El anito de Anita (14)

Juancho el ancho

Como había dormido toda la tarde no tenía mucho sueño. Me recosté pensando, recordando mis primeros encuentros con Anita. Luego y aun sin sueño recordé mi trabajo de hacía unos días, los amigos que hice.

No la pase mal después de todo, me dije, hasta me regalaron aquel polito naranja con el cuello verde y el nombre de la empresa estampado atrás. Aunque el color naranja me agrada, no suelo vestirme de ese color, a propósito ¿dónde estará ese polo?, pensé.

Me levanté y comencé a buscar entre mis pertenencias, hasta que lo encontré, al lado había un grueso plumón de la empresa, también de color naranja, pero de tinta verde, al menos eso se desprendía del color de la tapa.

No sé porque, seguramente por la forma y lo caprichoso de los colores de aquel plumón, me vino a la mente la conversación que tuve con mi prima, aquel objeto me recordó a la famosa zanahoria: "Juancho el ancho"

Viendo aquel grueso plumón entre mis dedos, ¡se me ocurrió una traviesa idea! lo usaría para hacer algo que nunca había hecho antes, que hace tiempo me provocaba hacer, era algo loco, algo que rompía mis reglas básicas de conducta, pero ¡qué diablos estoy lejos de casa!

Uds. que pensaron: ¡este ya se volvió maricon! no, nada de eso, no viaje tan lejos, y no espere tanto por volver a disfrutar de los deliciosos favores de mi prima, ¡para finalmente convertirme en gay! no, ¡nada de eso!

Pero se preguntarán ¿que se me ocurrió? bueno tenía el plumón en una mano y el polo en la otra, y se me ocurrió pintarle, con el plumón, algunas letras a la parte frontal del polo, en el pecho al lado del corazón, algunos ya imaginaran que palabra, que nombre, formaban esas letras… sencillamente: "Juancho".

Ahora, pintar un polo con plumón era algo que nunca había hecho, en mi casa eso rayaba en el vandalismo, además rompía mis reglas de conducta porque nunca quise estropear ninguna prenda, sobre todo un recuerdo.

De alguna forma bautice a mi polo con ese nombre, me pareció gracioso, me lo puse, al día siguiente, le jugaría una broma a mi prima, seguro se reiría de aquel detalle. Ahora sí, más cansado me fui a dormir, no tarde mucho en dormirme, hasta que…

Hasta que unas leves sacudidas interrumpieron mi profundo sueño:

  • Que?, ¿quién?... ¿Anita?, que, ¿qué hora es?... pregunte entre sueños.

  • Es temprano ¡muy temprano!... me dijo expresiva, abriendo los ojos.

  • Entonces ¿para que me levantas?... proteste.

  • Tenemos que ir a ordeñar las vacas… me dijo.

  • Solo cinco minutitos más… le rogué como niño que no quiere ir a la escuela.

  • Vamos levántate… insistía ella.

  • Oye, ¡pero aún no amanece!... me queje, notando que afuera seguía oscuro.

  • ¡Vamos dormilón!... insistía ella.

  • ¡No seas mala!...

  • Si no te levantas ¡te olvidas de esto!... me dijo más determinada, acariciando sensualmente su trasero.

  • ¿Por dónde queda el establo?... repuse y me levanté como resorte.

  • Así me gusta! ¡buen chico!... me dijo con una sonrisa más bonachona.

Me condujo hacia el establo medio de la oscuridad, yo la seguía como un zombi, aun soñoliento, bostezando. Ya dentro del establo, vi a los animales (vacas, cerdos, algunos caballos) encerrados por cercas hechas rústicamente con troncos, me dieron los buenos días con un pequeño alboroto.

  • Lo que pasa es que no te conocen! me explico con gracia Anita.

  • Y a quien saludo primero?! pregunte con sarcasmo.

  • Bueno, ella es la señora vaca… me dijo alegremente presentándome a una de las blancas y manchadas bestias.

  • Mucho gusto! oye... no me da la mano, que hago, ¿me ofendo?! dije irónicamente.

  • ¡Ja! ja! graciosito!

Y así me fue presentando a buena parte de los animales, yo ya iba despertando. Hasta que me llevo un poco lejos de los animales.

  • Y ¿a quién voy a conocer aquí?! pregunte con curiosidad.

  • Aquí vas a conocer a…  me dijo, dejando caer su vestido… más bien, te vas a reencontrar con mi anito! finalmente dijo señalando su arrugado orificio.

Ver su hermoso cuerpo descubierto, sobre todo ver su firme y apetitoso trasero al descubierto, me despertó completamente. Despertó mi morbo también, que inmediatamente se manifestó en lo abultado de mi buzo.

