El anti-cuernos, los tenia puestos

De lo que se enteró la noche que el marido, tocando, tocando a su mujer dormida...

EL ANTI-CUERNOS, LOS TENIA PUESTOS

Me despertó el calor. De reojo miré el reloj despertador. Las 04.35 A.M.

Me di la vuelta y me separé un poco de ella. Sin buscarlo rocé el culito. Siempre me ha gustado sentir su piel desnuda. Es verano. Solo estamos tapados por las sábanas. Habitualmente dormimos desnudos. La mano disimuladamente vuelve a rozar sus nalgas.

Toco su culito. Acaricio sus formas. Entero. Nada. No se despierta. Sigue respirando profundamente. Está en el séptimo sueño. La conozco. No la despiertas ni a tiros.

¿Me aventuro? Si… Un poco de fuerza y la giro. Está boca arriba. Espero. Nada, ni se inmuta.

Paso la mano por la cadera hasta llegar a su coñito. Dejo que los dedos se enreden en su tupido coño. Juego con ellos. Hago caracolillos. Siempre me ha gustado que tenga esa melena en el chocho. El anular, como quien no quiere la cosa, se deja resbalar entre los labios. De arriba a abajo.

Consigo hacerla ronronear. Es un el ronroneo meloso….

Suavemente, comienzo a sobar su sexo, a masturbarla sin que se despierte. Es un juego muy morboso.

A contraluz con el despertador, veo como los pezones crecen, se repliegan sobre sus aureolas. “Se me está poniendo cachonda”, me digo a mí mismo. Sonrío.

Comienzo a notar cierta “humedad” en su entrepierna.

Más humedad… más movimientos de mi mano. Comienza a agitarse, se retuerce… Ronronea más. Los ruiditos guturales se vuelven jadeos. Se estremece. Sigue dormida. Debe ser un sueño húmedo. ¡Qué estupidez! Pero me hace gracia mi chiste y sonrío.

Su coñito ya es un charco… Jadea… Cada vez más rápido, cada vez más profundo.

Está dormida, pero sus caderas se mueven, se convulsiona entera. ¿Lo hace su cuerpo por instinto?

Sus muslos tienen como pequeños espasmos. Se cierran un poco. Buscan aprisionar los dedos… El clítoris está hinchado. Rozo su agujero, la entrada de la vagina. Por ahí entra mi polla… Sonrío. Es la puerta del placer.

Y tengo un mal pensamiento. ¿Meterla los dedos y ver qué pasa? ¿Y por qué no follármela? Al fin y al cabo, es mi mujer ¿no? Puedo follármela cuando me dé la gana.

Si. Creo que voy a despertarla. ¿O no? ¿qué pasaría si sigo jugando? ¿será capaz de correrse dormida? No sé... La verdad, me apetece metérsela. La tengo dura como un palo. Pero por otro lado…

No, voy a seguir jugando… Luego, si eso, me la follo.

En ese momento susurra. Dice algo. Habla dormida. Apenas se la entiende. Diría que es un “sigue” casi ininteligible. ¿Se ha despertado? A miro. Sigue con los ojos cerrados. Espira profundamente. No. Sigue dormida.

Y sigo claro. Los jadeos son cada vez más profundos e intensos. Su mano sube a los pechos. Se acaricia ella sola. ¿Sigue dormida? ¿Finge? Creo que no. Desde luego su respiración me dice que sigue dormida, muy dormida.

Me giro y lentamente voy jugando con mi mano. Tengo dos dedos a la entrada. Empujo un poco. Joder cómo resbalan. Está choreando. Entran perfectamente.

En sueños habla… No la entiendo… ¿Ha dicho fóllame? ¿jódeme cabrón? Nunca dice eso… Sonrío…. Menudo sueñecito tiene…

Y mi polla se está poniendo… Lo vuelvo a pensar. No sé qué hacer, si masturbarme yo también o subirme encima y “violarla dormida”. Sé que no la gusta que la haga eso, pero creo que hoy no diría nada.

Pruebo con otro dedo. Ya estoy jugando con tres dedos dentro de su coño. Adentro afuera. Adentro afuera. Les giro a un lado. A otro. Les empujo despacio y les voy girando. Cada vez les meto más adentro.

