El anito de Anita (16)

Una mañana llena de preocupaciones y sustos

Un rayo de sol me despertó al día siguiente. ¿ya amaneció? ¿qué?, ¿qué hora es?, me dije. ¿dónde está Anita? ¿qué raro, no ha venido a despertarme?...

Me levanté presurosamente, recordé lo de la noche anterior. un montón de ideas rondaron mi cabeza. Instintivamente comencé a pensar lo peor acerca de lo sucedido anoche y la ausencia de Anita esa mañana: ¿que habrá pasado entre mis primas?... ¿Pamela habría hablado con sus padres?...

Luego en esta catarsis mental surgieron una serie de preguntas: ¿Mis tíos habrían mandado a Anita a un internado?, ¿a un convento?, ¿qué se yo? o se habrán ido al pueblo a hablar con el cura respecto a que hacer en estos casos: castrar al primo, no, no creo, ya paso eso de la inquisición, aunque en este pueblo ¿quién sabe?... o el cura les habría dicho que se pueden casar los primos, de ser así, ellos estarían separando fecha para nuestra boda, o peor aún, estarían separando una fecha en la iglesia…. pero para mí velorio y mi entierro.

Como les dije, me levanté un poco confuso, mis ideas no eran muy claras. hasta llegue a idear un plan de fuga, aún tenía dinero para el viaje de vuelta. de vuelta. pero de vuelta ¿a dónde?, si mis viejos se enteraron, oficialmente ya no tengo casa. ni padres.

  • Juan.

Diablos., es la voz de mi tía. ¿por dónde me escapo? ah claro. la ventana. solo espero que mi tío no tenga buena puntería con el rifle.

  • ¿Juan?

Caraj… compórtate como un hombre., enfrenta lo que venga, me dije... luego pensé: si, pero es difícil comportarse como hombre cuando en tu futuro se avizora una posible castración. finalmente respondí:

  • ¿Sí?... con voz temblorosa.

  • Juan… el desayuno está listo.

  • El desayuno está listo?... ohhh. si. ya voy. dije más animado.

Bah… ¿ya ves?... no pasó nada. tantas preocupaciones por las puras. me dije, luego caí nuevamente en la duda: ¿me estarán esperando con el cura? ¿con la policía? o mi tío me espera con el rifle y mi tía con un garrote.

Tonterías... además, ya tengo hambre. me dirigí a la cocina aun temeroso y algo paranoico.

  • Buenos días... saludé lo más cortésmente que pude.

  • Buenos días… me respondieron casi a coro mis aun familiares.

Todo lucia normal, bueno casi normal, mire a Pamela cohibido, ella me lanzo una tibia sonrisa, en lo sucesivo procure desviar mi vista, busque con ansiedad la mirada de Anita, le lance una mirada inquisitiva: ¿qué rayos paso anoche?... mi miro tranquilamente.

  • Juan toma tu jugo, es fresco… me dijo mi tía, al ver que no probaba alimento.

Oh., claro como no lo pensé antes, mejor que un disparo, un veneno. Mire nuevamente a Anita, ella sus labios dibujaron en silencio algunas palabras: no te preocupes, luego me sonrió más afablemente.

Me tranquilice, luego mire a Pamela. no me huía la mirada, más bien me miraba con cierta sorna.

  • Vamos come algo, ¿o estas enfermo?... me pregunto mi tía.

  • Si necesitas comer, lo vas a necesitar… me dijo Pamela con cierto sarcasmo.

  • Te sientes bien. pregunto mi tío preocupado

Seguía sin responder, me sentí agobiado, bombardeado por todas estas preguntas. finalmente dije:

  • Ahhh... sí, sí, estoy bien... es solo que me levante un poco aturdido.

  • Ayer fue un día muy largo… me dijo Pamela con ironía.

  • Si… dijo mi tío… pero ya terminamos la mayor parte, así que hoy será un día más tranquilo. Esta mañana solo requiero que acompañes a Anita al pueblo a vender algunas cosas al pueblo… y por la tarde puedes tomarte un descanso.

Anita sonrió, al escuchar esta propuesta de su padre. Vaya, no solo me estaba yendo bien, a pesar de alguna que otra palabrilla burlona de Pamelita, mi tío no solo me daba un descanso, sino que además me ofrecía a su hija.

