El año sabático (13)
Cuando volví a mi apartamento...
Cuando volví a mi apartamento me dispuse a meterme en la cama y sonó el móvil, era mi madre, eso sí que era extraño a aquellas horas.
YO: Hola mama.
MI MADRE: ¿Cómo estás hijo?
Noté que algo no iba bien y me puse nervioso.
YO: ¿Qué, qué pasa mama?
MI MADRE: Lo siento hijo pero tendrías que volver, tengo que contarte algo y no puedo hacerlo por teléfono, ven por favor cuando puedas.
Mi madre siempre fue muy fuerte, ella había tirado del carro de la familia toda su vida y me sacó a flote cuando murió mi padre con sus ánimos no desfalleciendo en ningún momento, le sentía una voz apagada y cansada, no me quiso explicar nada más y le prometí que saldría en el primer avión de vuelta, salía uno el día siguiente al medio día, por la mañana me despedí de Antonella, Margot y Nicolle de la tienda, que eran las personas que habían estado más cerca de mí y me fui muy preocupado.
Llegué a la casa de mi madre, abrí con mis llaves de siempre, estaba sentada en el sofá con la vista perdida, al verme sonrió y se levantó pesadamente abrazándome poniéndose a llorar, pocas veces, muy pocas veces la había visto llorar.
MI MADRE: Ven cariño, siéntate a mi lado, hacía tiempo que no me encontraba bien y me notaba muy cansada, pero ya sabes cómo soy que nunca me han gustado los médicos, tuve que ir porque ya no podía con mi alma y…
Se puso a llorar mirándome, yo no pude aguantar más llorando también…
YO: ¿Cuánto tiempo mama?
MI MADRE: Muy poco hijo, muy poco.
Me pasé dos meses solo dedicado a ella, haciéndola lo más feliz que pude cuando se encontraba algo mejor y cuidándola cuando se encontraba fatal. Los últimos días en el hospital no me separé de ella, una tarde estando sentado al lado de su cama abrió los ojos agarrándome la mano.
MI MADRE: Tengo que confesarte algo, no puedo ocultártelo más.
YO: ¿Qué me quieres decir mama?
MI MADRE: Te pedí que pasaras a ver a Teresa por el pueblo para…
Me miraba a los ojos con los suyos cansados.
MI MADRE: Ver si te hacías novio de Irene, lo hablamos las dos y nos hubiera hecho ilusión que acabara bien, por lo menos lo intentamos y sé que estuvisteis cerca de conseguirlo.
Se puso a reír como pudo, volviendo a ponerse seria.
MI MADRE: Sabes lo peor que me sabe.
YO: No mama.
MI MADRE: Que te voy a dejar solo, me hubiera gustado cuidar de ti hasta que encontraras a una mujer que lo hiciera por mí, pero no podrá ser, prométeme que no llorarás por mí y que te recuperarás pronto, para poder seguir con tú vida y ser feliz como te mereces.
Yo estaba llorando que no podía controlar las lágrimas que me caían por la cara.
YO: No me ves como estoy mama, cómo quieres que no llore por ti…
MI MADRE: Sssss, tranquilo, todo irá bien, solo prométeme que tirarás para adelante y serás fuerte.
Se lo prometí con la cabeza apretándole la mano, porque era incapaz de articular una puta palabra, mi madre fue fuerte hasta el final de su vida animándome ella a mí, me miró con una sonrisa y cerró los ojos, no pasó de aquella tarde.
La enterramos junto a mi padre que es lo que ella quería, en el entierro solo estaba su gran amiga Teresa que vino del pueblo en cuanto la llamé, se querían como hermanas, mis padres fueron hijos únicos y yo también lo era, por eso su preocupación de dejarme solo, porque era verdad, me había quedado más solo que la una, Teresa me ofreció de ir con ellos cuando quisiera y si me quería quedar a vivir allí también cuidaría de mí, pero mis padres me habían dado unos estudios para que me ganara bien la vida, le prometí a mi madre que tiraría para adelante con valentía y pensaba cumplir mi promesa.
Dos semanas más tarde después de llorarle y arreglar papeles me dispuse a levantar la cabeza y empezar a enviar curriculums a las empresas, hice varias entrevistas que fueron bastante bien. Una mañana llegué muy pronto a una empresa importante que tenía varias delegaciones por todo el país para una entrevista, pasaba el tiempo esperando sacando un café de una máquina cuando oí a mi lado una voz.
VOZ: Perdona, ¿tú no eres Fran?
Giré la cabeza y no me lo podía creer, era Berta, la chica del tren.
YO: Berta que sorpresa, ¿pero qué haces aquí?
