El Animal y el Instinto
Cuando las Furias se desatan...
Aquel había sido un día bastante duro en el trabajo, y se había alegrado hasta el fondo de su alma cuando, por fin, había podido irse a su casa. Ahora, lo único que necesitaba era llegar a casa, quitarse los zapatos y, tras andar un rato descalza por la casa, tumbarse en el sofá un buen rato, para luego irse a la cama a dormir.
No se imaginaba hasta qué punto esos planes estaban lejos de hacerse realidad.
Tras llegar a casa y meter el coche en el garaje de la casa, subió las escaleras que unían ambos lugares lenta y pesadamente dirigiéndose al salón, dejando en una mesa los papeles de su trabajo.
Y fue justo en ese momento cuando escuchó el "¡CLAC!" del diferencial de la luz, quedándose todo completamente a oscuras. Oyó como el chico, desde la cocina, le decía que no se moviese de donde estaba, que ya se encaraba él de conectar de nuevo la corriente. Ella pensó que, a ella, le parecía perfecto, ya que no tenía intención de ir a ningún lado.
Pero en lugar de oír el suave "¡Clic!" que avisaba que la corriente ya estaba de nuevo conectada, sintió cómo un suave trozo de tela recorría su cuello, presionándole suavemente la garganta. El chico se había puesto detrás de ella, sujetándola con un pañuelo de seda mientras le daba ligeros golpecitos en el culo con la polla, al tiempo que le daba traviesos mordisquitos por la nuca a la chica. Era cierto que había llegado cansada a casa, pero toda aquella sorpresa estaba levantando una serie de sensaciones en el cuerpo de la chica, haciendo que se encontrara como si se hubiese levantado de la cama hacía tan sólo unos minutos.
La chica notó cómo el pañuelo comenzaba a subir perezosamente por su garganta sin dejar de estrangularla ligeramente, llegando a su barbilla y a su boca, donde se entretuvo un rato jugando con sus labios. La chica no paraba de preguntarse qué era lo que iba a hacerle el chico. ¿Se atrevería a amordazarla? La mera idea de verse amordazada ya comenzaba a excitarla. Sin embargo, el pañuelo siguió subiendo hasta acabar cerrándose firmemente en sus ojos. No dejaba de resultarle gracioso, ya que si no había luz, no había muchos motivos para llevar los ojos vendados.
El chico entonces le cogió del culo con ambas manos y empezó a empujarla para que comenzara a andar. Aunque torpemente debido a su ceguera forzosa, la chica comenzó a andar, suponía, en dirección a la habitación en la que dormían, guiada por las manos del chico que no soltaban su culo en ningún momento.
Cuando el chico la detuvo, volvió a sentir la respiración del chico sobre su cuello y sus hombros, al tiempo que éste le daba más mordisquitos, besos y lametoncitos con la punta de la lengua, al tiempo que se aflojaba el pañuelo que le cubría los ojos para cerrarse acto seguido alrededor de su garganta. Al abrir de nuevo los ojos, comprendió el por qué de llevar el pañuelo a pesar de la oscuridad que invadía toda la casa.
La habitación estaba completamente iluminada por un sinfín de velas de todas las formas, tamaños y fragancias. Estaba más que claro que la luz no se había ido por sí sola.
El pañuelo comenzó a ascender de nuevo por el cuello de la chica para, ahora sí, cerrarse en su boca con la misma firmeza con la que momentos antes lo había estado en sus ojos. El chico comenzó entonces a sobarle las tetas sin dejar de darle juguetones mordiscos en el cuello, aunque lo suficientemente fuertes ahora como para que la chica empezara a sentir un poco de dolor.