  • No. pero aun puedo trabajar... dije con falsa laboriosidad.

Claro que me agradaba la idea de ir al pueblo con Anita, y tal vez disfrutar de sus encantos en el camino, pero también no quería dejar mala imagen.

  • Has trabajado bien este tiempo muchacho… dijo mi tío agradecido.

  • Hasta en doble horario... agrego nuevamente Pamelita, con sonrisa burlona.

A pesar del doble sentido de las frases de Pamela comencé a notar que no había mala intención en estas palabras, solo se divertía haciendo esos comentarios. Anita tampoco se incomodaba, más bien le seguía la corriente con algunas leves sonrisas. Pero siguiendo con la conversación.

  • Sobrino, agradezco tu ayuda... y para serte sincero los próximos días vamos a necesitarte más. así que no te vendría mal un descanso… dijo mi tío con cierta emotividad.

Luego me dio un amigable palmazo en el hombro y agrego:

  • Además esta tarde espero recibir la ayuda de un viejo conocido… dijo sonriéndole a mi tía, ella sonrió a su vez.

Algún secretillo tendría mis tíos, por el momento no le preste mayor importancia a aquella situación. Más tarde me arrepentiría de mi falta curiosidad, pero de ello se enterarán más adelante. Siguiendo con esta platica matutina, mi tía dijo finalmente:

  • Bueno muchacho, ahora sí, come.

Mas tranquilo, sintiendo que todo estaba controlado, y ante la mirada gustosa de mis tíos, procedí a devorar mi desayuno. Terminando el desayuno, cuando cada uno se disponía a realizar sus labores, no pude contener mi curiosidad, me acerque a Anita y le pregunte casi susurrando:

  • Oye y ¿qué paso?

En ese momento Pamela paso por nuestro lado, nos lanzó una mirada que en ese momento no pude definir si era burlona o juiciosa, mi tío también se nos acercó:

  • Es mejor que se vayan al pueblo temprano.

  • Esta bien, ya salimos… contesto Anita diligentemente a su progenitor, luego pasando por mi lado me susurro: en el camino te cuento.

Luego fui con Anita al establo, ¿qué raro?, ¿a esta hora va ordeñar las vacas?, o quiere ponerse al día en su dosis sexual. la mire confundido:

  • No es lo que piensas, aunque me gustaría…. me dijo pícaramente guiñándome un ojo, pero agrego... además, ya ordeñé a las vacas.

  • Entonces ¿por qué vamos al establo?...

  • Es que mi papa se va a llevar la camioneta... y…

  • ¿Y?...

  • Y nosotros vamos al pueblo en caballo… repuso Anita.

  • Oh. bueno, no importa...

Me olvide comentarles que en los días previos había intentado aprender a montar a caballo. Para ser honestos, mis intentos se fueron por los suelos, al igual que yo un par de veces. A mi tío se le ocurrió darme un caballo que no era del todo manso. Encima el cuadrúpedo tenía la manía de, cuando se aburría de su jockey, comenzaba a galopar y llegado cierto momento frenaba en seco, doblando las patas delanteras, como arrodillándose… y como supondrán, el que les narra, terminaba volando por los aires y cayendo, en el mejor de los casos, sobre algún pastizal.

Me parece que el caballo se divertía con este jueguito, hasta me parecía que se reía en coro con mis primitas. A pesar de conocer su treta no pude encontrar una fórmula para contrarrestar la maniobra de este animal.

Ahora saben porque mi prima era un poco reacia a darme la noticia, pero después del alivio que sentí en la mañana, al ver que todo seguía de manera "normal", me importo poco tener que vérmelas nuevamente con aquella bestia.

Salimos, después de cargar las alforjas de los caballos con algunos productos lácteos (quesos y mantequilla) hechos en la hacienda. Ya en el camino, alejados de la casa, nuevamente le pregunte:

  • Oye y ¿qué paso?

  • Nada, bueno... como imaginaras, Pamela no se creyó aquello de la caída.

  • ¿Y?... pregunte preocupado

  • Y... (creo que a esta diabla le gustaba dejarme en suspenso)… al final termine contándole algo de lo que paso.

  • ¿Queee?, ¿por qué? ¿por qué hiciste eso?... pregunte casi furioso.

