella. Allí no hay ningún tesoro y además está sucio y huele mal-
-Oh, no. Huele delicioso- protesté mientras le besaba la piel por el borde de sus bellos púbicos. Ella seguía con las piernas muy juntas.
-Confía en mi- le dije tratando de separárselas.
-No se... nadie me ha besado ahí nunca-
-Muy bien. Así seré yo el primero-
-Pero…- siguió protestando débilmente.
-Vamos, confía en mi-
No me respondió, pero los músculos de sus piernas se aflojaron y pude meter mi cabeza entre ellas un poco. Sin embargo, no me lancé directamente a su vulva, sino que empecé a besarle las partes internas de los muslos, hacia las rodillas.
-Mmmm- gimió estremeciéndose y halando un poco las piernas, con lo que el espacio entere ellas creció más y pude moverme con más libertad.
Seguí besándole de un muslo al otro, mientras subía poco a poco hacia su vulva, pero yo estaba muy poco incómodo, por lo que me bajé del sofá y me arrodillé en el suelo entre sus piernas.
Ella puso sus manos en mi cabeza, como para controlar mis movimientos, pero igual yo hacía lo que me parecía más conveniente. Y en este caso, me decidí subir a mi meta final y abriendo un poco más piernas con las manos, metí la cara entre ellas y puse mi lengua plana sobre su vulva roja y húmeda, para luego deslizarla despacio hacia arriba hasta el borde superior.
-Aaaaaahhhh- gimió con fuerza.
Volví a bajar y a colocar mi lengua un poco más abajo, en el espacio entre el ano y la abertura de la vagina, para volver a subir despacio por toda la vulva.
-MMMMM- volvió a gemir.
Para la tercera vez, lo hice distinto. Puse la punta de la lengua en el borde superior de la vulva. Allí podía sentir la parte de arriba su clítoris, que estaba hinchado esperando ser acariciado. Entonces haciendo movimientos laterales con la lengua, recorrí toda la vulva. Por supuesto, cuando pasé por la cabeza del clítoris Mimi se estremeció, pero no me detuve allí sino que seguí bajando, jugando con sus labios vaginales, hasta llegar abajo… muy abajo. Hasta su culito.
Cuando sintió mi lengua sobre su ano, Mimi protestó débilmente:
-Nooo, nooo… ahí nooo-
Sin hacerle caso y sin dejar de hacer movimientos con la lengua, recorrí toda la zona anal para volver a subir poco a poco.
En la vagina me detuve e inclinándome hacia adelante, metí la punta de la lengua tanto como me fue posible dentro de ella, llenándome de todos los fluidos que salían imparables de adentro de su cuerpo.
-Aaaaahhh- gimió -siii-
Poco a poco había ido abriendo sus piernas y empujándolas hacia arriba y ahora estaba completamente abierta para mi, su vulva expuesta a mis caricias… el placer derrotando su inicial resistencia.
Después de meterle la lengua en la vagina tan adentro como me fue posible, la saqué y subí hacia su clítoris y empecé a acariciárselo con rápidos movimientos con la punta.
-SIIIIII- gimió estremeciéndose toda -no sabiaaa… nooo sabiaaa…-
Abandoné el clítoris y volví a bajar a su vagina, pero ya ella había saboreado la miel del placer que representa las leves caricias de una lengua en el clítoris.
-Nooo, nooo, regresaaa- me pidió. Jalándome la cabeza hacia su clítoris de nuevo.
Pero no regresé inmediatamente, sino que primero volví a introducirle la lengua para luego presionar contra su abertura y subir lentamente hacia el clítoris, jugando con sus pliegues, con sus honduras y cimas.
Entonces solté mi mano derecha y mientras mis labios se apoderaban de su clítoris de nuevo, con mis de dos índices y medio comencé a penetrarla.
-AAAAAHHHH- gimió más duro, mientras sus caderas temblaban.
Cerrando mis labios alrededor del clítoris chupé un poco.
-AAAHHHH- gimió nuevamente, mientras me apretaba la cabeza para que me quedase allí. Lo que hice complaciéndola.
Mientras, mis dedos la penetraron hasta que las coyunturas me impidieron ir mas adentro. Su vagina me los apretaba con fuerza, confirmando la juventud de su cuerpo.
Girando la mano, comencé a buscar el punto G en la cara superior de la pared de la vagina y luego de moverlos un poco, sentí una zona sospechosamente rugosa. Apretándola, sentí que Mimi se estremecía. Eso me convenció de que la había encontrado.
-¿Queee meee haacees?- pregunto temblando de pasión.
Entonces no le di más respiro. Cada vez con más pasión me concentré en su clítoris y su punto G y en pocos minutos, no pudo más y gritando alcanzó el orgasmo:
-AAAAAAAAAAAHHHHHHH….SIIIIIIISSSIIIII-
Sus piernas se abrieron aún más y sus caderas empujaron hacia afuera contra mis manos en su boca, levantándose del sofá en un supremo esfuerzo, para después desplomarse. Las piernas temblando y la cabeza agitándose de lado a lado.
