El arreglador (7)
Ahora un fin de semana en una quinta.
EL ARREGLADOR 7
Esa tarde de verano rabioso, Don Adalberto me dijo que preparara algunas cosas, que nos íbamos a la quinta por todo el fin de semana. Allá fui a mi departamento, metí algo de ropa en un bolsito y espere.
Según me había contado Don Adalberto, la quinta no quedaba muy lejos de la ciudad. Pero como era fin de semana seguramente la ruta estaría cargada. Nosotros no teníamos ningún apuro y más para mi que había sido una sorpresa ya que no tenía pensado nada para el fin de semana.
DÍA UNO
Llegamos al atardecer, que el sol rojo de enero permanecía en lo alto y el canto de las chicharras surcaban y ensordecían el lugar, repleto de árboles y plantas florales, los colores saltaban a la vista y hacían del lugar algo que se asemejaba a la idea del paraíso. El perfume era exquisito y el paraíso hermosísimo.
Mi siguiente sorpresa fue cuando vi que allí estaban Julio y Magda, que apenas me vieron salieron a mi encuentro a saludarme con una sonrisa en la boca. Nos abrazamos y besamos cariñosamente.
__Este lugar es precioso__ dije yo
__¡Espectacular!__ acoto Julio
__¿Es la primera vez qué venís ?__preguntó Magda
__Sí, nunca había estado acá__ contesté
__No te vas a querer volver__ volvió a decir Magda
__¡Vengan por acá!__ nos invitó cortésmente Don Adalberto.
Lo seguimos, en realidad yo era el único que no conocía el lugar. Los otros se movían como pez en el agua.
__Yo ya mismo me voy a pegar un chapuzón a la pileta__ dijo entre gritos Magda y se perdió por un pasillo.
La casa era un chalet de muchos años. Pero parecían estar muy bien cuidad y mantenida. Tenía dos pisos. Con una escalera en madera bien lustrada. Subimos y Don Adalberto. Abrió una puerta y me señaló mi dormitorio.
__¡Espero que estés cómodo!__ me dijo
__Es muy grande. Se ve cómoda
__Ahí tenes un baño propio, con todas las comodidades
__¡Guau!__ fue mi expresión, lo que causó gracia a Julio y a Don Adalberto.
__Bueno, instálate tranquilo y nos vemos mas tarde.
__Bien, bien__ dije yo mirando a mi alrededor.
No era lujosa. Pero si de muy buen gusto. La cama de la habitación era de dos plazas. Los placares sencillos, empotrados en la pared. Eran de madera. Todo en la habitación todo tenía olor a limpio. El pido de la habitación estaba alfombrado con una alfombra de color claro oscuro , que iba muy bien con el color de las paredes. El lugar era fresco, tenía las ventanas semi abiertas y por allí entraba un airecito lindo, dulzón.
Me sentía a gusto y ordené mis pocas cosas en un placard. Fui al baño y era amplio y con bañera incluida. En eso estaba cuando golpearon a mi puerta. Abrí y parada estaba una chica que tendría más o menos mi edad. Sonriendo me dijo que era la hija de Don Adalberto.
__¿Cómo estas? Yo soy Bety. Hija de Adalberto, bah, una de sus hijas la otra viene en camino.
__¡Encantado!
__Viniste con mi padre...__afirmó
__Sí...__ conteste
__Yo vine con mi novio, un venezolano que debe andar chapoteando por la pileta ¿y vos?
__No estoy solo, es decir, no vine en pareja
__¿Te gusta la habitación?__ preguntó entrando en la habitación
__Sí, la verdad es que es muy linda.
Ella camino hasta la ventana y miro por ella. Aproveché para mirar sus piernas. Unas piernas bellísimas. Casi morenas. El shorcito que traía puesto era para infartar a cualquiera. Su cola se notaba parada y sabrosa. Giró imprevistamente sonriendo.
__¿No estarías mirando mis curvas?__ me tiró en la cara que sentí se ponía furiosamente roja. Balbuceé no dije nada, esbocé una leve sonrisa, mientras ella se acercaba
__¿Te gustó lo que viste?__ volvió a preguntar casi rozándome la boca
__Sí...__dije yo
Ella paso su dedo fino por mis labios, por mis mejillas. Acarició mi cuello. Bajó con su dedo por mi pecho, por mi estómago, sentí un leve cosquilleo, un remolino de deseo, suspiré, ella lo noto y seguía sonriendo, con su dedo acarició mi pierna, tocando siempre arriba del pantalón corto que tenía puesto en ese instante.
Fue acercando ahora su mano hasta encontrar mi entrepierna. Yo estaba duro. Ella atrapó mi verga y sin reposo, metió su mano y acarició la creciente víbora que latía y se retorcía. Sin ningún miramiento Bety se fue agachando sensualmente y bajo despacio mi pantalón. Saltó al exterior la pija dura y caliente. Paso la lengua como en una especie de reconocimiento. Beso la cabeza y apretó mis nalgas. Alcanzó los huevos que estaban redondos y fuertes como nunca. Su boca tragó finalmente mi pedazo y empezó a succionar tranquilamente. Milímetro a milímetro. Degustando, sin apuro, tremendamente sexual. Su experiencia se notaba, era increíble. Sus manos apretaban la verga, como ordeñando, sopesaban mis testículos, y la boca besaba y tragaba, lamía, mordisqueaba y trataba de meter hasta el fondo, la pija, mientras su mano iba y venía en un vendaval de deseo y pasión. Yo gemía y ella emitía leves sonidos, inaudibles, suspiraba y metía en la boca otra vez el glande. Uno de sus dedos empezó a acariciar mi agujero, hasta que lo fue metiendo lentamente sin dejar mi pija. Primero me clavó un dedo y luego dos al mismo tiempo yo rociaba su boca y su cara con mi leche. Ella expulsó hasta la última gota, limpió cuidadosamente mi herramienta y recién después se puso de pie. Siempre sonriendo
