El arreglador (5)
Continuan las aventuras...
EL ARREGLADOR 5
Me levanté de la cama y me dirigí al baño a darme una buena ducha, ya que el calor apretaba y se hacía cada vez más insoportable. Escuchaba voces altisonantes y risas francas y alegres. Cubrí mi cuerpo caliente con abundante jabón y dejé que líquido refrescante rociaba su extensión y estuve así un buen rato. Luego salí y me vestí con la bata que me dejó Don Adalberto sobre la cama revuelta.
Salí del cuarto mucho más relajado y sintiéndome arrebatado de ganas y locura. Entré en el living donde charlaban risueñamente Don Adalberto, una mujer y un hombre relativamente jóvenes. Don Adalberto les dijo que yo eras un invitado y nos saludamos amigablemente. Me senté alrededor de la mesa que ocupaban y julio dijo __Así que estás de invitado en casa de Adalberto...
__En realidad soy una especie de mecánico
__¡Así! ¡Que bueno! ¿Y qué arreglas?__ preguntó Magda pícaramente.
__Todo lo que se refiere a electrodomésticos
__Interesante. Nunca entendí muy bien como funcionan esos aparatos
__Magda, querida Magda...Sos tan...Tan
__¿Tan qué Julio? ¿Tan tonta?
__¡Chicos, chicos!__ intervino Don Adalberto
__Pero si no me enojo Adalberto. El cree que soy tonta por preguntar y desasnarme
__Nadie cree que seas tonta, si hay algo que no sos es tonta
__Bueno porque no vas a preparar una picadita__ me dijo Don Adalberto. Me explico donde se encontraban las cosas y partí hacia la cocina.
Entré en la cocina y comencé a buscar los quesos, los vasos, las bebidas y todo lo concerniente a preparar la picadita. Me movía como si la conociera de años a esa casa. Debía ser por la tranquilidad que me embargaba en esos momentos. Mientras me movía de aquí para allá, sentí una voz detrás de mí y giré la cabeza. Allí estaba parado Julio.
__Sos muy joven...
__¿Eso es un reproche o una afirmación?__ pregunté
__Quizá las dos cosas__ dijo Julio y avanzó hacia donde estaba yo.
__Bueno vos y tu esposa no son, lo que diría grandes
__Ya lo sé, pero la juventud tiene un plus
__Puede ser, no lo sé
__Ya lo vas a saber.
Dicho esto julio avanzó un poco más. Sentí que se apoyaba contra mi culo y lo deje hacer.
__¿Te ayudo?__ preguntó
__Como quieras__ le contesté haciéndome el desentendido. Entonces el apretó con sus manos mi culo y lo comenzó a masajear por sobre la bata. Yo no dejaba de hacer lo que estaba haciendo, aunque una oleada caliente me comenzaba a atrapar. Me gustaba y lo dejaba hacer.
Del living venían voces más cautelosas. Como si comentarán algo que no debía escuchar. Algunas risitas entrecortadas y cómplices. Sospechaba que ellos sabían perfectamente lo que ocurría en la cocina.
Julio levantó mi bata y atrapó mis carnes ardientes. Como un ventarrón sus dedos hurgaban mi entrada trasera. Lo rozaban, suavemente buscaban el centro. Ya comenzaba a hundir lentamente un dedo en mi agujero. Yo ya me había detenía y apoyaba mis manos sobre la mesadas de mármol rojizo. Con la otra mano Julio agarraba mi poronga dura y palpitante. La apretaba. La masajeaba sacudiéndola un momento y deteniéndose al instante, como jugando con ella, como extasiándose. Con la boca mordía mi nuca y mis gemidos comenzaban a aumentar de volumen. Su respiración jadeante calentaba mi oreja y la mordía y metía la lengua dentro de ella y todo parecía un huracán. De vez en cuando apoyaba sus labios en mi nuca y me daba unos besos pequeños y furtivos.
