El arreglador (2)
Continuan las aventuras.
EL ARREGLADOR 2
No sé que hora era cuando desperté. Pero lo hice sintiendo algo caliente en mi culo. Yo estaba culo para arriba, totalmente desnudo y la lengua de don Adalberto jugueteaba en mi ano. Me arrancaba deliciosas oleadas de calentura. En un primer momento pensé que se trataba de un sueño. Pero al abrir los ojos comprobé con gusto que era real. Tan real como mis gemidos. Primero de una forma suave, pero luego, a medida que don Adalberto penetraba mi agujero con su demoníaca lengua, todo dentro de mi se revolucionaba y me daba gusto que ese hombre me chupara de esa forma.
Don Adalberto, me masajeaba las nalgas, las apretaba con sus grandes manos. Luego las mordía suavemente y volvía a recorrer mi agujero palpitante y lleno de lujuria.
En un momento apretaba mi verga que ya se estaba alzando nuevamente y la masajeaba, masturbándome de manera increíble. De vez en cuando con su lengua acariciaba mis duros testículos y yo sentía que mi culo se abría cada vez más.
El gemía y su respiración se hacía pesada y entrecortada. Murmuraba palabras tales como __¡Me encanta tu culo! ¡Ah, eres una preciosura!__ y cosas por el estilo. De más está decirles que yo volaba de temperatura y mi verga había vuelto a crecer y estaba dura como un quebracho y como hacía tiempo no se me ponía.
De pronto don Adalberto incrustó uno de sus dedos en mi agujero. Lo movió tranquilamente. Luego lo sacó y regó mi ano con un líquido refrescante y que a mi me pareció sabroso y excitante. Nuevamente atacó mi culo con su dedo, lo siguió moviendo y girando dentro mío y eso me enloquecía. No tardó mucho tiempo en avanzar con otro dedo en mi vírgen culo y arrancaba de mi los gemidos más profundos e íntimos. Estaba gozando terriblemente de esa cogida con los dedos. Así me tuvo unos instantes exquisitos.
Luego se acomodó cerca de mi y atrapando mi cara me besó profundamente, incrustando su lengua en mi boca, a lo que yo respondí sin dudarlo. Nos besamos largamente. El con sus dedos en mi culo y yo apretando su verga, que como la mía estaba a punto de estallar.
En un momento la tuve en mi boca y comencé a succionar ese aparato que me ofrecía el hombre y sus lamentos de placer traspasaban las paredes y los sentidos.
Me aboqué a esa tarea por vez primera y mi lengua recorría el pedazo. Luego lo besaba. Lamía la cabeza morada y volvía a chupar sabrosamente. Sopesando a la vez con una mano, los huevos hinchados de don Adalberto, que se sacudía y hundía aún más sus dedos en mi culo. Yo me hinqué de rodillas, ofreciendo fácilmente mi agujero ardiente, sin dejar la verga del hombre. Con mis manos lo apresaba y lo apretaba. lo mantenía en mi mano un momento observando y luego volvía a meterlo en mi boca sedienta. Los quejidos de don Adalberto tomaban fuerza y mi boca deglutió de a uno sus huevos y eso le provocó una sacudida monumental y arrancaron una vez más enloquecidos gritos, insultos y todo tipo de palabrotas. Hasta que estallé en su mano sin poder contenerme. Mi leche roció su mano. Mano que luego de un momento él llevó a su boca. Luego buscó la mía y saboreamos mi leche, con dulzura y pasión.
Nuevamente fui bajando mi boca por su pecho sin vello, mordí sus tetillas. Besé su ombligo y volví a atrapar la pija en mi boca. Luego de unas cuantas chupadas largo su leche en mi boca. Una parte la tragué, pero era tal cantidad que no pude con toda. Don Adalberto se derrumbó a mi lado, sonriente y satisfecho. Luego de un momento volvió a besarme en la boca.