BERTA: Eso tú, yo trabajo hace un montón de años en esta empresa.
Nos saludamos con dos besos.
YO: Pues yo venía a hacer una entrevista de trabajo.
BERTA: ¿Qué me dices?, y con quien la tienes.
Miré en mis papeles y le dije el nombre de la persona.
BERTA: Ya, es el jefe de recursos humanos, vente conmigo.
Se sacó otro café de la máquina y la seguí, atravesamos una oficina muy grande y nos metimos en un despacho con su nombre en la puerta encima de unas palabras, “Directora comercial”, se sentó detrás de la mesa y me ofreció asiento delante de ella.
YO: ¿Eres la directora comercial?
Me sonrió de verme nervioso.
BERTA: Eso pone en la puerta por lo menos.
Me lo estaba diciendo a la vez que descolgaba el teléfono apretando una tecla.
BERTA: Hola soy Berta, ¿tienes una entrevista con un chico que se llama Fran?..., vale, pues lo tengo en mi despacho, estoy muy interesada en que trabaje conmigo en mi departamento…, muy bien gracias te debo una, hablo con él y ya lo acompañaré a recursos humanos para que le conozcas y os deje todos los datos.
Colgó y me miró a los ojos con una sonrisa.
BERTA: Felicidades, ya tienes trabajo.
YO: ¿Aquí, contigo?
BERTA: Sí, en mi departamento, yo seré tú jefa, si quieres claro, si no te está bien puedes seguir buscando por ahí a ver qué encuentras, pero te aseguro que aquí estarás bien y con un sueldo para empezar que no está nada mal.
YO: No, no, sí que me está bien, pero es que yo del tema comercial igual voy un poquito justo.
BERTA: Mira no te preocupes, empiezas conmigo, te formaremos y a ver si te gusta, si no te convence ya estarás dentro de la empresa y siempre podremos buscarte otro puesto de trabajo si conviene. ¿Qué te parece?
YO: Genial, cuando empiezo.
BERTA: Ahora mismo, primero pasamos por recursos humanos y después nos vamos a comer juntos para ponernos al día, déjame que haga un par de llamadas que tengo pendientes y nos ponemos en marcha.
Esperé sentado en su despacho escuchando como hacía varias llamadas de trabajo, cuando acabó me acompañó a otra parte que me cogieron los datos para darme de alta de la seguridad social y esas cosas, bajamos al parking de la empresa a buscar su coche y me invitó a comer en un buen restaurante, le expliqué mi viaje desde que nos despedimos en el tren y lo que había pasado con mi familia.
BERTA: ¿Así, no tienes ninguna cosa que te ligue aquí ni en ningún sitio?
YO: Pues no, tengo disponibilidad total para el trabajo.
BERTA: Pues mucho mejor, te voy a enviar a una delegación que tenemos en otra ciudad, allí te formaran personas de mi confianza y nos veremos dos o tres días a la semana.
YO: Esa ciudad fue donde bajaste del tren, ¿allí es donde tienes a tú pareja?
Me miró fijamente a los ojos.
YO: Perdona, no quería importunarte, es tú vida privada y yo no pinto nada en ella.
BERTA: No, no me molesta la pregunta, ya me separé de él, me ofrecieron el puesto de directora y me vine a vivir aquí, ahora viajo algunos días allí y vuelvo.
YO: Vale, empezaré a buscar apartamentos para alquilar.
BERTA: No hace falta, yo tengo uno en el que puedes vivir, así no gastas innecesariamente.
En los siguientes días preparé mis cosas para cambiar de vida a otra ciudad nueva para mí, me despedí de algún amigo de confianza y escribí mails a Irene, Ingrid y Margot explicándoles mi nueva aventura, al morir mi madre el contacto con ellas fue más fluido, supongo que se preocupaban de cómo estaba y me escribían más seguido que antes.
Un lunes por la mañana salía de la ciudad con el coche lleno de maletas en dirección a mi nuevo trabajo, llegué a la dirección que me había dado Berta y coloqué mis cosas en una habitación, dejando la principal para ella cuando viniera, por la tarde me tenía que presentar en el trabajo y todavía quedaba un buen rato para ir a comer, así que me di una vuelta por el apartamento para conocerlo, abriendo los armarios de la cocina para ver que había y esas cosas, no sé como acabé en la habitación de Berta, abrí el armario y lo tenía lleno de ropa, miré por los cajones y descubrí donde guardaba las bragas, con todo lo de mi madre hacía mucho tiempo que no estaba para pensar en el sexo, ver las braguitas bien dobladas en el cajón me hizo perder un poquito la cabeza cogiendo unas, me las acerqué a la nariz, no pude aguantar más sacándome la polla haciéndome una paja pensando en lo que pasó en aquel tren, la corrida fue monumental.