La bata cayó al suelo y quedé desnudo. Levanté mi culo y el con un dedo penetró finalmente en mi ano, y ahora iba y venía dentro de el y me arrancaba soplidos de placer. Lo dejaba hacer y disfrutaba a pleno de esas caricias lujuriosas.
Julio se agachó y con sus dientes mordía suavemente mis nalgas. Le pasaba la lengua, las lamía. Las besaba y volvía a comenzar todo en un giro compulsivo de calentura febril. Me abrí aún más para sus caricias, casi le rogaba que siguiera lamiendo y mordiendo sin concesiones. Entró en mi culito y lo llenó de saliva y su lengua entraba como un estilete asesino en mi interior, sin dejar de acariciar y apretar mi pija. Chupaba mi agujero con dedicación y fruición, por momentos con calma y dulzura y por momentos con furia y violencia. Sus lengüetazos hacían flaquear mis piernas y me abría más y más. Con la lengua también lamía mis huevos y volvía a atacar mi cola que estaba a full.
Me giró sin levantarse del piso y tragó mi arma. La engulló y la sacaba, volvía a tragar y la llenaba de saliva que volcaba y rociaba sobre el ariete al rojo vivo. Besaba mi espada, la masajeaba y la ponía otra vez en su boca. Así estuvo un buen rato, luego comenzó a ponerse de pie besando mi ombligo, deteniéndose en mi estómago. Siguió subiendo y chupó mis tetillas, mi pecho, sin dejar de acariciar mi verga. Buscó mi boca y nuestras lenguas se unieron desenfrenadamente. Chupaba mi lengua y yo repetía lo mismo con su lengua.
Nuevamente me giró dejándome de espaldas a el. Volvió a bajar y a atacar mi agujero. Lo escupía y lubricaba bien mi entrada. Mientras acometía con un dedo y luego otro abriendo más mi culo. Se quitó sus pantalones cortos, tipo bermuda y rozó mis nalgas con un grueso miembro. Jugó un rato con mis nalgas apretándolas y apretando con ellas su pija dura como una lanza. Sentí la cabeza en mi entrada, fui agachándome de a poco, para facilitarle la penetración. Lentamente mi culo fue comiendo su poronga. Una vez que me tuvo enculado sus movimientos fueron creciendo cada vez más, para luego sosegarse.
Fue en esos instantes que aparecieron en escena Don Adalberto y Magda.
__Nosotros hablando de pavadas y ustedes divirtiéndose de lo lindo__ dijo Don Adalberto.
__Mira el pendejito que te estas comiendo Julio...Podrías compartir.
Dicho esto Magda se colocó delante de mi y me acarició la cara. Mientras Julio seguía bombeando dentro mío.
__¡Parece que estas gozando!
__¡Sí, cojeme así no pares!__ decía yo.
Magda se quitó el vestido parad frente a mi y me mostró un cuerpo infernal. Sus tetas enormes fueron paseadas ante mi vista. Su conchita estaba completamente depilada y su cola prometía mucho placer. Se acercó a mi apretando sus lolas y mostrándomelas busco mi boca y me entregó su lengua, nos besamos con pasión , en tanto Julio sacaba y metía su poronga en mi caliente agujero. Magda tomó mi verga con sus manos y las masajeó un instante, luego fue bajan y comenzó a chuparme deliciosamente. Mis ojos estaban en blanco. Mi cabeza era una oleada de placer indescriptible. En ese momento Don Adalberto se colocó detrás de Magda y empezó por acariciar su cola magnífica. Julio dentro de mi bufaba como un caballo en celo y me decía palabras al oído que recalentaban aún más la situación. Don Adalberto apretaba las nalgas de Magda y de vez cuando acariciaba su conchita, Magda sacaba hacia atrás la cola y gemía y en tanto engullía y engullía mi verga brillante a punto de estallar.
