El animal II
Blanca descansaba desmadejada sobre aquellas pieles curtidas. Estaba apunto de dormirse cuando sintió que algo caliente y peludo le separaba las piernas, abriéndolas, y algo húmedo y frío aspiraba aire cerca de su coño...
Blanca descansaba desmadejada sobre aquellas pieles curtidas. Estaba apunto de dormirse cuando
sintió que algo
caliente y peludo le separaba las piernas, abriéndolas, y algo húmedo y frío aspiraba aire cerca de
su coño.
Abrió los ojos sobresaltada y allí vio a un oso. Sintió un miedo inicial. Era muy grande y peludo pero ella sabía que aquella criatura no le haría daño.
La lengua del animal se coló entre sus pliegues hasta llegar a su clítoris.
-¡Ah!- suspiró ella.
Sintió cierta repulsión la primera vez que Daniel, el oso, le lamió el coño. Nunca tuvo problemas con que la parte humana de aquel ser, Fran, se lo hiciese pero sin duda había tenido mucho miedo de aquellos dientes amenazadores.
El oso se apartó un poco de ella. Blanca esperaba que se convirtiese en un humano
, pero no fue así en aquella ocasión. El animal se levantó como si fuese un humano y la chica pudo ver que estaba excitado.
Pero no fue la gran polla que sobresalía entre el pelo del animal lo que más la sorprendió, sino que fueron sus ojos, aquellos que deberían ser marrones, y eran ahora del azul más claro.
Los ojos de Fran.
Eso significaba que el hombre estaba al mando, pero en forma de oso. Había visto lo inverso a aquella cosa cuando el humano tenía los ojos marrones del oso. Pero aquello no.
Fran ordenó a la muchacha colocarse boca abajo empujándola suavemente con sus zarpas. Hizo también que se colocase en el saliente de la roca y con cuidado se posó encima
de ella.
Blanca se sintió como si le hubiesen puesto una manta de invierno encima. Una manta peluda que se movía mientras escuchaba la profunda respiración del oso.
La cara del oso le quedaba varios palmos por encima de la suya pero cuando Fran movió las patas delanteras y las apoyó correctamente en la piedra, pudo lamerle y mordisquearle el cuello sin problemas.
Entonces el oso comenzó a mover su cadera contra el culo de Blanca. Ella sabía que aquello era necesario y debía hacerlo para que él la dejase abandonar el bosque
. "A quien quiero engañar" se dijo mentalmente "si no me niego a esto es porque lo necesito". Esto era cierto. Desde que Blanca se entregó por primera vez a aquel chico-oso, sentía que algo la atraía a él y el mínimo roce la ponía lista para él.
Después de restregarse sobre las nalgas de la chica, esta empezó a notar algo húmedo que se colaba por su raja, buscando la entrada. Ella nunca había visto a un oso copular y tampoco se imaginó que ellos tendrían la polla tan grande pero, quizás, Fran no era exactamente como los demás osos.
Sintió como el grueso miembro de su animal favorito embestía contra la entrada sin mucha puntería. Chocaba contra su clítoris, contra sus labios, contra sus nalgas... Pero no conseguía entrar.
Se dejó hacer un rato hasta que la excitación pudo con ella y los gemidos de desesperación del animal le dieron pena.
Entonces bajó su mano hasta que encontró aquel pene. El oso, con la inteligencia humana de Fran, se quedó quieto cuando aquella mano lo guió a la entrada y entonces embistió con fluidez hasta llegar al fondo de la chica.
Blanca, estando de espaldas a la criatura, no pudo ver como los ojos de esta cambiaban del azul al marrón. Lo que sí pudo sentir fueron los movimientos rápidos e intensos de aquella deliciosa polla que ella sentía cada vez más dentro suyo. Mientras gruñidos salvajes salían de la boca del animal, al lado de
su oído y en su espalda sentía la vibración.
Los pollazos de su animal le llegaban a la mismísima alma. Estos tenían una frecuencia más alta que los de cualquier humano normal y, tras varios minutos de penetración, Blanca se encontró gritando desesperada, a las puertas del orgasmo.
Se dejó caer completamente en la piel en la que estaba apoyada para no dañarse con la rudeza de la piedra y acercó sus pies a las patas traseras de su acompañante.
Cuando el orgasmo la atravesó no pudo evitar encoger los dedos de los pies, atrapando en ellos varios pelos del animal, que ni se dio cuenta, ya que lo único que podía procesar era que aquellas paredes, las paredes de su compañera, le exprimían como si quisiesen obtener sus fluidos.
Poco después el oso se corrió dentro de ella con un gran gruñido que retumbó las paredes de la cueva.
Una vez que se corrió no se separó de ella y tras unos segundos comenzó a moverse pausadamente de nuevo.
Cuando Blanca se despertó exhausta. A su lado su oso descansaba apaciblemente y, entre sus piernas, sentía los fluidos de ambos resecos.
Se levantó un poco incómoda por haber dormido encima de la piedra y no en una cama. Suspiró. La última vez que durmió en una cama le parecía tan lejana... La única cama que ella había visto ultimamente eran dos arboles envueltos en pieles. Pero no podía continuar viviendo en el bosque.
Salió de la cueva y se acercó al regato que Fran le había enseñado. Allí bebió algo de agua y se aseó un poco. Cuando volvió a su guarida ya en la gran roca ya no había un oso, sino un humano respirando plácidamente.
Se acercó a él y le movió un poco los hombros.
-Fran... Fran...
El aludido se despertó y, tras un gran bostezo, la saludó con una sonrisa.
-Necesitamos hablar- dijo ella entonces con tono solemne.
-Claro, mi compañera. ¿Qué necesitas?
-Cuando nos encontramos por primera vez me dijiste que después del ritual nos podríamos ir a vivir a mi casa-explicó la muchacha con cuidado-. Y el ritual ya ha pasado.
-Compañera mía, ¿no eres feliz a mi lado?- preguntó asustado el joven. Si su compañera no lo deseaba realmente, sus posibles hijos nunca nacerían.
-Claro que quiero estar contigo, pero no podemos vivir aquí. Yo no puedo vivir para siempre en el bosque. Cuando haga un poco más de frío moriré congelada por las noches.
-Sabes que nunca dejaría que el frío tocase tu piel, pero si tu deseo es ir a tu casa, siempre que esté lo razonablemente cerca del bosque, iremos allí.
Blanca, feliz, abrazó a su nuevo amante, esperando llegar pronto a su antiguo hogar, pero una ola de preocupación la asaltó cuando su nuevo amado indicó:
-Cuando te quedes encinta, si es que aún no lo estás, te convertiré en mi compañera para siempre.
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