El año sabático (2)

Me vino a buscar a la estación...

Me vino a buscar a la estación el marido de la amiga de mi madre, Alberto, un hombre que parecía estar curtido por el campo, con arrugas en su cara morena por el sol, manos grandes y venosas muy fuertes, con una mirada entre triste y cansada, como si estuviera arto de la vida, hablaba lentamente, pronunciando con claridad todas las palabras, me estrechó con fuerza la mano, me dijo que a su mujer Teresa le hacía mucha ilusión verme y que pasara con ellos unos días.

Durante el viaje me estuvo explicando que él trabajaba en el campo muchas horas para sacarse un sueldo decente, que con su edad llegaba a casa cada día muy cansado, gracias a venir a buscarme ese día no trabajaría tantas horas y en parte estaba agradecido de que yo llegara, no se alegró de verme o conocerme no, el cabrón se alegraba porque ese día trabajaría menos, todo cariño el hombre.

Casi ochenta kilómetros de la estación hasta el pueblecito perdido de Dios en medio de unos campos enormes, viajando en un coche que tenía más años que yo y con él conduciendo, íbamos pisando huevos con las ventanillas abiertas del calorazo que nos estaba cayendo encima. Me explicó que su mujer trabajaba en una cooperativa agrícola escogiendo fruta, que sus hijas algunas estaban de vacaciones porque estudiaban y la mayor buscaba trabajo en algo diferente que no fuera el campo, que lo tenía muy crudo porque en aquella zona o trabajabas con la fruta y las hortalizas o no encontrabas nada más, pensé que si tenía hijas en su casa por lo menos podría hablar con alguien más o menos de mi edad. Por fin pude ver el pueblo desde la carretera, cuatro casas mal puestas y pinta de ser lo más aburrido que te podías tirar a la cara, suspiré pensando en lo que me esperaba los siguientes días, y lo poco que tardaría en largarme de allí, paró el coche en una calle estrecha encima de la acera, casi no me deja sitio para poder salir de lo cerca que me dejó de la pared de la casa pintada de blanco, abrió el maletero y sacó mi mochila tirándomela para que la cogiera en el aire, que bruto era ese hombre, dejó la puerta del coche abierta que si pasaba otro se tendría que esperar, invitándome a entrar en la casa que tenía las puertas abiertas de par en par, no me extrañé, porque en aquella mierda de pueblo se debían de conocer todos, entramos en la casa, había una chica sentada en un sillón mirando el móvil con unos pantalones cortos tejanos y una camiseta de tirantes, con una pierna por encima del reposabrazos dejaba entrever unas buenas tetas, no nos hizo ni puto caso siguiendo con los suyo.

ALBERTO: Nena, deja de mirar esa mierda y escúchame.

El tipo tan vasto como lo imaginaba, la chica levantó la cabeza mirándonos con mala hostia, una morenaza de cojones con ojos claros.

ALBERTO: Este es el chico que estábamos esperando, enséñale su habitación que yo me voy a trabajar, hoy no he pegado un palo al agua con la hora que es, chico, esta es Irene yo me voy.

Me la presentó así y el tío se largó sin más, yo me quedé de pie esperando, la chica agachó otra vez la cabeza mirando el móvil sin darme puta bola, acabé dejando la mochila en el suelo y me senté en otro sillón delante de ella, sacando mi móvil para enviarle un mensaje a mi madre para que supiera que había llegado bien, volví a mirarla, me fijé que con las piernas abiertas como las tenía y el pantaloncito corto que llevaba puesto se le veían los huecos de los muslos antes del coño y casi las bragas por el lado, levantó la vista y yo la aparté rápidamente disimulando.

IRENE (con mala hostia): ¿Estás mirando algo tú?

YO: Yooo, que va, estoy esperando a ver qué hacemos.

IRENE: Yo contigo no voy a hacer nada, vete esperando.

YO: Vale, vale.

Siguió escribiendo en el móvil, de vez en cuando reía, era como si estuviera escribiéndose mensajes con alguien, cuando me miraba a mi cambiaba el semblante poniéndose sería, yo pensaba en qué coño le había hecho aquella mujer para que me tratase así, estaba alucinando, pasó un buen rato sin hacerme ni caso, se levantó de golpe, me levanté yo también mirándola, la tía estaba buena de cojones.

IRENE: ¿Qué haces tío?

YO: Yo, yo, yo que sé, tú te has levantado, pensaba que por fin me ibas a enseñar mi habitación, para dejar mis cosas más que nada.

IRENE: Hay sí, ven conmigo.

Me hizo un gesto con la mano para que la siguiera, se dirigió a unas escaleras que subían a un segundo piso de la casa, ella iba delante y yo detrás mirándole su bonito culo, se giró de golpe parándose en medio de la escalera pillándome, levanté la cabeza para mirarle la cara.