-AAAAAAHHHH- seguía gimiendo, cada vez que una nueva convulsión le agitaba el cuerpo.
Yo tenía dificultad de seguir mamándole el clítoris pues se movía y agitaba en todas direcciones.
-Paara, paraaa- me pidió finalmente, respirando agitadamente.
Me erguí, todavía arrodillado entre sus piernas, y saqué mis dedos de su vagina. Por unos instantes me quedé contemplándola mientras se estremecía cada vez menos y el orgasmo pasaba.
Entonces me puse de pié y agarrándome el güevo con la mano derecha, me incliné hacia adelante, sujetándome con la mano izquierda en el espaldar del sofá.
Ella seguía con los ojos cerrados, todavía aturdida por el poderoso orgasmo que seguía agitándola por dentro, cuando sintió la cabeza de mi güevo en la entrada de us vulva.
-OOOOOHHHH- gimió mientras la penetraba.
En un sólo movimiento se lo metí hasta el fondo. Hasta que mi pubis chocó con el de ella y la cabeza del güevo presionaba contra su cervix.
Su vagina me apretaba con fuerza, a pesar de estar profusamente lubricada, y yo disfruté intensamente la sensación que me producía el abrirla, penetrar su cuerpo joven y duro.
-MMMMMM- dijo ella abrazándome y cerrando las piernas en mi espalda.
Esperé unos segundos disfrutando del calor de su cuerpo y luego retrocedí un poco, para luego empujar de nuevo hasta el fondo.
-Aaaaah- gimió
Y volví a sacarlo un poco. Sus piernas aflojaron lo suficiente como para que retrocediera un poco más. Y entonces volví a meterlo. Tan fuerte que juraría que había entrado aún más profundo.
-AAAAHHHH- gimió de nuevo, acompañada de un gruñido mío: -MMMM-
Pronto encontramos un ritmo estable, en el que yo lo sacaba y metía y ella giraba las caderas hacia los lados para aumentar el placer.
El calor de su vientre y el chocar de mis bolas contra su culo, dispararon pronto las fuentes de mi placer y decidiendo que no tenía que aguantarme, dejé que mi orgasmo empezara a formarse, al ritmo de nuestros quejidos y gruñidos.
-AAAAAHHHH, MMMMMM…. AAAAAHHHHH, MMMMM-
Ella me apretaba duro con los brazos mientras la parte de abajo de su cuerpo, sus caderas y sus piernas, trabajaban duro para darnos placer.
Finalmente alcancé el límite de mi aguante y supe que en los dos o tres siguientes embates explotaría dentro de ella.
Erguí el torso un poco buscando metérselo aún más y exploté.
Un chorro de semen salió disparado para hundirse profundamente en su vientre.
-AAAAAHHHHHH- grité yo, paralizado empujando mi güevo dentro de Mimi.
Ella me abrazó y esperó unos segundos, a que mi orgasmo se desarrollara, pero el de ella estaba también en camino y apenas yo aflojé mis músculos un poco, ella volvió a moverse, empujando contra mi güevo para culminar uno o dos minutos después con un segundo y más poderoso orgasmo.
Un tiempo después, luego que nuestras respiraciones empezaron a recuperarse, me quité de encima de Mimi, sentándome al lado de ella, mientras buscaba su boca.
Acomodándonos de alguna forma, nos continuamos besando por varios minutos.
-Bueno- dije -yo creo que debiéramos empezar a buscar cómo avisar a la policía-
-Tienes razón- respondió Mimi, recostando su cabeza en mi pecho, mientras jugueteaba con mi güevo desinflado.
-¿Qué hora será?- dije.
-Tarde- respondió ella -seguramente es tarde en la noche-
Entonces vi el reloj en la pared. Las 11 de la noche.
-Son las 11- le dije -Tu mamá debe estar muy preocupada-
-No. Yo le dije queso se hacía muy tarde, seguramente me iba a dormir a casa de una amiga-
-¿Y no tendrías que haberla llamado?-
-Normalmente si, pero no es la primera vez que se me olvida. Ella confía en mi. Se habrá acostado. ¿Y a ti no te espera nadie?-
-No. Como te dije, vivo solo desde hace tiempo-
-Uhhhmmm- dijo Mimi -Entonces nadie nos espera…-
-No- respondí sin entender-
-Y tampoco tenemos que poner la denuncia esta misma noche, ¿no?- dijo mientras seguía jugando con mi güevo que seguía sin dar ninguna respuesta.
-Supongo que no- respondí -no creo que haya ninguna prisa. Es más, no creo que a la policía le importe mucho. Lo único es por el seguro-
-Mmmm- dijo Mimi.
-¿En qué estás pensando?-
-Bueno… que… quizás podríamos esperar que amaneciera. Es más seguro que andar por ahí en la noche…-
-La verdad es que si…- respondí sin caer en lo que ella realmente pensaba.
-Podríamos esperar…- continuó Mimi. Se había acostado en el sofá con la cabeza apoyada en mi muslo, pero su mano seguía jugueteando con mi güevo y ahora también mis bolas. Poco a poco, sus dedos estaban produciendo un efecto.
Fin.
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