El apartamento (I)

Se va a un apartamento en la costa con su novio/amo... allí se convertira en la mujer más sumisa.

Hola otra vez, hoy os quiero contar otra de las cosas que nos gusta hacer a mi novio/amo y a mi, espero que como los otros relatos que he enviado y que tan amablemente publica el web master de la pagina, os guste.

Si habéis leído los otros relatos que he enviado, ya estáis en antecedentes, si no es mejor que vayáis a ellos en vez de repetir de nuevo toda la historia, los relatos en orden cronológico, son, "Noche con las amigas", "El profesor", "La web cam", "Cena de protocolo", "El notario" y "Lucía", todos escritos por mi.

Un amigo prestó a mi novio un apartamento en una pequeña ciudad costera, se veía la playa desde la ventana, decidimos que unos días allí nos vendrían muy bien, no era muy lejos de donde residimos habitualmente, pero nadie nos conocía salvo este amigo, que no sabía de nuestra relación amo/sumisa, para él solo éramos novios.

Preparamos el viaje con tiempo y fuimos en un fin de semana largo, de viernes a martes, pero yo ya comencé el viaje con mal píe, pues me dormí y llegue tarde a la cita con mi novio para salir de viaje, habíamos quedado a las siete, pero no llegue hasta cerca de las nueve, por la noche había preparado el equipaje, en el bolso, incluí todo lo que Luis, que así llamaremos a mi novio me había pedido y ordenado, faldas holgadas fáciles de levantar y dejar caer, muy cortas, una mini en concreto de mucho vuelo que le encantaba, un corpiño negro con encajes en azul oscuro y dorado, dos ligueros uno blanco y uno rojo, tops, camisetas, medias, unos zapatos de tacón, una regla de plástico de cincuenta cm.

La cámara de fotos digital, ninguna braga o tanga, unas deportivas, bañadores, bikinis, en fin lo normal, pero me olvide de incluir una fusta que hacia unos días Luis había comprado y yo guardaba en espera de una ocasión idónea para estrenarla y que él pensó que en ese fin de semana sería ideal, yo confieso que nunca me había gustado la fusta y solo había probado la del profesor, quizá por eso no la metí, me olvide, también me mandó llevar el disfraz de criada sumisa que le gusta que me ponga alguna vez, este vestido tiene dos versiones, una que consta de zapatos, medias, blancas o negras según el conjunto que lleve, corpiño o liguero, generalmente negro o de tonos oscuros, cofia, mini delantal y guantes de color blanco, y otra versión que es todo eso y un vestido negro muy corto, y arreglado de tal manera que sí bien por delante con el delantal, se abate y cubre un poco por debajo de la cintura tapando el pubis, justito, justito, esta misma forma de llevarlo, y por como esta arreglado hace que la falda por detrás se levante el pequeño pero abierto vuelo que lleva y la tela negra con puntillas blancas en el borde, se alce como si se llevase un pequeño miriñaque y deja todo el trasero al aire, orlado con la tela pero que no hay forma de bajar cuando se lleva puesto, si bien al caminar, la falda hace un movimiento ondulatorio, arriba y abajo que cubre un poquito las nalgas pero solo por arriba y nunca del todo.

Llegue al coche, estaba enfadado, me dijo que ya hablaríamos del plantón más tarde, que sí llevaba todo.

-Sí, esta vez no se me ha olvidado nada, perdóname por llegar tarde, me dormí y...

-No me digas nada, ya hablaremos de eso, vamos ya que estoy harto de esperarte. El viaje comenzó con mal pie, yo notaba que estaba enfadado pues ni siquiera me había pedido que me sentara sobre la piel recogiendo la falda en mi cintura, como le gusta que haga, ni había comprobado, que como a él le gusta iba sin bragas y perfectamente depilada, nada, no obstante yo lo hice, además dije la clave para entre nosotros entender que desde ese momento somos amo y sumisa, "Esencia", me senté y levante la tela de la falda que quedo aprisionada a mi espalda contra el asiento, él ni miró, comenzamos el viaje.

No habló en bastante rato, solamente la música de la emisora de radio nos acompañaba, cuando ya llevábamos una hora aproximadamente de camino, se dirigió a mí por vez primera.

-¿Has cogido la fusta? Porque me parece que hoy ...

Se me cayó el alma a los pies, ¡¡¡la fusta!!!, se había quedado en mi casa, me quede como idiota mirándole, él a su vez al ver que no contestaba, me miró, y movió la cabeza de arriba abajo.

-Siempre haces igual, te olvidas de algo, ¿no decías que habías traído todo? ¿se te olvido, verdad? -Sí, pero es que como la guarde el otro día y no la he vuelto a ver, pues...

-Ya, ya, o sea además de llegar tarde, no traes las cosas que se te piden, no sé que voy a hacer contigo.