Empecé la formación y a trabajar, el miércoles apareció Berta por la oficina a media mañana, me preguntó cómo me iban las cosas y me reunió en su despacho para explicarme cuatro reglas de cómo le gustaba que funcionara el trabajo, yo seguí con lo mío y ella tuvo varias reuniones hasta el medio día, salió de su despacho y habló con la persona que me daba la formación, se dirigió a donde estaba yo repasando algunas cosas que me habían dicho de hacer.
BERTA: Ven conmigo, hoy te formaré yo.
La seguí y me sacó de la empresa.
BERTA: ¿Has venido en coche?
YO: Sí.
BERTA: Pues ves a buscarlo, te espero en la salida y me sigues.
Ella era la jefa y mandaba, la seguí hasta el centro de la ciudad y dejamos los coches en un parking, me cogió del brazo riendo.
BERTA: Tú primer gran trabajo en esta empresa.
YO: A sí, ¿qué es?
BERTA: Comer conmigo.
YO: ¿Esa es mi formación?
BERTA (riendo): Por supuesto.
Cuando volvimos a los coches después de comer.
BERTA: Ahora sígueme que nos vamos a casa, ya les he dicho que estarías el resto del día conmigo.
YO: Lo que usted diga jefa.
Me miró riendo y volvimos cada uno a su coche para ir a su piso, entramos al salón dejó su bolso y se puso delante de mí, me tocaba la corbata aplanándola sintiendo su mano sobre mi pecho.
BERTA (en voz baja): Así, ¿estás bien en el trabajo?
YO: Sí, estoy muy bien, todos me tratan muy bien.
Ella se acercaba poco a poco mirándome a los ojos.
BERTA: Si alguien no se porta bien contigo me lo dices.
Su cuerpo estaba rozando el mío y su mano se desplazaba subiendo a los hombros.
BERTA (susurrando): ¿Y de tú jefa qué opinas?
YO: Que es muy buena persona y preciosa.
Levantó la mirada fijándola en mis ojos, nos enganchamos con los labios pasándonos los brazos por la espalda apretándonos el uno contra el otro, me cogió la americana pegando un tirón para quitármela dejándola caer al suelo, la agarré por el culo sin dejar de besarnos mientras ella me estiraba de la corbata para deshacer el nudo dejándola caer también, la levanté y ella me pasó las piernas alrededor de la cintura, fui con ella hasta apoyarla en una pared, con las lenguas sin dejar de rozarse y chuparse, le aparté una mano del culo para meterla en medio de nosotros agarrándole el coño, dejó de besarme levantando la cabeza gimiendo, yo me apreté más a ella aplastándola contra la pared lamiéndole el cuello a la vez que le apartaba las bragas y con dos dedos le frotaba el chocho, sus brazos me apretaban alrededor de mi cuello y gemía con la boca en mi oído poniéndome la polla tiesa a reventar, le saqué la mano del coño desabrochándome como pude el pantalón volviendo a besarnos con pasión, el pantalón cayó y me bajé los calzoncillos de un tirón, me agarré la polla buscándole el coño de nuevo apartándole las bragas, apuntándole la punta en el agujerito se la metí de un buen golpe de caderas gritando los dos, la volví a agarrar por el culo con fuerza haciéndole subir y bajar sobre mi polla, gritamos y follamos como si no hubiera nadie más en el mundo, corriéndonos como animales, le llené el chocho de leche y nos quedamos quietos respirando acelerados, poco a poco nos fuimos separando, se colocó bien las bragas, me acarició la cara y nos volvimos a besar, me cogió de la mano y me llevó a su habitación, nos quitamos la ropa y volvimos a empezar con más tranquilidad estirados en la cama mucho más cómodos, después de un segundo polvo más relajado yo estaba estirado boca arriba, ella de lado apoyaba su cabeza en mi pecho acariciándome la barriga.
YO: ¿Esto va a ser así siempre jefa?
BERTA: Sabes que mientras follábamos me acordaba de cuando lo hicimos en el tren, fue tan bonito lo que pasó, me he acordado tantas veces de aquello.
YO: ¿A sí, y cuando te acordabas que hacías?
Levantó la cabeza mirándome.
BERTA: Que poca vergüenza tienes, lo tienes claro si crees que te lo diré.
Nos descojonamos de risa.
BERTA: Con tanto ejercicio me está entrando hambre.
YO: Si quieres tengo algunas cositas para picar y una botella de vino, no hace falta que salgamos de casa.
BERTA (riendo): Perfecto, que chico más apañado que he contratado.
