El anito de Anita (15)

Vida disipada

El pueblo no era muy grande, había varios negocios dedicados a la venta de productos agrícolas, almacenes, tiendas con herramientas, etc. Estando a punto de regresar mi tío, recordó algo:

  • ¿Dónde deje la lata de grasa?...

Yo casi me atore con mi propia saliva, recordando lo ocurrido en la mañana. Intente disimular, luego el agrego:

  • Bueno… tendré que comprar otra… dijo resignado.

Así lo hizo y volvimos a la hacienda cargados con algunas provisiones.

Por la tarde, después del almuerzo, Anita nuevamente me llevo entre los arbustos en que me había tumbado el día anterior. Así cubiertos por la vegetación, ella satisfizo las necesidades de su otro agujero. Los días siguientes continuamos rigiéndonos por ese mismo horario.

Yo muchacho de ciudad acostumbrado más a labores académicas que a las físicas, comencé a decaer. Por las mañanas ya ni quería levantarme, pero Anita me llevaba prácticamente a arrastras al establo para "ordeñarme" hasta la última gota de mi leche. Prácticamente pase a ser parte de su instrumentación diaria.

Yo simplemente me echaba, en una parte del suelo cubierto por paja, buscando descansar un poco más, mientras ella procedía a incentivar mi erección con sus labios. Naturalmente que a él sí lograba levantarlo sin quejas.

Luego ella procedía a sentarse encima de mi verga erecta, y comenzaba su recorrido de arriba abajo. En cambio, yo exhausto, dormitaba. Además, la señorita parecía no necesitar de mi ayuda: más recia físicamente, por sus labore diarias en el campo, subía y bajaba vigorosamente.

Ahora no se cansaba como antes, se iba de largo hasta lograr sus orgasmos y exprimirme la última gota de leche. Mas satisfecha en sus apetitos anales o vaginales, según su antojo. Luego procedía a ordeñar a las vacas, mientras yo intentaba dormir unos minutos más.

Por las tardes, en cambio, si encontraba mejor respuesta mía. Hasta dobleteaba a veces: vaginal y anal, aunque más le gustaba la dupleta anal, seguía igual de golosa en ese sentido. Solo que Anita seguía aun poco temerosa en lo que se refiere al sexo anal, así que continuamos usando la grasa.

Dado que llevaba una vida relativamente tranquila, lejos del acecho de mi madre, en campo más abierto podía disfrutar de los favores de mi prima sin mayores problemas. Tal fue mi sensación de paz, que después de semana y media, llame una casa para avisar que me quedaría otra semana más. Después de todo, me queda algún tiempo antes de la matricula del siguiente ciclo en la universidad.

No necesite convencer a mi padre, el acepto rápidamente. Me sonó algo raro, ¿habrá alquilado mi cuarto?, pensé, o el viejo se está ablandando ¿qué será? Bueno, seguro que mi tío le habrá dicho que le soy de ayuda aquí… ¡bah!, ¿qué más da?

Cambiando de tema, les contare que con Pamela mi situación poco a poco fue cambiando, no piensen mal, recuerden que prometí respetarla. Además, con Anita prácticamente en celo constante, ya ni ganas de mirar a mi otra prima me quedaban, al menos no con morbosidad. Bueno, hombre al fin, una que otra mirada lujuriosa le abre mandado, pero no más.

Bueno como les decía, mi relación con Pamelita (como le decía yo cariñosamente) se volvió más amical: intercambiábamos más palabras, me fue tomando confianza, no se cohibía tanto como antes, hasta bromeábamos de vez en cuando. Mas bien notaba un poco de celos de Anita, cuando nos veía conversando felices, se acercaba a ver de que hablábamos… un poco marcando terreno.

De mi relación con Anita mis tíos ni sospechaban, conocedores de que ella había pasado una temporada en mi casa, sospecharían que teníamos una gran amistad. Además, se sobreentendía que Anita era como mi anfitriona en mi visita por aquellos parajes. Seguro sus mismos padres le habrían encomendado la noble labor de hacer placentera mi estadía… y vaya que lo estaba cumpliendo.

Tal vez la única que podría sospechar que algo pasaba entre nosotros, era Pamela. Mas de una vez estuvo a punto de atraparnos en situaciones comprometedoras: en medio de placenteros besos, caricias o de alguna conversación subida de tono. Pero por ella no nos preocupábamos, al fin y al cabo, eran hermanas, de llegar a descubrir algo, seguro Pamelita sabría guardar el secreto.

Aunque yo no quería llegar a ese punto, es decir, que nos descubriese y que luego tenga que guardar el secreto… pero…

Después de un largo día de trabajo, ya de noche, después de cenar, mi tía se veía agotada, yo no me sentía muy diferente (hasta llegue a arrepentirme de haber pedido quedarme una semana más), así que Anita, hacendosamente, se ofreció a lavar todos los cubiertos. Su madre la miro con cariño, y no pudo negarse, porque prácticamente se estaba durmiendo.