Seguimos viaje en silencio, yo pensaba rápido en que cosa podría sustituir a la fusta, pero no se me ocurría nada más que el cinturón de Luis, la carretera empezó la subida de un puerto, y pronto nos vimos entre pinares, se agradecía la sombra, Luis, iba más despacio, como sí buscase algo, volvió a hablar.

-Vas a estar los cuatro días en la casa vestida de criada y así te voy a tratar ese va a ser tu castigo, ¿aceptas?.

Siempre me consulta los castigos o las pruebas que me pide hacer, aunque puede ordenármelo y a veces basta que yo le diga que no me apetece o me gusta lo que propone, para que no solo lo haya de hacer sino en grado mayor, así que decidí aceptar, no era tan malo después de todo.

-Sí, acepto.

-¿Sí, ...que?, ¿no se te olvida algo?.

-Sí amo.

Dije rápidamente, al momento, Luis bajo la velocidad hasta casi detener el coche, miraba un camino de tierra, que parecía llevar a una pequeña caseta de piedra que se veía algo lejos, a unos cien metros de la carretera, del estilo de esos refugios que suele haber por los montes para excursionistas, vi que enfilaba con cuidado el coche hacia la caseta, cuando ya estaba a la vista, a unos 25 metros de ella me mando bajar del coche y esperar, siguió hasta la caseta y le vi bajarse del coche entrar y salir al momento, volvió con el coche, y de nuevo cogió el camino pero en dirección a la carretera, cuando estábamos a un distancia intermedia del refugio y de la carretera, me ordeno bajar de nuevo, dio la vuelta al coche y de nuevo lo coloco en dirección a la caseta, desde el interior del coche me dijo que me quitase la falda, yo desde donde me había dejado un momento antes, había visto como algunos vehículos pasaban por la carretera y sí bien, era solo un momento, se veían perfectamente en el giro de la curva de donde nacía el camino, no obstante, no proteste, Luis me pide cosas parecidas muchas veces, pero nunca a las once de la mañana, en fin, pensé para mí que sí alguien me veía pensaría que era una excursionista que llevaba un minúsculo bikini; me quite la falda y quede desnuda de cintura hacia abajo salvo por los calcetines y las zapatillas de deporte. Luis me dijo,

-Deja la falda dentro del coche y camina hasta la caseta, no corras y no mires hacia atrás aunque oigas los coches, cuando llegues hablaremos allí. De pronto aquellos 50 metros me parecieron 50 km. Empecé a caminar, veía el coche que ya llegaba a la caseta con mi novio dentro, que se bajó y me miraba, yo caminaba deprisa pero parecía no avanzar, dos veces oí como algún coche subía o bajaba por la carretera, pero no me volví, llegue a la cabaña, entre, dentro estaba muy desordenado y sucio pues se hacia fuego en una pared que tenía una chimenea baja y se habían esparcido los carbones de fuegos apagados hacia tiempo, Luis entro detrás de mí, llevaba una rama fina de un pino, y yo le había visto mientras me aproximaba como la limpiaba de pequeñas ramitas que de ella crecían, ya sabía lo que me esperaba, así fue, él no me dijo nada, me hizo una seña y me indico que me agachase, yo se como he de hacerlo, con las piernas rectas, y he de inclinar la cintura todo lo que pueda para abajo como ese ejercicio de gimnasia que trata de que con las manos llegar a tocar los pies sin doblar las rodillas, así me coloque, tardó un poquito, oí antes el silbido que el golpe, fue uno solo, pero parecía fuego, Luis, no siguió de momento, dijo:

-Esto es muy fuerte para hacerlo desde el principio, no te muevas.

Así quede, le oí ir fuera, y al momento me llamó. Fui, y le vi sentado en las piedras que había delante de la cabaña, a modo de rústico banco, se palmeo las rodillas y me dijo que me pusiese sobre ellas, así lo hice, pero se me ocurrió decirle.

-Luis, desde aquí se ve la carretera, nos van a ver.

-Te acabas de ganar unos azotes de propina. Estoy esperando.

Comprendí que no iba a cambiar de opinión y lo que iba a hacer, pues siempre que va a azotarme con fuerza con algún objeto como un cinturón, fusta, látigo, bambú, un rato antes me da una buena tunda con la mano, el objeto de esto es que entre la primera tunda y la, sesión dura, digamos, deja un tiempo en el que el cuerpo y en especial las nalgas reaccionan al dolor creando una sustancia el propio organismo que anestesia la sensación de dolor, haciendo que la segunda sesión, aunque sea más fuerte, duela menos.

