El arreglador (9)

Fin de la historia.

EL ARREGLADOR 9

DIA TRES

Había salido a caminar luego de un almuerzo frugal y muy rico. Luego de ese almuerzo algunos se habían ido a la pileta, otros a descansar, otros desaparecieron y yo salí a caminar por los alrededores.

El sol pegaba fuerte, pero como el lugar estaba rodeado más bien de grandes y extensas arboledas, la mayor parte del tiempo había andado por la sombra, que era refrescante y verde y frondosa.

Estaba regresando por el lado de la pileta y se escuchaban algunas risotadas fuertes y estruendosas. En la pileta estaba Magda y apoyado en el borde estaba Lucio el novio de Bety, en una reposera color celeste estaba tirado y casi entre dormido Julio.

__¡vení con nosotros!__ me grito Magda.

__No soy muy bueno para la natación

__Mira Julio

__Está dormido

__No, parece estoy haciendo fiaca

__¿Y los demás?__ pregunté

__No sé por ahí andan

__Ya vuelvo__ dije y seguí caminando.

En el amplio terreno de pronto escuche voces que venían de un especie de galpón, pero mucho mas ordenado y limpio. Me acerqué mucho más y casi como un mirón. Di un rodeo y me acerqué a una pequeña ventana. Me asomé y pude reconocer a Bety y a su hermana que hablaban con Don Adalberto. Afine el oído.

__Papá sabes que siempre fue tu hija predilecta__ dijo Celeste

__Sabes que no es cierto__ le contestaba Don Adalberto.

__No le hagas caso pa__ decía Bety con gracia

__Pero quiero que lo admitas Bety

__Está bien ¿Y cual es el problema? No seas tontita. Papá demostrale que a ella la querés__ decía Bety mientras acariciaba a su padre.

__Está bien hijita__ contestaba el padre. Caminaron hacia otro sector y los deje de ver y oír. Entonces decidí entrar. En un momento estuve adentro del lugar. Recorrí un pasillo y luego otro y encontré una abertura tipo puerta corrediza.

Agudicé mi vista porque el reflejo del sol me había dejado nublada la vista. Cuando hice foco observé por fin que Don Adalberto estaba sentado al borde de un sofá muy grande. De rodillas delante de el y con su bikini tirada en el piso Bety atrapaba la verga de su padre y la mimaba. Celeste, sentada al lado del padre ofrecía a este sus enormes frutas maduras de un color rosado, con dos puntas amarronadas y gordas. Celeste gemía y susurraba cosas como __Dale puta, chupalo a tu padre como al el le gusta__

Había visto muchas cosas pero hijas con el padre nunca. Debo decir que mi posición de mirón no me incomodaba en lo absoluto. La pija se me había tensado a punto de descoser el short.

Bety seguía con la verga de Don Adalberto en la boca. Celeste por su parte había quedado desnuda por completo y acariciaba la espalda de Bety, que de vez en cuando dejaba la herramienta y se besaba con Celeste, con una irresistible pasión. Don Adalberto gemía y también se había quedado sin ropas.

De repente sentí en mi total perplejidad con una presencia cerca de mi. Alguien estaba detrás de mi. No me animaba a moverme. Esa presencia me respiró en la oreja y luego pasó su lengua por el lóbulo. Se acercó casi apretándome __Te gusta mirar…__era la voz de Paz la chica que había venido con la hija mayor de Don Adalberto.

Me apoyó sus tetas que adiviné enormes en la espalda y me respiraba en la oreja.

Mientras Don Adalberto montaba sin piedad a una de sus hijas, en tanto la otra pasaba su lengua filosa entre las nalgas de su hermana menor.

__Sos un mirón, un pervertidito__ me dijo mordiéndome, ahora sí, la oreja.

Yo me di vuelta y busqué su boca, abrazándola, la apreté con vehemencia, haciéndole sentir mi pija inflamada.

__¡Ah! Estas duro__se rió ella y me agarró fuertemente la herramienta. Sobándola por sobre mi corto pantalón. La calentura comenzaba a ganarme, mientras se oían lejanos gemidos en el otro ambiente.