¿Cabría un cuarto dedo? Pongo la mano en forma de cuña. Empujo… Entra entera. Su coño se dilata. Detengo la mano en los nudillos, pero me da que si empujo la meto toda. No me atrevo a seguir. Entra sale. Entra sale. La vuelvo a girar. Es el mismo juego de antes.

Sigue, sigue… ahora si la entiendo. Perfectamente. Se retuerce. Se estremece. Debe estar cercana a llegar. Sus jadeos ya son gemidos. Ahora se agita, se estremece. Pequeños espasmos sacuden su cuerpo cada vez más intensamente.

Ya no son simples movimientos reflejos de la cadera o los muslos. Menudo baile. Sus caderas avanzan hacia mi mano. Como si quisiera que la penetrara más, que entrara la mano entera. Como si su coño quisiera comerse una polla gigantesca.

-. Sigue… sigue… ¡¡¡Me corro, me corro!!! ¡¡¡Me revientas hijo de puta!!! ¡¡¡Me matas!!! ¡¡¡¡¡Vamos Luis clávame tu polla!!!!

Y cuando llega al clímax, el nombre de Luis resuena por toda la casa:

-. AAAHHHHGGGGGG!!!!!!!!! LUUUIIIIIIIIIISSSSSSSSSSSSSS!!!!!!!!!!!!!!!!!!!

-. ¿Luis? . ¡¡ ¿Luis? ¡!. ¡Qué cojones de Luis! ¡Pero si yo me llamo Gerardo!!!! ¡¡¡Gerardo Pérez Sánchez!!! ¡¡¡En el curro los colegas me llaman el “GPS”!!!

Despierta sobresaltada. Aun jadeante. Mi polla se ha desinflado en un segundo. Mecánicamente sigo moviendo mi mano, la sigo masturbando.

Me mira. Está desorientada. Tarda unos instantes, pero creo que se ha dado cuenta de lo que ha pasado.

Jadeante me mira estupefacta. Yo doy la luz. Retiro mi mano de su entrepierna. Los dedos brillan por sus jugos. Chorrean más bien. Clavo mis ojos. Esquiva mi mirada. Es suficiente.

Me giro en la cama. Mi mano huele a su sexo.

La veo caminar desnuda por la habitación rumbo al servicio. Al volver, abre el armario. Un simple vestido de tirantes. Ni ropa interior.

-. Pensaba decírtelo… No sé… Hubiera querido que fuera de otra manera.

Más que arrepentimiento, hay lástima en su voz. Vamos que me pone los cuernos y encima la doy pena.

Ni un portazo. Ni un simple adiós. Y allí me deja, estupefacto, con la palabra en la boca.

Oí el timbre en la escalera. Luís… claro… Luis, nuestro vecino de enfrente.

Menuda imagen. El anti-cuernos corneado… Tirado en la cama, las sábanas a los pies… tumbado mirando al techo y la mano, esa que olía a sexo femenino no para de subir y bajar frenéticamente rodeándome la polla. No podía parar. No podía dejar de pensarlo.

Todo se me apareció de repente. Como los que “ven la luz” me di cuenta de todo. Comprendí todo. Claro que entraba la mano… y algo más… ¡Mi esposa estaba follada por otro! ¡Me había puesto los cuernos!

-. ¡Hija de puta!, ¡te ha estado follando! ¡te ha jodido como a una puta cualquiera!¡Soy un cornudo!, grité en la habitación.

Cuanto más lo gritaba, cuanto más la insultaba, cuanto más imaginaba cómo se la habían follado, más me dolía, pero más placer sentía. Un placer indescriptible, infinito. Un placer que me hacía temblar, retorcerme de gusto. Un millón de descargas eléctricas recorrían mi cuerpo. Salían de la polla y sacudían todo mi ser.

-. Zorra… hora sé por qué te caía tan simpático el vecino… Puta… te lo cepillabas en cuanto me iba al curre… La de veces que te habrá metido la polla por la boca… Tendrás el coño en carne viva… Joder… La de veces que me habré follado tu coño usado. El otro cabrón riéndose, poniéndome los cuernos a la cara… So puta… Seguro que te ha jodido por el culo… Y te habrás dejado… So guarra… Tendrás el ojete escocido…. Gritaba sin parar.