Mi tío también se veía cansado, así al poco rato se fue a dormir con mi tía. Solo Pamela parecía más despierta:

  • Bueno, Anita, ¿te ayudo a lavar?... le pregunto gentilmente Pamela.

Como ya tenía sueño, y viendo que las chicas se encargarían de la limpieza, hice un ademan de levantarme para retirarme a mi cuarto, pero:

  • No, no te preocupes, el primo Juan me va a ayudar, ¿verdad?... dijo Anita viéndome fijamente y tomándome de la mano para que no me levante.

¿Qué?, ¿estas loca?, me muero de sueño y tú quieres que… ohhh, ya entendí por dónde va la cosa. Al parecer, la calentona de mi primita aún no estaba satisfecha, o si lo estaba por la comida y quería hacer la digestión con algunos ejercicios corporales.

  • Ah... si… si claro, no te preocupes Pamelita, nosotros nos encargamos… le dije, con cierto desgano.

  • Esta bien, entonces me voy a dormir, buenas noches… dijo dulcemente y se fue a dormir.

Como les dije había sido un día pesado de trabajo, así que solo habíamos podido tener relaciones por la mañana, y por lo que veía mi primita quería completar su dosis sexual diaria.

Cuando Pamelita desapareció por el pasillo, y estando solos en la sala, Anita se me abalanzo y me lleno de besos.

  • Pensaste que te me escaparías… me dijo sensualmente.

  • No, ni pensarlo… le respondí sonriendo.

  • Hoy, no has visitado mi pequeña cueva… me dijo con coquetería.

Aunque no recordaba a ciencia cierta porque, como les comente, a veces me quedaba adormilado durante nuestras sesiones matutinas. Pero ella debía saberlo mejor que nadie, total el sexo anal se había convertido en una de sus necesidades básicas desde que llegue… después ella agrego:

  • Pero antes de eso… me dijo sensualmente.

No, no me digas que quieres otra vez sexo vaginal… no primita, ya no tengo cuerpo, decídete o anal o vaginal, si hacemos los dos, mañana nadie me levanta, pensé. Pero ella viendo mi cara de estupor, dijo finalmente con una sonrisa burlona:

  • pero antes… tenemos que lavar los platos… ¡así que vamos!

Me jaloneo hasta la cocina, lavamos los platos, el agua estaba helada, así que ayudo un poco a quitarme el sueño. Cuando estábamos por terminar, le dije que iría a cerciorarme de que todos estarían durmiendo, pero me quede en la puerta de la cocina viendo al pasillo, no había nadie.

Volteé y vi a mi prima, movía su trasero lenta y armónicamente mientras secaba los últimos cubiertos, su corta falda se había replegado. También recordé que mientras lavábamos, su pecho se había mojado un poco… sus pezones estarán duritos, pensé.

Instintivamente liberé mi verga, que comenzaba a crecer con estas visiones y pensamientos, la masajeaba con mi mano derecha, incentivándola, para que estuviera dura, y así sorprenderla por detrás… iba a hacerlo, pero recordé que aún tenía temor a las penetraciones anales.

Caraj! ¿qué hago?, ¿ir hasta el establo por la grasa?... no, a esta hora no. Mientras decidía que hacer mi vista se posó sobre una mesita, en ella había un paquete de mantequilla… ¡qué diablos! me dije, me acerque cocí un poco con la mano izquierda y me la frote por la verga… ahora sí.

Sigilosamente me acerque a Anita, se le cayó un cubierto. Me quedé quieto, estaba a un metro de ella: se va a dar cuenta, me va a malograr la sorpresa, pensé. Pero ella retrocedió un poco y se inclinó, su falda se levantó más… ¡es ahora o nunca!, me dije.

Rápidamente me acerque y levante lo que quedaba de falda… ¡esta muchacha caraj…!... ¿es que nunca se pone ropa interior?... ¡bah!, ¡mejor aún!... pensé y enfilé contra su ano desnudo:

  • ¿Que?... musito ella sorprendida.

No le di tiempo a decir otra palabra, a pesar de lo dificultoso y por mi vehemencia, alcance a enterrarle casi media verga de golpe… sus curvilíneas formas se estremecieron:

  • ¡Uhmmm!... llego a exclamar.

Luego ella misma, para evitar que se le saliera un grito, se metió en la boca la tela con que secaba los cubiertos.

  • ¡Sorpresa!... susurre burlonamente.

Ella seguía inclinada, agarrando con una mano fuertemente el cubierto, que parecía ser el foco de su tensión ante lo imprevisto de mí arremetida. Con la otra mano mantenía la tela sobre la boca, respiraba agitadamente.

