El apoyador degenerado

Un colegial es apoyado por un chico mas grande en un ómnibus, y esta es la historia bien caliente que nace entre ellos.

EL APOYADOR DEGENERADO

Desde temprana edad supe que era gay. Quizás desde demasiado temprano en mi vida. Me gustaban los hombres y por ello me resultaba difícil relacionarme con los chicos de mi cuadra, tenía otros intereses, otros gustos, otras diversiones. No se si nací asi o me hicieron así, pero si se que desde chico supe que me gustaba la pija ajena, la carne de chancho, la sin hueso, la pistola de los otros..

A los trece años empecé la secundaria en la Capital, y eso me obligaba a viajar en colectivo (bus) durante unos treinta y cinco minutos de ida y otros de vuelta.

A la salida del colegio, aunque había dos chicos mas grandes que tomaban el mismo colectivo, yo me apartaba de ellos , pues el mas alto de los dos, solía burlarse de mi hablar algo afeminado y de mis maneras demasiado finas y educadas.

El vehículo venía siempre lleno con muchas personas paradas y yo prefería quedarme parado en la parte de adelante y no correrme hasta el interior. Apoyaba mi portafolios como podía en el piso y me tomaba de extremo del pasamanos del asiento para no caerme.

Una vez venía distraído, cuando sentí algo en mi culo, Alguien me estaba apoyando su pija, y se refregaba contra mi raya aprovechando los movimientos del vehículo. Disimuladamente me corrí y vi que el autor del apoyo era un adolescente de unos dieciocho años, alto y corpulento de ondeados cabellos rubios , que cuando me observó mirando puso la vista en el vacío como si nada hubiese ocurrido.

Mi culo había empezado a transpirar y a dilatarse . Me sentía extraño, y cuando el muchacho volvió a apoyarme aprovechando que el colectivo se había llenado de gente me refregué contra su pija gorda y dura, a punto tal que el muchacho se excitó de tal modo , que se bajó. Eso imaginaba yo. Lo había calentado tanto que el tipo se había corrido en seco. En mi vanidad nunca pensé que podría haberse bajado del bus por haber llegado a su destino.

La segunda vez que lo ví, observé que antes de acercarse a mi ya estaba erecto, que sus ojos eran grises o verde claro, su mirada algo perdida, su nariz aguileña, tenía restos de acne y su boca demasiado gruesa y grande eran desagradable. El tipo me daba repulsión y miedo pero al mismo tiempo, me atraía. Había estado deseando el roce de aquella pija gorda desde la primera vez. Estaba algo lejos de donde yo me encontraba , pero aprovechando el descenso de un matrimonio mayor, se me acercó y disimuladamente se ubicó atrás mío, y en medio del colectivo lleno, apoyó su deseada poronga en mi culito deseoso. Deseada y deseoso , oh la ley del deseo.

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Se venía para adelante o yo me iba para atrás, de modo que el apoyo era cada vez mas cercano y hasta podía oler su sudor, su aliento a pastillas de anis, y un lejano olor a tintorería. Los apoyos se repitieron otras veces y se hicieron cosa de casi todos los días.

El tipo descendía mucho antes que yo, en la Capital y yo me quedaba con el culo dilatado, una sensación de vacío y unas ganas desesperadas de masturbarme, y lo hacía en las largas siestas de aquel primer invierno en que lo conocí.

Nunca nos dirigimos la palabra en aquella época, solo el contacto sensual de su pija juvenil , gorda y erecta contra mi culo, a través de la ropa, y solo alguna vez y sin querer, su mano había tocado mi brazo. Jamás hubo otro tipo de contactos, ni el intentó otro tipo de acercamiento, solo el apoyo, que me ponía a mil y me obligaba a hacerme la paja al llegar a mi casa , cada vez que nos veíamos que era casi todos los días.

Un día ascendi al colectivo , varias paradas después y lo vi, apoyarse a otro escolar de otro colegio, un gordito al que conocía de vista. El tipo se la apoyaba sin ningún reparo, y el chico, parecia no darse cuenta de la presencia de una pija dura en su trasero.