  • No me quedo otra… dijo excusándose de la regañada que parecía que yo le daría.

Luego Anita repuso:

  • Pamela no es tan tonta, hace días que sospechaba algo… y ayer con tu pene casi al aire… me dijo casi como reproche.

  • Oye eso no hubiera pasado si nos hubiéramos ido a dormir, pero no, querías quitarte la arrechura... dije defendiéndome, respondiendo casi como un niño que no quiere perder.

  • Todo empezó con tu notoria erección al llegar a la hacienda, créeme que no fue una buena carta de presentación... me respondió un poco enfadada.

Viendo que aquella discusión no iba por buen camino, de seguir así lo más seguro era que terminaríamos discutiendo y peleando como en aquella ocasión. Me quedaba algo más de una semana por aquellos lugares, y no quería pasármela con la cara larga, como sucedió horas antes de despedirnos, durante su última visita a mi casa.

Además, porque discutir si al parecer todo había salido bien, aunque hasta ahora no sabía cómo, y es lo que intentaría averiguar:

  • Bueno, dejemos de discutir, que nada logramos, no fue culpa de nadie… Pamela nos atrapo casi en el acto... dije buscando congraciarme con Anita

  • Si, tienes razón... dijo ella aun resentida.

  • Y finalmente ¿cómo quedaron?... pregunte con renovada curiosidad.

  • Ella no va a decir nada.

Ufff… sabía que Pamelita guardaría el secreto. Aunque seguramente tendría que aguantar sus comentarios y sus bromas en los siguientes días, pero no importa con tal que no le diga nada a sus padres. sonreía pensando en esto, pero nuevamente me asalto una duda algo paranoica:

  • Pero no va a decir nada… ¿así no más?...

Sabía que eran hermanas y quizás tendrían más de un secreto, pero también existe el dicho: favor con favor se paga. Finalmente ella respondió a regañadientes:

  • Solo tengo hacerle un favor.

  • ¿Cual?

  • Ah, no te preocupes, cosas de mujeres... dijo tranquilamente.

  • Bueno…

No quise insistir más, noté su molestia y sus pocas ganas de seguir conversando acerca de estos asuntos, tampoco quería enfrascarme en otra discusión. Tal vez otro día cuando las cosas estén más calmadas me cuente todo... pensé… y así proseguimos nuestro viaje al pueblo.

Llegamos al pueblo y vendimos nuestros productos al almacén local y a otros pequeños comercios. No tuvimos mayor problema, no había mucha gente así que nos atendieron rápido. Luego dimos media vuelta e iniciamos nuestro viaje de regreso.

A pesar de que supuestamente seguíamos en buenos términos, viajábamos silenciosos. Seguiría resentida por algo que dije. Intente conversar con ella, de cosas triviales, haciendo pequeñas bromas, como para olvidarnos de nuestros enojosos comentarios anteriores. Poco a poco fue soltándose, y al parecer las cosas volvieron a la normalidad. en un momento ella me miro y sonrió burlonamente:

  • ¿Que?... pregunte extrañado.

  • Es que... mírate, has aprendido... dijo haciendo alusión a mi manejo del caballo.

Enfrascado en mis pensamientos y con nuestra discusión me había olvidado de aquel detalle.

  • Si… dije orgulloso.

  • Y parece que el caballo te tomo aprecio... me dijo sonriendo.

  • Creo que si, al menos no ha intentado tumbarme... se debe haber acostumbrado a mí.

Ella me miraba cariñosamente, aproveche aquel momento de amical relajamiento, para llevar la conversación por otro lado:

  • Si, estoy montando a caballo sin mayor dificultad… aunque me gustaría más montar a cierta primita... le dije guiñándole un ojo.

  • Pensé que te habías olvidado. me respondió en gracioso reproche.

  • Bueno, ¿en dónde?... le pregunte con algo de ansiedad.

  • Mejor llegando al río... de paso aprovechamos para bañarnos… me dijo con coquetería.

La idea no me disgusto para nada, hacia un calor terrible. además, alejados de todo, sin inhibiciones podría ver a mi prima desnuda, el agua acariciando su piel, seguramente sus senos endurecerían al contacto con el agua. Me deje llevar por estas fantasías y por mi ansiedad.

