El anito de Anita (17)

Un río de situaciones

Permanecimos un tiempo así, entre caricias y besos, recostados en la orilla del río, bajo la sombra de un árbol y sin darle importancia al agua que mojaba nuestras piernas.

Rodeado por aquel hermoso paisaje y encontrándome en los brazos de una bella muchacha. En ese momento no me importo que fuera mi prima. Me sentí tranquilo, aliviado, olvidé todas mis preocupaciones anteriores. Me sentí feliz de estar lejos de la ciudad, de mis padres. Sentí una paz enorme hasta que:

  • Oye, aún tenemos la ropa mojada. no vamos a regresar así… me dijo Anita un poco preocupada.

  • En serio, y ¿qué hacemos?... respondí saliendo de mis meditaciones.

  • Bueno. ya sé… dejemos la ropa en los arbustos secando...

  • Claro, tienes razón... hace mucho calor, seguro secara rápido… dije.

Aún era temprano, nuestra ropa era delgada, y el sol calentaba con fuerza, así que seguro que no tardaría mucho en secarse.

Primero Anita fue a asegurar su caballo, lo amarro bien en un pequeño árbol. y yo no encontraba al mío, al parecer, luego de su jugada se había dado a la fuga. Miré a Anita y encogí los hombros:

  • Ya aparecerá… me dijo.

  • Si, tienes razón, bah no importa...

Luego y según lo acordado procedimos a desnudarnos. Ya nos habíamos visto desnudos antes, pero, aun así, al principio actúe un poco receloso. Había algo extraño en esa situación, creo que era porque nunca había andado desnudo así, al aire libre. Quizás tuve la misma preocupación de Adán después de comer la manzana. Sin embargo, al ver a mi prima despojarse de sus prendas sin mayores reparos, adopte su desinhibida actitud. qué diablos, total estamos en medio de la nada, nadie nos va a ver, pensé.

Dejamos nuestra ropa en unos arbustos cerca de la orilla, esperando que se secaran.

  • Bueno esto tomara tiempo... me dijo.

  • Y ¿qué hacemos?... dije inocentemente.

  • Se me ocurre una idea… me dijo pícaramente…

Ver su desnudez, como el sol acariciaba sus curvilíneas y carnosas formas, despertó mi morbo. Mi prima se dio cuenta de ello, creo que pensaba lo mismo que yo.

  • ¿que se te ocurrió?... pregunte admirando su figura.

  • Ya que tenemos tiempo y estamos solos… pensé que podíamos aprovechar para... me dijo con coquetería mirándome de pies a cabeza, yo quería aprovecharme de su cuerpo, sentía que mi verga cobraba vida.

  • ¿Para?... pregunte con ansiedad.

  • Para... para nadar... me dijo juguetonamente y entre risitas, luego se fue corriendo al río.

  • Oyeee... proteste semi angustiado, mi verga decepcionada hacia su camino de regreso.

  • Ven, nademos… me dijo burlonamente desde el agua.

  • Esta bien… dije resignado.

Mientras me dirigía al río pensaba: bueno, no todo es sexo, habrá que hacer otro tipo de ejercicios. Me sumergí, esta vez pacíficamente y a mi voluntad, en el río y fui en busca de mi primita.

Nadamos tranquilamente, luego jugábamos, nos lanzábamos agua como niños. A pesar de lo inocente de estas maniobras, siempre me las ingeniaba para tocar, rozar y hasta apachurrar en uno que otro abrazo cariñoso a mi primita. Sentía su esbelto cuerpo, sus firmes y redondeados atributos entre mis brazos, mis manos. Pero ella siempre lograba escurrirse, escaparse de mi con una sonrisa burlona e invitándome a que fuera en su búsqueda.

En uno de estos jueguitos, estando relativamente cerca de la orilla (el agua nos cubría hasta el pecho) logre atraparla por detrás, mis brazos la cubrieron, la enlazaron, mis manos buscaron sus brazos para aprisionarlos para evitar que me lanzara agua y que luego huyera. Ella al principio forcejeo un poco en busca de libertad, luego se calmó y sentí que comenzaba a disfrutar aquella posición.