En mi ingenuidad de los 13 años , entendí en ese momento que el tipo, era un perverso que obtenia satisfacción por apoyar cualquier culo adolescente. Que lo hacía conmigo porque yo me había dejado, pero que en realidad lo haría con cualquiera con tal de satisfacer su deseo. Solo apoyar en silencio, refregar a través de la ropa un culo virgen y joven, si era gordito mejor, estacionar su pija en ese culito y luego seguramente acabar en una paja descomunal al llegar a su casa.

La convicción de haber sido sólo uno de esos culos , me llevó a rechazarlo la próxima vez que quiso apoyarme. Le di un fuerte culazo en la pija, como si fuera sin querer, como si fuera consecuencia de un movimiento brusco del colectivo y el tipo ni pudo gritar y menos evitar que me corriera al interior del coche, como solía pedir el chofer.

No volvió a intentarlo , y aunque me perdí el apoyo placentero de una pija dura y caliente , reconoci que aquellas apoyaturas eran las de un tipo degenerado y perverso, y que era preferible , esperar un tiempo para intentar una verdadera situación sexual con alguien que me gustara.

Un par de años después, lo volví a ver y tuve miedo. En aquella época, se podía cumplir el servicio militar en la policía, y el muchacho se había enrolado en la Policía Federal y no sólo eso, había conseguido que se le diera como parada la esquina de mi colegio. Esto significaba que se había puesto al lobo en el gallinero, pues la parada le permitía conversar con decenas de chicos y estoy seguro que era la fuente ya no de sus masturbaciones tras apoyar a alguno , sino de otras conductas sexuales mas graves.

Pero no podía decírselo a nadie. Y veía su cara de lobo cada vez que pasaba por su esquina y el me miraba con sus ojos enturbiados por el deseo, pues me había reconocido.

Solía pasar por esa esquina mas veces de lo necesario, cuando su guardia coincidía con el horario del colegio y nos echábamos miradas muy expresivas. En una oportunidad, el comenzó a caminar tras mio, y yo muy asustado entré a un negocio de comestibles para evitar todo contacto. Le temía, me generaba repulsión y deseo y miedo.

Un día noté que ya no hacía guardias en la esquina de siempre y dejé de verlo. Me preguntaba que había sido de él. Yo seguía masturbándome recordando los apoyos del colectivo o inventando historias morbosas que lo tenían de protagonista.

Ese mismo año, mi compañero de banco y un amigo me contaron que un policía que custodiaba un depósito a media cuadra de sus casas, tenía una prostituta amiga que ofrecia sus servicios a muy buen precio y me invitaron a ir.

Yo era virgen aún pero estaba seguro que no me atraían las mujeres y por eso no acepté la invitación alegando que tenía una historia caliente con una chica de un liceo. Una tarde fui a la casa de mi compañero a buscar mis apuntes para una prueba del día siguiente, y no estaba.

Tampoco estaba en casa del amigo, por lo que decidí ir hasta el galpón para ver si lo encontraba. Golpée las persianas y al rato apareció el policía, que resultó ser el apoya culos de los colectivos , con una linterna en la mano.

Sin saludar le pregunté por mi amigo y el me dijo que no estaba, pero que pasara, no quise hacerlo pero me empujó y apagó la linterna , luego encendió una lamparita en un cuarto donde había una cama tendida, y me dijo, que hacía años que nos conocíamos y ni sabíamos como nos llamábamos que el era Walter, que estaba loco por mí, que era tímido , que no era un degenerado, que lamentaba que hubiera parecido eso, y comenzó a tocarme el culo, la pija los brazos a través de la ropa.

Me resisti pero cuando el desnudó esa pija tantas veces apoyada en mi orto, una pija blanca gorda venosa cabezona, con huevos colgando maravillosamente, cuando la pija fue ganando tamaño , y echando su líquido , y el la hacía palpitar al compás de su corazón, no pude mas y me arrodillé sobre el piso de adoquines, y me metí esa verga enorme en la boca como si fuera un gran manjar, y no una pija gruesa, de dudosa higiene, con fuerte olor a orina y semen, que me oradó la garganta con su fuerza, con la locura de su dueño, con la perversidad del momento, con mi deseo de puto desesperado, y chupé , chupé , chupé esa pija descomunal , hasta que el se vino en mi boca con su néctar degenerado y demente, con cuatro gruesos chorros de su leche de pajero , con toda su fuerza del hombre que me calentaba.

galansoy.

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