Sin perder el tiempo, el chico deslizó sus manos por debajo de la ropa de la chica y comenzó a tirar de ella hacia arriba para quitársela. Ella levantó los brazos dócilmente para facilitarle la tarea al chico y, cuando éste hubo terminado, sintió cómo él le cogía las muñecas con ruda firmeza y se las ponía a la espalda. Ella escuchó entonces un tintineo metálico y, para cuando quiso darse cuenta, se encontró con las manos atrapadas por sendos brazaletes de suave cuero unidos por una pequeña cadena de acero. Quiso entonces decir algo, pero entonces su lengua le recordó que tenía el pañuelo embozándole la boca, manteniéndola callada.
De repente, el chico la empujó con fuerza contra la cama, cayendo pesadamente contra el colchón. La actitud del chico, aunque dura, excitaba cada vez más a la chica, la cual empezaba ya a notar una ligera humedad en su coño. Sin perder ni un momento, el chico se quitó la ropa y, poniéndose tras la chica, le levantó el culo poniéndola en pompa y de rodillas, con la cabeza apoyada contra la cama, para comenzar a quitarle acto seguido los pantalones y el tanga que se había puesto la chica aquel día, dejando su culo y su coño completamente expuestos a sus deseos.
Cuando terminó de desnudarla, el chico volvió a poner a la chica en pompa y comenzó a lamerle el culo y el coño. Empezó trazando rápidos círculos alrededor del culo, dibujando espirales con la punta de su lengua hasta llegar al centro, momento en el cual se dirigió hacia el coño de la chica, abriéndole los labios con la punta de la lengua y volviendo después nuevamente al culo tras haberle metido ligeramente la lengua en el coño. Y vuelta a empezar.
La chica suspiraba y jadeaba silenciosamente debido a su mordaza de seda, y se ponía más y más cachonda con cada lametón del chico, el cual, a su vez, tenía la polla cada vez más y más dura, al ver cómo el coño de la chica se abría y se mojaba cada vez más, hasta que pudo lamerle directamente hasta el clítoris.
El chico aprovechó entonces las humedades de la chica para dejar de lamerle un momento, el tiempo justo para coger un vibrador, encenderlo, y metérselo en el coño a la chica. Lo tenía tan mojado, que entró directamente hasta el fondo. Tras dejar el vibrador encendido en el coño de la chica, el chico siguió lamiéndole el culo, lo que hacía que la chica se estremeciera entre espasmos de placer, incapaz siquiera de imaginar que el chico pudiera estar haciéndole algo así. De acuerdo, alguna vez lo habían comentado, pero nunca antes habían hecho nada parecido. Y aquello a ella le estaba gustando muchísimo.
El chico siguió con sus lametones en el culo y el coño de la chica durante un rato más, tiempo en el que la chica no dejaba de suspirar y jadear con cada lametada del chico, empapando con su saliva cada vez más la almohada en la que tenía apoyada la cabeza, ya que el pañuelo no le dejaba cerrar la boca, lo cual hacía que estuviese cada vez más y más cachonda. Se sentía sometida y completamente humillada, y lo que era más importante, totalmente a merced del chico, lo cual la estaba volviendo loca de placer.
Entonces, y sin previo aviso, el chico dejó de lamerle el culo. La chica estaba que no podía más. Notaba cómo sus flujos y la saliva del chico le empapaban completamente el coño, y cómo se deslizaban éstos por sus muslos. Estaba cachondísima y quería más, por lo que empezó a protestar entre gemidos. Le habría gustado ver qué era lo que estaba haciendo el chico en lugar de comerle el coño, o de meterle su dura polla hasta el fondo de su coño, pero la postura en la que la había dejado, así como las esposas de cuero que aun sujetaban sus muñecas, le impedían ver cualquier otra cosa que no fuera la cabecera de la cama.