  • Él también se ofende si no lo saludan… ¡sobre todo si no lo penetran!... me dijo sensualmente.

  • ¿Ah sí?... dije saliendo de mi mutismo y acariciando su esfínter!

Ella se estremeció, ¡casi salto del gozo! y me llevo al lugar donde la paja esta acumulada. Acomodados en medio de la paja, procedió a pajearme, con su boca, para asegurarse de que la tuviera bien parada.

Una vez que estuvo completamente dura, se puso en cuatro. Yo aun me sentía receloso de actuar por lo que me había contado el día anterior, pero procedí a dilatar su ano lo más suavemente posible. En otros tiempos, con mi calentura y la de ella, seguramente lo habríamos pasado por alto, pero a ella también la veía temerosa, aunque no lo dijera, aunque solo gimiera con para incentivarme… y tuvo razón.

Cuando creí prudente iniciar la penetración, le avisé, ella se apoyó bien en el suelo, esperándome, cuando dirigí la cabecita del pene a su estrecho agujero, ella rápidamente y como en un reflejo saco su trasero. No dije nada, repetí la operación dos veces, ayudándome con un dedo para dilatar el esfínter, pero igual, volvió a sacar su jugoso trasero.

  • ¡Es que tengo miedo!... me dijo angustiada.

  • Oye si quieres podemos esperar, quizás otro día… le dije calmándola.

  • No, si no es hoy, ¡no es nunca!, además he esperado suficiente… dijo melancólica.

  • ¿qué quieres que haga?... pregunte abrumado.

  • ¡Intenta de nuevo! ¡tengo que quitarme esta angustia como sea!... me dijo más determinada.

Otra vez, inicie lentamente el proceso, pero ¡al final lo mismo! ya me estaba exasperando, pero entendía su preocupación.

  • ¡Es que seguro me va a doler! ¡sobre todo al entrar!... me dijo casi sollozante

  • ¿qué puedo hacer?... le dije, estaba mas miedosa que la primera vez que la desfloré.

  • ¡No se!… exclamo sollozante.

  • Mejor lo dejamos para otro día!... le dije, ya casi alejándome.

  • No, no, por favor, ¡que lo necesito! ya me hace falta!... me dijo, intentando evitar que me fuera.

Sabía que no pasaría nada, así que me pare y me dispuse a irme, con la verga aun en ristre, planeaba darme una masturbada feroz. Ella no decía nada, seguía en cuatro, no se atrevía a detenerme porque ella misma dudaba.

No se animaba aun a reabrir su cuevita del placer, se había vuelto como una virgen nuevamente. Así maldiciendo mi suerte y mi sueño, en mi torpe y molesto camino a la puerta patee una lata...

  • ¿Que fue eso?... pregunto preocupada, y se cubrió pensando que sería algún familiar.

  • Nada, que pateé una lata… le dije.

  • ¿De qué es?... pregunto cómo recordando algo.

  • No sé, parece grasa… manteca… le dije.

Los dos nos miramos, hasta Arquímedes hubiera gritado voz en cuello: ¡eureka!...

  • Tú crees que sirva?... me pregunto.

  • ¡Si, de hecho!... le dije más animado.

Cogí la lata y volví presuroso a mi posición detrás de ella, luego vi bien el contenido.

  • ¡Aggg! se ve feo esto, y encima me lo voy a tener que untar… dije un poco asqueado.

  • ¡Vamos! ¡hazlo por mí!... me dijo angustiada.

Levanto su trasero, como para que lo viera en todo su esplendor y que no pudiera negarme, mi verga volvió a endurecer. A los 15 segundos con asco y todo, ya me estaba untando la bendita grasa por todo mi pene.

  • ¡Apúrate!... me dijo, había que darse prisa, afuera ya estaba amaneciendo.

  • ¡Ya está!, espera te voy a untar a ti también.

  • ¿Es necesario?! pregunto un poco asqueada.

  • Si, de todas formas, igual te va a ensuciar… le dije

Procedí a embarrar de grasa su esfínter, un temblorcillo recorrido su cuerpo al sentir aquel oleoso elemento. Luego inserte un dedo, este deslizo con menor dificultad que antes, ella lo sintió así, y apretó el trasero, contrajo su cuerpo, su anito no soltaba mi dedo... lo estaba disfrutando.

  • ¡Ohhh!... siiii!!.... que biennn se siente! hummm que rico... exclamo aliviada.

  • Y solo es un dedo… le dije en burla.

  • ¿qué esperas?!metemelaaaa!... dijo con profunda arrechura.

Al sentir deslizar mi dedo por su interior sin dificultad, y al saber que sus dominios serian nuevamente invadidos, todos sus miedos se vinieron abajo, dando paso a una calentura que no le había visto antes.