  • Allí esta, vamos... le dije a Anita cuando divisé a lo lejos la ribera del río.

  • Espera... me dijo ella.

No le hice mayor caso, creyéndome ya un experto en cuanto al manejo de caballos, apresuré el paso. Para que lo hice… al parecer el hasta ahora apacible caballo despertó de su letargo y se dio a un galope desenfrenado…. por la put... madr.... detente caballo de mierd.....

Escuchaba la voz temblorosa de Anita a mis espaldas, no sabía que decía, y no quise pedir ayuda para no asustarla más. Aunque en realidad me cagab... de miedo, nunca había visto al caballo tan desenfrenado. Justamente al llegar a la orilla del río, al animal freno en seco, realizando su habitual maniobra.

Intente asirme como pude, pero termine comprobando una de las leyes de Newton. Como imaginaran salí impulsado como un cohete... ploshhh... terminé clavándome en el río. No me hice mayor daño, ya me imaginaba la treta del animal así que más o menos me preparé para la caída. Aun así, ello no impidió que tragara agua y que estuviera un poco aturdido al verme en medio del río.

Mi prima asustada vino en mi ayuda a todo galope, vaya que montaba como una amazona, yo que pensé que solo era buena montándose sobre mi verga por las mañanas.

Recobré el control de la situación y me dispuse a salir nadando, mientras mi prima se adentraba presurosa, con su ropa puesta, a mi rescate. Nos encontramos cerca a la orilla y ella me ayudo a salir. Me deje caer en la ribera, estaba un poco adolorido, y necesitaba tomar aire. Anita se recostó a mi lado.

  • ¿Estas bien?... pregunto Anita preocupada.

  • Si, sí… es solo que trague un poco de agua.

  • Pobrecito... hummm... Ya sé... seguro necesitas respiración boca a boca… me dijo juguetonamente.

Su comentario me saco de mi abstracción, y no pude más que sonreír ante aquella propuesta. Ella tomo aquella sonrisa como una invitación. Lentamente se acercó a mí y sus labios buscaron los míos, note que me besaba con una pasión inusual. Quizás el incidente previo la asusto mucho, temió por mí, y el verme repuesto sintió alivio, no sé, la cuestión es que sentí que todos sus sentimientos confluyeron en aquel cálido beso.

Sin darme cuenta ella estaba sobre mí: sus senos duros resaltaban a través de su blusa mojada y casi transparente por efecto del agua, sus puntiagudos pezones se clavaban en mi pecho. La situación comenzaba a calentarme, tal vez esa fue su intención.

Sentí mi verga crecer en el interior de mi húmeda ropa, sabía que no podría contenerla más, pero quería acomodarme antes de proceder. Así que en un movimiento la hice rodar hacia un lado, yo rodé con ella, de tal forma que quedé encima de ella. Llámenme machista, pero en ese momento yo deseaba poseerla de esa forma. Ella sonrió al darse cuenta de la maniobra y al verme sobre ella, luego continúo besándome.

Me aleje un poco, busque liberar mi semi erecta verga, fue una grata sorpresa sentir sus manos ayudándome en tal tarea. Mientras sus ojos parecían pedirme que me apresurara.

Liberamos mi verga, aun semi erecta y quizás reacia a levantarse por lo frío del agua que nos empapo. Ella noto esto y sin dejar de besarme sus manos procuraron pajearme a fin de calentar mi miembro viril… y vaya que lo logro… poco tiempo después mi verga se encontraba completamente desplegada.

Al darse cuenta de ello Anita me sonrió con malicia, sus ojos brillaban por la lujuria de tener ese pene entre sus manos, ese pene que ella deseaba que la penetrara. La mojada falda que se le pegaba al cuerpo, y con algo de dificultad logro subírsela.

  • Métemela ya... susurro ansiosa.

Iba hacerlo, de hecho, lo hice, mi verga logro entrar hasta cierto punto, solo la cabecita, pero algo impedía su ingreso… ¿qué carajo pasa?... me dije.

Luego me di cuenta que la señorita, asombrosamente, tenía puesta ropa interior, cosa que no había sido una constante durante mi estadía, hasta llegué a dudar que usara estas prendas. Yo creía que ella no las usaba porque seguro sentiría que apresaban sus calurosas intimidades. Quizás para montar a caballo se pone ropa interior, pensé. En fin, la cuestión fue que cuando le envaine mi verga esta entro hasta donde la tela se lo permitió.