Nos levantamos y nos fuimos a duchar, cuando salimos me fui a mi habitación a ponerme algo y nos vimos en la cocina preparando algo para ir picando.
BERTA: Quiero que hagas un trabajo antes de que vuelva la próxima vez.
YO: ¿Qué quieres que haga?
BERTA: Algo muy importante, cambiar tú ropa de la habitación de invitados a la mía y dormir cada noche en mi habitación, cuando no esté contigo quiero pensar que estás en mi cama.
Me besó delicadamente en los labios.
BERTA: Si tú quieres, claro.
YO: Como no voy a querer Berta.
Fue pasando el tiempo, yo hacía mí trabajo reuniéndome con gente para explicarles con presentaciones todas las ventajas de consumir nuestros productos, ella venía tres días la mayoría de semanas, miércoles, jueves y se iba el viernes a última hora, le pregunté por qué no se quedaba el fin de semana, me dijo que tenía que cuidar de su madre que no estaba muy bien de salud y los fines de semana era cuando podía estar con ella, al decirme eso no le insistí más, porque si yo hubiera sabido lo de la enfermedad de la mía abría estado a su lado todo el tiempo posible antes de que se fuera.
Nuestros encuentros eran todo pasión como nos pasó cuando nos conocimos en el tren, ella llegaba por la mañana y nos encerrábamos un su despacho que tenía un cuarto de baño propio, follábamos allí mismo, de pie contra la pared, le arremangaba la falda y le bajaba las bragas dejándoselas colgando de una pierna, metiéndosela como si se acabara el mundo, en otras ocasiones me sentaba en la tapa del váter y era ella la que me cabalgaba hasta corrernos, después por la tarde la pasábamos en la cama matándonos a polvos, si hubiera venido toda una semana no sé si tendría cojones de seguir ese ritmo.
Había hecho amistad con varias personas del trabajo, salíamos a cenar y tomar copas los viernes y sábados noche, de los diferentes locales que íbamos me gustaba mucho uno que estaba dentro de un hotel que preparaban unos cocteles buenísimos. De estas amistades, había una compañera, Judit, con la que congeniaba mucho, me gustaba hablar con ella, era muy simpática y nos buscábamos para comer o tomar algo siempre que podíamos, pensé que si no estuviera con Berta con ella podía intentar dar un paso, cuando me lo planteé me hizo reflexionar, ¿estaba con Berta?, ¿realmente teníamos una relación?, nos veíamos entre semana dos o tres días y muy bien el trato y el sexo, pero no estaba seguro que tuviéramos algo más sentimentalmente, pasaron varias semanas y una noche que estaba con Berta en la cama.
YO: Berta, he estado pensando.
BERTA: ¿Y qué has pensado cielo?
YO: Que si me buscaras en la central de la empresa un puesto para trabajar, podríamos estar más cerca y si quisieras hasta vivir juntos.
Me miró en silencio un rato.
BERTA: Pues no es mala idea, pero de momento tendrás que seguir con tú trabajo aquí, que lo estás haciendo muy bien y seguro que no querrán que te marches, yo iré moviendo los hilos para que vuelvas, vale.
YO: Vale, como tú digas.
BERTA: Confía en mí y lo arreglaremos.
La cosa quedó así, pero fue pasando el tiempo y ella no sacaba la conversación para nada, yo no me quería hacer pesado para que me hiciera un favor la que era mi superior, confiaba en ella.
Un miércoles por la tarde estábamos en un descanso hablando con Judit.
JUDIT: Esta noche me gustaría salir a tomar algo y romper con la monotonía de la semana.
YO: ¿Tienes plan?
JUDIT: Desde luego como sois los hombres, es que no pilláis una coño, ¿porqué te crees que te lo estoy diciendo?
YO: Huy perdona, ¿quieres que vayamos a tomar algo después de cenar?, podríamos ir a tomar un coctel al hotel.
JUDIT: Muy bien Fran, ahora sí que lo has pillado, claro que quiero, a las nueve y media estaría bien para que no se haga demasiado tarde.
Judit era una chica como os he dicho antes con la que me encontraba muy a gusto a su lado, podíamos hablar de cualquier tema con puntos de vista diferentes y discutirlo con tranquilidad, escuchándonos uno al otro rebatiéndonos, aparte de que era una preciosidad de niña, le gustaba vestir tejanos apretados y blusas que le marcaban su bonito cuerpo, con zapatos de tacón que le realzaban la figura, con una carita de niña traviesa y a la vez simpática, con media melena que le sentaba muy bien suelta, hacía un gesto muy suyo apartándose el pelo con la mano que le dejaba la carita despejada y le destacaban sus bonitos ojos.