IRENE: ¿Me estabas mirando el culo pedazo de gorrino?

YO: Yo, yo, yo no que va.

IRENE (cachondeándose): Tú solo sabes decir, (puso voz de tonta), “Yo, yo, yo no que va”, pareces tonto tío.

YO: Es que no sé qué decirte Irene.

Me miró como si me perdonara la vida, acercó su cabeza oliéndome en general.

IRENE: Hueles mal tío, de dónde coño vienes, es que no os bañáis de donde vengas.

YO: Tía me he pasado un montón de horas encerrado dentro de un tren, ¿qué quieres?, que huela a rosas.

IRENE: Tú lo que eres es un guarro.

Se giró volviendo a subir las escaleras, pensé que tanto follar en el tren con Berta algo de olor “rara” debía de hacer, ella seguía subiendo escalones…

IRENE: Joder, para una visita que tenemos es más corto que las mangas de un chaleco el cabrón.

No me atreví a decirle nada, llegamos a un pasillo con varias puertas, abrió una y entramos en una habitación, la miré alucinado, una ventana en la pared de  enfrente con una cama debajo llena de muñecas y muñequitos de peluche por encima, como si fuera la cama y la habitación de una niña pequeña.

YO: ¿Pero de quién es esta habitación?

Me miró por encima del hombro.

IRENE: ¿Qué pasa, que al señorito no le gusta?, es la habitación de mi hermana pequeña, los días que estés tú aquí, que espero que no sean muchos, ella dormirá conmigo, así que no me toques el coño que ya estoy suficiente cabreada por tener que compartir mi habitación.

YO: ¿Pero qué edad tiene?

IRENE: Casi veinte años.

YO: No me jodas, ¿es que tiene algún problema?

Yo hubiera dicho que aquella habitación era de una niña de cinco años como mucho. Me miró otra vez que pensaba que me mataba con la mirada.

IRENE: Tú sí que tienes un problema grave gilipollas, la segunda puerta a la derecha en el pasillo es el cuarto de baño, dúchate antes de nada que hueles a, a, (me volvió a oler), yo que sé a qué coño hueles guarro.

Yo pensé, a eso, a eso precisamente huelo, a coño, a un coño cojonudo.

IRENE: Si necesitas algo grita que estaré abajo, en ese armario encontrarás toallas para secarte.

Se largó cerrando la puerta de golpe, subí la mochila encima de la cama para abrirla y sacar la ropa para escoger que me pondría después de la ducha, dejé por encima el resto de la ropa apartando los muñequitos, me quité la camiseta dejándola en el suelo, las zapatillas y busqué en los bolsillos del pantalón antes de quitármelo, encontré de nuevo las bragas de Berta llevándomelas a la nariz volviendo a olerlas, se me empezó a poner la polla morcillona, las dejé en el fondo de la mochila, puse el móvil encima de la mesita de noche, mi madre ya me había contestado el mensaje diciéndome que me lo pasara bien, si ella supiera lo bien que me lo estaba pasando nada más llegar, manda huevos, también decía que me llamaría más tarde para hablar conmigo, me acabé de desnudar dejando la ropa en el suelo, abrí el armario que me había dicho Irene buscando una toalla, había una pila y todas de color rosa, cogí una con desgana y me la enrollé en la cintura, después agarré el neceser del cuidado personal, salí al pasillo y entré en el cuarto de baño, dejé la toalla encima de la tapa del váter y abrí el agua de la ducha, salía fresquita, le daba vueltas al mando del agua caliente pero la temperatura no cambiaba, de acuerdo que hacía calor pero yo estaba acostumbrado a ducharme siempre con el agua tibia, como salía aquella me parecía demasiado fría, cerré el agua abriendo un poco la puerta gritando…

YO: IRENE.

No me contestó, volviendo a gritar.

YO: IRENE.

Escuché unos pasos, me debió de hablar desde el hueco de la escalera.

IRENE: ¿Qué te pasa?

YO: ¿No funciona el agua caliente?

IRENE: ¿Queee?

YO: ¿Qué si no funciona el agua caliente?, que sale fresquita.

IRENE: Este tío es “retrasao”, anda dúchate de una puta vez y no me toques los cojones.

Me dejó con una cara de tonto de la hostia, me duché con el agua como salía y me metí de nuevo en la habitación a vestirme, me perfumé y bajé al salón, Irene estaba sentada otra vez igual que antes con la mirada fija en el móvil, me acerqué por detrás, ella olió y se giró.

IRENE: Por lo menos ahora no pareces un gorrino acabado de salir de un charco de mierda.

Me senté otra vez en el sillón delante de ella, me miró fijamente.

YO: ¿Pasa algo?

IRENE: ¿Y la ropa que te has quitado, qué has hecho con ella guarro, la has guardado para que coja más el olor?