  • Al fin te tengo… le susurre al oído.

  • Tonto… me increpo dulcemente, luego agrego... siempre me has tenido.

Al escuchar esto mis manos dejaron de cubrirla con fuerza y se deslizaron hacia su cintura, ella al estar más libre volteo hacia mí y me beso tiernamente. Sus brazos lentamente fueron rodeando mi cuello y sus manos acariciaban mi cabella mojado. Mis brazos la sujetaban ahora con pasión, mis manos rozaban delicadamente su cintura y su espalda.

Luego Anita se alejó un poco, vi un brillo particular en sus hermosos ojos pardos… brillo que me hizo olvidar un poco a la señorita que tenía entre brazos y que me hizo recordar más a la niña que conocí años atrás, ella no fue ajena a aquellos pensamientos pasados y me dijo:

  • ¿Te acuerdas de aquella vez en la piscina?... me dijo con algo de melancolía.

  • Uhmmm como olvidarlo, fue la primera vez que te tuve entre mis brazos... respondí, esbozando una sonrisa.

  • Si. me dijo alegremente y me dio otro cálido beso.

  • ¿A qué viene todo esto?... pregunte.

  • No sé, hay algo en esta situación, así como estamos ahora, que me hizo recordar aquello.

  • Claro… sentía que había algo de familiar en todo esto... excepto porque esta vez no tengo la herramienta erecta… le dije irónicamente.

  • Ah. no... y esto que es. me dijo entre sorprendida y risueña, pasando una mano entre nuestros cuerpos y agarrando mi miembro viril.

Note que mi verga había endurecido terriblemente. Quizás mi cuerpo, por el estímulo de sus pechos hundiéndose contra el mío, reacciono naturalmente. Más aún al sentir ahora sus dedos apresándome el pene.

  • Sabes que he tenido varios sueños y fantasías respecto a ese día… me dijo con voz sensual.

  • Y sabes que en aquella ocasión me moría por romperte el traje de baño y poseerte allí mismo, en medio de la piscina... le respondí, sintiendo una floreciente calentura invadir mi cuerpo.

Estas palabras, y tal vez imaginarse aquella situación, la excitaron. Sus pechos lucían henchidos, su mano no dejaba de acariciar mi verga. Se acercó y me susurro coquetamente al oído:

  • ¿Por qué no lo haces ahora?

Me beso apasionadamente, su lengua se paseó por mi paladar efusivamente. Después comenzó a treparse sobre mí, entendí su intención y la ayudé. Mis brazos pasaron por debajo de sus muslos para sostenerla, sus piernas rodearon mi cintura. Una mano de ella se sujetaba en mi cuello, mientras que la otra presurosa buscaba mi verga, cuando la encontró la dirigió rápidamente hacia su vagina.

Luego la deje caer lentamente.

  • Uhmmm...

Exclamo y luego soltó un profundo suspiro al sentirla toda adentro, me abrazo con fuerza, luego agrego:

  • Ohhh… que rica sensación.

Diría que casi tuvo un orgasmo en ese momento, seria porque hacia realidad un viejo anhelo o porque Anita (al igual que yo) nunca lo había hecho en el agua… ya saben dicen que en el mar la vida es más sabrosa, en nuestro caso en el río. Era una sensación diferente, pero placentera, sus pechos parecían dos flotadores, dos globos que se subían y bajaban con su agitada respiración.

Una vez más calmada intento subir, adivine lo que provocaba aquellos movimientos, quería subir y enterrársela nuevamente, quería sentirse llena por mi verga y por el agua que la cubría. así fue, subió y se dejó caer:

  • Ohhh... Uhmmm...

Extasiada disfrutaba sentirse clavada por aquella estaca, sus labios vaginales apresaban mi verga. Anita se movía alrededor de mi verga para sentirla mejor. Luego su ansiosa voz la delato:

  • Vamos… ayúdame… levántame de nuevo…. decía en voz pausada y excitada.