Don Adalberto clavó un dedo en la conchita de la mujer y está se retorció y maulló como una gata salvaje. Mientras aullaba palabrotas y pedía más. Don Adalberto comenzó a besar la vagina de la mujer y abría su culito a lengüetazos sin compasión. Sus dedos entraban y salían de la cueva de Magda que no soltaba mi pija .
__¡Dale Adalberto meteme la pija de una vez! ¿No ves que ya no aguanto?
__Ya va putita no te pongas así
__¡Cojeme, cojeme de una vez!
Don Adalberto tiró su bata a un costado, agarró su verga, que ya estaba dura y buscó la concha de la mujer. Fue entrando despacio, sin apuro y comenzó a ir y venir dentro de la mujer que suspiraba y gemía sin descanso. Magda bajó un poco más la cabellera rubia y alcanzó mis duros huevos. Fue con su boca y se metía de a uno en la boca. Los agarraba, los sopesaba y con su boca endemoniada volvía a tragarlos sin compasión.
Julio sacaba su poronga de mi agujero, lo paseaba por sobre mis nalgas, yo la alcanzaba con una mano, la acariciaba un instante y luego volvía a dirigirla hacia mi entrada y Julio entraba nuevamente.
Todo era gemido, suspiros, olor a sexo desenfrenado y loco. Todos estabamos sumergidos en un mar de fiebre incontrolable. Todo era una nave sin timón. Estábamos perdidos en la lujuria y la calentura. Nos dejábamos llevar por nuestros instintos más primarios. Más básicos. Éramos seres perversos y sin límites. Lo único que importaba era gozar y ser gozados. Dando todo y recibiendo todo. Sin dejar nada suelto al azar. Sin reprimirnos.
Don Adalberto apretaba las tetas de Magda y jugaba en su conchita llevando a la mujer al centro mismo del placer. Julio mordía mis hombros y jugaba con mi pija sacándosela de la boca a su mujer y luego volviéndola a dársela. Yo les decía que no aguantaba más y ellos marcaban la forma de estirar mi placer al máximo. Julio me cojía con fuerza, descansaba y volvía a atacar. Se detenía, besaba mi cuello. Buscaba mis labios, nos besábamos largamente y luego continuaba con sus movimientos controlados sobre mi.
Magda había cambiado de posición. Don Adalberto estaba ahora encima de ella. Ella había levantado las piernas por sobre los hombros, ofreciendo mejor aún su mojada vagina.
Julio hizo que me pusiera en cuatro patas y quedé nuevamente a la altura de Magda que sin perder tiempo volvió a meter mi poronga en su dulce boca. Ella era una máquina de tragar y me hacía enloquecer.
Ahora Julio sacaba de mi ano su verga y la ponía en la boca de Magda, que dejaba la mía y atrapaba la de su marido. Unos momentos después Julio nuevamente me enculaba. Don Adalberto empezó a gruñir y a descargarse dentro de Magda que se relamía y chupaba con más fuerzas las pijas de su marido y la mía. El semen de Don Adalberto regó a Magda que sonreía salvaje y feliz. El hombre quedó tirado sobre la mujer, derrumbado, satisfecho. A su vez Julio aceleraba sus embestidas sobre mi y en un largo y sonoro gemido llenaba mi agujero de su potente y sabroso líquido. Inundando mi cola, saciándola y retirándose momentos después, para quedar tirado en el piso, reponiéndose de semejante cogida. Magda apuraba sus chupadas sobre mi y yo le regalaba mi leche, entre estertores de muerte y felicidad. Ella se bebía hasta la última gota de mi esperma y siguió por unos momentos más acariciando mi verga con su lengua, sin importarle que yo estaba semi desmayado. También de vez en cuando lamía mi culo y se bebía la leche que caía en hilitos de mi interior.
Así estuvo un rato largo, en tanto caí en un profundo sueño, del que no despertaría sino unas horas después.-