Me coloque sobre sus rodillas, empezaron a llover sobre mis nalgas azotes sin cuento, no dejó ni un rincón por azotar desde el nacimiento de las cachas al final de la espalda a los muslos que recibieron parte de la tunda, solo paró un momento, para decirme que la marca de la rama se distinguía perfectamente ya como una línea roja entre cruzando mi dolorido culo, que iba a quedar muy rojito cuando volviese a usar esa ramita, después continuó; zas, zas, los azotes caían fuertes y yo desde mi posición veía la carretera, no sé sí alguno de los cinco ó seis coches que subían o bajaban se dio cuenta, pero a mí me pareció que todos nos veían lo que hacíamos. Término la azotaina, y me ordeno ponerme cara ala pared, iba a entrar cuando, me dijo: -Dentro, no, aquí al lado de la puerta, y sin protestar.

Ni se me ocurrió, pero sí le pedí permiso para cogerme las nalgas enrojecidas, me lo dio y además fue al coche por la crema hidratante que me pone después de los azotes, allí mismo, de pie, consciente de que aunque de lejos los coches no verían nada de lo que realmente pasaba, pero también consciente de que estaba casi desnuda a la luz del día, notaba como la crema apenas calmaba y refrescaba mis nalgas, el sol calentaba mi espalda, y yo sabía que Luis no estaba aún a gusto, volvió al coche, le oía trastear, al momento me dijo.

-Quieta ahora, gira la cara pero no muevas el cuerpo, quiero hacerte una foto,

Así lo hice, la verdad quedo muy bien, en ella se me ve apenas vuelta hacia la cámara, y el culo tiene un color rojo brillante por los azotes y la crema que le hacia reflejar el sol. Estuve así unos veinte minutos, tras este rato, Luis, cogió de nuevo la rama y empezó a azotarme con ella con cuidado, hube de unir mis manos por encima de la cabeza, y muy metódicamente cayeron uno tras otros los golpes, solo paraba cuando oía un coche que se aproximaba, entonces se interponía entre la posible visión de este y mi cuerpo, pero continuaba cuando el ruido del motor se desvanecía, no fueron muchos ramazos, unos veinte, pero suficientes, parecían quemaduras y no dudo que las marcas cruzadas que dejaron pusieron aún más color en las ya azotadas nalgas, a cada uno de los azotes, Luis me recordaba que no debía llegar tarde y que no debía olvidar lo que se me ordenaba traer, yo casi no podía aguantar las lagrimas, aunque reconozco que estaba disfrutando y muy excitada.

Cuando por fin paró, Luis me besó por vez primera en todo el día, y me acompañó dentro de la cabaña, allí, mientras no dejaba de acariciarme, me hizo apoyar las manos sobre una pared, abrir las piernas, y me penetró desde detrás de mi, yo estaba, ya lo dije muy excitada, y como siempre me pasa, el calor de las nalgas recién azotadas con la sensación de hacer el amor, me causan tal excitación, que tuve un orgasmo muy deprisa, antes de que Luis tuviese el suyo, por lo que sin pedir permiso, cuando vi que sus acometidas eran más lentas, me gire, y me agache ante su miembro, que estaba brillante de los flujos, no dude, lo metí en mi boca y le hice gozar dentro.

Tras esta parada, todo parecía volver de nuevo a su cauce, los dos íbamos contentos, yo recompuse mi vestimenta, coloque una toalla en el asiento del coche, me senté sobre ella a fin de que la crema que no se hubiese absorbido no manchase el sillón, y tras habernos aseado con algo del agua que llevábamos en las botellas, seguimos viaje.

Todo este episodio nos había retrasado bastante, llegamos al apartamento como a las tres de la tarde, la verdad, entre bajar el equipaje y colocarlo, no nos apetecía ir a un restaurante ni hacer comida, Luis, consultó la guía local de teléfono y encargó comida china para traernos al apartamento, yo estaba sentada y aún me sentía arder el culo tras la sesión recibida, cuando Luis me dijo que me pusiese el uniforme de criada completo, como habíamos quedado, no proteste ni me pareció mal, me gusta vestir así para él, lo que me extrañó fue que me pidiese vestir el disfraz completo, no la versión sin vestido, pero no me plantee mayor problema y así lo hice, me coloque unas medias negras, el corpiño negro con encajes azul oscuro y dorado, la cofia, los zapatos de tacón, el vestido, y por último el delantal, que nada más atar su cinta hizo que la falda se levantase completamente por detrás, así me presente en el salón, Luis, me miró, me hizo girar y me dijo que bien me quedaba, entonces me habló de sus planes para esos días y entre otros me dijo que iríamos a comprar una fusta nueva pues en la guía había visto la dirección de una sex shop en la ciudad, pero eso sería esta tarde, de momento, cuando viniera el chico de la comida le atendería y pagaría y pondría la mesa, el se iba a duchar.

-Pero, Lui..perdón, amo, ¿cómo le voy a abrir vestida así? -¿Qué pasa, no lo has hecho antes con el pizzero? Estamos en un sitio que nadie nos conoce, no es la primera vez que harás algo parecido, y no se discuten las órdenes.