__Espero te haya gustado la bienvenida__ dijo picara
__Me encantó__ respondí
__¡Vamos a pasar unos días bárbaros, nos vemos__ y salió cerrando la puerta tras de si.
Quedé en el cuarto unos minutos y luego salí un poco más repuesto de la mamada que me había brindado Bety. Me dirigí al patio y en la pileta estaban Magda, Julio y un muchacho de piel negra, que supuse sería el novio de Bety. Me acerqué a la pileta y Magda me grito __¡Porque no te tiras, está re linda el agua!__ La verdad es que yo no era muy afecto al agua, pero dada las circunstancias me arrojé a ella salpicando a todo el mundo. Di unas cuantas brazadas y me apoyé en el borde.
__Nadas muy bien__ elogió Magda
__¡Todo un campeón!__ se rió Julio
__Más o menos, alguna vez practiqué natación
__Soy Lucio...__ dijo el muchacho negro y me extendió la mano
__¡Hola! Que tal...__dije sonriente.
__Es el novio de Bety, pensé que ya lo habías conocido__ exclamó Magda
__No nadie nos había presentado__ dijo el muchacho con cierta tonada tropical.
__Es de Venezuela__ dijo Julio
__País tropical__ recito casi cantando Magda, a lo que todos reímos divertidos. En ese momento apareció Don Adalberto, con una bandeja de tragos de todos los colores. Salimos de la pileta y nos fuimos acostando en distintas reposeras, sillones, etc que estaban desperdigadas alrededor de la pileta. Bebíamos los tragos entre risas y carcajadas y chistes de uno y otro tenor. En esa reunión se había sumado Bety que estaba a los arrumacos con su novio venezolano.
Ella me miraba de vez en cuando y me guiñaba el ojo y me hacía morisquetas que causaban mucha gracia. Nadie parecía darse cuenta o no le hacían especial caso.
Las primeras luces de la noche aparecieron sobre el cielo de verano y de a uno nos fuimos retirando a las habitaciones, para bajar y cenar.
La cena transcurrió en paz, seguimos bebiendo y comiendo a placer, lo estaba pasando realmente bien y los demás parecían estar muy cómodos. Después de la comida salimos al patio a seguir bebiendo y a fumar algunos cigarrillos. Entre charlas que trataban un tema y otro. De pronto tuve necesidad de ir al baño y entre en la casa. Subí los escalones y entre en mi habitación, hice lo que tenía que hacer y volví a salir. En eso estaba cuando escucho unas palabras y unos movimientos.
Me encamine a una de las puertas cercanas y se veía un pequeño haz de luz. Traté de observar, pero no pude ver nada. Las voces salían de ese cuarto que no sabía de quien era. Moví un poco la puerta para abrirla aún más y en ese momento pude ver a Don Adalberto sentado al borde de la cama y a Lucio parada delante de el. Don Adalberto se comía la verga de Lucio y este gemía y lo alentaba. Don Adalberto lo lamía y el negro estaba ya totalmente desnudo. Mi verga se puso rígida, no podía evitar ser un mirón. Los gemidos de los hombres iban creciendo. Lucio de golpe tomo de los hombros a su suegro y lo tumbo de espaldas. Mientras lo besaba en la boca le iba quitando la poca ropa que Don Adalberto tenía. Cuando quedó desnudo paso las piernas de sus suegro por sobre los hombros y paso la lengua sutilmente por el culo ardiente de Don Adalberto __¡Ahhh! Así Lucio, así mi negro__ lo alentaba Don Adalberto. La lengua se hundió un poco más en el ano del hombre que se retorcía en tanto yo había sacado mi pija y la masajeaba al compás de las imágenes. Ahora lucio se encargaba de la poronga dura de Don Adalberto y le comía alternativamente los huevos, pasado unos instantes de jadeos y lamidas, el negro lentamente se metió dentro de su suegro con la terrible poronga negra que comenzó a entrar y salir del culo en llamas de Don Adalberto que gemía y gozaba sin retorno. Lo clavaba sin descanso, mientras con una mano acariciaba y masturbaba a Don Adalberto que sucumbía llenando de semen las manos y el pecho de su yerno. Lucio sacó la vara de Don Adalberto y succiono un poco la pija de su suegro para dejarla limpia y sin rastros. Acostó de costado a Don Adalberto para penetrarlo otra vez, mientras mordía el cuello del hombre, a punto de estallar. Le bastaron unos cuantos vaivenes más y explotó en el culo de su suegro y yo rocié de leche el piso. La verga de Don Adalberto aún estaba dura y Lucio se puso a comerla nuevamente.
En eso se escuchó el ruido de un motor y voces entusiastas y de recibimiento alegres. Era que había llegado la otra hija de Don Adalberto, el dueño de casa.-