YO: ¿Qué, qué quieres que haga con ella?

Giró la cabeza poniendo cara de paciencia perdonándome la vida otra vez.

IRENE: Bájala para echarla al cesto de la ropa sucia cerdo, si ya digo yo que eres un poco “retrasao” coño.

Me levanté de golpe subiendo las escaleras para bajar la ropa, cuando estuve delante de ella me miró, se levantó y acercó la nariz a la ropa oliendo.

IRENE: Joder como huele, parece, parece, puagg que asco, si no fuera tuya pensaría que huele a coño, anda ven conmigo.

La seguí pensando, “Si tú supieras”, me llevó a la cocina abriendo una puerta donde había la lavadora y un cesto de mimbre grande.

IRENE: Tira aquí la ropa para lavarla, cada vez que tengas algo para lavar lo dejas aquí, ¿lo has entendido?

YO: Coño Irene, no me hables como si fuera tonto joder, que lo he entendido a la primera.

IRENE: No sé chico como eres tan rarito.

La miré con una cara como diciendo, “Como te pasas tía”, caminé para volver al salón, cuando estaba a punto de llegar al sillón para sentarme entró alguien en la casa, me giré y me quedé de piedra.

Allí, con una sonrisa había una chica que lo primero que le vi fueron unas tetas espectaculares, debajo de una camiseta de tirantes que parecía que le iba explotar por la presión de las tetas debajo de un sujetador, también llevaba unos pantaloncitos blancos apretados que se le marcaban las bragas y unas chancletas en los pies.

CHICA (sonriendo): Hola, ¿quién eres?

Irene salió de la cocina en ese momento.

IRENE: Hola Silvia cariño, este es el tío que estábamos esperando, es un poco “retrasadito” pero que le vamos a hacer.

YO: Joder Irene, para ya con lo de retrasadito anda.

Me acerqué a Silvia que seguía sonriendo.

YO: Encantado de conocerte Silvia.

Se abalanzó sobre mí pasándome los brazos por el cuello dándome dos sonoros besos en las mejillas, apretando sus tetas sobre mi pecho que noté como se me clavaban los pezones, se separó mirándome.

SILVIA: Pues es muy guapo, ¿no te lo parece a ti Irene?

Irene se había sentado otra vez mirando el móvil, contestó sin apartar la mirada.

IRENE: Y bastante tontito también.

Silvia se sentó en el sillón que me había sentado yo antes, yo lo hice en el sofá de tres plazas.

SILVIA: Pues a mí me parece muy educado.

IRENE: Si lo hubieras olido cuando ha llegado no opinarías igual, olía como un cerdo saliendo de la charca de mierda.

Yo giraba la cabeza diciéndole que no mirando a Silvia.

SILVIA: Pobrecito, ¿porqué te metes tanto con él?

Irene levantó la cabeza del móvil mirando a su hermana, después me miró a mí volviendo a bajar la cabeza fijando la vista en el móvil de nuevo.

IRENE: Porque me sale del coño.

En ese momento entró alguien más a la casa, me giré y me volví a quedar boquiabierto, otra chica, esta en mini falda con una blusita con otras tetas acojonantes, caminaba contorneando las caderas acercándose a nosotros, madre de Dios que hermanas, para no parar de hacerme pajas.

SILVIA: Hola Bea este es el chico que esperábamos.

Si Irene era una morenaza con ojos claros, Silvia con el pelo de color castaño y ojos claros, Bea era rubia y ojos como no también claros, una muñequita, me levanté para saludarla.

IRENE: Es tonto no fiaros de él.

La fundí con la mirada, levantó la vista mirándome la cara.

IRENE: ¿Qué?, es verdad.

SILVIA: No le hagas caso Bea, que es muy guapo.

Me acerqué a Bea y me dio dos besos sin saber qué cara poner.

BEA: ¿Pero qué os pasa nenas?

IRENE: Que el chaval es “retrasao” y a Silvia se le han mojado las bragas cuando lo ha visto.

SILVIA (levantando la voz): No digas eso de mí que no es verdad imbécil.

IRENE: Anda que no zorrona.

BEA: ¿Queréis tranquilizaros joder?

UNA VOZ DE MUJER: ¿Pero qué pasa en esta casa, que se sienten las voces desde la calle?

Me giré y vi a una mujer un poco regordita pero con las carnes prietas por lo que podía adivinar debajo de una bata que llevaba puesta, y como no, unas tetas descomunales, ahora sabía porque sus hijas tenían lo que tenían de bien armadas que iban todas, sabía sin que me lo dijeran por lo que recordaba qué era la amiga de mi madre, entendí porque sus hijas eran como eran, una salió a su padre, y el carácter creo que también, otra se quedó en medio y la tercera era igual que ella. Venía de trabajar.

