El anillo de coco (Fantasías robadas 1)

Nuestros pecados siempre reciben el justo castigo…. ¿O no?

El anillo de coco (Fantasías robadas 1)

Nuestros pecados siempre reciben el justo castigo…. ¿ O no?

Lucia era toda una señora, con sus cuarenta muy bien llevados, rubia, guapa, delgada a golpe de dieta y gimnasio, con un busto generoso que hacia volverse a los hombres por la calle.

Cuando llego a la puerta de la Iglesia se desvió para evitar el corrillo de las mujeres, antaño se hubiera sumado gustosa, pero ahora ella era uno de los temas de conversación. Por culpa de su marido, ex marido se recordó, el divorcio ya era firme, el muy cabrón se había largado a la capital con esa puta. Hubiera preferido no ir a la Iglesia pero habría dado lugar a más habladurías. De todas formas ante Dios seguían casados y ella no iba a perder la compostura por el lujurioso pecador de su marido, ex marido volvió a recordarse.

Mientras vigilaba el mentidero con el rabillo del ojo, unas manos ansiosas se colocaron frente a su cara.

Eran blancas y rosadas por la palma, pero negras como el betún en el dorso. Lucía hizo un gesto discipliente y alzó la cabeza con un mohín de desprecio, penetrando dentro de la Iglesia. A Lucía le molestaban esos inmigrantes que no paraban de llegar, la ciudad estaba llena de ellos. Porque no se quedarían en su país. Y esos negros tan andrajosos, tan grandes, tan… tan negros. O los moros, todavía peor, que te miraban y parecía que calculaban el valor en camellos de una bella cristiana. También esos chinos que proliferaban como setas, tan calladitos, estaba segura que sus oblicuas miradas ocultaban aviesas intenciones. Habría que devolverlos en barcos a sus países, en masa. Ella solo daba limosna a los pobres de toda la vida, los de escapulario y rogativa. Como Dios manda.

Al entrar se apartó a un lateral, junto a la capilla dedicada a Nuestra Señora de los Dolores, antes hubiera entrado hasta el Altar de la preciosa iglesia neogótica, pero ahora tenía que apartarse del foco de atención. Y todo por ese cabrón , que la abandonó… "porque no era imaginativa en la cama". Por que no quería hacer esas guarrerías que su marido había visto en películas de fulanas. Que se la chupara, que por el culito… Ella era una señora, si quería cerdadas que se fuese de putas. Como hacían todos los del pueblo, pero después manteniendo la compostura.

Se arrodillo en la última fila de bancos, de forma que todos la vieran al pasar al interior. Su imagen de contricción resultó un éxito. Era la imagen misma de la penitencia inocente y en cuanto empezó el servicio religioso pudo colocarse en una postura más cómoda. Había una distancia notable entre el último banco ocupado y donde se encontraba ella.

De repente una mano le tapó firmemente la boca, otra le sujeto los brazos por detrás Empujó su cuerpo contra la columna, una mano grande y fuerte se metió entre sus piernas. Superada la sorpresa, Lucía se fijo en la mano que le tapaba la boca, era negra observó con pánico, llevaba un anillo de cáscara de coco en uno de los dedos.

Sintió otros dedos penetrando n sus intimidades e intento gritar. La mano se lo impidió y le permitió comprender ante su pánico que la escena sería mas embarazosa para ella que para el desconocido. Los dedos ya introducidos profundamente se removían y agitaban despertando sensaciones tanto tiempo olvidadas. Ante su horror, y su pudor, se puso totalmente roja, su vagina empezó a segregar flujos de gozo. Ahora agradecía la mano que impedía que las harpías del principio llegaran a escuchar sus silenciados gemidos.

Uno de los dedos, lubricado de jugos se introdujo por sorpresa en el culo, Lucia contrajo el esfínter intentando expulsar al intruso, pero la decidida presión y el trabajo en círculos iba relajando su esfínter.

El dedo salio mientras el resto de la mano seguía trabajando su clítoris. Lucía se sentía aliviada, pero noto otra presión más firme y decidida. Desde luego era mas grande que un dedo y más gordo. Lucia trato de resistir apretando las piernas, pero la presión insistente empezó a introducir firme y lentamente aquella cosa sin fin. Lucía fijo su mente en la imagen de Nuestra Señora de los Dolores. Dolores tenía ella mientras la fina piel de su ano virgen iba haciendo paso a aquel descomunal objeto que la penetraba.

Le estaba ardiendo el culo, notaba como la carne frotaba con carne, rompiendo capilares, dilatando la sensible piel. Hizo un intento de morder la mano que le zafaba.

Un intento muy torpe.

La mano se apretó más fuerte para no dejarle posibilidad de bocado y el ritmo de la penetración se aceleró. Lucía comprobaba para su horror, que pese a la vergüenza, al miedo a ser descubierta o el sacrilegio cometido estaba disfrutando enormemente. Quizá por todo ello ya no notaba el dolor solo el calor que invadía y recorría su cuerpo.

Ante su pasmo noto como su cuerpo se agitaba mientras una sustancia viscosa ocupaba su ano. Se desplomo sobre la columna, apoyándose para evitar caer, respiro hondo y noto que ya no tenía la mano en su boca. Lentamente se giro, pero no había nadie, solo la imagen de Nuestra Señora de los Dolores que la miraba con infinita piedad.

Miró a los feligreses que seguían con atención el sermón y desapareció por una de las puertas laterales

Lucia se ha vuelto muy caritativa.—Comento la señora María

Si desde que su marido la abandonó, pobrecita, se ha centrado en obras de caridad.—Confirmo la señora Francisca

Ambas miraron a Lucía que seguía repartiendo limosna entre las manos ansiosas que se le mostraban a la entrada de la Iglesia. Pero Lucía no miraba la cara, miraba las manos buscando un anillo de coco.

Este relato esta basado en una fantasía que me resulto sugerente y que se merecía una historia, puede consultar la idea original en el libro:

Dímelo al oído: las mujeres cuentan sus fantasías sexuales / Fuentes, Sonsoles; Carrión, Laura .—M., Temas de Hoy, 2004. – Isbn 84-8460-362-8

Capítulo: En la Iglesia