Este pequeño incidente la acaloro más, se puso más ansiosa, y sin darse cuenta real de la situación, tal vez por su arrechura, quiso empujar mis caderas, quería tener mi verga dentro suyo sí o sí.

  • Hey... espera un poco… le dije intentando calmarla.

  • Rápido, por favor... me decía mientras mordía sus labios.

Saque mi verga, jalonee su ropa interior hacia un lado, creo que allí recién se dio cuenta de lo que había pasado. Ella me ayudo en esta maniobra y presurosa con sus manos tomo mi verga la dirigió hacia su vagina. Comencé a hundírsela suavemente, pero ella no aguanto, nuevamente sus manos tomaron mis caderas y empujaron hacia abajo. Mi pene perforo sus entrañas hasta donde pudo... Anita prácticamente se la había metido.

  • Ohhh...

Soltó un resoplido de satisfacción, de alivio y me abrazo con fuerza. Parecía que quería sentirme completamente. después se le escapo un breve sollozo.

  • Oye ¿que tienes?, ¿estás bien?… pregunte preocupado.

  • Si, es q bueno…. al verte caer me asuste mucho, no sé, pensé que te ahogarías… me dijo con angustia.

Quizás por eso ella misma se clavó mi verga y luego se aferró a mí. Tal vez quería sentirse segura de que en realidad me tenía, que nada malo me había pasado.

  • Ya, ya, cálmate que no pasó nada… dije tranquilizándola.

La bese cariñosamente y luego más apasionadamente. Ella respondía estas caricias con igual o mayor intensidad, mientras seguía con mi verga incrustada en su vagina. Viéndola más calmada, y hasta nuevamente arrecha diría yo, le dije:

  • No seré bueno montando a caballo, pero creo que no soy tan malo montándome a mi primita... le dije burlonamente.

  • Ah sí, eso está por verse... me dijo con coquetería, luego me dijo más animada: Arre... y me dio un palmazo en las nalgas.

Entre risas comencé a moverme lentamente en su interior, ella comenzaba a inquietarse con aquella tierna fricción. gimoteaba tímidamente.

  • Ohhh... hummm…

No fue necesario que dijera nada… sus ojos, sus labios en tímida mueca suplicaban porque procediera con más vigor...

  • Ahhh… siii… así… primito… asiii... hummm… me susurraba al oído.

En esos momentos me aleje un poco, buscando que mis penetraciones tuvieran un recorrido más largo. Anita a su vez separaba más las piernas para que mi verga se le enterrara más profundamente. Al parecer logro su cometido porque ahora gemía más fuertemente.

  • Ohhh... hummm. que placer... asiii... ahhh... así móntame así... hummm.

Luego baje mi vista y me fije en sus hermosos senos, que danzaban a ritmo de mis penetraciones a través de aquella translucida blusa. Quise liberarlos, pero disminuí un poco el ritmo… y ella se dio cuenta.

  • No, no... no te detengas... después juegas con ellas... pero por favor no te detengas.

Completamente excitada buscaba que me concentrara en partirle su hambrienta conchita... y así lo hice… Nuevamente comenzó a sollozar, pero esta vez de placer.

  • Ohhh... siii... más fuerteee… ya casiii... ahhh...

Me lance en un galope endemoniado, con mi verga completamente clavada y al igual que el caballo frene casi en seco al sentirme algo acalambrado.

  • Ahhh… ohhh… hummm…

En ese momento sentí como el cuerpo de mi prima se estremecía. Me clavo sus uñas con fuerza mientras sus piernas rodeaban mi cintura empujándome más contra ella. En ese momento mi verga inundo de semen sus intimidades.

  • Ufff... exclame exhausto.

Me deje caer sobre ella, algo adolorido, casi acalambrado. Anita me recibió sin quejas, quizás estaba muy cansada como para hacerlo, respiraba lentamente, estaba satisfecha.

Al rato sus manos acariciaban mi espalda, más repuesto, me levante un poco y nos besamos tiernamente… frente a ese paisaje natural y esos caballos, que dieron rienda suelta a nuestros deseos.

Continuara…