Así lo hice, la subí a bajé varias veces. Ella gemía con más fuerza cada vez, pero lo incomodo de la posición, el agua misma que provocaba que ella flotara un poco, hacía que perdiera un poco el equilibrio.

Avancé como pude con su cuerpo a cuestas, y repitiendo dificultosamente mis movimientos, hasta estar menos cubierto por agua. Ahora sus pechos me eran más visibles, sus pezones arrugados pero endurecidos hincaban desafiantemente mi pecho.

  • Sigueee... vamos... dame masss... comenzó a suplicarme.

Gustoso por aquel requerimiento, inicie nuevamente mi labor. Anita lucia excitada de sobremanera, quería quitarse su arrechura

  • Siii. siii. asiii. ohhh. que placerrr.

Ahora se estremecía con cada clavada, con cada perforación acuática, ya no gemía, sino que casi gritaba:

  • Ahhh... ohhh… hummm…

En este trance, y sintiendo que le faltaba poco para llegar al clímax ella dejo de sujetarse, su cuerpo se fue alejando del mío, sus brazos buscaron asirse de mis hombros, pero no lo lograron. Comenzó a flotar de espaldas, sus piernas seguían asidas a mí, la tome por la cintura y la taladre con vehemencia.

  • Ohhh... así... no paresss...

En esos últimos instantes ella hacia esfuerzos por mantenerse a flote, hasta que un último espasmo la recorrió. El ansiado orgasmo llego, y se dejó llevar su cuerpo se relajó, y ella se hundió. Mi semen comenzó a mezclarse con el agua del río. Yo extasiado y cansado por el esfuerzo la deje caer, pero rápidamente reaccione y la jale nuevamente hacia arriba.

Ella se aferró a mí, salió bruscamente de aquella placentera experiencia. Ahora escupía un poco de agua, y respiraba con cierta agitación. Permanecimos un rato así, abrazados, recuperándonos de esa nueva experiencia sexual.

Ya repuestos de aquella agitación y con nuestra respiración nuevamente en su cauce normal, volvimos a besarnos tiernamente. Después nos miramos complacidos en silencio hasta que:

  • ¿qué te parecido?... pregunte.

  • No estuvo mal... me dijo con aire burlón, haciéndose la interesante.

  • ¿Esperabas más?... pregunte curioso.

  • Te engañe… estuvo fenomenal... me dijo sonriendo.

Luego me empujó hacia atrás, y empezó a lanzarme agua con las manos, yo respondí como pude.

  • Ahhh… pequeña bandida espera que te atrape... dije sonriendo.

  • Haber si puedes... me reto entre risas y comenzó a nadar a la orilla.

La seguí, estando en la orilla la atrapé por un pie, ella se arrastró un poco más afuera del agua, y volteo apoyando su espalda contra el suelo. Yo comencé subir sobre ella, mis brazos se apoyaban a los lados de su cuerpo. nos miramos y reímos.

Nuevamente nos besamos, sus brazos rodearon mi cuello, sus piernas recogidas ladeaban mi cintura. Lentamente me deje caer sobre ella, hasta que mis codos se apoyaron en el suelo, y hasta que sus pechos amortizaron mi descenso. Aquellos hermosos melones se bifurcaban en mi pecho, mi libido nuevamente empezó a crecer.

Me aleje un poco y los aprecie: algunas gotas de agua resbalan por sus senos, sus pezones seguían duritos. Recordé que, durante nuestra primera sesión sexual, antes de quitarnos la ropa, intenté deleitarme con aquellos frutos. Pero ella se opuso porque temía que me distrajera y dejara de lado mi arremetida contra su conchita, que en ese momento tanta satisfacción le producía. Ahora no había excusa:

  • Recuerdo que me dijiste que podía jugar con ellas... le dije pícaramente, sin dejar de ver, mejor dicho, hipnotizado por sus pezones.