Mientras Paz se inclinaba cada vez más su cuerpo tomando ya sin remilgos la verga entre los labios, succionando, chupando, amasando el hierro entre sus dedos salvajes. Celeste cabalgaba encima de su padre, le ofrecía las tetas , en tanto que Bety continuaba con sus besos y su boca metiéndose en el oscuro agujero de su hermana.

Mis ojos se ponían en blanco y quería desnudar ya mismo y sin perder tiempo a la amiga de Celeste, que me succionaba sin piedad, su saliva bañaba mi garrote, y ella se entregaba por completo a esa tarea, con sus manos apretaba mis huevos y los sentía duros e inflamados, entonces Paz se los tragaba alternativamente, cuando no los fagocitaba juntos, mis gemidos casi tapaban a los de los otros compañeros a la distancia.

Ahora celeste cedía el lugar a su hermana y Don Adalberto la penetraba sin tardarse demasiado, en tanto Celeste acariciaba con la lengua la entrada posterior de su padre.

Tomé de los cabellos a Paz y la levanté hasta mi boca y nuestras lernguas se encontraron apasionadamente, sacándonos y poniéndonos todos los jugos, intercambiando, nuestro placer, nnuestro deseo. Deseo que casi explota cuando ella sonriendo felonamente me dio la espalda y con un leve bamboleo de sus caderas y de sus nalgas, quedó totalmente desnuda. Grande fue el encuentro con su enorme pedazo cuando quedó de frente hacia mi.

__¡No lo puedo creer!__ dije

__ ¿No te gusta?__ dijo ella haciéndose la niña

__¡Me encanta! __ dije arrodillándome.

Encontré el pedazo en mi boca hambrienta y le arranqué gemidos altisonantes que se mezclaron con el ruido ambiente de los otros amantes. Bese la brillante cabeza de la serpiente que espumaba por el ojo, la saliva cayó al piso, chorreando como una herida, y lo solté para respirar. Tomé aire y volví a atacar con mi boca profundamente enloquecida.

Los gritos desgarradores de Don Adalberto me hicieron oír que había largado su leche con las hijas. Ellas se encargaron de limpiar el sable de su padre, mientras se acariciaban con las lenguas y se besaban los pechos y ya no se peleaban.

Suavemente fui lamiendo el culo de Paz que se retorcía como una sabandija y gemía diciéndome toda clase de improperios y malas palabras. Hasta que finalmente la atravesé con mi daga dura y sin mucho más tiempo sin llegar al éxtasis. Hice esfuerzos enormes, me movía lentamente, pero la emoción y el vaivén fue creciendo enloquecidamente. En ese momento entraron a la habitación, Magda, Julio y el novio de Bety, que eran los que estaban en la pileta.

No nos habíamos dado cuenta que ahora los observados éramos nosotros. Tanto Bety, su hermana y su padre. Nos miraban.

Como era de esperar Magda se acercó a nosotros y tomando los pechos de Paz empezó a chuparlos, a besarlos, el novio de Bety se prendió sin invitación a la verga reluciente de Paz, que ya estaba como yo a punto de estallar. Julio se acercó a a Celeste y comenzó a besarse tanto con una como con otra, a la vez Don Adalberto empezó a acariciar la pija de Julio que por supuesto estaba en bolas.

De repente el aire se tornó todo sexo. El aire que se respiraba eran gemidos, largos orgasmos, interminables acabadas. Yo exploté dentro de Paz, cuando el novio de Bety recién me había penetrado. Una vez que el culo de Paz se había llenado de mi esperma. Paz comenzó a coger a Magda, que clamaba ya por una gruesa vara en su interior.

No recuerdo cuanto tiempo estuvimos enredándonos unos con otros. Todo era un río revuelto de locura, de sexo, de una interminable cogida.

Y creo que ninguno de los que allí estuvimos hay quedado realmente saciado. Disfruté sin parar y sin arrepentimientos, durante toda mi vida del sexo y eso se lo debo a Don Adalberto. Él me enseñó a disfrutar sin ninguna reserva moral y realmente creo que probé todo y no sé si hay muchos que puedan decir lo mismo.

Así pasaron años y veranos en esa quinta, siempre conociendo nueva gente, luego otra gente se fue perdiendo, yo mismo me puse viejo y fue que así decidí contar una parte de aquella juventud que ya se fue, pero que realmente fue íncreible.-