Y justo en ese momento, abrí los ojos y la vi. Apoyada en el quicio de la puerta. Inexpresiva. Mirándome fijamente en silencio.

Como si me diera calambre, solté mi polla. Pero fue inútil. El semen salió disparado. Con una fuerza inusitada, con una potencia increíble. Salpicó hasta la pared de enfrente. Mi polla tenía vida propia. No paraba de escupir chorros y chorros. Temblaba en la cama. Me faltaba el aire. Era una pasada. Jamás había tenido un orgasmo tan intenso.

Y tuve que reconocerlo. Mi vergonzoso y extraño éxtasis me hizo disfrutar como nunca. Y sabía la razón, sabía por qué me había excitado de esa forma, por qué lo había sentido tan intensamente.

¿Y ahora qué?, me pregunté en silencio sin dejar de mirarla. No sé cómo pudo volver a ponerse dura, ni en qué momento volví a agarrármela y a pajearme. Solo sé que no podía separar la mano de mi polla.

FIN

PERO…. HABÍA OTRO POSIBLE FINAL:

¿Y ahora qué?, me pregunté en silencio sin dejar de mirarla. Fue cuando le vi. Allí estaba Luís. Detrás de ella, medio escondido en la penumbra. Mirándome burlón. Sin duda habría presenciado todo. Habría oído todo. Me sentí ridículo. Patético. Avergonzado. Pero, sobre todo, por primera vez me sentí cornudo. Un cornudo que disfruta sabiendo que lo es…

Allí estaba Luís mirándome. Él era el que me había puesto los cuernos. Él, había convertido a mi mujer en una buena puta. Y por qué no decirlo, él era el que me había hecho disfrutar como nunca.

Su mirada me lo decía todo. Era como si me hubiera leído el pensamiento. Sabía lo que yo sentía, lo que había imaginado… sabía por qué me había excitado tanto al saberme cornudo…

Lentamente soltó un tirante. Ella ni se movió. El pezón estaba erguido. Estaba excitada. Suave, lento pero decidido, comenzó a amasar su pecho. A jugar con su pezón. Luego siguió con el otro. El vestido calló al suelo. Me quedé de piedra, mirándola completamente inmóvil. Estaba impresionante. Totalmente desnuda, abandonada a sus caricias, con los ojos cerrados, recostada en él, apoyada en otro hombre, dejándose sobar por otras manos.

La besaba el cuello sin dejar de mirarme. Insultante, desafiante. Una mano sobaba los pechos. La otra acariciaba su coño haciéndola gemir.

La hizo avanzar hasta el aparador. La colocó apoyando las manos. El culo hacia atrás. Sus tetas colgando. La hizo separar un poco las piernas. Agarró las nalgas y las abrió. Se agachó un poco. Tuvo que ver sus dos agujeros. Fingió asombro, como si fuera la primera vez que lo veía.

Luego me miró. Una lasciva mirada. Seguro y prepotente la agarró el sexo. Sin volverse hacia mí, me enseñó dos dedos. Vi como desaparecían en su interior y como la hizo gemir al moverlos. Los metía, los sacaba, los metía, los sacaba. Y ella gemía. Sus tetas bailaban de adelante atrás anticipándome el espectáculo que iba a presenciar. Cuando los sacó estaban brillantes.

Se giró un poco. Chulesco. Prepotente. Le vi cómo bajaba la cremallera, cómo desabrochaba el pantalón. Sabía lo que iba a hacer. Lo iba a hacer delante de mí. Se la iba a follar. Lo iba a hacer a lo bestia. La iba a hacer gemir, gritar de placer. Lo iba a hacer así para humillarme, para demostrarme que mi mujer era suya.

No sé cómo pudo volver a ponerse dura, ni en qué momento volví a agarrármela y a pajearme. Solo sé que iba a contemplar cómo se follaba a mi mujer y que no podía separar la mano de mi polla.

  • Dedicado a Rocío y Axel, mi entrañable pareja ... Ella una maravillosa esposa y puta, y él un magnifico marido y buen cornudo.

undia_esundia@hotmail.com