  • Ahhh… sí, ahora si puedes jugar con ellas... me dijo sonriendo y seguro recordando aquella promesa que me hizo en un momento de placer.

Animado por este consentimiento y en agradecimiento, la bese. Luego mis labios fueron recorriendo su mentón, su cuello bajando paso a paso y beso a beso, lentamente, hasta llegar a su pezón izquierdo. Mis labios apresaron aquella fresita, un temblorcillo recorrido el cuerpo de Anita al sentir aquel gentil contacto.

Me dedique a succionar aquel seno al igual que un niño recién nacido. Mi prima lucia inquieta, pero no se quejaba, más bien se mordía los labios. Mi mano derecha comenzó a masajear su otro seno, jalando su pezón, ahora si dejo escapar un gimoteo:

  • Uhmmm…

Ahora sus manos acariciaban mi cabello mientras mis labios apresaban su seno y mi lengua le hacía cosquillas a su pezón. Continúe mi labor y sentía como su cuerpo se estremecía cada vez más, como su respiración era cada vez más agitada. Ahora gimoteaba más continuamente… hasta que ella no pudo más y prácticamente me rogo:

  • No puedo masss… metemelaaa... por favorrr…

Durante todo este ejercicio mi verga valientemente había comenzado a pararse, por tercera vez aquella mañana, y se sentía lista para presentar nueva batalla. Sinceramente yo deseaba metérsela por el ano, pero no tenía ningún lubricante a la mano, y seguro que ella no querría hacerlo sin esa ayuda.

Me resigne a ubicar mi verga entre sus labios vaginales, completamente húmedos, y no exactamente por el agua. Ella tomo mi verga con una mano, pensé que ella misma querría hacerse los honores hundiéndosela. Pero su mano saco mi pene de su posición y comenzó a guiarla en un lento descenso, hacia su otro agujero. Sorprendido por aquella iniciativa la mire extrañado:

  • Ahora toca aquí… fue su simple respuesta.

  • ¿Segura?... pregunte absorto.

  • Si, vamos…. antes que me arrepienta...

Aun algo asustada pero completamente excitada deseaba que la penetrara sin más dilaciones por su pequeño agujero. Quizás también ayudo a esto el agua del río que rozaba y acariciaba su arrugado esfínter. Tal vez este cosquilleo unido al de su pecho logro despertar aquella glotonería de su arrugado anillo. En resumen: pudo más aquel momento de arrechura que su miedo.

  • Que esperasss… metemelaaa…

Y diciendo esto, levanto un poco las caderas y el trasero, para que mi verga no estuviera tan forzada, y con su propia mano la coloco a la entrada de su pequeña cueva. Incluso, fue más lejos, metió uno de sus dedos buscando hacer espacio y luego jalo mi verga empujando la cabecita contra su esfínter. Atónito yo la dejaba actuar, no creía lo que veía, quizás esperaba el momento en que ella se arrepintiera.

  • ¿Me la vas a meter o no?... me dijo entre molesta y ansiosa.

Finalmente reaccioné… si tú lo quieres, me dije. Comencé a empujar la cabecita de mi pene contra su ano, este ansioso palpitaba esperando su ingreso. Mire a mi primita, una mueca de angustia, se dibujaba en su rostro.

  • Hummm... auuu…

Soltó unos leves quejidos, pero no me detenía. Seguí avanzando, su carne se abría cada vez más dando paso a mi cabecita, entro completamente. Anita no miraba la escena, desviaba su vista hacia otro lado, se mordía los labios en una mezcla de excitación y dolor. Mi musculosa verga se fue hundiendo, insertándose centímetro a centímetro... hasta que… llegada a la mitad ella exclamo:

  • Ayyy... espera… esperaaa…

Caraj... lo que temía, ya se arrepintió, me dije un poco malhumorado. Sabía que pasaría… comencé un lento retroceso... pero:

  • No, no, no la saques... solo espera... espera que me acostumbre.