  • ¿Te gusto?... me anime a preguntar con sarcasmo.

  • Siii… dijo ahogadamente.

Mis manos sostenían su cintura, ahora ella respiraba más relajadamente. La mueca de sorpresa y dolor en su rostro se fue borrando. Hasta que al fin quito la tela de su boca:

  • Y ¿qué esperas?... ¡métemela toda!... me dijo con más aplomo.

Le hice caso, y se la hundí hasta el fondo… nuevamente se metió la tela en la boca…

  • ¿Que?, ¿te lo esperabas?... pregunte.

  • Me... ayyy!... me... lo imaginaba! pero!... ohhh!...

  • ¿Pero que?

  • Pero! hummm!... no pensé que te atreverías! ayyy!

  • Así que no lo creías?! para que no vuelvas a dudar!!

La tome mas fuertemente de la cintura y empuje con todo, sus duras y redondas nalgas se abrieron hasta donde pudieron, mi verga entro en su ano prácticamente hasta la raíz. Ella arqueo su espalda, soltó el cubierto y la tela, sus manos buscaron apoyarse en el lavabo.

  • Uhmmm! exclamo temblorosa.

Sus manos ahora se aferraban al lavabo, con la cabeza gacha, soportaba mi embestida, mejor dicho la disfrutaba!

  • Ohhh! que ricooo! ahhh!

Estuvo un rato así, como en un trance, luego:

  • Ya! cabálgame! vamosss!

No me hice de rogar y comencé a perforarle las entrañas, con fuerza. Anita soportaba con valentía, se mordía los labios, pero aun así dejaba escapar uno que otro quejido:

  • Ohhh! hummm! mas suaveee! ayyy!

  • Callate!! nos van a oir!

  • Uhmmm! si, si! me callo! pero! no! no mejor no! no te detengasss!. Ahhh!

Le clavaba mi pene con vigor, y justamente fue el vigor lo que se me fue agotando, mi cintura ya no se movía con la misma rapidez.

  • Ayyy! primito... vamosss... un poquito masss.

Viendo que decaía, ella comenzó a culearme, movía su delicioso traer de atrás hacia delante, pero necesitaba mas fuerza si quería llegar a un orgasmo.

  • Uhmmm! ayudamee! no me dejes asíii! vamossss!

Me ayude con las manos: la tome con más fuerza de la cintura, ahora la atraía y alejaba su enorme culo que rebotaba intempestivamente en mi ingle:

  • Ohhh! siiii! asiiií! rompeme el culoooo!. ahhh!

Llego un punto en que, casi acalambrados mis brazos, decidí darle con lo que me quedaba, arremetí con mayor fuerza, velocidad… ella gemía de placer, sudaba, sus nalgas temblaban.

  • Ohhh!. ahhh... ahhh! ahhh!

Ella quería decir algo, suplicar, reclamar, pero no podía, todo su ser temblaba ahora con mis últimos esfuerzos, hasta que en un sacudón final…

-Yaaa! ahhh! ohhh! no massss!... ohhh

Llego al orgasmo en el momento en que yo la alejaba por última vez, y su cintura se me escapo de las manos... ¡pum!... ella se fue de largo y su cabeza se golpeó contra el mueble del lavabo, mientras mi semen escupía a diestra y siniestra sobre sus nalgas, el suelo!

  • ¡Ayyy!... se quejó.

Yo maltrecho, no tuve reacción para impedir su caída, solo retrocedí un poco y me apoyé contra una mesita. Sentía mi cuerpo adolorido... pero satisfecho.

Ella, ahora sentada en el suelo, respiraba agitada y me miraba con rostro satisfacción, aunque con una mano se sobaba la cabeza por el golpe. Ya con más aire, le pregunte con cierta ironía:

  • Ya me puedo ir a dormir!

  • Si, ya puedes, ¡es todo por hoy!... me dijo juguetonamente.

Luego los dos sonreímos…

  • Ahh, espera me olvidaba, tenemos que dejar todo limpio… me dijo preocupada.

  • Oye, pero ya limpiamos los platos... me queje.

  • Si… pero me olvide de limpiarte la verga…

  • Ohhh, claro... jajaja…

Anita también se rio, luego hizo un ademan de querer levantarse para limpiarme, iba a hacerlo… sin embargo… Se quedo en el suelo, su rostro palideció repentinamente. Se cubrió con la falda sus piernas y parte de su pubis que saltaba a mi vista porque yo estaba frente a ella, la mire extrañado, hasta que:

  • ¿Que?... ¿qué paso?... pregunto una voz detrás mío.

¡Que caraj…!... ¡uyyy mierd…!... ¡ya nos jodim…!... pensé. Me quede frío como una estatua, no me atrevía a voltear… mi vida paso frente a mis ojos en breves milésimas de segundo. Me hubiera gustado volver a ver a mis viejos, haber terminado mi carrera universitaria, conocer más lugares, no quería terminar siendo enterrado por estos lejanos parajes.

