El aniversario - un aviso del mas alla

Historia real sucedida hace mas de 20 años. Para sorprenderse y dudar...pero fue real creanme...

EL ANIVERSARIO-UN AVISO DEL MAS ALLA.-

El traqueteo del vetusto colectivo, sumado al aire gélido que penetraba por sus múltiples intersticios, frutos de sus años y años de trasladar pasajeros, me hacían elucubrar como para olvidarme de esas incomodidades, uno y mil recuerdos que me trajeron añoranzas de mis otroras largas estadías en la estancia de mi abuelo Cano. Recordé a mi abuelita Matilde. También evoque enjugando una lágrima su fallecimiento sorpresivo por una súbita y mortal enfermedad. En mi calidoscopio retrospectivo no me olvidé de Don Curtina, un baqueano muy querido en los campos de las zonas, que ofrecía sus servicios por temporada en cualquier faena relacionada con la agricultura o la ganadería. Su única familia eran un caballo overo y un tordillo que llevaba de tiro. Siempre me arrimaba por las noches a la rueda de mates que él compartía junto a otros peones, si bien yo no participaba por mi escasa edad, concurría a regodearme escuchando historias de  ánimas en pena, luz mala y otras tan tradicionales en los campos del litoral argentino y que ya constituyen parte de nuestro acerbo cultural. Pero el tiempo pasó y perdí contacto con esa vida tan sana y llena de vicisitudes tan autenticas.

La voz del chofer me sacó de mi ensimismamiento al proferir con acento grave "Paraje Paso Ledezma". Eso indicaba que media legua me separaban de los cascos de la estancia Santa Rita.

En la tranquera me esperaba la figura encorvada de mi abuelo. Luego del efusivo y emocionado saludo me subí en ancas y partimos al galope para "la casa". Preparó un guisado de cordero para el almuerzo. Eufórico me contó que mi presencia para él era motivo de gran dicha. Lo vi mas viejo que de costumbre, como cansado, ajado por el dolor y el sufrimiento. También me enteré que su situación económica era precaria, estaba prácticamente arruinado, a tal punto que debió despedir a todos los peones por que no podía abonarles sus jornales. Con profunda tristeza evocó a mi abuela añorando su presencia y preguntándome si recordaba que el domingo se cumplían un aniversario de su fallecimiento. Le respondí que si, y que justamente uno de los motivos del viaje era rendirle un homenaje en su tumba.

La noche llegó trayendo consigo el frío característico del mes de Julio. El viento del sur soplaba produciendo un agudo silbido al transponer el alero de la galería. Le pedí que encendiera algún farol. Me contestó que debía contentarme con la luz de una vela ya que por falta de dinero no había podido cargar las garrafas. Le recriminé‚ no haber comentado esa circunstancia con mi padre y él me respondió: -"…Cachito, yo no quiero ser carga para nadie, además la obscuridad ya no me inquieta, por el contrario la celebro y en mis chocheras de viejo, creo adivinar en ella la presencia de tu abuela...Creeme "Mijito", no veo la hora de reunirme con ella..." . Me estremeció el tono de ferviente deseo con que pronunció esta frase...Procuré interrumpir ese coloquio lúgubre encendiendo una vela. Avivó agregando un tizón el fuego de la vieja cocina a leña, colocando encima la olla conteniendo el guisado que había sobrado del almuerzo, indicándome que vigilara el calor del alimento, mientras él se dirigía al corral a encerrar a los terneros.

Me quedé solo. Una vaga aprensión me invadió. Eran demasiados los recuerdos de épocas felices que se guardaban en cada uno de los rincones. Eran demasiados los fantasmas que paseaban por la noche. Me senté en el corredor apoyando el banco de madera contra la pared como queriendo proteger mi espalda de algún imaginario ataque espectral. El silencio se rompió bruscamente. Claramente percibí el sonido característico que provocan los cascos de caballo al galope e inesperadamente un jinete se presentó ante mi vista. Grande fue mi sorpresa al distinguir en esa figura a Don Curtina montado en su caballo overo y con el tordillo a tiro. Me saludó con un - Buenas noches Cachito -

Yo alborozado le respondí

- ¡¡Don Curtina!!, ¡¡Tanto tiempo sin verlo!!, ¡¡Que alegría!!, ¡¡apéese!! y pase, pase...pase...

-Gracias Cachito pero no puedo bajar pues tengo poco tiempo de permiso, solamente quiero que le digas Don Cano que Matilde está  bien y quiere pasar junto a él el aniversario-

Yo lo espeté.

- Espere Don Curtina, el abuelo ya vuelve .

Me respondió:

-¡¡No!!, Me tengo que ir, se me acabó el tiempo.

Y acto seguido sin darme tiempo a reaccionar dirigió su montura hacia el camino por donde había llegado perdiéndose en la obscuridad de la noche.

Repuesto de los efectos de la sorpresa por la inesperada y brevísima visita, empecé‚ a cavilar y analizar ciertas particularidades y concluí que la edad y la soledad casi permanente en que vivía ese hombre, habían hecho mella en su cordura.

Al poco tiempo llegó mi abuelo. Ceremonialmente y dando a la frase el clima de suspenso adecuado le dije:

-¿A que no sabes quien vino?-,

a lo que me respondió

-Seguro que un apurado, puesto que ya no está y yo tardé en mis quehaceres no más de quince minutos.

Cuando le informé la identidad del visitante, me respondió con tono sarcástico: -Vamos Cachito, a otro con ese cuento. Don Curtina murió hace seis meses.

Un estremecimiento en todo el cuerpo acompañó esa revelación. Insistí:

-pero abuelo hablo en serio y además dejó un mensaje

pero mi abuelo cerró abruptamente la charla con:

-dejémonos de sonseras y vayamos a comer

negándose en el resto de la noche a que le comentase detalle de lo sucedido. Esa noche con enorme dificultad logré dormirme.

El sol de la mañana me hizo olvidar tan extraño incidente atribuyéndole a un sueño. Colaboré hasta el mediodía con el abuelo en sus quehaceres. Después de almorzar nos dirigimos al cementerio ubicado detrás de la quinta de naranjos. Derramé muchas lágrimas sobre la tumba de mi abuela. Faltaban cinco minutos para las tres de la tarde, hora en que se cumpliría exactamente un año de su fallecimiento, por lo que el abuelo Cano me pidió lo dejara solo en ese momento tan especial y doloroso. Accedí dirigiéndome a la quinta de naranjos contigua. Pero de pronto...me invadieron sorpresivamente... una sensación indefinida, una congoja indescriptible, una aflicción infinita, una angustia profunda... y sin saber que me impulsaba eché a correr en dirección al cementerio. El cuadro que me esperaba era penoso, el cuerpo inerte de mi abuelo Cano yacía a lo largo sobre la tumba de la abuela . En su rostro apagado se dibujaba una extraña expresión de alborozo y gozo..., una expresión de inmensa paz..., una expresión de reencuentro..., expresiones que solamente la presencia de algún ser muy querido podía imprimir. ¿Acaso su espíritu estaba ya reunido con el de mi abuela el día y hora del aniversario de su fallecimiento?? .

¡¡Tenía razón Don Curtina!! . Pasaron mas de veinte años de este episodio pero nunca pude olvidarlo. Para comentarios acerca de este relato por favor a mi correo: UTOPIA_PLANITIA@YAHOO.COM.AR Mi nombre es Oscar.-