BEA: Nada, estábamos hablando con Fran que ha llegado esta tarde.

Irene hizo un gesto para decir algo, yo pasé por su lado en ese momento para ir a saludar a la señora, giré la cabeza mirándola con mala leche.

YO (flojito para que no me oyeran): Cállate cabrona de los cojones.

Me miró a los ojos descojonándose de risa y no dijo nada. Me acerqué a la señora abriendo los brazos, nos abrazamos y nos besamos.

YO: ¿Cómo está Sra. Teresa?, mi madre me da muchos recuerdos y besos para usted.

Me miraba fijamente, las tres hijas se descojonaban de risa tapándose la boca.

IRENE (mirando a sus hermanas): Lo veis como es tonto.

TERESA: Como has crecido Fran, ya eres todo un hombre, no les hagas caso a estas que están tontas “perdias”, se ríen porque me hablas de usted y saben que no me gusta, tutéame por favor.

YO: Claro que sí, como tú quieras.

TERESA: Se ha quedado a esperarte Irene, ¿te ha ayudado a instalarte?

YO: Sí, ha sido muy, “a m a b l e”.

Lo remarqué bien cachondeándome, miré a Irene fijamente a los ojos.

IRENE: A que sí, ves mamá como lo he hecho bien.

La madre que la parió que huevazos tenía la tía.

TERESA: Va chicas prepararos para hacer la cena, que vuestro padre no tardará en llegar.

Se empezaron a mover todas entrando en la cocina, yo no sabía qué hacer, me acerqué a la puerta.

YO: Puedo ayudar en algo.

IRENE: Pon la mesa si te ves capacitado, si lo ves muy difícil no hace falta que lo hagas ya te enseñaremos cuando tengamos un rato.

SILVIA: Que capulla eres Irene.

Irene se descojonaba de risa.

TERESA: Pero como le vamos a hacer trabajar hoy que acaba de llegar, Fran cariño siéntate en el sofá tranquilo, una te va a llevar un vasito de vino para que te lo vayas tomando.

IRENE: Yo a ese no le llevo nada.

Teresa y sus otras dos hijas la miraron en silencio.

IRENE: ¿Qué pasa?

TERESA: ¿Qué que pasa descarada?, que le vas a llevar el vino tú, y como no lo hagas te castigo toda la semana sin salir, tú misma.

A Irene se le puso una cara de mala hostia tremenda, yo la miraba disimulando una sonrisilla de verla jodida, me miró como si me quisiera matar, yo me fui riéndome a sentarme en el sofá para esperar que me trajera el vino, la vi salir de la cocina con un vasito lleno de vino tinto, caminando hacia mí que le salía humo de la cabeza mirándome con unos ojos de odio que daban miedo, se paró delante de mí.

IRENE: Aquí tienes el vino machista de mierda.

Me levanté delante de ella mirándole a los ojos cabreado.

YO: No te permito que me hables así, si hay alguien que crea en la igualdad de la mujer soy yo, he ido a todas las manifestaciones feministas en vuestro apoyo siempre, pero tú, tú, tú te mereces que alguien te de un par de hostias y te ponga en tú sitio gilipollas.

Me miraba a los ojos fijamente.

IRENE: ¿Serás tú el que me de ese par de hostias que dices?

YO: Si hace falta sí.

Nos quedamos mirando a los ojos acercándonos cada vez más, me estaban entrando unas ganas de cogerla por el culo y besarla tremendas, sus ojos se movían mirando los míos nerviosos entreabriendo los labios, reaccioné y me senté dejándola de pie con el vaso en la mano, cerró los ojos un momento y los volvió a abrir, estiró la mano con el vaso de vino.

IRENE: Coge el vino por favor, ya verás que es muy bueno.

Se lo cogí lentamente rozándonos las manos, se giró y empezó a caminar de vuelta a la cocina.

YO: Irene.

Se giró seria mirándome a los ojos.

YO: Muchas gracias por molestarte en traerme el vino.

Sonrió moviendo la cabeza de arriba abajo y se metió en la cocina.

Le di el primer trago, estaba realmente bueno, pensé que igual mi estancia en aquella casa no iba a ser tan aburrida como pensaba cuando vi el pueblo desde la distancia, estaba con mis pensamientos cuando entró Alberto, se acercó a la cocina.

ALBERTO: Hola chicas ya estoy aquí.

Seguía caminando para las escaleras, me vio a mí sentado con el vino en la mano.

ALBERTO: Hola chaval, joder, acabas de llegar y ya te tratan como un rey, cuidado no te vayas a deslomar de tanto trabajar.

El tío siguió caminando subiendo las escaleras, ya me quedó claro de donde coño había sacado el carácter la cabrona de Irene, después de cenar, ver la tele un rato y hablar con mi madre por teléfono, nos fuimos a dormir sin nada más que resaltar.