Aliviado por estas palabras, me incline. Anita me entendió y busco mis labios, me ofreció su lengua apasionadamente. Aprovechando su distracción, seguí hundiendo mi verga lentamente. Me miro con sorpresa, como si la hubiera traicionado. Pero me dejo hacer, me sentí un poco mal por aprovecharme de su distracción y dejé de metérsela.

-Está bien, está bien, sigue... vamos... Ayyy... falta poco... vamos...

Nuevamente con luz verde, procedí a enterrarle el faltante de mi verga. Sus ojos casi lagrimeaban, su expresión era tensa, pero estaba dispuesta a soportar. Hasta que mi verga entro hasta la raíz...

  • Ayyy... siii… siii… entro... entro toda... ohhh que biennn… ufff. dijo más suelta, más aliviada y casi con voz triunfante, luego soltó una sonrisa de satisfacción.

Finalmente venció su temor, nuevamente se sintió completamente atorada y lo empezaba a disfrutar. Su corazón latía con fuerza. Yo también me sentía satisfecho por verla más animada y por sentir las paredes de su cueva apresando dulcemente mi verga, libremente, sin tener que aplicarme aquella odiosa grasa.

  • Creo que ya... que ya puedes empezar... me dijo aun con cierta desconfianza, pero tenía una actitud diferente, parecía dispuesta a aguantar.

Mi verga comenzó a deslizarse suavemente hacia fuera, y luego rehízo su camino hacia adentro, en esta operación note su rostro compungido.

  • Uhmmm… ouchhh... dueleee...

Aun así, continúe clavándosela. Anita me miraba con cierto aire de reproche. No me importo, ella lo quiso así, además yo también ya me encontraba completamente excitado y no estaba dispuesto a renunciar. mi pene entraba y salía de su ano pausadamente.

  • Más suave… Ayyy...

Ya basta de niñerías, si ella antes aguantaba y hasta pedía más cuando estaba en mi casa, porque ahora siendo mayor no va a resistir lo mismo, pensé. La saque y la metí en menos tiempo, intentando agarrar ritmo.

  • No, no espera. ohhh... espera...

  • Nada de eso, ahora te aguantas... le dije más decidido.

  • Ohhh... ahhh... ouchhh...

Comenzó a quejarse, luego fue suavizando sus quejidos. Yo en cambio fui incrementando mi ritmo, sus senos tímidamente temblaban con mis movimientos.

  • Ohhh... hummm... hummm...

Sus quejidos fueron transformándose en tibios gemidos.

  • Ya ves que te gusta… dije burlonamente.

  • Ohhh... hummm... siii… pero más suaveee... mi anitooo... Ayyy... hummm

Me levante un poco, y levante más su trasero, para penetrarla mejor, con mis manos tome sus tobillos y abrí sus piernas hacia los lados, me sentía como esquiando. Mientras seguía perforándola a diestra y siniestra.

  • Hummm... siii. asiii... Ohhh... mi culitooo... hummm

Completamente excitada daba rienda suelta a sus gemidos. Casi gritaba voz en cuello y esta vez en medio de la nada podía hacerlo sin censuras, gemía como loca, disfrutaba al máximo, ahora sin temores, de aquel viejo placer...

  • Ohhh. que ricooo... no paresss... así... rómpeme... falta pocooo... ahhh…

Embelesado por sus senos saltando con mis embestidas, por su rostro iluminado de dolor y placer. Coloque sus piernas sobre mis hombros, y empuje hacia abajo, casi sobre ella, mi verga no dejaba de entrar y salir con fiereza de sus entrañas.

  • Ahhh... que me partesss... ohhh...no masss... yaaa...

En esos momentos su cuerpo se estremecía por última vez y mi verga la inundaba de esperma su dilatado esfínter. exhausto me deje caer a su lado, respirando dificultosamente y bañado ahora por sudor.

Voltee a verla, lucia como una si una manada le hubiera pasado por encima… pero con una sonrisa que nadie le quitaría en buen tiempo. Bueno casi nadie.

Escuchamos el relincho de un caballo... Mierd... que nos habíamos olvidado de eso. Nos miramos preocupados.