  • ¡Vamosss!... me insistió.

Metí más grasa en su orificio, y apunté mi verga contra el, la cabeza comenzó a entrar con dificultad.

  • ¡Ayyy! espera, ¡espera un poco!... dijo en un reflejo de temor.

Nada que espera, pensé, y deslice, empujando también, mi verga hasta que entro un poco más de la cabeza.

  • Nooo, ¡mejor nooo! ¡sácala! ¡me va a doler!... dijo en una mezcla de pánico y excitación.

Pero cuando un hombre la tiene adentro, es difícil, mejor dicho, casi imposible, que la saque. No fui indiferente a este razonamiento, empujé más. Mi verga se deslizaba en su interior, su carne se abría dando paso a un nuevo inquilino.

  • Ayyy! ya! ¡está bien! pero suave… decía entre sollozos.

Ella contraía y relajaba por momentos sus redondas nalgas, lo que me excitaba más. Con más de la mitad adentro, en un momento de excitación total, me dije: mejor que será que entre todo en una, que sienta todo el golpe de una vez y que no se queje de a pocos. Sería como una terapia de shock, pensé y me sonó razonable. Me prepare para llevar a cabo esta idea, la tome de la cintura:

  • ¡Espera! ¿qué haces?! no! ¡aguardaaa! me dijo preocupada.

Parecía haberse percatado de mis intenciones o seguro la forma en que me posicione le recordó mi pequeña venganza en la casita del árbol. Igual, no le preste mucha atención, estaba decidido y efectué mi plan. Enfunde: Zooommm! y ploshhh! entro hasta el fondo!

  • Ayyyyyaayyy... ¡maldito! ¡desgraciado!... vociferaba ella.

Quería huir, pero yo la tenía firmemente asida de la cintura, lo máximo que logro fue levantar la espalda, y luego se dejó caer, apoyando la cara en el suelo. La grasa si ayudo y mucho, pero ella parecía estar demasiado preocupada, demasiado sensible, hasta creo que grito más por reflejo que por dolor. Ya saben lo que dicen: si crees que te va a doler, lo más seguro es que te va a doler. Creo que ella ya estaba mentalizada en ese sentido.

  • Ayyyaay... ¡mi anitooo!... se quejaba ahora más calmada.

  • No te preocupes, ya está adentro, ahora solo hay que esperar… le decía casi orgulloso de mi plan.

Poco a poco fue relajando su cuerpo, dejo de apretar las nalgas, se dio cuenta que no le dolía tanto como pensaba.

  • Ahhh!... uffff!... ya está mejor!... me dijo, su anito comenzaba a palpitar ansioso en mi verga.

  • ¿Comienzo?... pregunte precavido.

  • Si, si, ¡dale!... me respondió tratando de no evidenciar su excitación.

Mi verga se movía lenta y suavemente por su conducto anal, ella se estremecía, un temblorcillo de ansiedad recorría su cuerpo, ansiedad que comenzaba a desesperarla. Si antes se quejaba, ahora no podía contenerse y pedía.

  • Yaaa! ¡vamosss! un poco masss… me pedía.

  • ¿Aguantas?...

  • Si, siii... por lo que más quieras… quítame este cosquilleo… ¡vamosss!... me rogaba.

Aceleré un poco más, puse segunda, al principio con eso le basto, gimoteaba tímidamente, y se veía mas calmada...

  • Ohhh!... ufff!... que rico… asiii... exclamaba complacida.

Al rato nuevamente quería más, puse tercera, lucia más satisfecha, una sonrisa comenzaba a iluminar su rostro… comenzaba a gemir.

  • Ohhh!... que biennn… ahhh... un poquito masss... un poquito más fuerteee…

  • Si así lo quieres…

  • Si, siii por favorrr... solo un poquito masss…

Pero de tercera a cuarta velocidad, donde no hay punto medio, así que ahora se la enterraba con mas fuerza y velocidad.

  • ¡Ayyayyy!... ¡ya no!... ¡suéltame!... ¡ya nooo! …

  • ¡Deja de tener miedo caraj…!... aguanta…

A estas alturas, yo profundamente excitado, no iba a soportar niñerías, así que le grite de mala gana, ella un poco que se asustó. Sin embargo, Anita me dejo obrar, ahogaba algunos quejidos en su garganta, y sollozaba. Al rato esos quejidos se mezclaban con gemidos y no los pudo contener en su garganta.

  • Ahhh... ohhh... hummm...

Sus carnes temblaban con mis embestidas, sus senos danzaban a mi ritmo, el sudor invadía su cuerpo, y aunque no le crean se atrevió a exclamar:

  • Ahhh!... ya casiii… ¡vamossss!... masss por favor… ¡masss!...