Luego procese mejor esas palabras… esa voz… era una voz femenina… pero no… no es mi tía… es… ¡es Pamela!... ¿qué diablos hace Pamela aquí? Como ninguno de los dos decía nada, y como respondiendo mis pensamientos:

  • Escuché un ruido y vine a ver… dijo Pamelita con su voz aun asustada.

  • Si… si… es solo… es solo… que me caí… dijo Anita con voz aún más asustada.

  • Ahhh, Si… ¡ya veo!... respondió Pamela con voz aun desconfiada, como de quien no se come el cuento completo o que sabe que hay algo más.

  • ¿Y mis papas?... pegunto Anita preocupada.

¡Caraj…!... por instante me olvide de ellos… ¿se habrían despertado?, ¿estarían viniendo para acá?...

  • Siguen dormidos… respondió Pamela.

¡Ufffff!... ahora solo queda deshacerse de esta niña, me dije.

  • Y ¿por qué tu...?... pregunto Anita con curiosidad.

  • Ahhh… es que no tenía sueño… dijo con desgano, luego agrego… quise venir a ayudarles…

Mientras ellas intercambiaban estas palabras, yo seguía mudo. De pronto noto que Anita me ve la entrepierna con nerviosismo… Ayyy ¡esta muchachita!, aun en esta situación sigue pensando en esto, aun le quedara algo de arrechura. Pero como quiere que le de otra cogida si mi verga ya está… esta... ¡por la put... madr…!... ¡mi verga esta fuera de mi pantalón!

Eso era lo que Anita quería darme a entender, por suerte estaba de espaldas a Pamela y no me había visto. Comencé a sudar… y ¿ahora como la guardo sin que se dé cuenta?, lo hago despacio me dije.

  • Juan… ¿estás bien? ¿por qué no dices nada?... me pregunto Pamela preocupada.

No podía responderle de espaldas, seria sospechoso y tampoco podía voltear con la verga al aire.

  • Si, si…. Juan ya se va a dormir…  dijo Anita presurosa intentando salvarme mientras su vista me apuraba a hacer algo.

  • ¿Juan?... insistió Pamela.

¡Diablos!... hice una rápida maniobra, guardé mi verga como pude, pero aun estando de espaldas, y si la chica es algo perceptiva, se habrá dado cuenta de lo que estaba haciendo. Voltee, seguramente pálido, intente guardar compostura, y respondí:

  • Si, es que… es que me estaba quedando dormido… dije y forcé un bostezo para completar la figura.

  • Si... ve a dormir… Pamela y yo terminamos esto… dijo Anita.

Me lanzo una mirada como botándome del cuarto… entre hermanas se arreglarán, pensé. Seguro Anita le inventara alguna excusa, ella es buena para eso. Con mi presencia aquí solo entorpezco las cosas, así que mejor me voy, me dije y me dispuse a salir.

  • Buenas noches… dije lo más gentilmente posible.

  • Buenas noches… me respondieron a su vez mis primitas.

Necesariamente tenía que pasar por el lado de Pamela, que estaba apoyada contra la puerta, note que miro con cierta sorpresa mi entrepierna. Yo disimuladamente baje mi vista para ver qué es lo que miraba… ¡Caraj…!... no me subí el cierre... mi bragueta estaba horrorosa y desvergonzadamente abierta… más aun parte del pescuezo de mi verga se podía ver fácilmente, por la prisa no me lo había acomodado bien.

Pamela quito su vista de mi ingle y le lanzo una mirada inquisitiva a su hermana, mientras yo pasaba presuroso por su lado. Ya en el pasillo me acomodé la verga y me subí el cierre rápidamente, ellas seguían en silencio, no decían nada. Seguro esperaban a oír mi puerta cerrándose para "conversar".

Cerré la puerta tras de mí, pensé en regresar sigilosamente y escuchar que decían, pero en realidad el cuerpo no me aguantaba más en pie. Tampoco quería echar mas leña al fuego, por si estaban discutiendo… Anita no me lo decía, pero algún arreglo había entre ellas para guardarse los secretos, así que mejor era dejarlo que ellas lo resuelvan.

Me tire sobre la cama con algo de preocupación y con algunas preguntas que me rondaban la cabeza: ¿Que tanto habrá oído o visto Pamela? ¿por qué no la escuchamos acercarse?... ¿habrá sospechado algo y se habría acercado sigilosamente?... ¿nos habría estado espiando desde antes?...

Esa noche no encontraría respuesta a ninguna de esas interrogantes. Anita se encargará de eso, ya me contará mañana, me dije. Más aliviado con este pensamiento, caí en un profundo sueño.

Continuara….