Pero no tuvo que esperar mucho más hasta que empezó a sentir cómo el chico comenzaba a aplicarle y a untarle un gel viscoso en su culo, metiéndole uno en el culo ligeramente y de vez en cuando. Esto la pilló totalmente por sorpresa e hizo que le volvieran a temblar las piernas de placer. El chico comenzó a meter y a sacar lentamente un dedo en el culo de la chica, y contrariamente a lo que ella esperaba, no le estaba doliendo en absoluto. Es más, la chica notaba cómo su culo se iba relajando cada vez más para dar paso a aquel dedo que, cada vez, entraba más adentro.
El chico entonces, después de jugar un poco con su dedo en el culo de la chica, lo sacó y, tras poner la punta de la polla donde instantes antes había estado su dedo, comenzó a empujar hasta que toda su polla acabó desapareciendo en el culo de la chica. Ambos jadearon y suspiraron de placer mientras se quedaban quietos durante un instante, el tiempo necesario para que el culo de la chica se adaptara a la polla del chico. Él entonces comenzó a meterla y sacarla lentamente del culo de la chica, sin dejar de recordarle lo puta y guarra que era por lo cachonda que se estaba poniendo con todo aquello.
Puta, guarra, cerda, zorra y la chica se volvía loca de placer con cada insulto y con cada embestida, las cuales eran cada vez más y más rápidas. Llegó un punto en el que la chica comenzó a sollozar, pero no de dolor, sino de puro placer. El chico se la estaba tirando metiéndosela por el culo, al tiempo que no dejaba de insultarle mientras el pequeño vibrador seguía bailando en el interior de su coño. Lloraba más bien por las tremendas oleadas de placer que el chico le estaba provocando.
Unas cuantas embestidas más, y el chico sacó la polla del culo de la chica, el tiempo justo para pasarse una toallita húmeda por la polla, quitarle el huevo a la chica, y clavarle la polla de nuevo hasta el fondo del coño. Éste estaba tan mojado, que la polla entró entera sin ningún problema, haciendo un obsceno ruidito acuoso mientras recorría el cálido y mojadísimo interior de la chica.
El chico comenzó a follarla, al principio, cogiéndole de las caderas con ambas manos al tiempo que le daba sonoras bofetadas en las nalgas, dejándole rojas marcas con las manos con cada golpe, hasta que decidió cambiar de riendas, sustituyendo las caderas de la chica por la cadenita de las esposas. La chica gemía y jadeaba con cada embestida. Se había corrido en cuanto el chico le había metido la polla en el coño, pero a ella le daba igual. Seguía disfrutando con la polla del chico recorriendo todo su coño, con los insultos que no paraba de escupirle, con las bofetadas que le daba en el culo y disfrutaba siendo tratada como si de una yegua se tratara, y el chico fuese su semental.
El chico seguía follando a la chica cada vez con más fuerza y con mayor rapidez. El coño de la chica le empapaba la polla una y otra vez con cada metida, y es que estaba tan mojada, que cada vez que el chico le golpeaba el coño con los huevos, se los mojaba también con los flujos de la chica, llegando a parecer que los había tenido en agua en lugar de haber estado follando. Él estaba más y más excitado cada vez, hasta que llegó un momento en el que sintió que estaba a punto de correrse. Él entonces volvió a coger a la chica de las caderas, follándola con fuerza y con violencia hasta que acabó corriéndose como un caballo, entre jadeos y gruñidos, en el coño de la chica sin dejar de metérsela y sacársela, frotándosela después por el clítoris y por el culo.
Fue esto último, después de sentir la polla del chico en su culo, de cómo la había penetrado después el coño y de cómo había acabado soltando todo su esperma en su interior como si se tratara de varias explosiones, lo que hizo que el coño de la chica estallara en una catarata de flujos. Se la había follado de una manera tan instintiva, tan animal, que ella había acabado corriéndose también.
El chico le quitó entonces las esposas a la chica, la cual se desplomó boca abajo sobre la cama al borde de la extenuación, seguido por el chico que se desplomó a su vez encima de ella con la polla aun entre sus piernas, y con la cama completamente empapada por aquella sesión de sexo animal e instintivo