Ahora sí que te reviento, para que aprendas a no reemplazarme con zanahorias. A ver, quiero escuchar que te quejes de nuevo, me dije con sarcasmo. Con ayuda de la grasa mi verga salía y entraba con gran velocidad, se la sacaba y nuevamente la enfundaba con fuerza, mis dedos se aferraban con a su cintura.

  • Ayyyy dueleee... ohhhh siiii... ohhh no paresss… asiiií Acabameee… ayyy!

Casi lloraba de dolor y placer, yo no aguantaría mucho y ella ya decaía, con las justas se apoyaba. Le di una nalgada para reanimarla, mal que bien funciono, pero nuevamente desfallecía.

-        ¡Ahhh!... termina yaaa… que me matasss… ohhh… Ayyy... siiii… ahhh…

Esa fue la última exclamación antes de que un profundo orgasmo recorriera su cuerpo, dejándola tambaleante. Yo le enterré rabiosamente mi verga por última vez, mi semen se fundió con la grasa en su interior. Este golpe final, hizo que ella no pudiera sostenerse más, cayo de lado, y yo con ella… ¡plop!

  • ¡ufff!... ¡ahhh!... ¡uhmmm!

Cubiertos por paja, sudor, grasa y líquidos seminales, completamente asquerosos, pero satisfechos, respirábamos hondamente. Los rayos del sol se filtraban por las paredes de madera.

  • Me disculparas que no te limpie la verga… me dijo finalmente con leve gracia.

  • Oh si, jajaja, esta asquerosa… ella también rio un poco.

  • ¡Uy!... ya amaneció… las vacas… ¡la leche!... exclamo preocupada.

Se preocupo más en sacarme mi leche que se había olvidado de la de las vacas. Se paro rápido, se limpió con una pañoleta que traía en su vestido y se vistió. Yo me levante y también me limpie como pude.

Ahora sí que estaba claro el día, ella se acercó y me beso. Quiso decir algo, pero se contuvo, entendí, no era necesario sus ojos decían todo, además no había tiempo para eso. Se dirigía donde las vacas, pero volteo y me miro extrañada.

  • ¿Que? ¿qué pasa?, ¿algo malo?... pregunte preocupado, su vista se clavaba en mi pecho.

  • ¿Juancho?... dijo algo sorprendida.

Ahora con la luz del día se dio cuenta del detalle, pudo leer lo que decía mi polo.

  • ¡Ayyy tontito!... tienes cada ocurrencia!! me dijo de buena gana y luego se rio alegremente.

Quería acercarse a besarme, pero… pero Pamela entro y tuvo que hacerse la loca. Nos saludó un poco contrariada, seguro no esperaba mi presencia.

  • ¡Anita! y ¿la leche?... pregunto inocentemente.

  • Uyyy... sí, Pamelita ayúdame, antes que mama se dé cuenta… le pidió a su hermana.

  • Pero ¿qué estuviste haciendo?... pregunto la curiosa.

  • Nada, que fue mi culpa, me quedé dormido y a ella también le dio sueño… intervine.

  • Pero… siguió.

  • Pero nada, después te explico, vamos Pamela, ayúdame... pidió Anita angustiada.

Dejando su curiosidad de lado, Pamelita ayudo a su hermana a ordenar las vacas, yo las observaba, intente hacerlo, pero luego me hicieron a un lado, no soy bueno para estrujar ese tipo de tetas.

Hicieron parte de su tarea hasta que nos llamaron al desayuno, luego terminarían. Fuimos a la casa y dentro del desayuno la bebida natural era

la leche! mi prima parecía fanática de este líquido, con razón que a veces a mí también me exprimía la mía.

El desayuno transcurrió normal, solo por un pequeño incidente! mis tíos se levantaron para irse, mi prima bebió el ultimo sorbo de su vaso, y le quedo el típico bigote de leche. Yo sonreí y la muy coqueta, se pasó la lengua, con toda sensualidad por sus labios. El recuerdo de alguna fenomenal mamada me vino a la mente y sentí que una gotita de semen se escapaba de mi pene. Me estremecí un poco al sentir aquel discurrimiento, ella se rio adivinando lo sucedido.

Pamelita observo toda la escena, yo me di cuenta y la miré un poco apenado. Anita en cambio seguía con su juguetona sonrisa. Pamela no dijo nada, se hizo la tonta y se salió.

  • No te preocupes, yo me encargo de ella… me dijo en voz baja Anita y me guiño un ojo.

Regresaron al establo y terminaron su labor, mi tío tenía asuntos que resolver, así que aprovecho para llevarme a conocer el pueblo.

Continuara...