  • Debe ser mi caballo… dije.

Sentimos cierto alivio por esta idea. Anita levanto la cabeza de entro los arbustos que cubrían aquella parte de la orilla.

  • No, es mi caballo…

  • ¿Y el mío?

  • Ahí viene. me dijo atónita.

Levante la cabeza para ver a aquella caprichosa bestia... Pero no venía sola alguien la traía, alguien a caballo, estaba lejos y no podía saber quién era… caraj... ¿y si era mi tío?... por la put... madre...

  • ¿Que esperas?... le dije angustiado... vístete rápido.

  • Oh... si. dijo saliendo de su mutismo.

Jaloneamos nuestra ropa de los arbustos, estaba prácticamente seca. Mis pantalones sufrieron uno que otro rasguño por lo brusco de mi maniobra. Ella se vestía velozmente, se escuchaba el trote acercándose. no... Caraj… que no nos descubran...

Ella termino de vestirse, pero como diablos se le olvido ponerse el brassiere, la mire idiotizado. Ella se dio cuenta, pero era muy tarde, yo me ponía como podía el polo. Mientras ella guardaba el sostén en su bolsillo.

Sentí el relincho del animal detrás nuestro. Ojalá que no sea mi tío, fue mi último ruego. la cabeza de un caballo asomo entre los arbustos, yo no quería mirar.

  • ¿Hay alguien ahí?... pregunto una voz.

Ufff... Parece que no es el… pero entonces ¿quién es?, mire a Anita, ella me hizo con las manos un gesto como para que conservara la calma. Escuche desmontar al tipo. Me hizo una seña apara que la siguiera, nos paramos y salimos a su encuentro.

  • Ah... hola Anita... dijo gentilmente.

  • Hola Pedro… dijo Anita con cierto nerviosismo.

Al parecer Anita conocía a aquel muchacho, debía ser de mi edad, un poco más bajo que yo, y de tez bronceada. El me miro con cierta desconfianza:

  • Oh... él es mi primo...Juan... y Juan, él es Pedro… él trabaja en una hacienda vecina... explico mi prima buscando salir de aquel silencio embarazoso.

  • Mucho gusto... dije y le tendí la mano, y luego volvimos a aquel embarazoso silencio.

  • ¿qué hacen por aquí?... pregunto Pedro con interés.

Notando un poco nerviosa a mi prima y sintiéndome con más aplomo explique lo sucedido. Pedro me dijo encontró vagando a mi caballo no muy lejos de allí, y que lo iba a llevar a otra hacienda.

Durante nuestra conversación note que aquel muchacho miraba con interés a mi prima. Le lance una mirada amenazante, impulsado tal vez por un poco de celos o por aquel instinto primitivo que tenemos los hombres; que nos hace delimitar nuestro territorio, o lo que creemos que son nuestras pertenencias. Él se dio cuenta que estaba siendo demasiado obvio, solo le faltaba limpiarse la baba, y un poco apenado desvió la mirada.

Por suerte no se le ocurrió hacer más preguntas, así que montamos a caballo emprendimos juntos el viaje de regreso. Hasta que llegamos a un punto en el que el camino se bifurcaba y Pedro tuvo que tomar la dirección hacia su hacienda. Agradecimos su ayuda y nos despedimos. Diría que empezaba a respirarse cierto aire de rivalidad entre nosotros.

En el trayecto de regreso tuve la tentación de hacerle algunas preguntas a mi prima sobre aquel muchacho, pero no quise mostrarme celoso o sobre protector, así que decide dejar aquello para otro día.

Note que los senos de mi prima eran cada vez más visibles, porque su blusa era clara y porque su pecho aún estaba mojado...

  • Oye… no te olvidas algo... dije mirándole sus imponentes tetas.

  • Ohhh... cierto…

Sobre las riendas, se quitó la blusa y se puso el brassiere. Yo miraba hipnotizado aquella maniobra de mi primita, que parecía una amazona con los senos al aire. Alguna morbosa idea cruzo mi mente.

