El anguila

Me preocupo del bienestar de mi alumna y conozco a un superdotado.

Hace poco pude concretar la fantasía de ser penetrada por una super – verga, aunque halla supuesto ponerle un par de cuernos a mi abnegado maridito.

Trabajo como docente y al comienzo de uno de los últimos ciclos escolares detecte problemas de aprendizaje severos en una de mis alumnas por lo que decidí citar a sus padres para hablar con ellos en una hora que tenía libre de clases.. A los pocos días me comunicaron que no podrían asistir por su horario laboral pero que enviarían en su lugar al hermano de mi alumna que ya tenía 18 años y a quien confiaban la reunión.

Llegado el día se presentó ante mí un chico flaco, no muy alto, bastante sucio y mal vestido que obviamente venía de jugar al fútbol. Lo salude cortésmente:

_ Hola. ¿Cómo te llamas?.

_ Me llamo Daniel, pero me dicen anguila, puede llamarme así si lo desea.

El apodo poco común, me resulto extraño por lo que lo interrogue seriamente al respecto:

_ Que apodo más original Daniel ¿Por qué te dicen anguila?.

Me miró asombrado, con grandes ojos, como no pudiendo creer que le hiciera esa pregunta básica:

_ ¿En serio me pregunta porque me dicen anguila?.

_ Por supuesto que sí.

No me sentía obligada a tener que conocer el motivo de su sobrenombre, aunque suponía que se debía a su extrema flaqueza. Su cara de asombro cambió por una de superioridad, como quien se siente importante. Llevando la mano a su entrepierna, me preguntó con evidente intención:

_ ¿Quiere que le enseñe, maestra, porque me dicen anguila?.

Comencé a sospechar el motivo de su apodo, y creo que me puse roja. No de vergüenza, sino de calentura. Hacia días que no tenía sexo, estaba necesitada y podía tener al alcance de mi mano lo que tanto me hacía fantasear. El se dio cuenta que si quería ver, aunque intensase disimularlo. Se tomaba con descaro la entrepierna donde su pequeño pantalón de fútbol no podía ya ocultar algo de un tamaño excepcional.

_ Vamos maestra no sea tímida, se muere de ganas de ver lo que guardo en mi pantalón.

Se abran dado cuenta ya que me encanta el sexo y que soy muy calentona. No iba a desaprovechar la oportunidad de acostarme a un potente adolescente superdotado.

_ Si anguila -le dije con seguridad- quiero ver lo que tienes en el pantalón.

No se hizo rogar. Su pantalón de fútbol y su calzoncillo cayeron por sus delgadas piernas, entre ellas un monstruo de 24 cm. violáceo y rígido apuntaba ya al techo. Estiré mi mano y lo acaricié con ternura y deseo. Sentí mi concha mojarse como nunca. A pesar de estar en un lugar incómodo para una situación semejante decidí que tenía que hacerlo mi macho ahí mismo. Dispuse un par de mantas en el piso de esas que se usan para ejercitación física.. Al girar, el anguila ya estaba desnudo de la cintura para abajo masturbando lentamente su inhiesto aparato. Me pare ante él expectante.

_ ¿Me la quiere chupar maestra?.

No me lo hice decir dos veces, caí de rodillas al piso, abrí la boca y tragué lo que pude. En realidad no chupaba, ya que me era imposible introducir todo en mi boca, solo lo lamía rodeándolo con la lengua. Me esmeré en la mamada y me di cuenta que la gozaba. Me calentaba aún más su sabor salobre.

_ ¡Basta! –ordenó- sino me va a hacer acabar y se la quiero meter.

Me quité el pantalón y la bombacha empapada de mi flujo, lo miré a los ojos y me acosté en las mantas ofreciéndole mi concha afiebrada de calentura. Se arrojó sobre mí acariciando mis piernas desnudas. Estaba ansiosa y feliz; lo que esperé tanto tiempo estaba a punto de hacerse realidad.

_ ¿Quiere que se la meta patitas al hombro?.

_ Quiero que me la metas, como sea, pero metemela.

Levantó mis piernas sobre sus hombros con suma delicadeza besando la cara interna de mis muslos. La cabeza del monstruo se apoyó entre mis labios externos buscando su lugar. No le costó encontrarlo. Mi humedad hizo que solito se deslizara a mi interior. Sentí como mi concha se abría para dejar lugar a su enorme visitante. Me estremecí de placer. El -¡¡¡AAAAAAAAAAAHHHHHHHHH!!!- que escapó de mi boca debe haber retumbado en toda la manzana. Los últimos centímetros se deslizaron adentro de mi cuerpo hasta que sus huevos sudorosos hicieron tope a la penetración. Me miraba con satisfacción, sintiéndose victorioso, sus ojos dejaban traslucir una ligera emoción. Su carne caliente estaba muy adentro mío y se sabía mi dueño.

_ ¿Siente mi verga maestra?.

_ Llámame Deby, ya no soy la maestra de tu hermana, ahora soy tu hembra y quiero que me cojas. ¡¡Hazme tuya!!.

La delicadeza mostrada hasta entonces desapareció como por encanto. transformándose en un semental alzado deseoso de poseer a su hembra. Con brutalidad la verga salió hasta la cabeza volviendo a desaparecer dentro de mi cuerpo en un solo y profundo envión. Sentí –literalmente- en carne propia la dureza de esas primeras embestidas con que el inmenso falo me abría por dentro. Pero como siempre ocurre, luego de unos momentos, el dolor fue desapareciendo para dejar paso al placer. Comencé a acompañar sus movimientos oscilantes, con los movimientos de mis caderas, con lo que quedamos ambos firmemente acoplados; no miento si digo que me sentía una con él. Me parecía que su sable de carne me atravesaba toda, su punta parecía que llegaba a mi garganta y hasta que podría salir por mi boca. Perdí todo sentido de la realidad llevada por el placer, recuperé el sentido solo cuando noté algo caliente que inundaba mi cuerpo

_ ¡¡¡Te preño puta, te preño!!! -murmuraba jadeante a mi oído-.

Asustada, miré el reloj en la pared. Faltaban 10 minutos para que tuviese que retomar mis clases, había tiempo de sobra y me tranquilicé. Acaricié maternalmente su cabeza y lo besé con dulzura agradeciéndole el buen momento que había pasado. Se bajó de mi cuerpo y al intentar pararme un mar de leche blanca y espesa corrió por mis piernas hacia el suelo, la concha me ardía por dentro y por fuera, pero la sentía palpitante de satisfacción. Debí limpiarme las piernas como y con lo que pude y ponerme el pantalón sobre la piel pegajosa de la consistencia de la leche que las bañara. Mientras nos limpiábamos y vestíamos hablamos a las apuradas de los problemas de su hermana que prometió comentar a sus padres. Salió rápidamente, no sin antes dejarme el número de su celular. Me miré en mi espejo estaba despeinada y desarreglada y no haría tiempo a solucionar eso antes de volver al Instituto. La hermana del anguila me miró con detenimiento, y con una sonrisa picaresca me comentó antes de seguir su camino.

_ ¡Maestra!, parece que la hubiese agarrado una anguila.

Quiero creer que esta historia va a dejarlos alzaditos a algunos y en celo a otras, gracias a los que me alentaron a volver a escribir después de mucho tiempo (Uds. Saben de sobra a quienes me refiero). Abra más historias que tengo para contarles. Muchos besos a todos..