-Sí amo.

Tenía razón, en otros episodios os he contado como hube de recibir al chico de las pizzas a domicilio en alguna ocasión, y aquella vez primera, pues luego hubo más, pero al conocer ya al chico no parecían tan impactantes como esa experiencia primera, llevaba aún menos ropa, hoy al menos, si no me giraba, no vería nada, ya estaba pensando que le diría al chino, le contaría que estaba probando un disfraz y...

-Quiero que le abras y hagas lo que sea para girarte, el castigo es que te exhibas para él.

-Pero va a ver las marcas de los azotes de esta mañana y...

-Tú misma o eso, o te pongo desnuda en la pared enfrente de la puerta, escoge.

Estaba claro, en fin, sonó el portero al rato, ya Luis había salido de la ducha, andaba por ahí en bañador y camiseta, llevaba la cámara en las manos, me había hecho varias fotos, conteste a la voz que chapurreaba español e informaba que traía el pedido, le abrí la puerta del portal, me dirigí a la puerta, llevaba el dinero en la mano, era muy consciente del efecto del vestido en la parte de atrás descubriendo todo mi culo y del color rojo de este, sonó el timbre de la puerta. Pensé para mí.

-Bueno, no es más que un chico, japonés o chino o coreano que va a alucinar y que no se creerá lo que va a ver, un culito de una chica vestida de criada, rojo como un tomate, hoy va a ser su día.

Abrí la puerta, la pequeña figura que con la cabeza agachada miraba un papel y con la otra mano portaba unas bolsas, levantó la cabeza, y....¡¡¡era una chica!!!, ahora me quede yo de piedra cuando al mirarme abrió mucho los ojos y me miró de arriba abajo, casi tira las bolsas, cuando se dirigió recitando el pedido, le indique que era correcto y que era aquí, no me separaba de la puerta, aún no me había visto por detrás, yo pensaba que ya es fuerte que te vea un chico el culo, pero una chica, aún más, Luis, estaba gozando, apareció por allí, cámara en ristre y me hizo un foto pidiendo a la chica que se quedase un momento allí, en el marco de la puerta, en esa foto, se ve a la chinita, de frente y a mi de espaldas, mi culo ocupa el centro de la imagen.

Luis, le pidió que entrase la comida y la colocase en la mesa del pasillo, yo me hice a un lado, ahora la chinita estaba dentro del pasillo, la puerta abierta, yo pegada a la pared, la situación sé hacia obsesiva pues la chica no dejaba de mirarme, Luis me dijo que pagase, fui a cerrar un poco la puerta por sí pasaba alguien, pero la mirada de Luis me hizo desistir, comencé a entregar el dinero, las monedas, los billetes, ...aún no había tenido que girarme, cuando Luis intervino, y le preguntó a la chinita si prefería que le pagásemos en monedas todo el pedido por si no tenía cambio, ella dijo que sí, entonces mi novio me mandó ir a buscar su cartera, ahora sí estaba perdida, pero a lo hecho pecho, comencé a caminar y notaba los ojos de Luis y la chica en mi espalda, no corrí, fui y volví caminando y al llegar, Luis hablaba con la chica de mí, lo supe porque con la mano hacía el gesto de dar una nalgada y la chinita se reía y afirmaba con la cabeza, llegue a su altura, y Luis me dijo que la chinita no se creía que me había azotado por portarme mal, yo le dije que sí, y pareció aún más asombrada, entonces Luis le dijo que no solo me había dado esa tunda si no que me daría más, y diciendo esto, me miró, me cogió de la cintura, y me empujó suavemente con la mano en la espalda haciéndome agachar el cuerpo, cuando me tuvo algo agachada y la falda era un revuelo negro alrededor del culo, yo solo veía los pies de la chica delante de mí, mi Luis me dio unos azotes, no muy fuertes, me levantó de nuevo, y me besó, yo correspondí a su beso y al término del mismo y mientras la mano de Luis acariciaba ya sin ningún pudor mi trasero, sonreí a la chica, lo hice espontáneamente, ahora la chinita miraba a uno y otro como si estuviésemos locos, pero también sonreía y me señalaba con el dedo, -Divertido, divertido, vosotros dos, divertidos, locos pero divertidos.

Decía, cogió su dinero, se despidió bajando muchas veces la cabeza y sonriendo y nos dijo adiós desde fuera de la puerta y allí fue ella la que hizo como que azotaba el aire con la mano mientras me miraba a mí, y sonreía, yo no pude evitar sonreír también de nuevo.

Después de comer hicimos de nuevo el amor, y esa tarde no me azotó Luis, pero al caer la noche fuimos al sex shop y eso.... eso os lo cuento en el próximo relato, muchos besos a todos.

Sumisita.