Me saco de estos felices pensamientos el que a mi caballo se le diera nuevamente por jugar. Quizás la cercanía a la hacienda provoco su nueva estampida... mierd… aquí vamos de nuevo… ¿ahora sobre que caeré? pensaba algo resignado. Nuevamente escuchaba la voz asustada de mi prima a mis espaldas.

Durante el galope desbocado del animal me fui enfureciendo... Ah… no caballo pendejo... esta vez no me la haces, aprete mis piernas contra el animal, agarre bien las bridas y me aferré a su cuello. Llego el momento. paro en seco, sentí el sacudón. Luego me deslice por su cuello. pero no más... aún permanecía en la montura.

  • Uyyy... jajajaja... ahora pues… ahora… ¿quién ríe caballo de mierd…?... jajaja...

Mi prima se acercó a galope, se había colocado el brassiere, pero tenía la blusa abierta. Yo seguía riendo febrilmente sacándole en cara mi triunfo a la bestia. Mi prima se acercó primero preocupada, seguro pensó que había enloquecido, pero luego dándose cuenta de lo sucedido y de mi satisfacción por aquella proeza, se rio conmigo.

En los siguientes días de mi estadía el caballo no volvió a jugarme esa treta, sabía que había descubierto su maña, o tal vez era porque había pasado la prueba que imponía aquel animal hacia su nuevo amo.

En fin, volviendo al relato, en ese momento al caballo no le quedo otra que volver a pararse. Así que proseguimos nuestra marcha, divise la hacienda y tuve que hacerle recordar a mi distraída prima que se abotonara la blusa, me miro y sonrió graciosamente por su descuido.

Llegamos a la hacienda pasado mediodía y naturalmente tuvimos que responder por nuestro retraso. Explicamos lo que paso, claro que por razones obvias omitimos las descripciones y los encuentros sexuales. Una que otra mirada burlona de Pamelita, y alguno que otro comentario insidioso soltó la niña para no perder costumbre, pero mis tíos más preocupados por mi salud no le prestaron mayor atención.

  • Vaya muchacho, me alegra que estés bien, ese caballo… pensé que ya había dejado esas mañas... dijo mi tío apenado... será mejor que te ceda mi caballo estos días.

  • No te preocupes tío, creo que ya le encontré la cura a su treta, y no creo que vuelva a lanzarme… le dije cierto aire de orgulloso

  • ¿En serio?... me dijo sonriendo.

Al decir esto lo vi algo complacido, seguro fue por ver que yo no le huía al reto que me planteo aquel cuadrúpedo animal. Tal vez también porque me notaba más acostumbrado a las tareas y a la vida de la hacienda. Mi tía interrumpió aquella platica con una propuesta que mí estomago agradeció:

  • Bueno, creo que es hora de comer.

Después del almuerzo mis primas se encargarían de la elaboración de más productos lácteos. Estas labores se hacían en un cuarto amplio, era como un anexo acondicionado en el establo.

Yo, en cambio, aprovechando que mi tío explícitamente me dio un descanso, ahora con doble razón luego del incidente con el caballo… así que busque un lugar donde tomar una placentera siesta

Esperaba que Anita estuviera satisfecha de sus requerimientos sexuales de ese día. Además, ahora con Pamelita al tanto de nuestra situación no quería ponerme en evidencia de nuevo. Tampoco quería abusar de ella, digo de su confianza, abusar de ella tal vez sí... caraj… ¿qué te dije?... a ella la respetas... me dijo un reflejo conciencia, haciéndome recordar mi promesa.

Mas aliviado y pensando que todo iba por buen camino me deje caer sobre una hamaca.

A pesar de los contratiempos, todo parecía indicar que seguiría disfrutando a mis anchas de los favores de mi prima, solo que en adelante tendríamos que ser más cuidadosos. Pero la felicidad nunca es tan prolongada como quisiéramos, y el destino se burlaría de nosotros nuevamente...

Continuara…